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Autora: Doralicia Carmona Dávila.

© Derechos Reservados
ISBN 970-95193

Este Sitio es un proyecto personal y no recibe ni ha recibido financiamiento público o privado.

 
 

 


 


Se “cae” el sistema que recibía los resultados de la votación de 54,641 casillas desde los distritos electorales.

Julio 6 de 1988

 

Alrededor de las ocho y media de la noche se apagan todas las computadoras asignadas a los representantes de los partidos políticos, a quienes se había ofrecido que podrían seguir paso a paso el flujo de la información electoral por primera vez en la historia del país. Unas dos horas antes la información había estado llegando escasa y caóticamente en unas computadoras y otras no, y lo más relevante era que registraba votos mayoritariamente a favor de Cuauhtémoc Cárdenas, candidato del Frente Democrático Nacional FDN. Los representantes protestan por la interrupción, presionan a los operadores y algunos de ellos les comienzan a meter mano para que se prendan. Finalmente, deciden protestar ante el secretario de Gobernación Manuel Bartlett, que en ese momento preside la sesión de la Comisión Federal Electoral.

Relata Martha Anaya (1988: el año que calló el sistema): “entraron los representantes de los partidos al salón donde sesionaba la Comisión Federal Electoral. Los periodistas los siguieron, entraron en tropel, se fueron encima de unos y otros. Fernando Gómez Mont se acercó a Diego Fernández de Cevallos y le narró lo acontecido con las terminales instaladas en el Registro Nacional de Electores.

Diego se enderezó, tomo el micrófono y soltó la frase que marcaría con hierro la elección de 1988:

-Se nos informa que se calló la computadora, afortunadamente no del verbo caerse, sino del verbo callar.

Manuel Bartlett se volvió hacia el secretario técnico, Fernando Elías Calles, quien confirmo:

-Efectivamente, el sistema se cayó -utilizando la idea del verbo caer, no callar, según entendimos los reporteros que nos encontrábamos ahí.

La frase de Calles -"un gravísimo lapsus semántico", diría hoy Oscar de Lassé-- se erigiría desde entonces como sinónimo de fraude electoral.

Bartlett buscó rápidamente una salida a la situación. Ordenó a la Secretaría Técnica, es decir, al propio Calles, que pidiera un informe al responsable del sistema sobre estas fallas y, entre tanto, decreto un receso, ‘en lo que se hace la investigación’."

El día de ayer, José Newman, director del Registro Nacional de Electores había ofrecido públicamente que hoy en la noche se conocerían los datos preliminares de la elección presidencial. Sin embargo, las horas transcurren sin que se pueda restablecer el flujo de información. Elías Calles enfrenta a los periodistas que piden explicaciones sobre la tardanza y los rumores que ya circulan acerca de que estaba llegando una votación completamente favorable a Cárdenas y eso explicaba la “caída” del sistema.

El anuncio de que se carece de datos de la votación anula la intención de la reforma electoral reciente de acortar el tiempo entre la emisión y el cómputo de los votos, por lo que de inmediato la “caída del sistema” provoca la sospecha de que los resultados no favorecen al candidato del PRI. La desconfianza crece por las muchas irregularidades registradas durante la jornada electoral que no pudieron convertirse en impugnaciones formales debido a lo complejo y complicado del sistema; por la lentitud con que había fluido la información; y por la difusión de algunos resultados sin que se hubiera cerrado la votación, como en Hidalgo.

Los candidatos de la oposición, Cuauhtémoc Cárdenas, Manuel J. Clouthier y Rosario Ibarra, juntos por primera vez, acompañados por Luís H. Álvarez, Heberto Castillo, Porfirio Muñoz Ledo, Gilberto Rincón Gallardo y Jesús González Schmall, así como decenas de sus partidarios, solicitan una audiencia con el secretario de Gobernación, quien los recibe y rechaza sus acusaciones que considera prematuras y no sustentadas; sin embargo, se niega a dar la información de que dispone. Tampoco declara triunfador a Salinas alegando que carece de bases para hacerlo.

En la madrugada del día siguiente, el presidente del Comité Ejecutivo Nacional del PRI, Jorge de la Vega Domínguez, hará públicas las cifras preliminares de los resultados de la votación, a pesar de que todos los partidos han acordado esperar las cifras oficiales, obviamente, el ganador será Carlos Salinas de Gortari. La demora de las autoridades electorales en dar a conocer los resultados, pone en duda la objetividad, imparcialidad, transparencia y certeza de la elección.

El resto de este mes de julio, tendrán lugar tumultuosas manifestaciones en la capital de la República, encabezadas por los candidatos de oposición Cárdenas y Clouthier. Cárdenas se declarará triunfador y pedirá la anulación de las elecciones; convocará a la movilización popular en defensa del sufragio y tratará de ganar el apoyo de por lo menos once presuntos diputados priístas en el Colegio Electoral (conforme a la ley la Cámara de Diputados erigida en Colegio Electoral califica la elección presidencial), para que reconocieran su victoria o anularan la elección. Después de muchos actos y manifestaciones de protesta por el supuesto fraude electoral y de exigir la renuncia de Salinas, Cárdenas y sus seguidores optarán por organizar el Partido de la Revolución Democrática PRD.

En la oscuridad, Manuel Camacho Solís, operador salinista iniciará el acercamiento con los candidatos “perdidosos”. Logrará pactar con los panistas, quienes al comprometerse a la abstención, abrirán el camino para que Salinas sea declarado presidente electo el próximo 10 de septiembre, cuando la Cámara de Diputados erigida en Colegio Electoral, declarará válidas las elecciones y presidente electo a Salinas por el voto de 263 diputados, de los cuales 260 serán del PRI, con 83 votos en contra y en ausencia de 150 diputados de la oposición. Durante una de las sesiones de este Colegio, el diputado federal Vicente Fox, más de una década después presidente de México, se colocará las boletas electorales del fraude a manera de orejas de ratón para ridiculizar a Carlos Salinas de Gortari.

Por su lado, Clouthier convocará a la resistencia civil, comparecerá en la Cámara de Diputados en una sesión televisada para exponer sus razones, realizará una huelga de hambre y nombrará su gabinete paralelo. Pero el PAN optará por reconocer públicamente como presidente a Salinas, y junto con el PRI apoyará la no apertura de los paquetes electorales y la quema de las boletas; así podrá obtener las gubernaturas de Baja California, Chihuahua y Guanajuato

Dos años atrás, dentro de un contexto de abandono del nacionalismo revolucionario por el neoliberalismo, de bajas de los precios del petróleo y de caída de la Bolsa de Valores, que provocaron la mayor devaluación histórica del peso, y de creciente malestar popular, el gobierno de Miguel de la Madrid realizó reformas legales en materia electoral que tuvieron el propósito fundamental de mantener la posición hegemónica del PRI en las elecciones de 1988. Para contar con la aprobación de todos los partidos, se les hicieron algunas concesiones, entre ellas: se amplió el número de diputados de representación proporcional (pero el PRI participó por primera vez en el reparto de estas curules); se amplió el acceso a los medios de comunicación y al financiamiento público; y se creó el Tribunal de lo Contencioso Electoral, pero en la práctica, la propia legislación dificultaba comprobar el fraude electoral. En contraste, el PRI obtuvo la mitad de los votos en la Comisión Federal Electoral, la cual siguió siendo presidida por el Secretario de Gobernación. Sin embargo, la flexibilidad de las reglas para presentar candidaturas comunes por varios partidos, que contenía la nueva legislación, permitió que se colara a las elecciones presidenciales, el movimiento de oposición más importante de los últimos cuarenta años: el Frente Democrático Nacional FDN.

En agosto de 1987, el PRI destapó como candidato a Carlos Salinas de Gortari en medio de gran confusión que hizo que la cargada se dirigiera también a las casas de Del Mazo y de García Ramírez, y tras un proceso interno de selección o "pasarela" en el que participaron Alfredo del Mazo, Manuel Bartlett, Ramón Aguirre, Miguel González Avelar y Sergio García Ramírez.

Su designación fue vista como un afianzamiento de las políticas neoliberales, con las que muchos priístas estaban en desacuerdo; pero lo más importante, fue que decidió a la Corriente Democrática del PRI, fundada meses antes y encabezada por Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo, entre otros connotados personajes con larga trayectoria partidista, a buscar un camino propio. Así nació el Frente Democrático Nacional FDN en enero de 1988 integrado por los partidos Auténtico de la Revolución Mexicana PARM y el Partido Popular Socialista PPS primero, y después también por el Partido del Frente Cardenista de Reconstrucción Nacional PFCRN,  el Partido Mexicano Socialista PMS y el aun sin registro Partido Verde Mexicano PVM.

El FDN apoyó la candidatura presidencial de Cárdenas, para oponerse a la política económica seguida por Miguel de la Madrid y tratar de unificar a la izquierda mexicana y a las organizaciones sociales que buscaban la democratización del país, al mismo tiempo que atraer a la opinión pública antipriísta; Heberto Castillo candidato presidencial del Partido Mexicano Socialista PMS declinó su postulación y se unió a Cárdenas.

Por su parte, el Partido Acción Nacional PAN, que había resentido la imposición del PRI en Chihuahua en 1986, postuló a Manuel J. Clouthier, un empresario neopanista, carismático y caudillesco, opuesto a Cárdenas, con amplio prestigio en las organizaciones empresariales, y célebre por sus enfrentamientos con los presidentes Echeverría y López Portillo.

Los otros candidatos de menor relevancia electoral, pero sí ideológica fueron Gumersindo Magaña del Partido Demócrata Mexicano PDM, luchador social de derecha formado en el movimiento sinarquista; y Rosario Ibarra del Partido Revolucionario de los Trabajadores PRT, defensora de los presos, perseguidos y desaparecidos políticos.

El centro de la campaña presidencial fue la lucha entre el PRI, que ofrecía su proyecto modernizador mediante una campaña errática y desorganizada, el FDN, que denunciaba que ese proyecto obedecía a los intereses de un grupo de empresarios y defendía los principios de la revolución mexicana, y el PAN, que denunciaba los vicios del priísmo y clamaba por la democratización y el estado de derecho; pero sólo el FDN logró ubicarse como el verdadero adversario del PRI, en tanto que el PAN, distribuía sus ataques entre el FDN y el PRI. Ante la movilización generada por el FDN, los medios de comunicación tuvieron que abrirse al discurso cardenista, pero casi al término de la campaña dos de sus estrategas fueron asesinados,

Las cifras oficiales de los resultados electorales serán dadas a conocer varios días después de la elección: Salinas de Gortari 9,687,929 votos (50.7% *); Cárdenas 5,929,585 (31.1%); Clouthier 3,208,584 (16.79%); Magaña 190,891 (0.99%) e Ibarra de Piedra 74,857 (0.39%). Los dos últimos candidatos harán perder a sus partidos su registro por sus bajas votaciones. Llamará la atención que el candidato del PRI, gane sólo por mayoría relativa; que Cárdenas ocupe el segundo lugar por arriba del PAN; el alto abstencionismo de un 40%; la no contabilización de los votos anulados y por candidatos no registrados, que se interpretará como un ardid para aumentar la proporción del voto a favor del candidato del PRI; así como la abundancia de casillas “zapato” (100% de votos a favor del PRI) en las zonas rurales.

Veinte años después, Cuauhtémoc Cárdenas escribirá (Sobre mis Pasos): “Mirando hacia atrás y llevando años de navegar con cifras electorales y de dar seguimiento a elecciones bien conducidas en otros países, tendría que pensarse que con 54 % de los votos y de los sitios de votación se establece una tendencia que no varía mayormente respecto al resultado final. No sucedió así en nuestra elección de 1988 y Miguel de la Madrid confiesa en el libro sobre su presidencia que realizados los cómputos en 30 000 casillas, se dejó "pendiente el desglose de la información de otras 25 000, de las que sólo se dieron resultados agregados por distrito". Es decir, lo que De la Madrid confiesa a fin de cuentas en su libro es que no se contaron los votos de 25 000 casillas, 45.5 % del total, o que se contaron pero no se hicieron oficiales y los que se presentaron como tales, nunca casilla par casilla y candidato por candidato, sólo fueron los agregados por distrito, como él les llama.

Esta es, sin duda, la más clara confesión de Miguel de la Madrid de cómo se robó a los mexicanos y al país la elección federal de 1988. Más allá de explicaciones y deslindes hechos o que vayan a hacerse, contó con la complicidad de su secretario de Gobernación y presidente de la Comisión Federal Electoral Manuel Bartlett, de José Newman Valenzuela, de Oscar de Lassé y de otros más, cuyos nombres y número no conocemos y quizá no lleguemos nunca a conocer, funcionarios mayores y menores vinculados de distintas maneras con aquel proceso electoral.
[…]
Para terminar con este tema, vuelvo al libro de Miguel de la Madrid, en el que también se lee que al mismo tiempo que ordenó a su Secretario de Gobernación no dar más datos sobre la elección, instruyó al Presidente del PRI, Jorge de la Vega, para que se presentara ante los medios de información y declarara que la elección la había ganado el candidato del PRI, pues necesitábamos "darlo por sentado [el triunfo del PRI] el día 7, ante el peligro de que cundiera la convicción que Cuauhtémoc había ganado en todo el país". Hasta aquí De la Madrid y como dicen los abogados, a confesión de parte, relevo de pruebas.
[…]
Estudios cuidadosos posteriores a los días de los cómputos y de las confrontaciones postelectorales, como los conducidos por José Barberán, han permitido establecer como los resultados más probables de esa elección la distribución de votos siguiente: 22 % para Manuel Clouthier, 36 % para Carlos Salinas y 42 % en mi favor, algo más de 900 000 votos arriba del candidato oficial. La verdad nunca podrá saberse, pues meses después, durante el primer año de la segunda legislatura del sexenio de Carlos Salinas, por acuerdo de la Cámara de Diputados, del que fue artífice Diego Fernández de Ceballos se decidió la incineración de los paquetes electorales que se guardaban en depósito en esa Cámara”.

El gran perdedor a largo plazo de las elecciones de 1988, será el PRI, pues además de que su candidato llegará a la presidencia en una situación de debilidad inusitada, tendrá la menor votación desde su fundación y no contará por primera vez en su historia, con el control de los dos tercios de la Cámara de Diputados, de modo que en adelante requerirá de otra fuerza política para poder realizar reformas constitucionales. A partir de entonces, el reclamo generalizado de democratización, la política económica, la rebelión del EZLN y los asesinatos políticos, desencadenarán una serie de cambios que culminarán con la salida del PRI del gobierno de la República en el año 2000.

Nota:

(*) Muchos años después, Ramón Aguirre, exprecandidato presidencial, difundirá la versión de que Salinas de Gortari sí ganó, pero con el 49% de la votación efectiva; que a Bartlett (quien ha rechazado esta versión) le pareció este porcentaje bajo, por lo que la “caída del sistema” no fue para hacer triunfar a Salinas, sino para aumentar ese porcentaje a por lo menos el 51%, con lo cual se daría una imagen de apoyo mayoritario. Aunque así haya sido, también hubo alteración de los resultados electorales (fraude), y el remedio salió peor que la enfermedad, pues a partir de este hecho la imagen de que Salinas perdió, sigue en la memoria de buena parte de los mexicanos.

Doralicia Carmona: MEMORIA POLÍTICA DE MÉXICO