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Autora: Doralicia Carmona Dávila.

© Derechos Reservados
ISBN 970-95193

 


 
 

 


 


Victoria Guadalupe

1786-1843

Hijo de Manuel Fernández y de Alejandra Félix, José Miguel Ramón Adaucto Fernández y Félix nació el 29 de septiembre de 1786 en la Villa de Tamazula, provincia de Nueva Galicia, hoy Durango (otros señalan el 16 de septiembre del año de 1785). Desde su infancia perdió a sus padres, por lo que cuidó de él su tío Agustín Fernández, el cura de Tamazula, quien le brindó su primera educación en un ambiente duro y de privaciones. A la edad de 19 años se trasladó a Durango, donde estudió por breve tiempo en el seminario; de ahí pasó a la ciudad de México en 1807, y se inscribió en el Colegio de San Ildefonso para estudiar las carreras de Derecho Canónico y Derecho Civil. Ahí se integró a un grupo llamado “chaquetas”, dispuesto a servir al gobierno virreinal, al que dejó al poco tiempo.

En 1811 abandonó sus estudios debido a que abrazó la causa independentista, uniéndose a las fuerzas de José María Morelos y Pavón. Por su valentía y arrojo Victoria fue ascendido al grado de coronel por Juan Nepomuceno Rosains, fue entonces cuando adoptó otro nombre, con el que sería famoso: Guadalupe Victoria, quizás porque era miembro de Los Guadalupes, o tal vez recordando a la Virgen de Guadalupe, patrona y protectora de los insurgentes, y a la victoria que con tanta convicción perseguía y que estaba seguro de alcanzar. Su nuevo nombre fue tolerado por el propio Morelos.

Con el generalísimo Morelos participó en el sitio de Cuautla, pero su valor quedó plenamente demostrado en la toma de Oaxaca, cuando el 12 de noviembre de 1812, al atacar uno de los puntos, guarnecido por un foso, que más ofrecían resistencia, desde donde los soldados realistas abrían terrible fuego desde edificios y casas vecinas, impaciente por tomar la plaza, Victoria arrojó su espada al otro lado del foso y exclamó: "Va mi espada en prenda, voy por ella"... lo cruzó a nado envuelto por el humo de las descargas y se arrojó temerario a la lucha, lo que motivó a sus soldados, que prestos lo siguieron y muy pronto se adueñaron de la plaza enemiga. Morelos redobló entonces su aprecio por él.

Tras la derrota y muerte de Morelos, la insurgencia se vio muy debilitada y fragmentada. Sólo hubo dos jefes que siguieron manteniendo con las armas el ideal independentista: por una parte Vicente Guerrero y por otra Guadalupe Victoria, quien habiendo sido desalojado de Puente del Rey y derrotado en Palmillas en 1817, se mantuvo activo en la región serrana de Veracruz luchando una penosa y tenaz guerra de guerrillas contra los realistas para bloquear la comunicación entre Jalapa y el puerto principal del virreinato a fin de impedir el paso de tropa y de financiar la insurgencia mediante el cobro de un peaje a los particulares. Como señala Gonzalo Salas, la guerrilla era: “reunirse para atacar y dispersarse para vivir; golpear con violencia y retirarse; armarse con el armamento que se quita al enemigo, vivir exclusivamente de la región; buscar a toda costa el apoyo de los habitantes de la región para obtener información oportuna y verdadera, alimentación, ayuda en caso necesario y el conocimiento exacto sobre los movimientos que haga el gobierno dentro del área”. Vida dura y riesgosa que muchos de sus seguidores no aguantaron y a la que Victoria estaba acostumbrado. A finales de 1818, enfermo y con los realistas pisándole los talones por negarse a aceptar el indulto ofrecido por el virrey Apodaca, decidió ocultarse, y pese a la intensa búsqueda del comandante realista Antonio López de Santa Anna, se le tuvo que dar por derrotado y muerto.

En 1821 Victoria se enteró del Plan de Iguala y de que Agustín de Iturbide proclamaba la independencia de México. “Después de haber sufrido por el espacio de treinta meses continuos, tantos y tan extraordinarios sacrificios,” su propio perseguidor y ahora compañero de lucha, Santa Anna, fue hasta una cueva a ofrecerle el mando militar de la provincia de Veracruz, el cual aceptó.

Victoria se presentó a Iturbide en San Juan del Río para manifestarle su oposición al llamamiento de un príncipe extranjero para que gobernara el nuevo país, demanda que no fue atendida por don Agustín. Fue entonces elegido diputado al Congreso Constituyente, cargo que no llegó a ejercer porque Iturbide, autonombrado emperador y sabedor de sus ideas republicanas, lo acusó de conjurar en su contra y mandó a Canalizo a aprehenderlo, quien lo hirió al tomarlo prisionero. Logró huir otra vez a la selva veracruzana y unos meses después, junto a Santa Anna, fue el principal promotor del Plan de Veracruz, por el cual se proclamó la República y se forzó la abdicación de Iturbide.

Al triunfo de los republicanos, el 31 de marzo de 1823 fue nombrada la Junta del Poder Ejecutivo y Victoria formó parte del triunvirato junto con Pedro Celestino Negrete y Nicolás Bravo. El 14 de mayo del mismo año, Victoria se convirtió en el primer diplomático mexicano al ser comisionado para iniciar pláticas en Jalapa con los representantes de Inglaterra, España y Francia para establecer relaciones. Victoria escribió al respecto: “no perderé de vista la dignidad y decoro de mi nación, proponiendo siempre como bases inalterables, el reconocimiento solemne de su independencia, integridad de su territorio, igualdad de derechos en el comercio exterior y la pronta concesión de todos los auxilios que necesitamos”..

En 1824, ya con una constitución que establecía una forma de gobierno republicana, representativa, popular y federal, Victoria fue nombrado por las legislaturas locales presidente de la República por 17 votos, en una elección en que también participaron Vicente Guerrero y Nicolás Bravo. Tomó posesión del cargo el 10 de octubre de 1824 con Nicolás Bravo en la vicepresidencia y consciente de “que la nave del Estado ha de surcar un mar tempestuoso y difícil; que la vigilancia y las fuerzas del piloto no alcanzan a contener el ímpetu de los vientos; que existen averías en el casco y el norte es desconocido... mi limitación e inexperiencia habrán de producir errores y desaciertos que nunca, nunca serán efecto de la voluntad. Yo imploro, pues, vuestra indulgencia…Estos son, Señor, los votos de mi corazón: estos mis principios. ¡Perezca mil veces si mis promesas fueren desmentidas, ó burlada la esperanza de la Patria!”

Estableció un gabinete plural que incluyó a Lucas Alamán, Miguel Ramos Arizpe, Pablo de la Llave y a Manuel Mier y Terán, razón por la que se vio sujeto a presiones de las que resultaron renuncias continuas de colaboradores y diferencias con Bravo. Su afán de atraer a todas las fuerzas políticas concurrentes y de reflexionar todas sus decisiones, fue aprovechado por sus enemigos para etiquetarlo de ignorante, falto de decisión y de coraje. Siempre la mediocridad en la vida propia exige la mayor grandeza en la de los demás y esto es aplicable a quienes atacan y ridiculizan a Victoria, cuyos méritos, evidentemente, sobrepasan a sus defectos y errores.

Su gobierno enfrentó la necesidad de reorganizar al país, restablecer la paz e instaurar el nuevo orden siempre conforme a la Constitución: “Yo tomo en las manos y acerco a mi pecho el Acta Constitutiva de nuestro pueblo, y venero en ella la expresión de la sabiduría y de la voluntad nacional”. Bajo su mandato se logró culminar la independencia con la rendición del último reducto español, el castillo de San Juan de Ulúa, frente al puerto de Veracruz, en 1825; se negó a tener tratos con España y tras la rebelión de Joaquín Arenas, financiada por españoles acaudalados, decretó el 20 de diciembre de 1827, la expulsión de los españoles residentes mientras la exmetrópoli no reconociera la independencia (lo que sucedió hasta 1836); firmó un tratado con Gran Bretaña y consolidó las relaciones con Estados Unidos, América Central y la Colombia de Simón Bolívar; declaró abolida la esclavitud; instaló la Suprema Corte de Justicia; expidió la primera ley de colonización para fomentar la distribución adecuada de la población del país, que entonces era de seis y medio millones de habitantes; en materia educativa, facilitó las tareas de la Sociedad Lancasteriana como parte de la idea de un proyecto “grandioso de enseñanza pública a fin de que los mexicanos no tengan que ir a buscar estos socorros a otros países”; centralizó la hacienda pública mediante la Tesorería General de la Nación; estableció instrucciones para los presupuestos de ingresos y egresos, así como del manejo de las aduanas; fundó el Colegio Militar, la marina de guerra, el Museo Nacional y el Archivo General. Celebró por primera vez el Grito de Dolores en 1827.

En el terreno económico, poco pudo hacer pese a los empréstitos contratados con las casas inglesas Barclay y Goldschmidt. También tuvo que resistir, al lado de su secretario de Relaciones, Lucas Alamán, el acoso de los Estados Unidos personificado en su embajador Joel R. Poinsett, que pretendía hacerse de territorio mexicano, pero tuvo que aceptar que todo el territorio de la anterior colonia pasaba íntegro a nuestro país. Sin embargo, terminó por afiliarse a la logia masónica de los yorkinos, alentada por Poinsett. Debido a ello tuvo que enfrentar la rebelión de su vicepresidente, el general Nicolás Bravo, quien exigía la expulsión de Poinsett y la supresión de las logias masónicas. Triunfó Victoria y expulsó del país a Bravo.

En la coyuntura electoral de 1828, apoyó para la presidencia de la República a Manuel Gómez Pedraza en contra de Vicente Guerrero y de Anastasio Bustamante. Ganó la elección su candidato, pero Santa Anna se rebeló, derrotó a Victoria y Gómez Pedraza tuvo que salir del país. Como resultado de este Motín de la Acordada se produjo el saqueo del Parián. Finalmente, Victoria entregó el poder a Guerrero el 1° de abril de 1829. Fue el único Presidente que ejerció todo el periodo para el que fue electo en las primeras décadas del México independiente.

Después, pretendió dedicarse a su hacienda El Jobo, desde donde se dolió de la situación política nacional: “Maldito sea el aspirantismo a los puestos y a los honores, maldito una y mil veces maldito, éste, este es el peor enemigo que tienen las Américas para poderse consolidar y para que sean felices”.

A partir de 1832 volvió a ocupar otros cargos: como senador emitió un voto particular en 1835 en el que se opuso a conceder facultades a las cámaras para variar la forma de gobierno, ante la embestida centralista, pero habiéndose aprobado las Siete Leyes Constitucionales centralistas, pidió licencia: Fue otra vez comandante general de Veracruz y en 1838 durante la "guerra de los pasteles" que exigía la apertura comercial al menudeo para los ciudadanos franceses, retomó el mando militar, defendió Veracruz y firmó el tratado de paz entre México y Francia.

En respuesta al cuaderno impreso suscrito por José María Gutiérrez Estrada en el cual expone su proyecto monárquico, Victoria escribe el 22 de octubre de 1840 a Juan Nepomuceno Almonte, Ministro de la Guerra: "Querer monarquía en México porque se quiere paz y para que no haya desastres y quererla en el centro del continente americano y tratar de persuadir a sus hijos que después de tan dilatados y costosos sacrificios, tengan por resultado final la proclamación de un amo, nada más que, porque así se hace en la Europa, sin penetrar que aquellos pueden llamarse (supuesto su origen y tendencia) gobiernos casi incompatibles con las luces del siglo y derechos de la sociedad, es una ocurrencia peregrina, ¿Qué, ha apurado el autor la infinidad de combinaciones y simplificaciones que pueden tener lugar en las formas republicanas y máxime aquellos que también pueden ser más convenientes y adecuados a tales y cuales países, para que absolutamente los deseche?”

En 1841 contrajo matrimonio con María Antonieta Bretón y Velásquez. Ya siendo frecuentemente atacado por la epilepsia, murió el 21 de marzo de 1843 en el hospital del Castillo de Perote, a donde había ido en busca de curación.

El 25 de agosto del mismo año el Congreso lo declaró “Benemérito de la Patria”. Y ordenó poner en letras de oro su nombre en la sala de sesiones.

En 1862 sus restos fueron sacados de la bóveda en que se encontraban por el general Alejandro García para trasladarlos a Puebla y así impedir su profanación por los invasores franceses.

Hoy sus restos descansan en la columna de la Independencia de la ciudad de México.

En 1992, un barco de la armada mexicana, comprado a los Estados Unidos, fue rebautizado con su nombre.


Doralicia Carmona: MEMORIA POLÍTICA DE MÉXICO.

Efeméride: nacimiento 29 de septiembre de 1786. Muerte 21 de marzo de 1843.