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Selección de textos y documentos:

Doralicia Carmona Dávila

© Derechos Reservados
ISBN 970-95193

Este Sitio es un proyecto personal y no recibe ni ha recibido financiamiento público o privado.

 

 
 
 
 


1988 Toma de posesión

Carlos Salinas de Gortari

HONORABLE CONGRESO DE LA UNIÓN, MEXICANOS:

Con emoción y convicción he protestado guardar y hacer guardar la Constitución General de la República y las leyes que de ella emanan. Conozco las facultades que me otorgan. Las ejerceré a plenitud para responder al mandato ciudadano. Conozco las limitaciones que la Ley me impone y aquellas que la costumbre y la voz popular reclaman de mi conducta. Las acataré con civismo.

Pondré en práctica una presidencia democrática, que respete y fortalezca el equilibrio constitucional de los poderes Legislativo y Judicial. Promoveré una eficaz relación con los gobiernos de los estados y municipios, alentando la descentralización de funciones, recursos y actividades. Sobre la solidez de las instituciones de la República, la Presidencia fincará la conducción del país. Defenderé siempre con lealtad y patriotismo los intereses supremos de la Nación. Gobernaré para todos los mexicanos. Serviré a mis compatriotas, a todos, sin distinción ni preferencia.

Seré prudente para nunca arriesgar el destino del país. Seré decidido para hacer avanzar el bienestar del pueblo y seré firme para hacer valer el orden institucional.

Cumpliré las promesas de campaña que hice en cada estado y en cada comunidad; habrá congruencia entre mi compromiso como candidato y mi labor como Presidente. Gobernaré la República con apego indeclinable a los principios y al proyecto de la Revolución. Me apoyaré en el gran acervo cultural y político que los mexicanos juntos hemos construido. Lo haré inspirado en nuestra grandeza histórica, seguro del vigor nacional, orgulloso de nuestra extraordinaria entereza, confiado en nuestra tenacidad para superar escollos y desafíos, por difíciles y complejos que éstos sean. Lo haré con la certeza de que México, por su historia, por su dimensión y por la calidad de su pueblo, merece ocupar un sitio de mayor fortaleza entre las naciones del mundo.

Tomo posesión como Presidente de la República en una hora compleja, entre la esperanza colectiva y el peso de los sacrificios acumulados; entre la necesidad de construir para eI futuro y la premura de realizaciones inmediatas. Es éste un momento singular de nuestra historia, cargado de riesgos pero rico en oportunidades. Lo asumo con ánimo y con optimismo.

Tengo fe en que los vientos del cambio nos serán favorables porque nuestro esfuerzo tiene rumbo; nuestro nacionalismo nos da fortaleza. Tenemos un proyecto histórico que se ha configurado generación tras generación; cada una respondió a la necesidad de su tiempo, cada una enfrentó sus propios retos. Ha sido una tarea que nos ha dado rostro, estatura histórica y una vocación de justicia y libertad.

La Independencia, la Reforma y la Revolución expresan la determinación del pueblo para darse a sí mismo un destino original, instituciones y organizaciones propias. Nuestra capacidad, de transformación nos ha permitido sortear los más duros embates y adaptarnos constantemente a nuevas realidades. Sabemos que nuestros problemas no vienen por eI fracaso de nuestros esfuerzos, sirio por el tamaño de la adversidad.

Los últimos años han puesto a prueba la solidez del país. A Miguel de la Madrid le tocó encarar una de las más graves crisis económicas de que tengamos memoria; no han sido estos años de reposo, sino de crisis y sacrificio. Ante ello, actuó en todos los ámbitos con patriotismo, responsabilidad y claridad estratégica, no sólo para conjurar los peligros que acecharon al país, sino también y sobre todo para restablecer y vitalizar la confianza en nosotros mismos y fortalecer nuestra viabilidad histórica.

Miguel de la Madrid nos deja un Estado más eficaz, una economía más sana, libertades intactas y una: más vigorosa vida política. Nos deja como ejemplo de conducta las virtudes de su comportamiento: honestidad, tolerancia, temple y serenidad. Llega al final del mandato que el pueblo le confirió con el respeto de la mayoría de Ios mexicanos.

A partir de la resistencia que encabezó, su legado es de profunda renovación. Sobre ella fincaremos transformación y progreso. Avanzamos ahora hacia el cambio.

La modernización de México es indispensable para poder atender las demandas de los 85 millones de mexicanos de hoy, a los que se sumarán 10 millones más en los próximos seis años. Todos requerirán alimentos, servicios urbanos, vivienda, educación y un modo honesto de vida.

En mi administración ingresarán al sistema educativo nacional 9 millones de estudiantes adicionales con la legítima esperanza de una mejor calidad de vida que la que tuvieron sus padres. Un millón de jóvenes anualmente aspirará a un empleo digno, a un futuro cierto, a un país soberano y justo. Para enfrentar estos retos necesitamos crecer con equidad, hacer más efectivo al Estado, aumentar la productividad general, desatar la energía de la comunidad, enraizar la participación popular. Necesitamos, en pocas palabras, modernizar la política, la economía y la sociedad.

La modernización de México es también inevitable. Sólo así podremos afirmar nuestra soberanía en un mundo en profunda transformación. Hay una revolución científica en marcha; los centros de la dinámica tecnológica, financiera y comercial se alejan de los centros del poder militar. Se anticipa el fin del conflicto bipolar, empieza a prevalecer la negociación diplomática sobre las soluciones de fuerza; ha terminado la llamada guerra fría.

La competencia se recrudecerá a partir de nuevas tecnologías y costos más bajos. Veremos el consecuente desarrollo de relaciones multipolares; las presiones crecerán. La perspectiva internacional, en consecuencia, es de mayor complejidad y más tensión.

Por eso la mayoría de los Estados nacionales están cambiando, sin importar ubicación, ideología, prácticas políticas o el nivel industrial alcanzado.

La tendencia mundial es que los Estados se reestructuran en busca de mayor fortaleza y capacidad de de dirección. No lo hacen por moda o imitación, sino como fórmula para actuar ante la competencia internacional y poder satisfacer las necesidades de sus pueblos.

Nosotros cambiaremos para estar en la vanguardia de la transformación mundial. No se trata de cambiarlo todo sin prudencia; al contrario, con firmeza y decisiones consistentes iremos actuando. Lo haremos sin precipitaciones, gradualmente, con profundidad y sin violentar la solidez de nuestra estructura política.

Haremos cambios que calen en nuestras raíces, evitando fuegos de artificio que no perduran.

Tendremos que promover el cambio en ámbitos muy diversos, pero lo haremos en el cauce de nuestro Estado de Derecho y tomando en cuenta, invariablemente, el cuidado de nuestra soberanía y el bienestar del pueblo.

Nuestro camino para el cambio será la modernización nacionalista, democrática y popular.

Será una modernización nacionalista porque reafirma los valores fundamentales que nos dan identidad como mexicanos, porque abre una nueva etapa al proyecto de la Revolución, porque tiene el propósito explícito de asegurar nuestra soberanía e independencia y la defensa de nuestros intereses nacionales. Será democrática porque la llevaremos a cabo de manera concertada, mediante la participación corresponsable de ciudadanos, grupos, organizaciones, partidos y sectores. Porque está destinada a ampliar los espacios políticos y a crear las vías institucionales que requiere la mayor participación de la sociedad, y será una modernización popular porque tendrá un claro sentido social: elevar el bienestar de nuestros compatriotas.

Alentaré y conduciré el esfuerzo de modernización nacional que respetará nuestras tradiciones y la identidad diversa y múltiple que une a los mexicanos.

Al transformarnos no destruiremos nuestro pasado, sino con orgullo lo preservaremos como bandera de identidad nacional, para encauzar de manera ordenada y lograr que prevalezca el interés general. Habremos de modernizar al Estado mexicano.

Creadas ya las grandes fuerzas sociales, es tiempo de reconocer y alentar el extraordinario potencial de la iniciativa comunitaria y la superación personal.

El Estado, al inicio del nuevo siglo y del nuevo milenio, no puede ni debe intentar ser el único actor, sino el conducto de una sociedad democrática; no el más grande, sino el más justo y eficaz; no el más absorbente de la fábrica social, sino el liberador de su enorme energía. Sin excesos y sin mitos, el Estado moderno debe encontrarse de nuevo con sus principios originales promotores de la justicia y del cambio. Podrá así seguir llamándose revolucionario.

La transformación del Estado mexicano será encuentro con su futuro; no una vuelta nostálgica pero imposible al pasado.

El Estado moderno es aquel que garantiza la seguridad de la Nación, y a la vez da seguridad a sus ciudadanos; aquel que respeta y hace respetar la ley, reconoce la pluralidad política y recoge la crítica, alienta a la sociedad civil, evita que se exacerben los conflictos entre grupos. Mantiene transparencia y moderniza su relación con los partidos políticos, con los sindicatos, con los grupos empresariales, con la Iglesia, con las nuevas organizaciones, en el campo y en las ciudades.

El Estado moderno es aquel que conduce la estrategia nacional de desarrollo. Crea las condiciones para su crecimiento sostenido y estable; eleva la eficiencia y fortalece las entidades estratégicas y prioritarias; desincorpora entidades no fundamentales para ampliar su acción en las responsabilidades sociales, y explica y fundamenta la razón de estas decisiones. Atiende con esmero y como objetivo fundamental el bienestar popular.

El Estado moderno es aquel que no ignora su responsabilidad con los grupos que requieren su apoyo: mujeres trabajadoras, infancia desprotegida, adultos pensionados, grupos indígenas, y que amplía oportunidades, encabezando su defensa.

El bienestar social en el Estado moderno no se identifica con el paternalismo, que suplanta esfuerzos e inhibe el carácter. Hoy, la elevación del nivel de vida sólo podrá ser producto de la acción responsable y mutuamente compartida del Estado con la sociedad.

Vamos a modernizar el Estado mexicano en sus responsabilidades y en sus bases sociales, en sus instituciones políticas y en su quehacer económico, en su contacto y en su cercanía con el pueblo.

El Estado será rector efectivo de la modernización de México, pero ésta sólo será posible con la corresponsabilidad de la sociedad y con métodos democráticos.

Somos una sociedad de gran complejidad y no sólo de contrastes. Lo diverso de la economía, el número y la dinámica de la población, el tamaño de nuestra geografía, la variedad de intereses en juego día con día, el mosaico de culturas, hacen que México viva cada reto en proporciones equivalentes a su enorme densidad.

Por eso, solamente tejiendo esfuerzos de grupos, de sectores, de regiones, de individuos todos, alcanzaremos respuestas del tamaño de las aspiraciones individuales y de la amplitud de nuestros desafíos.

Dar impulso y movimiento a la modernización, a la que por voluntad y necesidad acudiremos, nos obliga a la obra conjunta y corresponsable.

Cada quien debe contribuir con entusiasmo y compromiso. No hay tarea pequeña ni esfuerzo insuficiente. Considero indispensable el trabajo de cada uno de mis compatriotas. Todos cuentan para la edificación de la grandeza de México.

Ante los retos que enfrentamos por las transformaciones políticas y sociales que ya ocurrieron, y para Iograr la modernización y el cambio por la vía institucional, legal y pacífica, propongo a mis. compatriotas tres nuevos acuerdos nacionales. Lo hago con convicción y de buena fe, reconociendo el reclamo ciudadano.

Estos tres acuerdos buscan atender demandas inmediatas y abrir la perspectiva y el horizonte de los mexicanos.

Propongo, primero, un acuerdo nacional para la ampliación de nuestra vida democrática; segundo, un acuerdo nacional para la recuperación económica y la estabilidad, y tercero, un acuerdo nacional para el mejoramiento productivo del bienestar popular.

El momento actual de México es, esencialmente político. La Nación se ha abierto ya a la imaginación y a la textura de nuestras diferenciadas ideas sobre cómo debe ser nuestra sociedad.

En las instituciones representativas, en las organizaciones nuevas y en transformación, en la perspectiva crítica de los mexicanos, tenemos un rostro diferente al del México de hace no más de una década. Avanzamos hacia un nuevo equilibrio en la vida política nacional. Éste no surgió el 6 de julio; se manifestó en esa fecha.

Hay un nuevo México político, una nueva ciudadanía con una nueva cultura política. Su expresión reclama cauces transformados.

La organización política que tenga la visión, el talento y el coraje para entender los tiempos modernos y actuar en consecuencia, logrará encabezar esta nueva cultura y este nuevo quehacer político. Ése es el reto. Abordémoslo con optimismo y de cara al futuro.

Ante esta nueva realidad, mi gobierno será de apertura en nuestra vida democrática. Para ello propongo un nuevo acuerdo político, que fortalezca nuestra unidad y dé cabida a nuestras diferencias.

Tiene que ser un acuerdo que perfeccione los procedimientos electorales, actualice el régimen de partidos y modernice las prácticas de Ios actores políticos, comenzando por el propio gobierno.

Mi administración dará respuesta a la exigencia ciudadana de respeto a la pluralidad y efectiva participación. La garantía más urgente en el ámbito político es la transparencia de los procesos electorales. Comparto esa inquietud ciudadana. Garanticemos a todos que su fuerza política, cabalmente medida en la libre decisión de los votantes, será contada y reconocida por todas las partes. Nos urgen confianza, apertura y aceptación a los otros.

El nuevo Código Federal Electoral tiene partes que significan auténticos avances y otras que han dejado insatisfechos a todos los partidos, incluido el PRI.

Además, tácticas preelectorales de algunos opositores y deficiencias en el mecanismo oficial de información, no explicadas a tiempo por la autoridad competente, contribuyeron a dejar dudas en algunos grupos sobre el resultado de la elección. En esto se montó el engaño que enarbolan hoy, algunos opositores, y que han aprovechado para levantar una bandera de reivindicación y justificación personal y como táctica de negociación política.

Cada vez es más clara su intención. Los invito respetuosamente a que actúen con verdad y honestidad ante sus simpatizantes. Éste es el compromiso elemental de un político.

Reconozcamos que hemos vivido una intensa contienda electoral, que representó una nueva experiencia para todos, muestra de que mucho hemos avanzado en nuestra convivencia plural, y también de que hay mucho por actualizar y perfeccionar en nuestra vida política.

Tuve contendientes serios, todos comprometidos con México. Pasada la contienda democrática es el tiempo de afianzar la unidad nacional por el camino del diálogo, del respeto y de la buena fe. Ésa será la actitud de este gobierno en la nueva etapa que hoy iniciamos.

Avanzaremos. Para ello y para fortalecer la transparencia electoral convoco a la revisión del Código vigente. Estoy decidido a sacar adelante una reforma democrática. He invitado a los partidos políticos al diálogo. Aquí ratifico mi invitación. Sé que es un asunto que interesa a todas las fuerzas políticas del país, a todos nos corresponde y concierne. Trabajemos juntos en esa tarea. La profundidad y el ritmo de la reforma serán consecuencia del grado de consenso que las distintas fuerzas políticas logremos construir.

Respondamos con talento a la sensibilidad política del pueblo mexicano, que para expresar su angustia ante el deterioro en su nivel de vida escogió medios institucionales: las urnas y no la confrontación.

Debemos entrar sin más a la modernidad política de México. Demos la bienvenida a una vida democrática distinta: más abierta, más rica, con partidos renovados.

Reconozcamos principalmente la corresponsabilidad que a todos nos toca en este proceso. Son tiempos éstos de reconocer la competencia en la política; competencia quiere decir más y no menos responsabilidad de los partidos con sus miembros, con los demás partidos y con la sociedad en su conjunto; competencia que reclama cuidar la respetabilidad, que no el inmovilismo de las instituciones.

La competencia tiene un significado particular para el partido que me impulsó a la Presidencia de la República; representa la oportunidad histórica para modernizar al Partido Revolucionario Institucional, renovando prácticas y procedimientos y fortaleciendo principios y propósitos.

La firmeza de su ideología le permite no temer a la negociación ni negociar por temor. Al mismo tiempo, no confunde negociación con capitulación o con lo que la voz popular llama "tranza".

La nueva realidad lo obliga a servir mejor a la comunidad, a estar cerca del pueblo, a escuchar su reclamo, a resolver sus demandas; es el partido que desde el gobierno ha sido, en México, el instrumento de la paz, del orden y del cambio; por el acicate de la competencia y por la voluntad de sus miembros, estoy seguro que seguirá en la vanguardia de la transformación política de la Nación.

El solo cambio político, sin embargo, sería insuficiente. En el estancamiento económico se marchitaría la democracia, la competencia política se tornaría en conflicto social y se frustrarían los propósitos de equidad. Sin crecimiento no hay posibilidad de justicia o de hacer realidad el potencial que tenemos para elevar nuestra calidad de vida. Por eso tenemos que volver a crecer. Postulo una nueva época de crecimiento, ya tenemos las bases estructurales para alcanzarlo, pongamos en marcha una nueva estrategia de desarrollo en torno al acuerdo nacional para la recuperación económica y la estabilidad.

Dejaremos atrás la crisis, pero no la tenacidad a la que ella nos obligó; iniciaremos la recuperación de los niveles de vida, pero mantendremos Ios hábitos de ahorro, productividad y eficiencia; el pueblo trabajador de México sabe que lo que ha ganado o lo que ha protegido, lo ha logrado con su esfuerzo. Los mexicanos me han dicho que no esperan soluciones fáciles, lo que reclaman es que los problemas se resuelvan; que se integre con verdad una salida cercana y duradera; saben que no habrá milagros. Les aseguro que sí hay esperanza.

El Estado cumplirá con su responsabilidad, atendiendo el gasto social y la productividad de las entidades estratégicas y prioritarias; la inversión pública será, claro, para la recuperación, no por su monto sino por su destino; alentaremos la actividad que realicen los particulares y promoveremos las condiciones para que, como lo establece la Constitución, el sector privado contribuya al desarrollo económico y social; en la recuperación, la inversión del sector privado desempeñará un papel fundamental, dada la considerable salud y fortaleza financiera de sus empresas; factor primordial en el crecimiento serán también las exportaciones no petroleras; expandiremos simultáneamente el mercado interno aumentando el empleo y fortaleciendo, gradualmente, en la recuperación, el poder adquisitivo de los salarios; alentaremos la actividad del sector social a través de modalidades eficaces para la producción, la solidaridad y el desarrollo de la nueva base social; mantendremos la soberanía de la Nación sobre los energéticos, enfatizando el ahorro en el consumo, la diversificación de sus fuentes, y atendiendo, de manera fundamental aunque no exclusiva, al mercado interno; daremos una clara prioridad a la excelencia en la investigación científica y al uso productivo de los desarrollos tecnológicos, de ello depende, en el futuro, nuestra fortaleza interna y externa; expandiremos la infraestructura del país: modernizaremos el sistema carretero, incorporando activamente el ahorro y la inversión de los particulares; daremos mayor dinamismo a los ferrocarriles, las telecomunicaciones, Ios puertos y la aviación; promoveremos intensamente las actividades turísticas para dar esparcimiento sano a los mexicanos y obtener las divisas, el empleo y el desarrollo regional que permite eI turismo internacional.

El motor del nuevo crecimiento vendrá, en lo fundamental, del ahorro interno; sin embargo, en materia de deuda externa la situación actual impide la recuperación económica; no volveremos a crecer de manera duradera si seguimos, como hasta ahora, transfiriendo al exterior, cada año, 5% del producto nacional. Esta situación es inaceptable y es insostenible.

La prioridad ya no será pagar, sino volver a crecer. Esto no es demagogia ni advertencia, es un razonamiento meditado que se desprende de las necesidades de mi pueblo y del enorme esfuerzo que ya hemos realizado.

Hemos mostrado seriedad al no pretender traspasar al exterior nuestros errores, y hemos corregido deficiencias estructurales. Ahora tenemos que volver a crecer.

Instruyo al Secretario de Hacienda para que de inmediato inicie la negociación de la deuda externa bajo las siguientes premisas:

Primero, deberá abatirse la transferencia neta de recursos al exterior para que la economía pueda crecer en forma sostenida.

Segundo, por lo que hace a la deuda histórica acumulada hasta ahora, deberá reducirse su valor.

Tercero, los recursos nuevos que requiere el crecimiento sostenido de México deberán estar asegurados para un horizonte lo suficientemente largo, que evite la incertidumbre que provocan las negociaciones anuales.

Cuarto, deberá disminuir, durante mi administración, el valor real de la deuda y ser cada vez menor su proporción respecto a lo que producimos los mexicanos.

No podemos vivir en una situación en la que un año contamos con recursos, pero el siguiente quién sabe. Deben encontrarse soluciones de carácter permanente y no de efectividad pasajera.

Esta renegociación deberá realizarse en un plazo razonablemente breve con la banca internacional, con los organismos multilaterales y con los gobiernos de los países industrializados. Asimismo, en forma responsable deberá mantenerse diálogo y comunicación con los otros países deudores.

No se trata de negociar la deuda para volver a etapas de derroche o desorden financiero; tampoco de suponer que el alivio externo es la solución a todos nuestros problemas.

Reitero que teníamos problemas internos antes de endeudamos excesivamente, y tendremos que seguir enfrentándolos, aun después de aligerar la carga de la deuda. La solución sigue dependiendo del esfuerzo doméstico, de nuestras propuestas de acción y de la capacidad colectiva para llevarlas a cabo. Por eso mantendremos el esfuerzo de saneamiento de las finanzas públicas.

Ratifico enfáticamente: en mi administración habrá estricto control del gasto, porque lo contrario provocaría de nueva cuenta un desborde inflacionario.

Modernizaremos el sistema financiero para alentar el ahorro privado y estableceremos disciplina, castigando abusos en el mercado de valores.

Para fortalecer el consumo, el ahorro y la inversión, bajarán las tasas impositivas al ingreso de las personas y de las empresas, ampliando la base fiscal. Menos gravámenes y más contribuyentes cumplidos fortalecerán el ahorro y alentarán el trabajo.

Ante la gravedad de los rezagos sociales, la recuperación económica debe alcanzarse con la menor demora posible; pero para recuperar el crecimiento duradero con estabilidad de precios, el aumento de la actividad económica debe ser gradual.

El crecimiento inmediato está limitado por las bajas tasas de inversión de los últimos años. Una recuperación súbita propiciaría un desbalance que nos llevaría nuevamente a los umbrales de la hiperinflación.

No podemos forzar el paso. Por ello, especial atención recibirá en el próximo año la consolidación de una estabilidad de precios indispensable para el desarrollo sostenido.

La política económica de. 1989 será de transición. Ello es obligado por el tiempo que requiere el proceso de negociación firme de la deuda con el exterior. Por eso también ésta tiene que resolverse pronto. Mientras así ocurre, se requiere mantener estricta disciplina en el manejo económico para reducir la vulnerabilidad de nuestra balanza de pagos, y evitar que ello nos debilite en la negociación externa.

Les pido a mis compatriotas que hagamos el esfuerzo adicional que esta transición requiere. Así, enfrentaremos la negociación con nuestros acreedores en una posición de mayor fortaleza.

Estoy convencido de que lograremos una renegociación satisfactoria, porque tenemos la razón y los argumentos para alcanzarla. Podremos entonces entrar a una nueva etapa de crecimiento económico con estabilidad y equidad para los mexicanos. Crearemos así las condiciones para que nuestros compatriotas se instalen a vivir con decoro y no a sobrevivir con estrechez.

Una política económica congruente y una concertación eficaz han permitido abatir la inflación a niveles no observados hace casi ya dos décadas.

Sobre la base de la experiencia exitosa del Pacto, haremos institucional la concertación con los sectores sociales como método permanente para la definición de la política económica. Crearemos, bajo el amparo de la Ley de Planeación, eI Consejo Nacional de Concertación Económica. En ese marco, habrán de precisarse los criterios generales de la política económica para el próximo año, e integrarse el Plan Nacional de Desarrollo 1989-1994.

Razón principal del empeño del gobierno es el ver por la prosperidad y seguridad de los ciudadanos. Volveremos a crecer, pero no esperaremos a la recuperación para iniciar el camino hacia la justicia y la equidad. Por eso, propongo a la Nación poner en marcha de inmediato un acuerdo nacional para el mejoramiento productivo del bienestar popular y elevar así, en los hechos, el nivel de vida de nuestros compatriotas.

Para hacer realidad este acuerdo, concentraremos recursos y esfuerzos en cuatro temas críticos, prioridades sociales de mi gobierno, cuya atención ya no admite ni titubeos ni posposiciones. Estos son la erradicación de la pobreza extrema, la garantía de seguridad pública, la dotación suficiente de servicios básicos en los estados de la República y el restablecimiento de la calidad de vida en la ciudad de México.

El propósito medular de la Revolución Mexicana, que es el de la justicia social, no ha sido alcanzado. Recobremos la capacidad de indignación ante la pobreza y la desigualdad que todavía extienden su sombra en diversas partes del país. La pobreza casi siempre se retroalimenta, no sale de sí misma sino con un impulso de ruptura y de cambio. Para revertir la baja en los niveles de vida hay que actuar ya y hacerlo decididamente.

Pondré de inmediato en marcha el Programa Nacional de Solidaridad Social, con acciones eficaces en las regiones rurales y en las zonas urbanas con niveles de vida más deprimidos. Asimismo, se enfocará hacia los grupos indígenas, quienes exigen respeto, nuestro máximo apoyo y trato justo.

Si bien es cierto que aumentando el empleo y elevando la cobertura y la calidad de la educación crearemos los medios estructurales para revertir la inequidad y la creciente concentración del ingreso, necesitamos complementarlos con este programa de solidaridad social. No pretende en unos cuantos años eliminar deudas seculares, y no se trata de quitar para dar, sino de cumplir el compromiso histórico y moral con los que más han padecido. El bienestar de cada familia tendrá que ser la medida de la prosperidad de la Nación. El gran propósito de equidad es que todos eleven su nivel de vida, pero los que menos tiene deben beneficiarse más y los que más han alcanzado, menos. Me inspiro para proponerlo en los Sentimientos de la Nación de Morelos.

Para enfrentar niveles de vida abatidos, vamos a promover nuevas formas sociales de incorporación al trabajo, es decir, programas productivos, para elevar el bienestar social y no subsidios indiscriminados que perpetúen la inequidad. Se incluirán acciones de alimentación, de vivienda popular con crédito ágil, de procuración de justicia, de apertura y mejoramiento de espacios educativos, de electrificación de las comunidades, de agua potable, de infraestructura agropecuaria y de salud, de reforestación y programas de inversión recuperable. Al participar en este programa, los mexicanos podrán convertir en permanente la solidaridad mostrada ante los terremotos de 1985.

Convoco a todos mis compatriotas a comprometerse solidariamente con los que menos tienen, para enfrentar la situación, en ocasiones dramática, de la población de menores ingresos.

La tarea primaria, básica, irrenunciable de un buen gobierno, es ofrecer seguridad en la vida cotidiana a las personas, a sus familias y a sus bienes. La seguridad de los mexicanos a lo largo de toda la República es empeño

en el que no voy a transigir en los seis años que tenemos por delante. La población está cansada de la impunidad del delito, de la arrogancia de algunas autoridades, de la no observación sistemática de la ley por muchos de nuestros conciudadanos.

Con pleno respeto a su autonomía y dignidad, estableciendo los medios que la Suprema Corte de Justicia de la Nación requiere para que cumpla con su responsabilidad de tribunal constitucional, prestaremos todo el auxilio al Poder Judicial de la Federación.

Renovaremos las corporaciones policiales del país y reajustaremos severamente su estructura a fin de garantizar control, honestidad y eficacia. Combatiremos los delitos con rapidez y con equidad. Someteré iniciativa de reformas para elevar las penas sobre los delitos más irritantes. El pueblo exige acción enérgica. Atenderé su reclamo.

El narcotráfico se ha convertido en un grave riesgo para la seguridad de la Nación y para la salud de los mexicanos. Su combate es ya razón de Estado. Crearé una nueva área en la Procuraduría General de la República dedicada a su exclusivo combate, con más personal y mayor adiestramiento. Elevaremos las sanciones por su tráfico y perseguiremos con energía redoblada a sus promotores, sean quienes sean.

Nos abocaremos con realismo, con ingenio, a la construcción de una eficaz red de servicios básicos en todos los estados de la República.

La responsabilidad gubernamental no puede ni debe asumir sola la solución a este problema. Muchos sectores de la población pueden contribuir. Los objetivos son claros: en materia de alimentación, garantizar la oferta tanto en el campo como en la ciudad, regular el mercado de básicos y disminuir la inflación. En el área de abasto, transformar las redes de comercialización y asegurar una política clara, explícita y transparente en el uso de subsidios que sean absolutamente indispensables.

En materia de salud, ampliar los servicios de atención primaria, elevar su calidad, sobre todo en la atención cordial al público, y fortalecer la descentralización del sector, junto con la modernización de su infraestructura.

Mantendremos metas elevadas en materia de vivienda, primer espacio concreto en el que se desenvuelve la vida, se forman las costumbres, se enraízan los valores y la moral. Haremos que se respete y se renueve el medio ambiente. Tendremos que aprender a vivir sin contaminar, cambiando nuestras actitudes y conductas, sin excepción, porque a todos nos afecta.

Procederemos de inmediato con acciones que permitan fortalecer el ingreso de pensionados y jubilados, que entregaron sus esfuerzos por el bien de nuestra Patria.

Tarea principal en los próximos años será la de asegurar cantidad y cobertura suficiente en materia educativa, pero la prioridad será alcanzar la calidad que requieren sociedad y economía. Si nos rezagamos en la revolución del conocimiento, estaremos cancelando el futuro. Canalizaré recursos crecientes a la educación básica y media.

Responderemos al reclamo de los centros de educación superior para fortalecer sus tareas y el nivel de vida de profesores, investigadores y trabajadores. La sociedad espera, a cambio, mayor calidad en la preparación que se dé a los jóvenes y mayor dedicación de ellos al estudio.

Quiero decirles a los maestros de la Patria que su labor es fundamental: tienen la grave responsabilidad de educar a nuestros hijos en un ámbito de libertades. Pero estoy convencido de que para pedirles más calidad tendremos que mejorar su nivel de vida. Cumpliremos el compromiso tomado con los maestros para que así ellos puedan cumplirle a México.

Instruyo al Secretario de Educación Pública para que convoque en el plazo más breve a maestros, padres de familia y organizaciones responsables, en el marco de la libertad de educación, e integre un programa que permita realizar la gran transformación del sistema educativo, sin el cual el país no podrá modernizarse ni alcanzar la equidad.

Convoco respetuosamente a los señores gobernadores a utilizar eficazmente este compromiso de la Federación por más seguridad y mayor nivel de vida para los estados. Estoy convencido de que ustedes, en el ámbito geográfico de su responsabilidad, responderán con talento y eficacia ante este intenso clamor de sus ciudadanos.

En la capital de la República, sumados a necesidades sociales y productivas, dos reclamos recorren cada vivienda, cada familia, cada centro de trabajo: más seguridad y menos contaminación. La capital está en crisis de salud y de seguridad. Los habitantes del Distrito Federal están hartos de promesas de la autoridad frente a la creciente inseguridad; al presenciar familiares o amistades vejados o abusados y que sus hijos padezcan ya los daños de la contaminación, doy instrucciones precisas, urgentes y enérgicas al jefe del Departamento del Distrito Federal para que actúe de inmediato con acciones eficaces, alentando la participación de la comunidad para abatir el delito y la contaminación. La ciudadanía ha dicho que ya basta, no puede esperar y tiene razón. Actuaremos con firmeza y también con oportunidad.

CONCIUDADANOS:

Estos tres acuerdos nacionales para la democracia, el desarrollo y la justicia requieren corresponsabilidad, compromiso y acción. La nueva realidad de México y los justos reclamos de nuestros compatriotas los hacen indispensables; exigirán una enorme labor de concertación política y comunicación social para cumplir con su cometido. De sus resultados dependerá el rumbo futuro de la Nación; en nuestras manos está hacerlo realidad. Hay que sumarnos y realizar el esfuerzo adicional que exigen: México lo necesita, nuestros hijos se lo merecen.

La consecución de los tres acuerdos nacionales hará que nuestra voluntad en el exterior lleve no solamente la fuerza del Estado, sino también la de la sociedad entera.

La respuesta al desafío internacional de México, a su vez, retroalimentará la realización exitosa de los acuerdos internamente pactados.

La norma del comportamiento exterior de México permanecerá inalterable: la no intervención y autodeterminación de los pueblos; la cooperación internacional para el desarrollo; la resolución pacífica de los conflictos; la búsqueda de la paz; la proscripción de la amenaza o el uso de la fuerza en las relaciones internacionales, y la igualdad jurídica de los Estados.

Si somos celosos por tradición, casi por naturaleza, de nuestra independencia política, debemos comprender, sin menoscabo de ello, que en el mundo contemporáneo las distancias y los tiempos casi no existen.

Las relaciones económicas, sociales y culturales se vuelven cada vez más interdependientes. Hay más interdependencia entre ricos y pobres, entre poderosos y débiles, entre el norte y el sur, el este y el oeste; modernizar el país en este sentido, quiere decir abrirnos al mundo contemporáneo reafirmando nuestra identidad.

Buscaremos nuevos equilibrios con los Estados Unidos de América, ámbito de oportunidades y delicadas diferencias. Atenderemos los agudos problemas bilaterales de la deuda y del comercio; combatiremos sin cuartel al narcotráfico y protegeremos los derechos humanos y laborales de nuestros trabajadores migratorios. Estos retos nos exigen, por respeto a nuestros pueblos, el más decidido esfuerzo de acción concertada y colaboración respetuosa.

Con Canadá estrecharemos aún más nuestra relación. La similitud de nuestras dificultades y el nuevo escenario mundial reclaman una vigorosa política de relación con América Latina y el Caribe, que fortalezca nuestra identidad regional y abra espacios efectivos al desarrollo y a la democracia. Sé que esta visión de México coincide con la de las naciones latinoamericanas.

Quiero saludar aquí a los destacados jefes de Estado y de gobierno de la República Argentina, doctor Raúl Alfonsín; de Belice, señor Manuel Esquivel; de Colombia, doctor Virgilio Barco; de Cuba, comandante Fidel Castro; de Honduras, ingeniero José Simón Azcona; de El Salvador, ingeniero José Napoleón Duarte; de Guatemala, licenciado Vinicio Cerezo, y de Nicaragua, comandante Daniel Ortega.

Su presencia en nuestro país ratifica una firme voluntad de afianzar los acercamientos y abrir paso a una etapa de integración entre nuestras naciones.

Reciban ustedes mi agradecimiento y lleven a sus pueblos la ratificación del compromiso de México con América Latina y el Caribe.

Fortaleceremos nuestra relación con la dinámica integradora de la Comunidad Europea; abriremos nuevos y más amplios cauces de comunicación y relación con la Cuenca del Pacífico, en especial con Japón, país con eI que nos hermana esfuerzo y profundidad cultural; con la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas mantendremos nuestra relación de amistad, al igual que con la India; con la República Popular de China buscaremos seguir ampliando la cooperación, así como con los países de Asia y África; con todas las naciones con las que tenemos lazos de amistad y entendimiento, promoveremos relaciones fructíferas y respetuosas. El beneficio económico y político para México será innegable. Agradezco la presencia de sus delegaciones oficiales.

Asumo con orgullo la elevada responsabilidad de Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas Mexicanas. Desempeñaré tan honroso cargo, velando en todo momento por la independencia y la soberanía del país, la integridad de su territorio y la seguridad nacional; lo haré con estricto apego a la Constitución y a las leyes que nos rigen, así como a las normas de la convivencia institucional. Surgidas del pueblo y comprometidas inquebrantablemente con sus más caros ideales y anhelos, las Fuerzas Armadas son ejemplo de patriotismo, lealtad institucional, espíritu de solidaridad y sacrificio, y vocación pacifista y democrática.

Buscaré fortalecerlas y modernizarlas, incrementando su eficiencia operativa y administrativa. Impulsaré la superación del nivel profesional, moral y económico de sus miembros y de sus familias. Reconozco la valiosa contribución de nuestros soldados y marinos al desarrollo del país, y me alienta la convicción de que habré de contar con su firme respaldo y lealtad, en la magna tarea de forjar el México vigoroso, justo y democrático, al que todos aspiramos.

HONORABLE CONGRESO DE LA UNIÓN:

Cumpliré con el mandato que me dieron las mayorías del país. Para hacerlo, reitero que gobernaré para todos. Es propio de cada inicio de un nuevo gobierno llamar a la unidad de los mexicanos, porque sabemos que las tareas divididas y encontradas tan sólo consiguen degradar el ánimo y ocultar la esperanza de la sociedad.

Hoy, el llamado a la unidad es más profundo y más riguroso; es una necesidad de sobrevivencia colectiva y es, por tanto, propósito central de mi gobierno.

Todos tenemos la responsabilidad de mantener la paz social, tesoro que nos heredaron nuestros antepasados y que estamos obligados a conservar para nuestros hijos; todos tenemos una responsabilidad en la recuperación de México. Unidos es poco lo que no podamos alcanzar; divididos es mucho lo que dejaremos de lograr.

Vamos al encuentro de la nueva unidad nacional, unidad sensible a las demandas de las mayorías, unidad de solidaridades y corresponsabilidad. La unidad demandará lo mejor de nosotros mismos: ánimo para vencer obstáculos, arrojo para conjugar acciones y propósitos.

Vamos a ir construyendo una sociedad de corresponsabilidades. Se trata de una tarea comprometida en la que todos tenemos que participar. Pido solidaridad para afirmar logros y acrecentarlos.

Vamos a construir una sociedad donde demandas e inquietudes encuentren cauces para expresarse. El pueblo de México nos exige cosas sencillas, pero no menos profundas: cumplir las promesas, hacer lo que se dice, responder a lo pactado.

El mexicano quiere cambios que eleven su bienestar, respeten su dignidad y garanticen su seguridad. Asumo la responsabilidad de responder a este reclamo. Para cambiar, actuemos; hagámoslo ya. México no está detenido; está inmerso en una enorme dinámica. Esto es lo que podemos hacer cada uno, para que juntos sigamos cambiando.

Con nuevas prácticas podemos actualizar las relaciones entre el Estado y los campesinos, desterrar el paternalismo, protegiendo a los más débiles y dándoles amparo y defensa; reconocer en los hechos la probada capacidad de los hombres del campo para organizarse y ser conductores de su propio destino.

Seré promotor del nuevo modo de vida campesino, donde su trabajo se traduzca en ingresos justos y bienestar. A ellos los convoco a un esfuerzo adicional en el empeño de producir más y mejor, y de asumir de manera plena y responsable el control de sus organizaciones.

Con nuevas relaciones podemos fortalecer la vinculación entre el Estado y el movimiento obrero, dando prioridad al empleo y a las medidas para restituir el valor de su salario. Me comprometo a formular con las organizaciones de los trabajadores las bases de la nueva legislación laboral del siglo XXI.

Será indispensable su participación para orientar la modernización en condiciones de justicia y de productividad. Reconozco y destaco la gran tarea de los trabajadores al servicio del Estado. Fortaleceremos su nivel de vida y haremos que se reconozca la importancia de su labor.

Vamos a cambiar las relaciones entre el Estado y los grupos populares y medios. Promoveré las condiciones para la participación y la organización. Encontrarán en mi gobierno una actitud abierta, flexible y de respuesta a sus demandas.

Me apoyaré en el diálogo permanente para promover el cambio y forjar una nueva cultura urbana. Exhorto a los profesionales, a los pequeños comerciantes, a los trabajadores en los servicios, a todos los hombres y mujeres de nuestras ciudades, a canalizar su gran vitalidad transformadora hacia metas constructivas.

Vamos a estrechar las relaciones del Estado y los intelectuales. A través de un nuevo Consejo del Programa Nacional de Cultura, promoveremos participativamente el florecimiento cultural, la investigación científica y tecnológica y el ejercicio de la creatividad dentro del más cabal y amplio concepto de la libertad, porque es claro que sin libertad no hay cultura, ni verdadera educación, ni genuino desarrollo.

Abriré los medios electrónicos de comunicación del Estado al libre flujo de las ideas y las imágenes, la crítica y el debate.

Vamos a modernizar al Estado y a la prensa. Avanzaremos hacia una mejor relación entre medios y gobierno, entre medios y ciudadanos.

Reitero mi respeto absoluto al ejercicio pleno y responsable que los medios hagan de la libertad de expresión, acción vital para la democracia y para el buen gobierno.

Con los empresarios reitero mi compromiso de generar un ambiente propicio para la inversión privada y, con ella, para la creación de empleo y bienestar.

Estoy decidido a apoyar al empresario moderno que arriesga su capital y su talento, sensible y respetuoso de las demandas de los demás grupos de la sociedad.

Daremos reglas claras y certidumbre en las acciones del gobierno; simplificaremos regulaciones que obstaculizan la producción y solamente alimentan burocracias; promoveremos los flujos de inversión extranjera en el marco de nuestras prioridades y con el propósito de generar empleo, transferencia tecnológica y aumento de nuestras exportaciones.

Pido a los empresarios invertir y reinvertir, con visión moderna y emprendedora, y seguir comprometiéndose en la estabilidad económica porque es en el interés de todos.

Tenemos que cambiar la relación con los jóvenes. Yo ofrezco recoger su entusiasmo inconforme, su solidaridad intuitiva y espontánea, su agudo sentido de la justicia. Responderé a su demanda por mejor educación, de creación de oportunidades de trabajo digno y bien remunerado, de apertura de facilidades de esparcimiento, para evitar los riesgos de vicio y drogadicción. En especial pondré en marcha un programa sin precedente de promoción al deporte, tal como lo comprometí.

Les pido que mantengan su inconformidad, aumenten su participación organizada y ratifiquen su orgullo de ser mexicanos.

Vamos a asegurar la plena incorporación de las mujeres a la vida nacional. Vigilaré, en los hechos, que se respeten los derechos de la mujer y se abran más oportunidades a su desempeño.

Desterremos para siempre prácticas atávicas en el trabajo, en la vida política, en la fábrica y en el campo.

Lo he dicho y lo reitero: a igual capacidad, igual oportunidad, porque queremos hacer de la sociedad mexicana una escala de mérito y no de discriminación entre hombres y mujeres.

Salvaguardar la integridad física y moral de la mujer será siempre prioridad de mi gobierno. Valoro el doble esfuerzo de la mujer mexicana en la familia y en el trabajo. Sé que seguirán participando activamente en la transformación del país.

Creo en las causas de las mujeres. Sus triunfos serán victorias para México.

Cambiaremos, Estado y sociedad, nuestra actitud de conducta hacia los niños. Daremos una atención privilegiada a sus necesidades. Ellos son razón de nuestro empeño.

Promoveremos acciones de impacto y fortalecimiento a la familia, que es el núcleo que reproduce nuestros valores esenciales.

Para atender mejor a la niñez, primero debemos cuidar más a la familia. Haremos un esfuerzo sin precedente por aliviar las necesidades básicas de Ios niños de México. Inculquemos en ellos los valores del respeto a sí mismos, de la dedicación al trabajo, de la honestidad, de la justicia, de la libertad, del aprecio por el esfuerzo de sus padres, de su comunidad y de su Patria.

A mis colaboradores exigiré, sin apelación a ligas de amistad, el eficaz cumplimiento de sus deberes, el más escrupuloso y honesto de los comportamientos personales y el mayor de sus esfuerzos.

Al protestar hoy cumplir el mandato del pueblo como Presidente de México, declaro que asumo con solemnidad mi cargo; que abrazo mi responsabilidad con ánimo, y con pasión el servicio de la República. ¡En mí no hay temor ni desencanto, hay firmeza y optimismo!

Respeto y aprendo de nuestra historia. Tengo por sagradas nuestra soberanía e independencia, amo a mi tierra y a mi gente. Al entregarme a México ausentaré mis fuerzas y alargaré mis días. Ésta es mi vocación y ésta mi convocatoria.

MEXICANOS:

Construir un país no es hazaña de un solo golpe de heroísmo, es tarea cotidiana, tarea repetida de hombres y mujeres. Nuestras creencias, nuestras costumbres, nuestro lenguaje, todo lo que ha ido construyendo a México a través de los siglos, todo ello constituye una reserva infinita de fortaleza y reciedumbre. ¿Cómo negar, sin embargo, los inmensos rezagos que por instantes parecen cerrarnos el horizonte? No falta quien en estas circunstancias se hunda en la desesperanza, el cinismo o el temor; no falta tampoco quien busque sacar ventaja personal del desconcierto, pero a la inmensa mayoría de los mexicanos nos vincula hoy un deseo y una convicción: el deseo de abrir y ver claro el horizonte de la Nación, la convicción de que lo alcanzaremos sólo si lo concebimos como una obra conjunta.

Una Nación es una comunidad que comparte un pasado y un futuro: un pasado, es decir, una historia, una cultura y valores esenciales a su tradición; y un futuro, un proyecto histórico que une a las voluntades dispersas en una tarea común. Pacto entre el pasado y el futuro, la Nación es la memoria de lo que hemos sido y la afirmación de lo que habremos de ser.

Si la nostalgia por el pasado fuera más fuerte que nuestra decisión de enfrentarnos al mañana, la Nación se repetiría a sí misma, hasta no ser sino la sombra de lo que fue; si, por el contrario, la memoria de lo que fuimos nos abandonara, nuestra identidad acabaría desvaneciéndose.

Por eso, para que los mexicanos seamos fieles a nuestro pasado, debemos marchar adelante para darle cuerpo y nombre al porvenir.

Sin desconocer sus riesgos, encuentro en la situación, actual, en vez de un motivo para el desaliento, una razón para encender nuestro ánimo. A cada golpe de la adversidad hemos respondido con paciencia, tenacidad y decisión; hemos resistido, hemos persistido y al final, estoy seguro, ¡venceremos!

Hace más de 3 mil años nació en México una civilización; desde entonces, aun en los periodos de discordia civiles y de catástrofes sociales y naturales, los mexicanos no hemos cesado de trabajar, de crear y de construir; las ideas han cambiado, cada época tuvo las suyas; pero lo que no podemos permitir que cambie es la solidaridad entre nosotros, la fe en México y su destino. Nuestro pasado es algo mejor y más vivo que un motivo de justo orgullo, es un ejemplo, un acicate y un estímulo; es una invitación a pensar, por nuestra cuenta, y liberar el genio inventivo de nuestro pueblo; la Nación nos pide poblar el porvenir con obras que respondan con dignidad e imaginación a las que hicieron nuestros abuelos; el pasado de México mira a los jóvenes de hoy y esa mirada es un llamado al esfuerzo creador; México ha sido y tiene que ser para todos nosotros una incesante memoria y un diario y permanente nacimiento.

COMPATRIOTAS:

Reafirmemos el orgullo de ser mexicanos, no pidamos que nos den confianza, hay que dársela a México; no escatimemos nuestro esfuerzo a la Nación, hay que entregarlo sin reserva, generosamente y sin condición; no esperemos soluciones, aportémoslas; miremos a los ojos de nuestros hijos y hablémosles con orgullo de lo que fuimos y de lo que somos capaces de hacer, encabecemos el justo reclamo de los jóvenes por un mejor porvenir; recobremos el ánimo, mostremos el optimismo; sigamos dando la lucha con alegría.

México vive erguido y firme porque tiene ante sí la victoria; tengo fe en los mexicanos; presidiré su esfuerzo, defenderé su dignidad, alentaré su emoción. Constituimos una gran Nación; mostrémosla con orgullo ante el mundo.

Frente al desafío, demostremos, una vez más, en los hechos, la grandeza mexicana.

¡Nuestra Patria triunfará! ¡Que viva México!