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Autora: Doralicia Carmona Dávila.

© Derechos Reservados
ISBN 970-95193

Este Sitio es un proyecto personal y no recibe ni ha recibido financiamiento público o privado.

 
 

 


 


Ataque al cuartel militar de ciudad Madera, Chihuahua

23 de Septiembre de 1965

 Un grupo de trece personas, dirigido por el profesor rural Arturo Gámiz García e integrado por maestros, estudiantes y líderes campesinos –cansados de los abusos, explotación, agravios y despojos de los caciques, ganaderos y compañías madereras y algodoneras cobijados por Práxedes Giner Durán, gobernador, general y rico terrateniente-, atacan el cuartel militar de Ciudad Madera, Chihuahua.

Laura Castellanos (México Armado) narra los hechos con base en documentos y testimonios directos:

“Llegan sigilosos par el sur. Cubiertos por la penumbra que antecede al alba, se deslizan hacia las modestas instalaciones del cuartel militar de Ciudad Madera. Son trece jóvenes que, sin el apoyo de dos grupos que esperaron en vano, echarán a andar su plan: realizar un asalto relámpago para obtener armamento, tomar la población, expropiar el banco local y transmitir un mensaje revolucionario a través de la radioemisora local para internarse de nuevo en la majestuosa sierra chihuahuense. La acción era parte de las tácticas militares recomendadas por el manual Guerra de guerrillas de Ernesto Che Guevara para ejecutar acciones de golpeteo y así incrementar la acumulación de fuerzas del que era el primer foco de insurrección mexicano.

Pero esta acción superaba en riesgo a las anteriores. El grupo de estudiantes normalistas, maestros y campesinos se lanzaba a un ataque suicida que buscaba sorprender a ciento veinte militares. Estaban decididos: ese 23 de septiembre de 1965 irrumpirían en el cuartel de la población rural de Madera, municipio del mismo nombre, al suroeste de Chihuahua, poniendo enjuego sus propias vidas.

Cautelosos toman posiciones. Uno de ellos se queda en el camión, en la retaguardia, mientras los demás se reparten en los cuatro puntos cardinales. AI de menor edad lo colocan en el sitio mas lejano y seguro; cuatro se ubican en la Casa Redonda, donde había una oficina de la compañía maderera Bosques de Chihuahua; cuatro más son apostados en las afueras de la iglesia y la escuela mientras los tres restantes se acomodan en el terraplén de la vía de ferrocarril. De frente, a unos treinta metros, estos últimos tienen las barracas castrenses. A sus espaldas, una llanura de más de dos kilómetros los separa de la sierra devastada por Bosques de Chihuahua.

La tropa se alista para el desayuno. Alas 5:45 de la mañana un grupo de militares salen formados de la barraca principal y cruzan la pequeña explanada. De pronto, de un momento a otro, en medio de la negrura que aún no se levanta, truena la balacera. Desconcertados, los soldados se lanzan pecho a tierra al tiempo que oyen gritar: ¡Ríndanse! ¡Están rodeados! ¡Ríndanse!

Los uniformados del interior de la barraca salen presurosos con las armas en la mano. Disparan a diestra y siniestra y los que están echados al piso rápidamente se incorporan al contraataque. Los minutos se precipitan y el sol muestra lentamente su amenaza. Las siluetas comienzan a hacerse visibles. Urge la retirada. El grupo guerrillero intenta resistir con desesperación. Arroja sus bombas de fabricación casera y granadas; dispara sus rifles calibre 22, escopetas 30-06, fusiles de siete milímetros. El tiroteo se prolonga por hora y media.

Cuando deciden replegarse ya no les es posible. El tronido de las descargas ahoga la orden de retirada. Otro grupo de soldados les tiende un cerco por detrás de la vía. Sólo Guadalupe Escobel, Florencio Lugo, Ramón Mendoza, Francisco Ornelas y Matías Fernández logran huir. El paso intempestivo del tren anuncia el fin de la tragedia de los ocho guerrilleros que no logran salir de ahí. Uno a uno sus cuerpos caen sin vida en la tierra seca. Cesa el tiroteo. Los primeros rayos del sol tocan apenas los cadáveres aun tibios entre el reguero de casquillos.

Los militares acomodan uno allado del otro a los insurrectos muertos: Pablo Gómez Ramírez, medico y profesor normalista, dirigente dl PPS y de la UGOCM; Miguel Quiñónez Pedroza, director de la Escuela Rural Federal de Ariseachic; Rafael Martínez Valdivia, profesor normalista; Oscar Sandoval Salinas, estudiante normalista; Salomón Gaytan Aguirre y Antonio Escobel, campesinos; Emilio Gámiz Garda, estudiante, y su hermano Arturo, maestro rural, cuyo rostro queda despedazado. Solo Pablo rebasaba los treinta años, los demás eran menores de veinticinco.”

Sin experiencia guerrillera, ni conocimiento preciso del terreno ni de la capacidad de fuego de los militares y sin contar con refuerzos la acción fracasa. Como resultado del enfrentamiento, de los 125 soldados que había en el cuartel murieron los sargentos Nicolás Estrada Gómez y Moisés Bustillos Orozco, el cabo Felipe Reyna López y los soldados Jorge Velázquez y Virgilio Yánez Gómez.

Los cadáveres son exhibidos en la plaza principal de Madera para atemorizar a quien pretenda enfrentarse al gobierno y al ejército. La gente organiza su velorio y su entierro, pero el cura del lugar Roberto Rodríguez Piña se niega dar los santos óleos porque tilda de comunistas a los bisoños guerrilleros muertos. El general Práxedes Giner Durán, ordena que sean sepultados de inmediato y sin ataúdes en una fosa común: “¡Querían tierra, denles tierra hasta que se harten!”

Según Florencio Lugo, guerrillero sobreviviente, el ataque fracasó porque no tuvieron a su favor el factor sorpresa y no pudieron estallar el depósito de gasolina que incendiaría el cuartel, ya que fueron traicionados por el mismo militar que los entrenó para el ataque: el capitán retirado Lorenzo Cárdenas Barajas.

La acción contraguerrillera se extenderá por todo Chihuahua y en los diarios nacionales. El ejército se movilizará por toda la ciudad de Madera y la sierra. En la prensa, Giner Durán minimizará los hechos (“podrían haber sucedido en un baile o en una cantina”) y los etiquetará de “locos mal aconsejados”; Jesús Reyes Heroles declarará que el comportamiento de los atacantes corresponde a “drogadictos ideológicos” y Roberto Blanco Moheno los tachará de “agitadores de poca monta.” Sólo se alzará la voz de Víctor Rico Galán que en la revista “Sucesos”, cuestiona la mención honorífica otorgada a los soldados de Ciudad Madera por su bizarro comportamiento:

“EI "bizarro comportamiento" que el secretario de la Defensa se sintió en el caso de elogiar consistió en apresar, maltratar y vejar a decenas de campesinos de Madera y la zona aledaña; consistió en pasear por todo el pueblo, en un camión de redilas y a la intemperie, los cadáveres de los sublevados; consistió en impedir que los familiares, que ya tenían los cuerpos en bolsas de lona para darles sepultura en Chihuahua, se los llevaran; consistió en arrojar los cadáveres a la fosa común; consistió en quitar el pañuelo que el periodista Pedro Muñoz Rocha puso sobre el rostro del doctor Pablo Gómez; consistió en obligar a los parientes a presenciar los honores rendidos a los soldados, rodeándolos de asesinos a sueldo de los caciques de la región.”

El PPS se deslindará de los hechos y pedirá actuar con fuerza y decisión para restaurar el orden en la zona y una posición similar sostendrá la UGOCEM, que ya había roto su relación con aquel partido.

El presidente Díaz Ordaz por un lado, mandará tropas apoyadas por la aviación para cercar a los sobrevivientes: por el otro, ordenará el auxilio inmediato a las familias  de la región mediante despensas CONASUPO; creará como una nueva unidad especializada en la lucha antiguerrillera y antisubversiva a la Dirección Federal de Seguridad (DFS) dirigida por el capitán Fernando Gutiérrez Barrios; y expresará en su siguiente informe: “nos decepcionaría una juventud conformista o resignada, pero México tampoco quiere una juventud que abrace con incauta pasión todas las causas o que se deje tomar como instrumento dócil al servicio de intereses bastardos o como caja de resonancia de estériles desahogos. “

El dirigente del grupo guerrillero, Arturo Gámiz García, fue un joven profesor normalista dirigente de la Unión General de Obreros y Campesinos de México UGOCM, que promovió la resistencia popular en el poblado de Cebadilla de Dolores, municipio de Madera, sistemáticamente saqueado por las compañías mineras estadounidenses. Participó en el Movimiento de Liberación Nacional, y ante la desintegración del mismo, convocó al Primer Encuentro en la Sierra Heraclio Bernal en Dolores en octubre de 1963, para encontrar nuevas formas de lucha y  promover la toma de tierras de los latifundistas por los campesinos, como lo venía haciendo la UGOCM en otras partes de la República. El gobierno del Estado aprehendió a Gámiz y a otros participantes.

En respuesta, Salomón Gaytán y sus seguidores iniciaron acciones violentas: volaron los puentes de la familia Ibarra y ajusticiaron a Florentino Ibarra. Al ser liberado Gámiz se unió al autodenominado Grupo Popular Guerrillero y así continuaron acciones tales como dinamitar la estación de radio de los terratenientes y asaltos a funcionarios y policías. En los primeros meses de 1965 se les sumó Pablo Gómez.

A principios de este año también, el grupo organizó en Torreón, el II Encuentro de la Sierra de Chihuahua “Ignacio Bernal”, entre cuyas resoluciones se concluía que el único camino era la lucha armada contra el sistema para establecer el socialismo: “Estamos convencidos de que ha llegado la hora de hablarles a los poderosos en el único lenguaje que entienden; llegó la hora de que las vanguardias más audaces empuñen el fusil porque es lo único que respetan y escuchan; llegó la hora de ver si en sus cabezas respetaban las bala, ya que razones nunca les entraron; llegó la hora de apoyarnos en el 30-30 y en el 30-06, más que en el Código Agrario y la Constitución...Vencer o morir”.

Al cacique Emilio Rascón lo enjuiciaron y le obligaron a donar seiscientos pesos para la escuela; a Roberto Jiménez le incendiaron su fábrica de licor por haber violado a una joven, repartieron la producción entre los obreros y destruyeron la lista de sus deudores.

El 23 de mayo pasado, en ausencia del profesor Arturo Gámiz García, el grupo sorprendió a varios soldados de la 5ª. Zona Militar, cerca del rancho Las Águilas, que se encontraban patrullando la comarca, en Las Moras, municipio de Madera, Chihuahua. Los atacantes hirieron a tres soldados y tomaron las armas y el radio transmisor del pelotón, se internaron en la sierra de Chihuahua y dado el éxito del ataque, planearon realizar el asalto al cuartel hoy.

Quince días antes del ataque, los guerrilleros publicaron el siguiente desplegado dirigido al gobernador en el diario local “Índice”:

“Nos hemos levantado en armas para hacer frente a los cacicazgos, como el de José Ibarra y Tomas Vega, una vez que agotamos los medios legales sin fruto alguno, una vez que nuestros esfuerzos fracasaron en virtud del apoyo incondicional que el gobierno del estado proporciona a los caciques que por décadas se han dedicado impunemente a explotar como bestias a los campesinos, a humillarlos, a asesinarlos, a quemarles sus ranchos, robarles su ganado y violar sus mujeres.

Hemos declarado varias veces que estamos dispuestos a dejar las armas a condición de que se someta al orden y a la ley a los caciques, como Ibarra, y se repartan las tierras que mediante despojos y asesinatos han acaparado. La respuesta suya ha sido enviar más de dos mil soldados a liquidarnos y armar bandas de conocidos asesinos que nos persiguen con saña.

Hemos dicho y lo repetimos: no queremos matar soldados, nada tenemos contra ellos siempre y cuando respeten a las familias. Los consideramos de clase pobre y explotada que están al servicio únicamente por necesidad, teniendo que soportar el despotismo y los abusos de sus superiores. Nuestra lucha no va dirigida contra el ejército sino contra los caciques [...].

Usted con sus torpezas y sus caprichos ha agravado todos los males del estado, le hemos pedido que reconozca su incapacidad y renuncie y salga del estado que tan mal ha servido. Se lo repetimos ahora: renuncie y váyase del estado o lo sacaremos a la fuerza cueste lo que cueste y corra la sangre que corra.

Sierra de Chihuahua,

Arturo Gámiz y Salomón Gaytán.”

El 3 de abril de 1966, los guerrilleros sobrevivientes del ataque al cuartel de Ciudad Madera, dirigidos por Óscar González Eguiarte, organizarán el Movimiento 23 de Septiembre y antes de ser reprimidos por las fuerzas federales provocarán un descarrilamiento del Ferrocarril Chihuahua-Pacífico en Drake, a 70 kilómetros de Ciudad Madera, en la frontera con Estados Unidos. Sobre las vías destruidas pondrán una manta con la siguiente leyenda: “Al pueblo de México: Defiende tus derechos, ya no soportes más injusticias, como son los asesinatos cometidos por órdenes de caciques y latifundistas y explotaciones por las grandes empresas que sirven al imperialismo. ¡Abajo el cacicazgo! ¡Viva la libertad!”

Concluye Fritz Glockner (Memoria Roja): “El ataque al cuartel de ciudad Madera, se convertirá en símbolo de la lucha guerrillera en México, pues su acción marcará el inicio de las guerrillas modernas en el país...sin lugar a dudas, se está ante el nacimiento del primer grupo guerrillero en México, el cual pretende justificar desde una reflexión teórica y el análisis puntual de la realidad las razones de su lucha armada, dejando atrás la simple indignación localista provocada por las injusticias de los campesinos de la zona. Ahora se trata de crear un foco revolucionario que promueva los cambios estructurales dentro del país entero; aun cuando las gestas de Jaramillo ya se habían suscitado y, de igual manera, se contaba con su Plan de Cerro Prieto, los alcances en el estado de Chihuahua pretendían irradiar más horizontes en comparación con el proyecto campesino del estado de Morelos.”

Años más tarde, en 1973, la Liga Comunista 23 de Septiembre recordará con su nombre a estos jóvenes guerrilleros que pretendieron ingenuamente iniciar una revolución socialista para salvar a México de la miseria y la injusticia.

 

Doralicia Carmona: MEMORIA POLÍTICA DE MÉXICO.

 


 

 

 

 

Aclaración del Profr. Manuel Vicente Guzmán Enríquez, Cronista del Municipio de Madera, Chih.: Los edificios que aparecen en llamas en las fotografías no fueron quemados durante el ataque, sino meses después.