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Selección de textos y documentos:

Doralicia Carmona Dávila

© Derechos Reservados
ISBN 970-95193

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1997 Discurso con motivo de las elecciones del 6 de julio. Ernesto Zedillo.

Los Pinos, 6 de julio de 1997

 

Mexicanos:

Antes de que concluya este histórico 6 de julio, deseo expresar a todos ustedes mi profunda satisfacción por el desarrollo que ha tenido la jornada electoral que hoy hemos vivido.

Los informes proporcionados por el Instituto Federal Electoral y los medios de comunicación hasta esta hora, dejan claro que la jornada ha correspondido en su generalidad a las condiciones de legalidad, orden y alta participación ciudadana previstas para estas elecciones.

Conforme al deseo de todos los mexicanos, hoy hemos culminado una gran fiesta democrática. La jornada de hoy estuvo precedida de un enorme esfuerzo nacional para reformar las leyes y las instituciones en materia electoral. Hoy, la vocación democrática de los mexicanos ha sido honrada y fortalecida. El respeto y el entusiasmo cívico han sido los rasgos dominantes de estas elecciones. De ningún modo los incidentes menores reportados, podrán empañar la gran fiesta cívica que hoy hemos vivido.

Corresponde a la autoridad electoral independiente dar a conocer en tiempo y forma los resultados preliminares y definitivos de esta elección. Confío en que las dirigencias de los partidos políticos nacionales y sus respectivos candidatos acatarán lo que califiquen las autoridades electorales y, en su caso, lo que resuelva la justicia electoral.

A estas horas, sin embargo, gracias a los conteos rápidos, debidamente acreditados, y a las declaraciones que los propios partidos han hecho, considero propio, sin demérito de lo que determine la autoridad electoral, expresar algunos reconocimientos.

Al impulsar la reforma política, propuse como punto central que el Jefe de Gobierno del Distrito Federal debiera ser electo por voto universal y secreto, y no designado por el Presidente de la República. Hoy se ha consumado este propósito.

Quiero felicitar muy sinceramente al Ing. Cuauhtémoc Cárdenas por el triunfo que, conforme los datos de la votación hasta ahora disponibles, ha obtenido para la Jefatura del Gobierno del Distrito Federal. Le deseo el mayor de los éxitos en su delicada encomienda y le ofrezco desde ahora que contará con la indeclinable voluntad del Gobierno de la República para establecer una relación de colaboración respetuosa, que atienda siempre el interés de los habitantes del Distrito Federal.

Deseo también felicitar a todos los candidatos que tomaron parte en la elección para Jefe de Gobierno del Distrito Federal. Su comprometida, intensa y entusiasta participación en esta contienda les confiere ya un lugar muy destacado en la historia democrática del país. No son perdedores, son mexicanos patrióticos que han puesto lo mejor de si mismos en la mejor causa, que es la causa de la democracia. Merecen nuestro reconocimiento y nuestro estímulo para que sigan enriqueciendo la vida política del país.

Considero que es prematuro referirme a otros posibles resultados de las elecciones federales y estatales que hoy hemos tenido. Podré hacerlo el día de mañana, cuando las autoridades competentes hayan proporcionado la información pertinente, con el suficiente grado de confiabilidad. No obstante, expreso mi reconocimiento a todos los partidos políticos que hoy han contendido. Cada uno tiene su mérito, cada uno ha hecho un gran esfuerzo, cada uno tendrá los resultados conferidos por el voto popular. Estoy seguro de que cada partido asumirá con absoluta responsabilidad el mandato recibido, que no es otro que el de servir a México por encima de cualquier interés particular o de grupo.

De estas elecciones surge un México que al tiempo que reafirma su pluralidad, se une más por su democracia.

Tengo fundada confianza en que en las próximas horas y en los próximos días, habrá de cumplirse el anhelo que expresé al asumir la Presidencia de la República.

Dije entonces que México exigía una reforma que, sustentada en el más amplio consenso político, erradicara las sospechas, recriminaciones y suspicacias que empañaban los procesos electorales.

Afirmé que todas las fuerzas políticas, todas las dirigencias partidistas, todas las organizaciones sociales podían y debían contribuir a que dejásemos atrás, para siempre, las dudas sobre la legalidad electoral.

Insistí entonces en que la democracia electoral debía dejar de ser preocupación central del debate político y causa de encono y división. Para ello, dije que convocaría a una reforma política que garantizara elecciones abiertas y justas. Señalé que nuestro propósito común debía ser que las elecciones de 1997, las de ahora, fuesen indiscutibles y que todos quedásemos satisfechos de su realización, indistintamente de sus resultados. A la luz de lo que estamos hoy viviendo, creo que así será.

Tengo confianza en que mañana todos los mexicanos podremos afirmar con orgullo y con unidad que la democracia se ha institucionalizado en nuestro país.

En este 6 de julio, México ha dado el paso irreversible, definitivo, histórico, hacía la normalidad democrática.

Buenas noches y muchas gracias por su atención.