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Selección de textos y documentos:

Doralicia Carmona Dávila

© Derechos Reservados
ISBN 970-95193

Este Sitio es un proyecto personal y no recibe ni ha recibido financiamiento público o privado.

 
 
 
 


2000 El "error de diciembre" en 1994.

México: un paso difícil a la modernidad. Carlos Salinas de Gortari.

 

CÓMO CONVIRTIERON UN PROBLEMA EN UNA CRISIS. EL "ERROR DE DICIEMBRE" y EL "EFECTO TEQUILA". FOBAPROA

Mi gobierno concluyó el 30 de noviembre de 1994 Entre enero y noviembre de ese año, en medio de los graves y grandes acontecimientos políticos, mi administración enfrentó una situación económica muy delicada No obstante, fue conducida sin una devaluación traumática En enero, el levantamiento de Chiapas, a pesar del gran impacto que tuvo en el ánimo nacional e internacional, no provocó un descalabro cambiarlo Esto tampoco sucedió en los días posteriores a la muerte de Colosio ni en el transcurso de los meses previos a la elección presidencial ni luego de la jornada electoral ni después del magnicidio del secretario general del PRI, José Francisco Ruiz Massieu ni durante el proceso de cambio de gobierno.

A lo largo de los seis años de mi administración nunca se padeció una devaluación abrupta, a pesar de los variados episodios de riesgo económico que el país atravesó. No hubo una devaluación brusca cuando, por ese mismo motivo, se presentaron salidas importantes de capitales. Tampoco en los meses más complicados de las negociaciones del TLC, cuando las filtraciones, el cambio de gobierno estadounidense y las difíciles relaciones con el Congreso de ese país provocaron elevadas fugas de capitales.

Mi gobierno puso particular esmero en vigilar la estabilidad de nuestra moneda; al mismo tiempo, evitó confundir esa estabilidad con el congelamiento de la paridad. Lo que se evitó durante seis años fue una devaluación brusca del peso, porque en México esa medida siempre había provocado inflación, elevadas tasas de interés, quiebra de bancos y empresas, desempleo generalizado y caída de salarios. También había que tener en cuenta un factor muy arraigado en la cultura política mexicana: la relación entre la desvalorización de la moneda, el desánimo colectivo y, a la postre, el rechazo a las instituciones públicas y sus liderazgos. Por todo esto, en noviembre de 1988, cuando invité a Pedro Aspe a ocupar la Secretaría de Hacienda, le señalé: "Una de tus mayores responsabilidades es evitar una devaluación brusca del peso". Aspe cumplió de manera puntual.

Sin embargo, y como se probó en el capítulo anterior, esto no significó que el valor del peso se mantuviera sin variación. Su devaluación a lo largo del sexenio fue necesaria porque la inflación en México superaba sensiblemente a la de los países con los que comerciábamos: de haber mantenido al peso congelado, los productos exportados por México hubieran perdido competitividad a pesar de los elevados aumentos de productividad. Por eso, durante el sexenio el peso se devaluó más de 50% frente al dólar y 1994 no fue la excepción, pues fue de 15%, como antes se mostró.. Sin embargo la devaluación no se provocó de manera brusca, y el constante deslizamiento se manejó mediante un programa específico. Por eso no hubo crisis cambiaria durante el sexenio.

Frente a la realidad de una devaluación ordenada del peso respecto del dólar, mi administración no convirtió su estabilidad en una variable a la que se sometiera el resto de la economía. Por eso durante cada uno de los seis años hubo crecimiento, estabilidad de precios y ganancias en el salario real.

El equipo económico de mi gobierno estaba preparado para responder a la obligación de mantener el poder adquisitivo de la gente Cuando el “error de diciembre" ocurrió, aquel equipo ya se había desintegrado.

Durante mi administración los cambios impulsados provocaron reacciones violentas entre los grupos cuyos intereses se vieron afectados. Esto, junto al acelerado curso de las transformaciones mundiales obligaron al gobierno a desarrollar las mayores capacidades para enfrentar situaciones inesperadas en todos los terrenos, en particular en el área económica.

Fueron seis años de tensión permanente. Cada día existió el riesgo de un ajuste monetario brusco. Yo sabía que las devaluaciones traumáticas habían tenido siempre un impacto muy grande sobre la economía y la política, pero ante todo en la vida cotidiana del pueblo. Por eso mi atención se orientó a evitar condiciones que las propiciaran. De lunes a viernes, cada día a las 14 horas, recibía el reporte del mercado cambiario y de la bolsa de valores, lo que me permitía estar alerta ante cualquier ataque especulativo contra el peso.

Noviembre de 1994: devaluar o no devaluar

Se quiso presentar un hecho anecdótico ocurrido en los últimos días de 1994 como una explicación del descalabro económico de 1995. Se trata de reuniones realizadas en la biblioteca de mi casa el sábado 19 y el domingo 20 de noviembre. Pero antes de arribar al relato de aquellos encuentros es necesario recorrer las circunstancias que los propiciaron. Por aquellos días el mercado cambiario se comportaba inestable, aunque desde mediados de julio no se habían presentado salidas de capitales. De improviso, el lunes 14 salieron casi 500 millones de dólares, el miércoles 300 y el jueves 705. El viernes 18 de noviembre se registró una de las más elevadas salidas de dinero en el año: 1,657 millones de dólares.

Esta fuerte salida de divisas se atribuyó a diversos factores: se adujo por ejemplo, que fue motivada por declaraciones contra funcionarios del PRI lanzadas por el fiscal responsable del caso Ruiz Massieu; en el colmo de la especulación, se comentó también que había sido una reacción ante el fallecimiento de Diana Laura Riojas de Colosio. Es posible que esos acontecimientos hayan influido. Sin embargo, hubo un hecho que fue particularmente importante y que poco han tomado en cuenta quienes han hecho el análisis de aquellos días finales de noviembre de 1994.

Como antes se comentó, desde febrero de ese año la Reserva Federal de los Estados Unidos empezó a subir sus tasas de interés; este proceso generó todo el año un alza generalizada de intereses y convirtió a ese país en el máximo importador de capitales del mundo. Todos los mercados emergentes resintieron ese cambio de la política financiera norteamericana. México, además, enfrentó las secuelas del magnicidio de Donaldo Colosio a los pocos días de comenzado aquel proceso. Eso complicó el ambiente económico interno y provocó las grandes salidas de capitales del mes de abril. El 15 de noviembre de 1994, la Reserva Federal de los Estados Unidos volvió a incrementar la tasa de rendimientos de los fondos federales; el aumento fue de tres cuartos de punto y ese solo movimiento ha sido calificado como "la acción más restrictiva de política monetaria adoptada en ese país desde 1990". Fue ese incremento inesperado el principal estímulo para la salida de divisas ocurrida durante la semana de noviembre. Por cierto, se anticipaba otra situación semejante para la reunión programada por la Reserva Federal estadounidense hacia fines del mes de diciembre.

Así llegamos a las anunciadas reuniones de noviembre 1994. Ante la salida de divisas registrada durante aquella semana de noviembre, el presidente electo y yo determinamos convocar a un encuentro en la biblioteca de mi domicilio particular, pues para esa fecha ya había yo dejado la residencia oficial de Los Pinos.

El 19 de noviembre por la mañana nos encontramos el presidente de la República, el presidente electo, los secretarios de Hacienda, de Comercio y del Trabajo, el gobernador del Banco de México y Luis Téllez, el Coordinador de Asesores de Zedillo. Aspe y Mancera expusieron de manera breve la delicada situación que enfrentábamos. Al tomar la palabra manifesté mi interés en que la nueva administración se iniciara en las mejores condiciones económicas; si para el efecto se requería operar una devaluación, comenté, estaba dispuesto a asumir esa responsabilidad. Enseguida solicité la opinión de los presentes.

Aspe intervino de inmediato y se opuso a la medida con argumentos sensatos y convincentes. Recordó que si bien durante el sexenio depreciamos la moneda más del 50%, lo hicimos pactando un desliz mayor en el techo de la llamada banda de flotación, nunca de manera brusca, ya que eso, además de generar confusión hubiera minado la confianza. Aspe afirmó entonces:

Dado el funcionamiento positivo del sistema de banda de flotación durante todos estos años y el estricto apego a las concertaciones del Pacto, en mi opinión no hay ninguna oportunidad de realizar una "pequeña" devaluación de 15%. Un cambio abrupto del techo de la banda rompería la tradición de movimientos graduales; sin duda, eso llevaría a una devaluación adicional en menos de 24 horas y, peor aún, a la pérdida de confianza y credibilidad.

El gobernador del Banco de México, Miguel Mancera, terció para plantear un escenario muy inconveniente pero posible: que al abrir de golpe la banda "sólo" 15%, el mercado reaccionara de manera agresiva contra las reservas y obligara a regresar a un nuevo Pacto. De acuerdo con Mancera esto podía llevar a la necesidad de instrumentar una flotación total. Un escenario así, concluyó, simbolizaría la destrucción del Pacto y de la estabilidad cambiaria.

Intervino el Secretario del Trabajo, Arsenio Farell. Expresó que a lo largo del sexenio que terminaba la credibilidad de la política económica se había construido con base en la congruencia y el carácter integral de las decisiones. No pueden anunciarse medidas cambiarias de manera aislada, dijo. El sector obrero, recordó, había apoyado las modificaciones al desliz de la banda porque las presentamos dentro del Pacto; siempre fueron parte de un paquete de política económica complementario, dialogado y concertado. Farell señaló que veía una dificultad de carácter operativo para concertar dentro del Pacto ese ajuste: dado que nos encontrábamos en fin de semana, era prácticamente imposible convocar a los dirigentes laborales y empresariales para celebrar una reunión de emergencia.

Aspe concluyó con un señalamiento contundente: no era viable que una Administración a la que sólo le quedaban diez días realizara una modificación del régimen cambiario, pues no tendría tiempo para implementar el paquete general de política económica imprescindible en estos casos. Además, insistió, había que establecer acuerdos de apoyo con la Tesorería de los Estados Unidos para que cualquier acción tuviera como soporte una firme declaración de las autoridades financieras internacionales. Era un error efectuar una devaluación abrupta del peso a diez días de entregar la Presidencia.

Aunque Zedillo favorecía una devaluación del peso, no objetó estas consideraciones. Tampoco Serra.

Se llegó entonces, durante el 19 y el 20 de noviembre, a la conclusión de que no era conveniente intentar un ajuste brusco en el techo de la banda, en virtud de las siguientes consideraciones:

•  Una devaluación brusca del peso no se justificaba ni económica ni política ni socialmente;

•  Tampoco había posibilidad de concertarla dentro del Pacto;

•  Si lo que se pretendía era abandonar el sistema acordado de desliz en las bandas cambiarias y pasar a la libre flotación del peso, eso significaba una modificación radical en el régimen cambiario, lo que exigía toda una nueva estrategia económica y de concertación;

•  No se podía elaborar e instrumentar esa nueva estrategia de política económica en los pocos días que restaban a mi administración, estrategia que carecería de credibilidad al tener sólo diez días de duración; y

•  Era imposible alcanzar ese fin de semana, en sólo unas horas, los indispensables acuerdos y apoyos concertados con las autoridades financieras internacionales -de América del Norte, Europa y Japón- para respaldar el nuevo régimen cambiario.

Se resolvió que Pedro Aspe actuara en las primeras horas del lunes 21 de noviembre para intentar calmar los mercados. Así se hizo y Aspe volvió a demostrar su eficacia y la credibilidad que tenía en los mercados nacionales e internacionales: cesaron las salidas de capitales y la tranquilidad se mantuvo hasta el 1 de diciembre, día en que se realizó el cambio de gobierno.

Aquel fin de semana de noviembre, sin embargo, tuvo lugar otro acontecimiento que en poco tiempo traería repercusiones funestas. El presidente electo me propuso establecer una coordinación económica encabezada por Jaime Serra, hasta ese momento mi secretario de Comercio. Acepté. No obstante, Aspe se opuso a la medida con razones convincentes. Establecer esa coordinación, me dijo, equivaldría a tener dos autoridades responsables de las finanzas y la economía dentro del gobierno: el secretario de Hacienda y el nuevo coordinador. Aspe propuso que, en todo caso, Serra asumiera desde ese momento la responsabilidad completa y que, ya como funcionario del gobierno entrante, elaborara las medidas que, según las filtraciones que provenían del equipo del presidente electo, tenían como eje la supuesta inevitabilidad de una rápida devaluación. Me negué a cambiar a Aspe y la propuesta de Zedillo no prosperó. La irritación que percibí en el presidente electo tendría graves consecuencias.

El error de diciembre: secuencia de un desastre

¿En qué consistió el error de diciembre? Se han dado varias versiones parciales. A continuación intento una descripción detallada de los acontecimientos que provocaron la crisis económica más devastadora de la segunda mitad del siglo XX en México. Para hacerla me basé en un documento elaborado por Pedro Aspe y que él mismo me entregó en Montreal, Canadá, a mediados de 1995. En ese texto Aspe explicaba con detalle y precisión cómo se gestó el “'error de diciembre". Basado en este documento, he podido reconstruir ese episodio. He complementado esa información con otros testimonios: de personas en las esferas financiera de nivel superior y altos funcionarios de gobierno que me hicieron llegar su versión; en particular, conté con el relato que de los hechos me hizo un miembro del gabinete de Zedillo que participó en esas jornadas aciagas.

También me basé para la narración en documentos oficiales del Congreso Mexicano, instituciones gubernamentales y organismos internacionales, así como de analistas profesionales y reportajes periodísticos.

Pero comencemos por el principio. Las decisiones que llevaron al desastre económico empezaron el 30 de noviembre, día anterior al arranque del gobierno de Ernesto Zedillo.

El preámbulo de las horas fatídicas

A las 12:30 horas del último día de noviembre de 1994 se anunció el gabinete del presidente Zedillo. De inmediato la Bolsa Mexicana de Valores, tras dos semanas de alzas continuas que acumulaban casi 10% de ganancias, inició una caída que continuó hasta la fatídica devaluación. ¿Por qué cayó la Bolsa? Los inversionistas financieros reprobaron el nuevo gabinete. Lo consideraban "inexperto" y recriminaban la ausencia de Pedro Aspe en la cartera de Hacienda. Durante varios años Aspe había construido un capital de credibilidad y confianza.

Cuarenta y ocho horas después, y sin que el nuevo gobierno atendiera esta llamada de atención de los inversionistas, se inició el desmantelamiento del servicio civil de carrera en el área financiera del gobierno federal. Para empezar, consumado el relevo de Aspe fueron removidos todos los miembros del segundo mando en la Secretaría de Hacienda y Crédito Público los tres subsecretarios, el de Hacienda, el de Egresos y el de Ingresos, el Procurador Fiscal y más adelante el Tesorero de la Federación, Por primera vez en la historia moderna del país, también fueron relevados casi todos los miembros del tercer mando de Hacienda, es decir, casi todos los Directores Generales, base de ese servicio civil, El 90% debió renunciar a sus cargos en forma inmediata, entre ellos los directores generales de Crédito, Planeación Hacendaria, Banca de Desarrollo, Banca Múltiple, Seguros y Fianzas, Los sustitutos no fueron nombrados oportunamente- durante más de dos semanas el mando financiero quedó sin directores generales de Crédito y de Planeación Hacendaria. Lo mismo sucedió en áreas tan sensibles y delicadas como las de tributación, presupuesto y control fiscal, donde las remociones fueron tan inmediatas como generalizadas.

Pero la obra de destrucción no concluyó ahí. Por distintas razones también dejaron sus cargos servidores públicos en el cuarto y quinto mandos de la Secretaría de Hacienda: 79 directores de área y 176 subdirectores fueron removidos. Por último, algunos funcionarios clave para la operación del mercado de dinero y de valores fueron sustituidos, entre ellos el director general de Nacional Financiera y los presidentes de la Comisiones Nacionales de Seguros y Fianzas y del Sistema de Ahorro para el Retiro.

¿Por qué este desmantelamiento de un servicio civil que había probado su eficacia para mantener la estabilidad de precios y del tipo de cambio? Algunos altos funcionarios del gobierno de Zedillo que participaron en esos eventos lo atribuyeron a la expresa intención presidencial de borrar todo vestigio del equipo de quien fuera mi secretario de Hacienda, blanco de la permanente animadversión de Zedillo desde varios años atrás: el doctor Pedro Aspe. Para el primer círculo del nuevo gobierno, resultaba imperioso responder de manera perentoria a los reclamos del Presidente, entre otras cosas porque la lucha para sucederlo se había desatado desde los primeros días de su gobierno.

9 de diciembre: ante el Congreso de la Unión, Zedillo elogia la política económica de su antecesor.

El 9 de diciembre de 1994, en cumplimiento del mandato legal, el nuevo gobierno presentó ante el Congreso las iniciativas de Ley de Ingreso y Presupuesto de Egresos de la Federación. En cumplimiento de la Ley de Planeación, las iniciativas debían acompañarse del documento de "Criterios Generales de Política Económica para 1995". Este documento estaba firmado por el presidente Ernesto Zedillo. Los textos fueron integrados por un equipo de economistas profesionales encabezados por Zedillo. Al firmarlos, el Presidente reconoció que el documento representaba un análisis cuidadoso. Por eso afirmó:

En este documento se consideran los elementos generales de la política económica para 1995. Esta política está sustentada en el análisis de la situación actual de la economía mexicana, de las condiciones internacionales que enfrenta el país, de los retos y oportunidades que se presentan, así como de los objetivos y propósitos que en las presentes circunstancias es viable y conveniente adoptar.

En el apartado “Política ECONÓMICA, EL Presidente incluyó un diagnóstico claro y objetivo de lo acontecido en 1994, el último año de mi gobierno

Se estima que el PIB alcanzará para 1994, un crecimiento de 3.1%, no obstante los trágicos acontecimientos acaecidos en el ámbito nacional. Además la inestabilidad de los mercados internacionales propició un repunte de las tasas de interés y un aumento en la paridad cambiaria, dentro de su banda de flotación.

Las percepciones reales de los trabajadores registraron en promedio una recuperación moderada. En particular, las remuneraciones reales medias del personal ocupado en la industria manufacturera aumentaron en un 4.2% entre enero y septiembre de 1994, en relación con el mismo lapso del año anterior.

Para el cierre de 1994, se estima una inflación anual del 6.9%. Éste es el nivel más bajo de los últimos 22 años y es menor, en 1.1 puntos porcentuales. a la inflación de 1993.

En materia de finanzas públicas, se estima que se obtendrá un equilibrio en el balance económico, es decir, el año concluirá sin déficit. Este equilibrio permitirá que, al término de 1994, el saldo de la deuda pública neta, consolidada con el Banco de México, se mantenga en un porcentaje del PIB similar al del año anterior, que se ubicó en 22%.

Como se ve al final de estos párrafos, Zedillo hace referencia al saldo de la deuda pública y reconoce su bajo nivel. Nótese que, a pesar de saber que los Tesobonos formaban parte de esa deuda, Zedillo no hace ninguna mención a ellos. La evaluación sobre el último año de mi gobierno prosigue:

Las exportaciones continuaron aumentando a tasas elevadas y en los primeros nueve meses de 1994 las no petroleras aumentaron 20.5% en relación con las del mismo período del año anterior. Destaca de manera especial el comportamiento de las exportaciones a los Estados Unidos que, a lo largo del primer año de vigencia del TLC de América del Norte, ha mantenido tasas de crecimiento de más del doble de las registradas por las exportaciones del resto del mundo al mercado estadounidense. Las importaciones, a su vez, crecieron en un 19.9% entre enero y septiembre de 1994, en relación al mismo período del año anterior. Esta tasa de crecimiento es inferior a la experimentada por las. exportaciones no petroleras.

A continuación, como parte del diagnóstico, Zedillo se refiere a la balanza de pagos y el flujo de capitales del exterior. Aquí sus afirmaciones todavía son congruentes con lo que él mismo había sostenido como secretario de Programación y Presupuesto en las reuniones de gabinete económico durante mi gobierno. También son congruentes con lo que expresó en sus comparecencias como miembro de mi gabinete ante el Congreso de la Unión y en sus entrevistas como candidato en campaña presidencial:

Ante las perspectivas favorables de la economía, el país ha atraído montos importantes de ahorro externo durante los últimos años La entrada de capitales es el factor fundamental que ha determinado la evolución de la cuenta comente en los últimos años Destaca especialmente el comportamiento de la inversión extranjera Durante los primeros l0 meses de 1994 se captaron, por este concepto, 10,142 millones de dólares, sin incluir los flujos de capitales que participan en el mercado de dinero La inversión extranjera acumulada superó en octubre de 1994 la meta prevista para el periodo 1989-1994 en 116%, En total, la cuenta de capitales tuvo un superávit de 14,313 millones de dólares durante los primeros nueve meses de 1994.

Este considerable ahorro externo explica que la cuenta comente registre un saldo deficitario de alrededor de 28,500 millones de dólares, de los cuales 17,500 corresponderían a la cuenta comercial.

Debe observarse que Zedillo explica el déficit en la cuenta corriente como resultado del flujo de capitales: "La entrada de capitales es el factor fundamental que ha determinado la evolución de la cuenta corriente en los últimos años", afirma. Además, en ningún momento considera que esos capitales fueron dañinos para el país; al contrario, los cataloga como "inversión extranjera" y el tono con el que suscribe las referencias al desempeño de esa inversión resulta elogioso.

Finalmente, Zedillo reconoce que las reservas internacionales con que inició su gobierno eran suficientes para cubrir el déficit de la balanza comercial "durante casi un año":

Al primero de noviembre, las reservas internacionales del Banco de México se ubicaron en 17,242 millones de dólares, monto suficiente para financiar, a sus niveles actuales, el déficit de la balanza comercial durante casi un año.

En realidad, para entonces el año ya había transcurrido -restaba sólo el mes de diciembre- y ese déficit ya se había cubierto, por lo que las reservas que menciona Zedillo le daban un margen importante a su gobierno, al permitirle cubrir un déficit similar durante el año siguiente.

En este documento Zedillo no califica como preocupante al déficit en cuenta corriente ni expresa que las reservas internacionales fueran insuficientes. Además, cosa muy importante, no hay ninguna referencia a los Tesobonos. Se trataba de un diagnóstico ponderado y objetivo sobre la situación en la que recibió la responsabilidad del gobierno. La evaluación fue hecha bajo la firma presidencial y ante el Congreso de la Unión, por lo que el compromiso de veracidad era mayúsculo.

A partir de este diagnóstico Zedillo propuso metas de política económica para 1995; en ellas ratificó la continuidad de la política llevada hasta entonces. Afirmó que dichas metas derivaban del "análisis de los problemas y oportunidades del país". Así, en los documentos enviados al Congreso, Zedillo propuso para 1995:

•  Consolidar la estabilidad de precios, mediante una reducción de la inflación, para situarla, en 1995, en 4%.

•  Iniciar una etapa de mayor crecimiento, con una tasa de aumento de la actividad económica del 4% en 1995, que se refleja en una mayor generación de empleo

•  Alcanzar un aumento permanente y continuo, a partir de 1995, en el ingreso real de los trabajadores y en el bienestar de las familias mexicanas.

Estos tres objetivos generales serán la base de la política económica que propondré en el Plan Nacional de Desarrollo 1995-2000. Dichos objetivos son realistas, y junto con el análisis de los problemas y de las oportunidades del país, forman parte del marco de referencia para las propuestas que hoy presento a esta soberanía.

En estos Criterios Generales de Política Económica, Zedillo no expresó gran preocupación por el monto de ahorro interno, aunque reconoció que era necesario elevar el ahorro popular, Consideró que el flujo de ahorros externos que ingresaban al país obedecía a "las condiciones favorables de la economía". Así lo expresó:

El aumento de la disponibilidad de crédito se sustentará en el sano crecimiento de la economía, en la disciplina fiscal, en el Sistema de Ahorro para el Retiro, SAR, en el fomento de la cultura del ahorro popular y, en general, en la congruencia del programa económico y la perseverancia en su aplicación. Así, la generación de ahorro interno se verá complementada con los flujos de ahorro externo atraídos a nuestro país por las condiciones favorables de su economía. Gracias a lo anterior, las empresas contarán con recursos suficientes para financiar tanto su operación como las nuevas inversiones.

Hay que notar que Zedillo hace énfasis en la necesaria "congruencia del programa económico". Y agrega una verdad de una importancia determinante: "la perseverancia en su aplicación". Parte fundamental de la crisis radicó precisamente en el abandono de estas consideraciones esenciales.

Más adelante, Zedillo presenta su propuesta en materia de balanza de pagos. Ahí se propone para 1995 metas "similares a las registradas en 1994". Esto confirma que los déficit de la balanza comercial y de cuenta corriente no eran una preocupación para el equipo de economistas profesionales que diseñó el proyecto zedillista. Así lo hizo saber el mismo Zedillo ante el Congreso:

De esta forma, las exportaciones serán un elemento importante en la recuperación sostenida de la actividad económica. Las importaciones, a su vez, continuarán reflejando el proceso de modernización de la industria nacional. Se estima que el déficit de la balanza comercial equivalga al 4.0% del PIB y el déficit en cuenta corriente al 7.8%, también del PIB. Ambos porcentajes son similares a los registrados en 1994.

Zedillo aborda entonces el tema del tipo de cambio. Ahí sostiene que la política cambiaria no requería modificación. Y va más lejos aún al afirmar que el manejo de la política cambiaria durante mi gobierno le otorgó a las nuevas autoridades un margen de maniobra compatible con la inflación para 1995. Las palabras de Zedillo al respecto son contundentes:

...la política cambiaria mantendrá la banda de flotación establecida. En este marco, la evolución de la paridad ha otorgado a las autoridades financieras un margen de maniobra para enfrentar problemas transitorios, que es compatible con la meta de inflación para 1995.

Zedillo concluye el documento con una clara afirmación:

El análisis objetivo de los eventos de 1994 me permite vislumbrar el futuro con optimismo....Propongo un programa económico para 1995 prudente y comprometido.

La prudencia y el compromiso se abandonaron muy pronto.

Miércoles 14: Serra confirma ante el Congreso el reconocimiento a la política económica anterior

La palabra empeñada por el presidente Zedillo ante el Congreso fue clara, explícita y firme. Cuando menos, así pareció en esos momentos. El equipo de Zedillo compartía de manera plena las convicciones del Presidente. El nuevo secretario de Hacienda, Jaime Serra Puche; se presentó el 9 de diciembre ante la Cámara de Diputados para presentar esas iniciativas; lo hizo nuevamente el 14 de diciembre para sostener y debatir esas iniciativas ante los legisladores. Ese día Serra afirmó:

Gracias a las perspectivas favorables de la economía, el país ha atraído montos importantes de ahorro externo durante los últimos años, lo cual se ha reflejado en saldos superavitarios de la cuenta de capitales. Este considerable ingreso de capitales explica que la cuenta corriente registre un saldo deficitario que, en 1994, se estima alcanzó cerca del 7.6% del PIB. De este monto, 4.7% corresponde a la balanza comercial.

El secretario de Hacienda reiteró ante el pleno de la Cámara de Diputados:

La entrada de capitales es el factor fundamental que determina la evolución de la cuenta corriente en los últimos años.

y volvió a enfatizar:

La política cambiarla mantendrá la banda de flotación establecida, que otorga a las autoridades financieras un margen de maniobra para enfrentar problemas transitorios y que, a su vez, es compatible con la meta de inflación establecida para 1995. Las exportaciones, especialmente de manufacturas, continuarán creciendo a tasas altas como resultado de la mayor competitividad nacional y de las favorables perspectivas internacionales. Se estima que el déficit de la balanza comercial equivalga al 4.6% del PIB. Este porcentaje es similar al registrado en 1994. Las perspectivas favorables de la economía para 1995 continuarán atrayendo inversión extranjera, tanto directa como de cartera. De esta manera, se registrará un superávit en la cuenta de capital en 1995 que será la contraparte de un saldo deficitario en la cuenta corriente.

Como se ve, tanto las iniciativas firmadas en diciembre de 1994 por el presidente Zedillo como la presentación de su secretario de Hacienda al Congreso, ratificaban la ausencia de problemas importantes en la economía al final de mi administración. Sobre todo, atribuían el déficit de la cuenta corriente a la entrada de capitales, sin hacer un señalamiento crítico sobre su monto. Al contrario: Zedillo propuso al Congreso ya la nación un monto de déficit en cuenta corriente para 1995 que en realidad resultaba superior al registrado durante cualquier año de mi gobierno, porque si bien el porcentaje resultaba similar, el PIB era mayor y en consecuencia el déficit propuesto por Zedillo ascendía a 30,000 millones de dólares. Como se confirma en el texto que él mismo presentó al Congreso, Zedillo consideraba que los capitales que habían financiado el déficit no eran nocivos y que lo volverían a financiar en 1995.

Muy pronto Zedillo cambió su explicación

16 de diciembre: el gobierno de Zedillo sostiene que no es necesaria una devaluación

El miércoles 14, la bolsa de valores continuó la caída iniciada dos semanas antes. Ese día, la prensa lo atribuyó a "rumores de enfrentamientos en Chiapas". Tras la comparecencia de Serra ante la Cámara de Diputados, el viernes 16 de diciembre el periódico norteamericano Wall Street Journal publicó una extensa entrevista con el secretario de Hacienda. En ella, Serra afirmó que se mantendría la política económica de la administración anterior y en particular la política cambiaria. El secretario explicó las razones por las cuales no era necesaria una de- valuación del peso mexicano:

Si se consideran nuestras exportaciones no petroleras a los Estados Unidos, se ve que su tasa de crecimiento se ha duplicado y la razón es el TLC, no un peso barato. Existen muchos factores estructurales que son más importantes para el comercio internacional que la paridad cambiaria.

En esa entrevista, Serra ofreció un dato relevante al citar un estudio de Macro Asesoría Económica. Según dicho estudio la sobrevaluación del peso era "del 14%". Tal era, a todas luces, la sobrevaluación que el gobierno estimaba debía corregirse.

Sin embargo, los inversionistas no parecieron haberle concedido mucha credibilidad al paquete económico ni a las declaraciones oficiales. Ese mismo día, por primera vez en el gobierno de Zedillo, las reservas internacionales del país perdieron un monto importante: ¡855 millones de dólares!

Frente a esta señal de desconfianza y ante la continua caída de la Bolsa de Valores, ese fin de semana debió haberse convocado al gabinete económico para analizar con cuidado la situación y preparar un programa de acción oportuno. Los acontecimientos que siguieron prueban que no se hizo sino que se actuó con ineptitud y con irresponsabilidad. El país pagó los desaciertos.

Entre el 19 y el 21 de diciembre de 1994: 72 horas que condujeron al desastre nacional

A las 9:45 de la mañana del lunes 19 de diciembre, el secretario Serra llamó al nuevo secretario del Trabajo, Santiago Oñate. Le comunicó que el EZLN había tomado "69 municipios", de acuerdo a información aparecida en Infosel, un sistema privado de noticias. La información que Serra le transmitió a Oñate no era del todo correcta: la madrugada del día siguiente el EZLN declaró que había tomado " municipios", entre los cuales se contaban varios que había "creado" de manera artificial. La desorganización en el gabinete se hizo evidente: la Secretaría de Gobernación negó que eso hubiera sucedido y desmintió la versión de que se había roto el cerco militar. Pero el golpe estaba dado.

Serra le comunicó a Oñate que lo recogería a las 2:30 de la tarde, en las oficinas de la Secretaría del Trabajo, en el sur de la Ciudad de México. De ahí se trasladaron a las oficinas de la Secretaría de Hacienda en la calle de Arturo, en San Angel. Se encontraban reunidos funcionarios de esa dependencia y del Banco de México. Serra propuso visitar a Fidel Velázquez, el líder de la central obrera más importante de México, la CTM. La propuesta sorprendió a Oñate, pero más lo sorprendió el propósito de la visita. "Hay que mover la banda", comentó Serra. Oñate inquirió: "¿Cuál banda?" La respuesta de Serra lo preocupó aún más: "La de flotación del peso".

Fidel Velázquez había pedido con anterioridad que, en caso de ser necesaria su presencia en alguna reunión, ésta se realizara por la mañana, pues por motivos de salud tenía que permanecer en casa durante las tardes. Oñate lo sabía. Por eso agregó una pregunta más: “¿Tan difíciles están las cosas?" Las noticias no eran buenas: ese día el mercado cambiario había perdido otro monto considerable de reservas internacionales: 701 millones de dólares

Los dos secretarios salieron de las oficinas de San Ángel, abordaron un automóvil y, en el camino a casa de don Fidel comentaron la propuesta. Serra señaló que era necesario convocar a los dirigentes obreros y empresariales que integraban el Pacto, rebautizado por el gobierno de Zedillo con el nombre de "Pacto para el Bienestar, la Estabilidad y el Crecimiento". Serra propuso que la reunión urgente del Pacto se llevara a cabo esa misma noche. Ante la propuesta de una convocatoria apresurada, Oñate volvió a inquirir: " ¿Vamos a devaluar?" Serra le prohibió utilizar la palabra "devaluación", que la gente asociaba con las etapas más negras de la economía mexicana. En los últimos siete años no se había recurrido a devaluación abrupta.

Llegaron a la casa de don Fidel, ubicada en Las Lomas, en el noreste del Distrito Federal. Entraron y pasaron a una pequeña sala junto a las habitaciones del piso superior. El experimentado líder sindical supuso que la precipitada reunión tenía el objeto de dialogar sobre el aumento al salario mínimo, que siempre se negociaba en esas fechas. Por eso con la mayor naturalidad preguntó al recibirlos: “¿Cuánto proponen de aumento a los mínimos? ¿Traen buenas noticias?" En lugar de responder a su pregunta, Serra explicó en términos técnicos la situación. Don Fidel comentó sin rodeos: "No entiendo". Oñate aclaró: "Vamos a devaluar". Sin retraso, don Fidel afirmó: "Ya entendí". Y agregó: "Porque de cuestiones técnicas de flotación no entiendo".

Le propusieron que los integrantes del Pacto se reunieran esa noche. Don Fidel replicó que esperaría la convocatoria. Al salir, ya en el coche de nuevo, Oñate agregó otra pregunta: ¿Y los apoyos de los norteamericanos?" La respuesta fue cortante: "Eso, ni tratarlo".

Regresaron al sur, a las oficinas de la Secretaría del Trabajo. Convocaron apresuradamente a la reunión del Pacto para ese lunes a las 7:30 de la noche. No se trataba, sin embargo, de una más de las reuniones con los representantes de los sectores productivos. Tuvieron que corregir el citatorio y convocar a los líderes sindicales y empresariales.

Ese lunes el presidente Zedillo se encontraba fuera de la ciudad, de gira por el estado de Sonora, en el noroeste del país. No parece haber existido conciencia de la magnitud del problema ni plan para enfrentarlo. En lugar de realizar una cuidadosa reunión al más alto nivel para preparar la reunión del Pacto y, sobre todo, el programa a desarrollar, el Presidente y el gabinete económico estaban desarticulados.

'Ya de noche y con retraso se inició la reunión el Pacto en el Secretaría del Trabajo. Esta vez el encuentro no se llevó a cabo ni en un salón único ni con los asistentes usuales. Se ubicó en un lugar a los dirigentes sindicales y campesinos y en otro a los empresarios. Los dirigentes obreros suponían que se trataba de negociar los salarios mínimos. Para su total sorpresa, los funcionarios gubernamentales anunciaron que se modificaría el régimen cambiario. Mientras los dirigentes del sector obrero se reponían de la sorpresa, los representantes gubernamentales pasaron al cuarto donde se encontraban los empresarios para hacerles el mismo anuncio. Sólo agregaron que la medida buscaba “defender las reservas internacionales del país y bajar las tasas de interés, para afianzar la recuperación económica en marcha.” La dirigencia empresarial les reclamó que se abandonara el régimen operado por varios años, que consistía en abril de forma gradual la banda mediante un desliz más rápido y no de un solo golpe, como ahora proponían. Con razón, los empresarios hicieron ver que un movimiento brusco de la banda afectaría la confianza construida a lo largo de los años.

El gobierno concedió a algunos empresarios información privilegiada sobre la inminente devaluación

Los representantes gubernamentales no tenían una posición bien acordada entre ellos. Por eso, no presentaron una postura de gobierno sino una opción. Y ante la debilidad de la propuesta gubernamental, los intereses empresariales operaron a sus anchas: Los empresarios preguntaron qué sucedería si la apertura de la banda resultaban insuficiente y no resistía. Ante este cuestionamiento, la representación gubernamental respondió que en ese caso la apertura podría irse más arriba, prácticamente sin límite (el tipo de cambio ya no tendría límites, se dejaría a su libre flotación). Es decir, los funcionarios aceptaron ante ese pequeño grupo de empresarios que el gobierno estaba dispuesto a operar una devaluación mayúscula.

Esta información resultó letal, pues los empresarios la utilizaron para cubrir sus deudas en dólares. Aquellos dirigentes empresariales supieron en ese momento que el gobierno estaba dispuesto a devaluar más allá de lo permitido por la banda. Sin embargo, los empresarios insistieron en evitar la libre flotación.

Ante el rechazo de los sectores empresarial y obrero, y ya en la madrugada, los representantes del gobierno federal y del Banco de México comunicaron a los sectores que la Comisión había decidido atender el rechazo a la propuesta de flotación. En su lugar, propusieron el "acotamiento" de la devaluación a1 15% mediante "la elevación del techo de la banda", para "defender las reservas internacionales del país.

Primera devaluación. El gobierno culpa al EZLN

La madrugada del 20 de diciembre se anunció de manera oficial el acuerdo tomado por la comisión del Pacto: abrir la banda de flotación en un 15%. En el documento que se ofreció a la opinión pública se afirmaba que la inestabilidad cambiaria obedecía "a una enfática amenaza de inminente violencia formulada por el EZLN". Poco después, esa mañana, Serra acudió a los noticiarios de radio y procuró aclarar que se trataba de la apertura de la banda y no de una devaluación. Sin embargo, desde finales de 1987 -cuando tuvo lugar una devaluación mayúscula- no ocurría una modificación de la banda de esa magnitud.

Ese día el peso se cotizó hasta el nuevo techo de la banda; en realidad, sufrió una devaluación de 15%. La prensa reportó que a lo largo de la jornada existió confusión en los bancos, pues en algunos no se vendían dólares y en otros se vendían más caros.

El 20 de diciembre, el gobierno de Zedillo recurre nuevamente a la emisión de Tesobonos.

Por fin se reúne el Gabinete Económico

Para frenar las pérdidas en las reservas internacionales, Zedillo decidió recurrir al instrumento que se había utilizado de manera intensa en los meses anteriores. Así, en las horas difíciles de ese 20 de diciembre subastaron 600 millones de dólares de Tesobonos, y los inversionistas los tomaron bien, pues compraron 416 millones. Se sumaron a los 795 millones de dólares que su gobierno ya había emitido en los días previos. La hemorragia en las reservas resultó mayor a la estimada.

Sin embargo, las inconformidades con la propuesta cambiaria arreciaron. Boletines sin firma distribuidos ese día por los bancos y otras instituciones financieras afirmaban que la decisión de las autoridades había sido apresurada. Aun si el motivo era el problema de Chiapas, se afirmaba, no era correcto adoptar decisiones económicas que sólo otorgaban "un alivio temporal" y que no resolvían el problema político que el gobierno invocaba como pretexto para operar la modificación cambiaria.

Se convocó, por fin, a una reunión de gabinete económico. En esas horas fatídicas, se reportó sobre salidas de dólares de mexicanos para liquidar pasivos en moneda extranjera. Uno de los asistentes recuerda que durante la reunión Zedillo daba instrucciones incoherentes. El gabinete se levantó sin acuerdos. Nadie parecía saber qué pasaba ni a quién avisar ni qué hacer. Llamaron a Guillermo Ortiz, en ese momento secretario de Comunicaciones y Transportes. Ortiz aconsejó establecer comunicación con el Departamento del Tesoro de Estados Unidos y con otras instituciones financieras para tratar de obtener un crédito puente. En esos momentos, el desmantelamiento del servicio civil en la secretaría de Hacienda hizo sentir sus estragos. "Se sentía el vacío por la ausencia de Aspe", opinó más tarde uno de los asistentes a la reunión.

21 de diciembre: compra de dólares y caída de las reservas internacionales

A lo largo del día 21 de diciembre el gobierno mantuvo el acuerdo de devaluar un máximo de 15%. Quienes quisieron comprar dólares a la nueva paridad lo pudieron hacer sin restricciones. Pero quienes disponían de información privilegiada sobre la disposición gubernamental de modificar el régimen cambiario y pasar a la libre flotación aprovecharon la circunstancia y en unas horas cambiaron pesos por dólares. Para tratar de detener la hemorragia el gobierno había emitido los Tesobonos... a la paridad pactada.

Cuando se realizó el corte y valuación de la jornada la sangría se hizo evidente: en esos momentos dramáticos entre el 20 y el 21 de diciembre de 1994 unos cuantos mexicanos vaciaron 4,633 millones de dólares de las reservas internacionales. Esta cifra representó la salida de capitales más elevada del México moderno en un sólo día: el Banco Central perdió, prácticamente la mitad de todas las reservas internacionales con las que contaba el país.

Años después, Jaime Serra, en aquel diciembre de 1994 miembro del gabinete presidencial y representante gubernamental que participó en la reunión del Pacto, afirmó que el "error" consistió en:

Asegurar que no habría devaluación y luego tener que declararla. Y el haber confiado a los empresarios, los hombres del dinero, la medida que estaba por tomarse, aceptar su sugerencia de que no se hablase de devaluar sino de ampliar la banda de flotación, y durante la misma reunión, no sospechar que cuando ellos abandonaban unos minutos el salón, era para realizar llamadas, para dar tips, para ordenar operaciones de traslados de fondos: una sangría.

Un líder sindical de amplia trayectoria de lucha que también participó en aquella reunión del Pacto, confirmó cómo se había llegado a ese error.

En diciembre de 1994 "el responsable de Hacienda no le dio el manejo adecuado; no tuvo ese cuidado de amarrar todos los cabos sueltos. Incluso, se le hacía notar que era demasiado riesgoso dejar una banda tan estrecha para el manejo de la paridad del peso frente al dólar; pero al otro día se sacó un documento que no habíamos concertado, que no conocíamos, con muchos puntos, que cuando menos los trabajadores no avalamos, y eso provocó una respuesta de inconformidad. Percibí poco oficio en el manejo de los acuerdos.

Otros líderes obreros que también participaron en esa reunión del Pacto declararon:

En esa ocasión, afuera de los salones designados para la negociación, los industriales y patrones se quejaban de que, un día antes de que se devaluara la moneda, que se fueran al techo las tasas de interés y empezara una fuerte fuga de capitales, habían jugado al golf con el funcionario... Si hablamos de deslealtades y ocultamiento de información, fue antes de firmar el Pacto y, una vez firmado el acuerdo, se la soltaron. Con ello la historia nos coloca frente a una serie de falsedades...Nunca en mi larga vida sindicalista había visto cosa igual. Nunca.

El Presidente Zedillo trató de explicar la medida. En un acto ante economistas el miércoles 21 de diciembre afirmó:

No haber modificado la banda de flotación habría significado cancelar, en el corto y en el mediano plazos, las posibilidades de recuperación económica en nuestro país.

Ante esa afirmación, la prensa le recordó a Zedillo lo que había sostenido sólo doce días antes y frente al Congreso de la Unión:

El mismo presidente Zedillo en el documento de "Criterios generales de política económica para 1995" entregado a la Cámara de Diputados el 9 de diciembre, señalaba que "la política cambiaria mantendrá la banda de flotación establecida".

Ese miércoles por la noche los miembros del Pacto volvieron a reunirse. En realidad sólo acudieron a dar fe de lo que la realidad les había impuesto: anunciaron la insuficiencia de la apertura de la banda y precisaron que a partir de entonces el tipo de cambio sería fijado libremente por las condiciones del mercado. De manera tardía e inadecuada, anunciaron la activación de la línea de apoyo que les habíamos dejado por 7,000 millones de dólares con Estados Unidos y Canadá. La prensa de esos días reportó la paradoja del anuncio: "El factor Chiapas ya no aparece en el discurso oficial como origen de la crisis".

Crisis inminente: otra devaluación, el gabinete turbado. ¿Zedillo? en Acapulco

El jueves 22 de diciembre el país amaneció con un nuevo régimen cambiario basado en la flotación del peso. Ese día el peso sufrió otro severo descalabro. Se devaluó hasta 4.80 por dólar, y en casas de cambio y algunos bancos llegó a cotizarse hasta en 6 pesos por dólar: Ya sin reservas internacionales, el peso flotaba bajo la influencia de la especulación y la incertidumbre. La devaluación ya no era un instrumento para proteger las reservas internacionales sino el resultado de acciones sin rumbo.

El presidente Zedillo pasó el fin de semana en Acapulco.

A pesar de la enorme trascendencia que para todos los mexicanos tenía modificar el régimen cambiario, la decisión se tomó de manera aislada: ni al Pacto ni al Congreso ni al país se les explicó esta medida como parte de un paquete de política económica. Fue Santiago Oñate quien, en esas horas, introdujo la flexibilidad salarial y abrió paso a la solución de la crisis. Sin embargo, el terrible impacto de la brusca devaluación en términos de credibilidad, aunado a la ausencia de un paquete formal de política económica, fueron el origen de una prolongada crisis económica y financiera.

Documentos del Banco de México confirmaron la entrega de información privilegiada. También lo confirmó la prensa internacional

El anuncio de las intenciones gubernamentales y el posterior cambio de instrucciones permitió conocer de manera anticipada la devaluación y precipitó el agotamiento de las reservas internacionales. La confirmación oficial de este hecho inédito está en el documento del Banco de México titulado "Exposiciones sobre la Política Monetaria". El Banco tenía la obligación de enviar al Congreso este documento. Así lo hizo en febrero de 1995. El informe contenía la versión oficial sobre el desarrollo de la reunión del Pacto en diciembre de 1994. Conviene reproducir el párrafo relevante:

El 19 de diciembre de 1994 la Comisión de Cambios acordó abandonar el régimen cambiario, por lo que en el seno del Pacto [sus funcionarios] comunicaron la decisión de pasar a un régimen de flotación. Sin embargo, se encontró ahí una muy extendida opinión en el sentido de que, antes de ir a una flotación, era conveniente intentar la estabilización del mercado cambiario mediante la elevación del techo de la banda, a lo cual accedió la Comisión de Cambios.

El anuncio en el seno del Pacto de que el gobierno estaba dispuesto a operar una flotación libre, representó el aviso anticipado de la proximidad de una devaluación. Cuando el gobierno decidió posponer la libre flotación al aceptar la "sugerencia" de primero "ensayar" con la apertura de la banda se dio el tiempo suficiente para que quienes conocieron de la intención gubernamental cambiaran su dinero a dólares.

También la prensa extranjera confirmó la entrega de esta información privilegiada. Al poco tiempo, el 18 de febrero de 1995, el New York 1imes publicó un artículo en el que manejaba información proporcionada por "un alto funcionario mexicano que pidió no dar su nombre". Así lo reportó:

En una reunión en la Secretaría del Trabajo, en la noche del 19 de diciembre, altos funcionarios del gobierno le presentaron a destacados hombres de negocios mexicanos un plan para permitir al peso flotar libremente frente al dólar. Debido a la oposición de los empresarios, según ese alto funcionario, el señor Serra, en efecto, aceptó una devaluación de 15%. Pero como ellos habían entendido, por la intervención del gobernador del Banco de México, Miguel Mancera Aguayo, que el gobierno podría no defender la moneda, cuando menos algunos de esos empresarios ahí presentes y sus socios vendieron pesos inmediatamente a cambio de cientos de millones de dólares, según ese alto funcionario.

Las reservas se agotaron y la banda de flotación del peso acordada en el Pacto reventó.

El gobierno enreda sus explicaciones. Remoción del Secretario de Hacienda. La nueva política: culpar al pasado

Entre el día de la segunda devaluación del peso (22 de diciembre) y el2 de enero siguiente, el país quedó sin reservas internacionales, sin el programa de estabilización iniciado en 1987, con dos devaluaciones de su moneda, sin ninguna explicación de lo ocurrido y sin ningún paquete económico que fijara el rumbo de la política a seguir. En esos 10 días una delegación mexicana se presentó ante inversionistas internacionales en la ciudad de Nueva York. El resultado: un fracaso estrepitoso y la pérdida de confianza en las autoridades hacendarías. Creció la crítica de los inversionistas del exterior al no poder comunicarse con los funcionarios hacendarios, pues el pánico ante lo que consideraban una "sobrerreacción de los mercados" los llevó a encerrarse en sus oficinas.

Entonces sobrevino la renuncia del Secretario Hacienda: Jaime Serra fue reemplazado por Guillermo Ortiz. Al aceptar la renuncia del secretario de Hacienda, Zedillo reconoció que había cometido un error: el "error de diciembre". Sin embargo, ante la magnitud de la crisis el Presidente consideró de que ni "el levantamiento de Chiapas" ni la "renuncia del secretario de Hacienda" eran suficientes para calmar la irritación de la sociedad ante el descalabro nacional. El jueves 29 de diciembre convocó a los periodistas nacionales y extranjeros a Los Pinos. Ante ellos, Zedillo lanzó su nueva versión de los hechos: la culpa estaba en el elevado déficit de la cuenta corriente y la sobrevaluación del peso. Así se decidió presentar una nueva explicación. Desde ese momento las culpas empezarían a enfocarse en otra dirección: lejos de su responsabilidad y hacia el pasado, hacia mí gobierno. Desde distintas áreas de comunicación social, pero sobre todo desde Los Pinos y la Secretaría de Hacienda, se comenzó a sostener que, en realidad, la devaluación no se explicaba por las razones expuestas en los Boletines Oficiales ("el reinicio de hostilidades en Chiapas"). La sobrevaluación del peso y el déficit en cuenta corriente eran la nueva explicación.

El Banco de México refuta las explicaciones de Zedillo

Había un serio problema con esta explicación de la crisis: Zedillo había expresado exactamente lo contrario tanto como candidato a la presidencia como en el documento "Criterios de política económica para 1995". A los pocos días el Banco de México desautorizó la nueva explicación presidencial en su Exposición sobre la Política Monetaria, enviado al Congreso de la Unión en febrero de 1995. En dicho Informe el Banco de México afirmó:

Se ha mencionado con gran insistencia que el déficit de la cuenta corriente y la apreciación del tipo de cambio real fueron los principales causantes de las devaluaciones de diciembre pasado... difícilmente se puede explicar la pasada devaluación de la moneda nacional a partir del desarrollo del saldo de la cuenta corriente y del tipo de cambio real.

Estas explicaciones disputadas al interior del Estado generaron un severo problema de confianza entre la comunidad nacional y extranjera, al tiempo que contribuyeron a la confusión ya la erosión de la credibilidad de las instituciones.

En enero, un intento de programa económico que fracasa

El 3 de enero se anunció el ansiado paquete de política económica. El nuevo gobierno lo llamó “ Acuerdo de unidad para superar la emergencia económica". Al presentarlo, Zedillo afirmó: “Presido un gobierno que siempre hablará con la verdad". Sin embargo, el paquete económico resultó incompleto, insuficiente e incongruente, pues a contrapelo de su "nueva explicación", Zedillo propuso para el año de 1995 un tipo de cambio de 4.50 pesos promedio - lo que no era creíble- y un déficit de cuenta corriente de 14,000 millones de dólares, que sin entradas de capital y con fugas al exterior resultaba imposible de financiar. Por eso fracasó su propuesta.

En enero se volvió a cometer un nuevo error: aparecieron en la prensa dos boletines "oficiales" sobre el paquete, uno en español y otro en inglés, cuya diferencia fundamental había de acelerar un nuevo problema financiero. El gobierno mexicano reconocía, sólo en inglés, que ya era tan grande el problema de credibilidad y confianza que los inversionistas nacionales y extranjeros no deseaban renovar sus tenencias de Tesobonos a ninguna tasa de interés.

Una decisión sin precedente: hacer depender al país de la "ayuda oficial" de los Estados Unidos. Tercera devaluación

El desplome de las entradas de capital externo y las fugas de dinero al exterior continuaron. El paquete de política económica propuso sustituir esas entradas por capital obtenido a través de convenios con el FMI, el Banco Mundial y el BID y "con ayuda oficial" del gobierno estadounidense. Un paso funesto sin precedente en nuestra historia.

Mientras se esperaban las nuevas definiciones de política económica, ocurrió otro viraje importante que habría de afectar nuestras relaciones con el exterior. Dejando de lado lo aprendido en las negociaciones externas de 1987 y 1989, el gobierno solicitó la "ayuda" financiera del gobierno de los Estados Unidos, en un intento por "compensar" la falta de credibilidad interna y en el exterior.

La historia de los intentos por sustituir al mercado internacional de capital por "ayuda oficial" estaba plagada de problemas. En el momento en que se hizo pública la "nueva explicación oficial" de la crisis y en cuanto se anunció que las entradas de capital externo serían sostenidas por ayuda bilateral y multilateral, ocurrió lo que era lógico esperar, un nuevo desplome de la Bolsa Mexicana de Valores y una tercera devaluación: el dólar se cotizó en casi siete pesos.

Febrero, “la ayuda oficial" estadounidense. Tasas de interés en 60%

A pesar de la "ayuda oficial" de los Estados Unidos, la situación económica no mejoró, debido a la falta de un programa económico congruente. Para el 20 de febrero la prensa describía la condición de la economía en el país:

Huyen los capitales, se detiene la inversión, la bolsa se desploma y dentro y fuera del país la desconfianza en México repunta.

El martes 21 se firmó el acuerdo con los Estados Unidos, que materializó la "ayuda oficial". Aun así las tasas de Cetes aumentaron 20 puntos y llegaron a 60%. Era indispensable un paquete económico integral.

Marzo: por fin, el programa económico. Cuarta devaluación

El 9 de marzo, por fin, se anunció el nuevo programa de política económica. Se le denominó "Programa de acción para reforzar el acuerdo de unidad para superar la emergencia económica". El gobierno de Zedillo dejó pasar 67 días desde la primera devaluación para presentar un programa económico. En realidad, ese programa debió instrumentarse antes de proceder a la modificación del régimen cambiario. Esta larguísima espera, fruto de una serie de indecisiones y vacilaciones, resultó muy costosa para el país. El anuncio del programa no impidió la cuarta devaluación: el peso se cotizó arriba de 7.50 por un dólar con un total acumulado que ya superaba el 100%.

Los errores se sumaban. A la modificación del régimen cambiario y de la política económica anunciada al Congreso en diciembre, se agregaron las mudables explicaciones sobre las causas que motivaban cada paso dado en materia de política económica. Todo esto, aunado al retraso de un programa económico ya la falta de rumbo, permitió que poco a poco se institucionalizaran los perniciosos efectos de las devaluaciones: inflación creciente, desplome de los salarios reales y de la actividad económica, explosión en las tasas de interés, aumento en la cartera vencida, quiebra de empresas y del patrimonio de las familias, amenazas generalizadas de moratorias de pagos a la banca comercial.

Mientras se cocinaba a fuego lento el nuevo programa económico, (debido, al menos en parte, a la tardanza estadounidense para definir el tipo y el monto del apoyo a nuestro país) comenzó a manifestarse otro fenómeno: la filtración en la prensa extranjera de asuntos torales para la vida económica y política del país. De hecho, la opinión pública nacional se enteró del contenido del nuevo programa económico por medio del New York limes y del Embajador de los Estados Unidos en México. Fue así como la gente conoció la propuesta de elevación del IVA y del desglose de los aumentos de precios y tarifas del sector público.

Las afirmaciones gubernamentales ("no devaluaremos") seguidas de cuatro devaluaciones provocaron un serio deterioro de la imagen nacional. A ese deterioro contribuyeron de manera importante las constantes filtraciones sobre choques políticos internos.

Si crecía la mala imagen ante los inversionistas nacionales y extranjeros, si la falta de credibilidad ante los organismos multilaterales iba en aumento, las noticias filtradas en inglés sobre los conflictos políticos internos sellaban el descrédito nacional. Ante este panorama institucional, político y económico, sólo había un pronóstico creíble: durante el primer trimestre de 1995, con programa económico o sin él, la cuenta corriente de la balanza de pagos no sólo se iba a "corregir", sino que se revertiría. En efecto: en menos de 100 días el gobierno había logrado que la economía diera un giro de 180 grados: de un régimen marcado por entradas de capital se pasó a una salida de divisas de tal magnitud que pronto nos hizo superavitarios en la cuenta corriente del país. Y todo esto a costa de la recesión económica más severa en medio siglo.

Zedillo presenta en el extranjero una nueva explicación de la crisis: los Tesobonos

Al mismo tiempo apareció en el discurso oficial una nueva tesis sobre el origen de la devaluación. La culpa ya no era de Chiapas ni de la sobrevaluación del peso y el déficit de cuenta corriente. Ahora la explicación estaba en los Tesobonos. En una larga entrevista concedida al New York Times el 14 de marzo de 1995, Zedillo alegó ignorancia sobre la situación económica en la que se inició su gobierno:

No fui capaz de ver la gravedad de la gran deuda de corto plazo que México contrajo mediante emisiones gubernamentales de Tesobonos...Las cosas eran más graves que [el hecho de no ]haber devaluado antes; ésta hubiera sido una medida insuficiente que sólo habría pospuesto la solución a un problema fundamental: la dependencia de México de los enormes flujos de capital extranjero de corto plazo para financiar el déficit de la cuenta corriente...No estaba consciente, por una parte, de lo rápido que había cambiado la estructura de la deuda interna. Tomé conciencia del problema de los Tesobonos en Diciembre.

Esta forma de alegar ignorancia sobre la situación económica causó asombro entre muchos comentaristas. La revista Proceso encabezó así el artículo principal en el que reseñaba la entrevista presidencial: "Sorpresa y estupor". En dicho artículo se comentó:

Economista rodeado de economistas, Zedillo dijo desconocer la vulnerabilidad de la economía....No había circunstancias para que se hallara desinformado.

Sólo durante el mes de diciembre el mes en que el Presidente dice haber tomado "conciencia del problema de los Tesobonos"-, el gobierno de Zedillo emitió Tesobonos por casi 2,000 millones de dólares. En la subasta del 6 de diciembre de 1994 emitieron 420 millones de dólares; el 13 de diciembre, 375 millones; el fatídico día de la devaluación, el 20 de diciembre, 600 millones de dólares y el 27 de diciembre otros 600 millones de dólares. Continuaron vendiendo Tesobonos durante enero y febrero de 1995 pues subastaron 1,880 millones de dólares adicionales.

Hasta diciembre de 1994, los Tesobonos no habían sido motivo de controversia en los mercados financieros internacionales:

...antes de diciembre de 1994, sólo se publicó un artículo en el Financial Times, New York Times y Wall Street Journal en el que los Tesobonos fueran el tema, Para enero de 1995 (ese tema) había brincado a casi 50 referencias....Más aún, durante 1994 los artículos sobre México eran muy optimistas sobre el futuro mexicano y las oportunidades de inversión.

Si Zedillo cobró conciencia del problema de los Tesobonos en diciembre ¿por qué permitió que su gobierno emitiera ese mes una cantidad tan elevada de esos instrumentos? Si había tal "dependencia externa de México de los enormes flujos de capital extranjero", según afirmó Zedillo en la entrevista citada, ¿por qué unos días después de iniciar su gobierno propuso una entrada de capitales extranjeros superior a la que se dio durante mi administración? Zedillo no hablaba con la verdad; sus distintas y contradictorias explicaciones sobre las causas del "error de diciembre” no hacían sino responder conforme a cada circunstancia que se le presentaba.

Frente a estas explicaciones embusteras, la realidad confirmó que fue el agotamiento de las reservas internacionales durante diciembre de 1994, derivado de las salidas de capitales de mexicanos, lo que provocó la pérdida de confianza y el pánico entre los "inversionistas extranjeros. Esta circunstancia fue la que llevó a la crisis dejos Tesobonos. De acuerdo a datos del Banco de México, del primero al veintiuno de diciembre de 1994, las reservas internacionales se desplomaron en más de 6,300 millones de dólares, para quedar en sólo 5,845 mdd.

Una precisión: el nivel de las reservas internacionales el último día de mi gobierno era muy similar al nivel del 19 de diciembre (alrededor de 13,000 millones de dólares). Así pues, el argumento de que las condiciones económicas de noviembre hacían más favorable la devaluación que las condiciones económicas de diciembre no se sostuvo.

El tipo de cambio y las tasas de interés explotan tras el “error de diciembre". Quiebra de familias, empresas y bancos

La crisis sí era evitable. Sin embargo, no hay blindaje financiero capaz de resistir errores como los cometidos en México entre diciembre de 1994 y marzo de 1995. Lo sucedido no fue una tragedia en el sentido de un mal inevitable. El país pagó un precio muy alto por los desaciertos cometidos. Por eso era necesario precisar la responsabilidad el "error de diciembre". Era indispensable definir cuáles fueron las verdaderas acciones que provocaron la crisis para que no se repitieran.

Los daños fueron enormes. Entre diciembre de 1994 y marzo de 1995, mientras el gobierno tardaba en decidir el programa económico, el tipo de cambio y las tasas de interés, dos indicadores fundamentales, sufrieron una modificación considerable. En esas semanas, el tipo de cambio pasó de 3.44 pesos por dólar al cierre del último día de mi administración, a 7.55: una devaluación de casi 120% en sólo cuatro meses. En las siguientes gráficas podemos apreciar los primeros efectos dramáticos del "error de diciembre". En ese mismo período, las tasas de interés pasaron de 15% a casi 110%.

El pronunciado aumento en las tasas de interés provocó que cientos de miles de personas se vieran imposibilitadas para cubrir los pagos de sus hipotecas, de su automóvil, de sus enseres domésticos y de sus tarjetas de crédito. La crisis no sólo provocó la insolvencia de las familias sino también la de muchísimas empresas. El resultado fue la explosión de las carteras vencidas en las instituciones financieras. México entró al año de 1995 con el sistema bancario prácticamente en quiebra. El costo de su recuperación obligó a elevar los impuestos (el IVA volvió a subir al 15%). Cuando esto no fue suficiente, la deuda privada de los bancos se convirtió en pública: hacia finales de 1999 el costo del rescate bancario le agregó casi 100,000 millones de dólares a la deuda mexicana. En el camino se decidió discrecionalmente a quién se salvaba ya quién se castigaba. Además, muchos bancos fueron asignados a nuevos dueños, la mayoría extranjeros, sin la obligatoria subasta pública; no se conocieron "Libros Blancos" que informaran al Congreso ya la opinión pública sobre el detalle de esas concesiones.

Como se precisa más adelante, la Contaduría Mayor de la Cámara de Diputados ha señalado, con expresiones en tono de crítica y hasta de acusación, que el gobierno de Zedillo no cumplió con su obligación de fijar reglas para el rescate bancario, no dio transparencia al proceso y tampoco informó sobre ese rescate con la puntualidad que el caso demandaba. Para desvirtuar este proceder indebido se engañó a la opinión pública, al aparentar que las quiebras se debían al fracaso del proceso de privatización iniciado por mi gobierno, cuando en realidad formaban parte de una maniobra para ocultar las reasignaciones discrecionales de propiedad bancaria llevadas a cabo por el gobierno de Zedillo.

La oportunidad perdida. Consecuencias del “error de diciembre”

Entre 1994 y 2000 Estados Unidos registró el periodo de expansión y crecimiento económico más largo desde que se iniciaron las estadísticas en la década de 1850. De no haberse cometido el "error de diciembre" la economía mexicana, gracias al TLC, pudo haber aprovechado ese notable periodo de la economía norteamericana y crecer a su vez a tasas superiores al 6% por año durante todo el final de la década de los noventa y al iniciar el siglo XXI. En lugar de aprovechar esa oportunidad, el país sufrió la recesión, la inflación y los efectos materiales de la crisis de 1995 y el desánimo social generalizado.

Las consecuencias sociales y económicas del "error de diciembre" fueron terribles. En 1995, la economía mexicana enfrentó la peor recesión en medio siglo: el PIB descendió en 7%, más de un millón de empleos se perdieron y alrededor de 10,000 empresas quebraron. Después de la crisis de 1995, México descendió en el índice de Desarrollo Humano elaborado por la ONU. Para 1995, el índice descendió a 0.78, y la ONU revisó para abajo la ubicación de nuestro país; en ese año México ya no fue país de "alto desarrollo humano" como lo era durante mi administración, sino de "medio desarrollo humano", de acuerdo a la ONU.

También se agudizó la pobreza. De acuerdo con datos publicados por la CEPAL, la reducción de la pobreza lograda entre 1989 y 1994 se revirtió entre 1995 y 1996: en esos dos años el número de mexicanos en situación de pobreza aumentó en casi ocho millones. Así, y en base a esos documentos, algunos críticos muy severos de mi gestión admitieron que la reversión de los avances en el combate a la pobreza se debía al "error de diciembre." Lorenzo Meyer escribió:

En el capítulo del Panorama Social de América Latina 1998, que la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) dio a conocer... se señala que...en México, los hogares pobres e indigentes que representaban en 1989 el 39% del total, disminuyeron a 36% en 1994, pero el "error de diciembre" y otros factores los disparó de nuevo hacia arriba y en 1996 representaban el 43% del total.

El comentarista financiero Enrique Quintana escribió en 1996:

Si se logra la hazaña de hacer crecer el salario real a una tasa de 5% por año, para recuperar el poder adquisitivo que se habrá perdido desde el "error de diciembre" hasta el final de 1996 será necesario que transcurran casi 7 años... ¿Cuántos años tendrá usted cuando las cosas vayan a estar como antes del "error de diciembre"?.

A partir de 1996 la economía en general se recuperó rápidamente. Dos factores lo explicaron: primero, la eliminación del déficit fiscal aunado a las considerables reducciones de las deudas interna y externa alcanzadas entre 1989 y 1994; segundo, el enorme crecimiento de las exportaciones a los Estados Unidos, gracias a la apertura económica iniciada en 1985 y, sobre todo, al efecto del TLC. Sin embargo, no se recuperó la economía de las familias.

A pesar de esa recuperación apoyada en las exportaciones, la caída de la economía provocada por la crisis en 1995 fue tan severa que sólo cinco años después se recuperó el PIB per cápita alcanzado en el último año de mi gobierno. Cada año entre 1995 y 1999 el gasto federal en educación por alumno y por habitante resultó menor al de 1994. A mediados de 2000 se reportaba que el consumo de las familias "apenas logrará igualarse al que tenía en 1994". Hasta 2000 se volvió a observar una tasa de inflación anual tan baja como la de 1994. Las tasas de interés tardaron más de cinco años en regresar a los niveles que tenían cuando entregué la responsabilidad del gobierno.

Respecto a las tasas de interés, ya entrado el sexto año del gobierno de Zedillo y hacia la segunda semana de febrero de 2000, el encabezado de la sección de Negocios de Reforma anunciaba:

"Regresan tasas a niveles de 1994 "

Mientras la cabeza secundaria resultaba todavía más explícita:

Cierran tasas de 91 días en 16.44%, el más bajo desde el "error de diciembre"

Por el "error de diciembre" se perdieron los efectos positivos de los años de crecimiento más elevados y sostenidos de la economía norteamericana. Por el contrario, se necesitaron cinco años para que el país volviera a registrar los resultados alentadores de 1994. Todo un desastre nacional.

Fue una devaluación premeditada

Casi al final de mi administración, en la prensa internacional se publicó que, dentro de la Secretaría de Hacienda, había un debate sobre el nivel apropiado del tipo de cambio. En el acuerdo que tuve con Aspe en septiembre, me entregó una copia de un artículo del Financial Times donde se señalaba que mientras Aspe proponía la estabilidad del peso, su subsecretario Guillermo Ortiz promovía la devaluación. Ortiz era un miembro de mi gobierno que tenía relaciones estrechas con el presidente electo Zedillo, y desde entonces se manifestaba a favor de una devaluación. Después supe que Ortiz le comunicó directamente a Zedillo su opinión sobre la conveniencia de modificar el tipo de cambió. Más tarde, la prensa confirmó que en octubre de ese año Ortiz efectivamente le hizo llegar al presidente electo un documento en el que le proponía que al inicio de su gobierno se devaluara el peso. En el equipo de Zedillo, dentro del grupo de trabajo que encabezaba Luis Téllez, también se hacían estudios sobre un deseable o necesario ajuste del peso. La intencionada filtración de esas posiciones generó expectativas en ese sentido y afectó las reservas internacionales El 20 de noviembre de 1994, en la junta celebrada en la biblioteca de mi casa, Zedillo se mostró de manera evidente a favor de una devaluación.

Sin duda había necesidad de revisar la política cambiaría El desliz ordenado de la banda de flotación del peso durante mi gobierno se utilizó para estabilizar la economía y era el momento de determinar el grado de sobrevaluación de nuestra moneda Eso era cierto Pero este examen del régimen cambiario no podía hacerlo mi gobierno, ni después de la elección ni después de la reunión del 20 de noviembre, ya que sólo faltaban unos días para que mi administración concluyera Sin embargo, al inicio del gobierno de Zedillo la transición a un régimen de tipo de cambio diferente pudo haberse hecho de manera ordenada y armónica, tomando en cuenta el horizonte de tiempo del que disponía su administración, la cual contaba, además, con las ventajas que le aportaban las reformas introducidas durante mi sexenio

Pero Zedillo y su equipo llegaron al gobierno decididos a devaluar - desde el principio -. Aquel grupo de economistas conocía muy bien los mercados y la situación financiera nacional e internacional y sustentaba la idea de que era necesaria una paridad más atractiva. Mas si era su propósito realinear la moneda, al asumir la presidencia Ernesto Zedillo debió preparar un programa bien estructurado. No fue así.

En su discurso de toma de posesión Zedillo no hizo ningún anuncio importante en materia económica. En cambio, se dedicó a destacar los avances logrados durante mi gobierno y la necesidad de continuarlos. De manera particular, en los primeros días de diciembre de 1994, al enviar a la Cámara de Diputados el programa económico de 1995, el Presidente ratificó la estrategia cambiarla en curso. ¿Por qué entonces el 19 de diciembre se determinó de manera intempestiva cambiar de ruta, sin programa ni apoyos internacionales? Usaron de pretexto el movimiento del EZLN en diciembre para hacer lo que realmente querían hacer - devaluar -. Pero no lo prepararon y después el pánico los llevó al fatídico "error de diciembre".

Si su pretensión era modificar el régimen cambiario o si era más modesta y sólo pretendían abrir la banda de flotación del peso, Zedillo y su equipo debieron haber procedido de manera diferente: primero, en su discurso de toma de posesión y en sus iniciativas ante el Congreso, Zedillo debió haber sido veraz sobre el nuevo rumbo que pretendía tomar; segundo, debió consolidar el consenso de su gabinete económico mediante la elaboración - de manera cuidadosa y precisa- del programa económico que acompañaría la medida; tercero, debió confirmar los apoyos internacionales que sostuvieran esa propuesta; cuarto, debió haber alcanzado un acuerdo claro y preciso en el seno del Pacto. Y debió hacerlo durante un fin de semana, tal vez los primeros días de diciembre, aunque lo más conveniente hubiera sido los primeros días de enero de 1995 para evitar las concentraciones de liquidez que normalmente ocurrían al final del año.

Si Zedillo hubiera actuado con serenidad en las horas terribles del 19 al21 de diciembre de 1994, y en las semanas siguientes, si hubiera conservado los cuadros principales del sector financiero y preparado con anticipación un programa integral y si hubiera actuado con oportunidad, México no hubiera padecido los estragos terribles del "error de diciembre".

Lejos de instrumentar en forma cuidados la modificación del régimen cambiario, Zedillo cometió dos errores fundamentales. El primer error tuvo lugar en diciembre, al proporcionar a unos cuantos empresarios mexicanos información privilegiada sobre la inminente devaluación, lo que les permitió cambiar sus pesos a dólares y vaciar las reservas internacionales. EL segundo error se cometió al integrar el paquete económico, indispensable para estabilizar el peso después de la devaluación de diciembre, pues pasaron tres meses antes de que se anunciara; en ese lapso, transcurrido entre finales de diciembre y principios de marzo, se desató el aumento de las tasas de interés y ocurrieron otras tres devaluaciones. Cuando finalmente se anunció el paquete, las tasas de interés ya superaban el 100% y el peso se cotizaba a más de 7 por dólar. Es un hecho que en diciembre de 1994, durante el peor momento económico para México, algunos puestos públicos de importancia estratégica no estaban ocupados por las personas adecuadas. Fue así como Zedillo y su gobierno convirtieron un problema en una crisis.

A finales de 1993 Jaime Serra se opuso a una devaluación brusca, en tanto que Mancera se negó a abrir la banda en noviembre de 1994. Ya en el gobierno de Zedillo, tanto Serra como Mancera participaron en la mencionada reunión del 19 de diciembre de 1994. Si ambos se habían resistido a ejercer una medida así en el pasado, ¿por qué aceptaron operar esa desafortunada determinación en diciembre? Mancera era Gobernador del Banco Central, un organismo autónomo, por lo que nadie pudo ordenarle que abriera la banda; de hecho, hacerlo no era su responsabilidad, pues la Comisión de Cambios dependía en forma directa de la Secretaría de Hacienda. Ni Serra ni Mancera son los responsables de la debacle.

En realidad, en el caso de Jaime Serra, a lo largo de los años que laboró en mi gobierno desarrollé un gran respeto por él como servidor público, economista y por su calidad personal. Uno de los logros más importantes de mi administración - el TLC - se debió en mucho a su dedicada e inteligente labor. Creo que en diciembre de 1994 la manera precipitada como Zedillo despidió al eficaz equipo de Hacienda y la forma tan irregular e incompetente como decidió modificar el régimen cambiario y dar instrucciones a sus colaboradores para transmitirlas al Pacto no permitieron siquiera que una persona con el talento de Serra pudiera evitar los hechos que condujeron al desastroso "error de diciembre".

De acuerdo con la línea de mando determinada por la Constitución General de la República, el único que podía darle órdenes al secretario de Hacienda era el presidente de la República. La responsabilidad del "error de diciembre" le corresponde a Ernesto Zedillo Ponce de León.

Funcionarios de Zedillo bautizaron al “error de diciembre

La expresión "error de diciembre" ya se usa comúnmente en México para referirse a los acontecimientos de finales de 1994, mismos que llevaron al país a la peor crisis económica de los últimos 50 años. ¿De dónde surgió el término?

Debo insistir: cuando ocurrió el "error de diciembre" yo ya no era presidente de la República. Sin embargo, la propaganda oficial logró que a ese desafortunado momento se le asociara con mi administración.

El concepto "error de diciembre" apareció por primera vez en un periódico extranjero, en boca de un funcionario de la administración del presidente Zedillo. En febrero de 1995 el New York Times comenzó a difundir declaraciones atribuidas a funcionarios mexicanos que pedían no ser identificados. Fueron ellos quienes acuñaron la frase. Así, el 16 de febrero, el New York Times publicó una nota en la que se hacían comentarios sobre la devaluación de diciembre:

Después de controlar el territorio en manos de los rebeldes y, de repente, dar macha atrás y ofrecer amnistía y nuevas pláticas de paz, el señor Zedillo ha hecho muy poco para quitarse la imagen de debilidad política e ineptitud que ha marcado a su administración durante los dos primeros meses "Ha sido un impresionante zigzag", declaró Carlos Fuentes.- Unos días después de insistir en que México no devaluaría el peso a pesar de que las reservas internacionales estaban disminuyendo y requerían que se les protegiera, el secretario Jaime Serra anunció la primera devaluación de 15% el 20 de diciembre- Los errores, reconocen funcionarios mayores del gobierno, fueron mucho más allá"

Aquí apareció por primera vez el reconocimiento de "errores cometidos en diciembre". Pocos días después, en el gobierno de Zedillo ya se hablaba abiertamente del "error de diciembre". Así lo reportó el mismo New York Times:

Funcionarios superiores del propio gobierno del señor Zedillo han dicho en privado que el manejo de la devaluación fue, en palabras de unos de ellos, "el peor error que ha cometido el gobierno en años".

Fue en esas fechas cuando demandé que los funcionarios del gabinete zedillista dijeran en México lo mismo que aceptaban ante medios extranjeros: que ellos habían cometido "el error de diciembre". Así que el término "error de diciembre" fue acuñado por un miembro del gobierno de Zedillo que se ocultó en el anonimato. Desde ahí empezó el engaño.

El 21 de marzo de 1995, en una entrevista al diario español El País, el nuevo secretario de Hacienda, Guillermo Ortiz, también culpó al gobierno de Zedillo del "error de diciembre":

Hay un consenso en que la instrumentación de la devaluación de diciembre, al no haberse arropado con un programa económico creíble y con un paquete financiero, y al haberse hecho en dos pasos - ampliar la banda primero, y al día siguiente dejar flotar el tipo de cambio- ciertamente no ayudó a que la reacción posterior fuese menos violenta. Los mercados prácticamente desaparecieron.

La prensa internacional atribuía abiertamente el desastre al manejo de la nueva administración y ésta asumía la imposibilidad de ocultarlo a ese escrutinio, aunque sus voceros se escudaran bajo una conocida fórmula: "fuentes que pidieron no ser identificadas". Al mismo tiempo, funcionarios del nuevo gobierno maniobraban en el frente doméstico para culpar a mi administración de la catástrofe.

Perturbadores efectos internacionales del “efecto tequila". Un engaño de Zedillo, acusan en el mundo. Después, el error se le atribuyó al sexenio anterior

La inestabilidad económica que provocó en México el "error de diciembre" generó serias turbulencias financieras en varios países de América Latina, en particular en Argentina y Brasil. El problema amenazó con extenderse y afectar a los centros financieros internacionales. El desastre mexicano fue considerado como la primera crisis financiera del siglo XXI, pues ocurrió después de la Guerra Fría. Por eso fue necesario integrar un amplio paquete de apoyo para nuestro país.

A la inestabilidad financiera internacional que la situación mexicana generó durante 1995 se le conoció como el "efecto tequila". Sin embargo, dicho efecto pasó rápidamente, gracias a la celeridad con que nuestra economía empezó a recuperarse. Esta recuperación acelerada y la inestabilidad económica que tuvo lugar dos años después en Rusia y en el sureste asiático, permitieron que la crisis mexicana dejara de ser noticia. No obstante, entre las familias y las empresas mexicanas el "efecto tequila" dejó una resaca perdurable.

La polémica sobre las causas de la crisis mexicana en 1995 tuvo una evolución peculiar. Entre los ahorradores mexicanos y los inversionistas extranjeros (administradores de fondos de pensiones, miembros del Banco Mundial y del FMI) hubo una queja generalizada: el 22 de diciembre, afirmaban, fueron engañados. Fue grande el enojo de los inversionistas institucionales de México y del exterior, quienes por razones regulatorias debían presentar su corte y valuación de posiciones precisamente el día 31 de diciembre de cada año; las dos devaluaciones, por lo tanto, los obligaron a castigar sin remedio sus portafolios (lo cual también castigó los bonos de actuación de los traders).

Tenían razón en considerarse engañados, pues el gobierno de Zedillo anunció un programa los primeros días del mes pero puso en marcha otro muy distinto. También los mexicanos fueron víctimas del engaño, pues la política económica que les anunció Zedillo en la toma de posesión (la misma que envió al Congreso) nada tuvo que ver con las medidas adoptadas en los fatídicos días finales de diciembre de 1994.

A nivel internacional, decía, hubo un reclamo generalizado. Peor aún: algunos comentarios vertidos en el extranjero señalaron que el manejo de la devaluación por el gobierno de Zedillo había sido inepto, clumsy, botched, se escribió en la prensa internacional.

Al principio se destacó la responsabilidad de Zedillo en la crisis por los errores en el manejo de la devaluación; además, se le criticó su pretensión de soslayar su responsabilidad y adjudicársela a otros actores. Así, el periódico inglés The Guardian señaló en su editorial del 12 de enero de 1995:

Los colaboradores de Zedillo afirman que el causante de la crisis fue la reaparición inesperada de los rebeldes en Chiapas. El presidente Zedillo ha responsabilizado a la herencia económica del ex presidente Salinas... La búsqueda de excusas no va a ayudar a: los mexicanos ni al peso. El nuevo presidente Zedillo es señalado por los mercados financieros por la manera tan inepta [clumsy] con que manejó la de valuación después de prometer una nueva era de prosperidad.

Dos días después, el 14 de enero, la revista The Economist inició su sección financiera con la siguiente información

Tal como en 1985, cuando un terremoto real sacudió a México, el sismo financiero derivado de la devaluación del peso en diciembre ha lanzado a la economía al desorden. El gobierno del presidente Ernesto Zedillo ha sido incapaz de borrar la imagen, ampliamente difundida, de que manejó el problema de manera inepta.

El gobierno de Zedillo incurrió en un engaño. Al principio se destacó que su administración había transmitido información privilegiada a inversionistas mexicanos en las horas previas a la devaluación, como efectivamente sucedió. Entonces ocurrió un fenómeno peculiar, en el manejo informativo del gobierno mexicano: se dejó de hablar del "error de diciembre".