Home Page Image
 

Edición-2020.png

Selección de textos y documentos:

Doralicia Carmona Dávila

© Derechos Reservados
ISBN 970-95193

Este Sitio es un proyecto personal y no recibe ni ha recibido financiamiento público o privado.

 
 
 
 


1862 Carta de Antonio Taboada al Gral. Tomás O'Horan: lo invita  a defeccionar. Respuesta.

Mayo 7 de 1862

Campo sobre los Álamos, mayo 7 de 1862.
Sr. Gral. don Tomás O'Horan.
Puebla.

Muy querido y antiguo compañero:

No había llegado aún el tiempo de hablarte con la seguridad que deseaba y lo hago ahora; al tomar esta resolución me guían dos objetos, el primero es cumplir con el deber de buen mexicano y, el segundo, con el deber de la amistad. Comienzo por recordar mis sentimientos y que esto te sirva de base para juzgar de lo que paso a manifestarte.

Yo conozco perfectamente tus ideas de orden y patriotismo; conozco tus deseos y tus nobles aspiraciones y sé también que tu talento, tu actividad y decencia, te colocarán siempre en los puestos dignos de soldado como tú. Esta convicción me asegura de que habrás estudiado y comprendido ya la situación tristísima de nuestro desgraciado país, sin encontrar entre nosotros mismos el remedio radical, ni mucho menos esa paz, ese progreso y esa libertad tan decantados. Estoy seguro de que tienes ya un doloroso desengaño de las intenciones de nuestros prohombres y no creo que hayas llegado a concebir nunca ninguna clase de esperanzas que aseguren nuestra nacionalidad e independencia comprometida siempre por nuestras ambiciones personales, ridículas y delirantes. Esta convicción, repito, me hacen dirigirte la presente para manifestarte lo que se le manifiesta a un hermano, cuya felicidad se desea; en circunstancias en que es preciso la unión de los hijos para acudir al socorro de una madre moribunda ¿crees acaso, querido Tomás que yo, tan amante de mi Patria, me había de exponer a llevar en mi frente el horroroso epíteto de traidor?

Permite intercalar esta inoportuna pregunta y déjame continuar el objeto de la presente. Tengo la más sincera confianza y el poder suficiente para asegurarte que la Francia no sólo no amaga bajo ningún punto de vista nuestra independencia sino que, tendiéndonos una mano amiga, se ha propuesto no retirarnos su protección hasta no consolidar un Gobierno mexicano, verdaderamente ilustrado y paternal, una paz duradera y una situación indestructible. No creas, amigo mío, que siguiendo las rutinas de nuestras revoluciones intestinas trato de seducirte; no, te haría yo muy poco favor y tendrías derecho para reprenderme muy severamente; empleo el lenguaje de la verdad y no el de la superchería y el engaño; hablo con los hechos en la mano y una realidad clarísima te está demostrando que soy tu amigo, tu verdadero hermano porque quiero que prescindas de esa efímera situación, de ese, más aún, dudoso y triste porvenir, en que te han lanzado algunos puntillos de delicadeza; que veas lo que realmente tenemos delante y hagas a tu Patria el único servicio que puede agradecer a sus hijos; estás en una posición en que nadie te lo puede impedir; cuentas con toda esa ciudad, que te secundará con el apoyo de siete mil franceses, cinco mil mexicanos armados y cuantos recursos necesites para declararte en favor de la justa y verdadera causa nacional ¿por qué seguir defendiendo un partido de personalidades, un partido destructor y sangriento, un partido que ha traído a la Nación un abismo de fatalidades y de complicaciones tan peligrosas? ¿Por qué seguir sacrificando más gente, si ya no hay pretexto legítimo ni razones que oponer al verdadero olivo de paz que con la ayuda de ¡a generosa Francia estamos presentando a la Nación?

Créeme sinceramente, amigo mío, esta es la única oportunidad en que podemos prestar un positivo y fructuoso servicio a nuestra madre Patria; dejemos por ahora nuestros intereses personales, nuestras divisiones políticas y toda clase de ilusiones para salvarnos; estos son los momentos preciosos, los momentos de abnegación y verdadero patriotismo; no sigas más las huellas horribles de esos hombres obcecados en el crimen y la perversidad; toma tu espada y ofrécela sin recelo a la causa que infaliblemente va a triunfar, porque es una causa justa, humanitaria y salvadora y porque está protegida por una Nación grande y poderosa, por una Nación que marcha a la cabeza del progreso y de la civilización.

Cree mis palabras, te repito, te hablo con la conciencia de un buen patriota, te hablo en nombre de la Nación, de nuestra amistad y porvenir y en ese nombre, también, te hago responsable de la sangre de nuestros compatriotas sacrificados inútilmente, después de haberte manifestado el noble, el grande y humanitario objeto de la Nación que nos tiende su poder para salvarnos de una infalible perdición, de nuestra completa ruina.

La conducta que han observado en ésa con los heridos franceses, ha causado mucha indignación en el ejército que tenía preparada la continuación de su ataque, pues nosotros hemos logrado contener todas las operaciones hasta no recibir tu contestación, pues yo he augurado que tú salvarías a esa pobre ciudad y prestarías a tu Patria el importante servicio a que te invito, sin temor de ser mal recibido por tí ni por ninguno que se llame verdaderamente mexicano.

Háblale a los amigos, de la misma manera; manifiéstales que quedarán todos mejorados en sus empleos y de una manera vitalicia, en la inteligencia que ya es indudable el establecimiento de un Gobierno duradero de orden y moralidad y, por último, tú puedes disponer, desde el momento en que te decidas a prestar tan importante servicio, de cuantos recursos necesites para obrar, pues contamos con toda clase de elementos y, muy particularmente, pecuniarios. No creo que te ofenderás al manifestarte esto, supuesto que para todo se necesita dinero y mucho más en el estado en que están ustedes por allá; contéstame inmediatamente y manda una persona de tu confianza a que hable conmigo en este campamento y pueda yo mandarte con él lo que necesites en oro o en libranzas.

Te repito que te habla un hermano y que tú también debes contestar como hermano; resuélvete mañana mismo y salva la situación de esa hermosa y desgraciada ciudad, seguro de que conquistarás un verdadero laurel de gloria y ocuparás el lugar que te corresponde por un servicio tan distinguido; saluda a tu apreciable familia y dispón como siempre del cariño invariable de tu hermano.

Antonio Taboada

 

Respuesta de O'horan

Puebla, mayo 11 de 1862.
Sr. don Antonio Taboada

Antiguo amigo:

Hoy he recibido tu carta de fecha 7 en el campamento francés de la Hacienda de Álamos; su contenido, he tenido que leerlo y releerlo, confrontar tu firma para conocer de que era tuya. Tu carta envuelve conceptos ofensivos para mí; bien persuadido estás de ello, porque me conoces perfectamente y en tu citada anticipas las disculpas. La conciencia habla muy alto y a solas, nadie miente. Nuestra antigua amistad, cuyos sentimientos se graban en mi corazón, me prohibe contestar los conceptos y proposiciones que envuelve aquélla. Es preciso ahorrarse el profundo disgusto de hablar de algunas, por eso no te contesto párrafo por párrafo; dos preguntas es toda mi contestación: Si las columnas francesas que atacaron el 5 del presente el cerro de Guadalupe y nuestra línea de batalla, hubieran alcanzado una victoria y tomando alguna de nuestras banderas, la hubieran entregado a Almonte o a ti, o habría sido llevada a aumentar los trofeos del Cuartel de Inválidos de París ¿qué sentimiento habría producido en tu corazón, ver atravesar nuestras banderas prisioneras?

Cuando el ejército francés se retiró delante de nuestros batallones, que acababan de hacerlos volver las espaldas, cuando los primeros soldados de Europa, esos zuavos, esos cazadores, llenos de merecidas cruces conquistadas en la Crimea, en Italia y tantas otras partes, los viste huir delante de nuestros batallones y los viste volver cabizbajos y avergonzados y les oíste referir su derrota, ¿qué sentiste? ¿Tu corazón estaba henchido de orgullo nacional? Tócatelo y respóndete a ti mismo. Esa es, pues, la contestación que doy a tu carta.

Los españoles fueron los conquistadores de los aztecas; el que más y el que menos de nosotros tiene algo de los primeros, por tanto los considerábamos como nuestros padres; sin embargo, los nacidos en México no pudieron sufrir el Gobierno de la península. Hidalgo levantó el grito de independencia en Dolores. Entre los que le ayudaron ¿no estaban tu padre, tus tíos y hasta las señoras de tu familia? ¿Morelos no sostuvo la independencia y la selló con su sangre, por no tolerar, repito, que bayonetas europeas imperasen en nuestro país? ¿Dónde están ahora el hijo de Morelos y el vástago de la familia colaboradora a Hidalgo? ¡Triste contraste, ceguedad implacable! están entre las huestes que al grito de ¡viva el Emperador! ¡viva la Francia! ¡muera México! han avanzado el 5 de mayo a arrebatar de nuestros batallones el pabellón de Iturbide.

Te devuelvo los afectos de hermano y ese interés con que tú me hablas, dándote el consejo siguiente: no deben faltarte algunos recursos, por tanto, vete fuera de la República y cámbiate el nombre, hay errores en la vida cuyo amargo torcedor dura cuanto ella. En este caso te encuentras tú, dime el nombre que te has de tomar para que siquiera mis cartas te sirvan de consuelo, cuando llores el crimen que has cometido.

Esta es la mayor prueba de amistad que puedo darte.

Tomás O'Horan