Home Page Image
 

Edición-2020.png

Selección de textos y documentos:

Doralicia Carmona Dávila

© Derechos Reservados
ISBN 970-95193

Este Sitio es un proyecto personal y no recibe ni ha recibido financiamiento público o privado.

 

 
 
 
 


1965 Discurso en el Día de la Radiodifusión

Gustavo Díaz Ordaz
6 de Octubre de 1965

Es muy grato reunirme con ustedes en este día en que juntos celebramos una forma más de la libertad de expresión: la que se realiza a través de la radio y la televisión.

Estos potentes medios de difusión, que el Estado ha depositado en su manos, han acercado a los hombres, superando todas las distancias.

Ningún medio de difusión ha abierto tantas y tan vastas posibilidades para extender el mensaje del espíritu humano. Hoy día, es cosa común y corriente ya no sólo oír, sino también ver, en el instante mismo en que sucede, lo que acontece en otros continentes, merced a ese prodigio de la técnica llamada Pájaro Madrugador.

Esto hace que ningún país sea lejano y que todos los hombres sean nuestros prójimos. Hoy podemos, en verdad, decir que "nada de lo humano nos es ajeno".

Resulta, pues, indispensable que los canales de la radio y de la televisión sean, en todo momento, caminos para el entendimiento la comprensión y la fraternidad y, por otra parte, la interdependencia de los pueblos, por la facilidad enorme de las comunicaciones, nos pide como Nación que nuestros mensajes todos sean espejo fiel y expresión auténtica de lo nacional, para firmar así diaria y permanentemente la soberanía real y espiritual de nuestro pueblo.

El aprovechamiento de las ondas hertzianas para transmitir sonidos e imágenes, como todo acontecer, vino a plantear un nuevo problema a los legisladores y a los juristas. El concepto tradicional que se tenía de los medios de expresión del pensamiento se vio radicalmente modificado.

Es por eso que el Gobierno Federal otorga las concesiones o permisos, señalando frecuencia, potencia y longitud de onda. De no ser así, privaría el desorden perjudicial a la Nación, al público que ve y escucha, a los anunciantes y a los propios radiodifusores.

Pero además de las anteriores razones jurídicas, técnicas y prácticas, el Estado tiene otro interés, mayor todavía, en vigilar el contenido de las transmisiones y es el de evitar que se lesionen los intereses de terceros, se ofenda la moral, se perturbe el orden público o se provoque la comisión de delitos. Porque es éste un vivo interés del pueblo, se convierte en una ineludible obligación del Gobierno.

El Derecho, algunas de cuyas funciones son, como afirma un ilustre escritor contemporáneo "someter la economía a la ética" y ordenar la relación de los hombres entre sí y con sus intereses, tuvo que estudiar y precisar características de esta nueva industria.

Radio y televisión son medios de difusión, no de simple comunicación; es decir, que la emisión no está dirigida a un corresponsal determinado, sino al público en general. Esta característica le otorga un carácter eminentemente público.

El Estado no es dueño del medio de propagación -toda vez que el éter no es susceptible de apropiación-, pero sí su regulador exclusivo.

Así lo señaló el legislador mexicano cuando creó la Ley especial par radio y televisión. Pero aparte de los preceptos prohibitivos, cuya violación trae consigo la sanción correspondiente, más por la ofensa que pueda causarse a la sociedad, que por la violación formal del precepto, la radiodifusión tiene obligaciones positivas que cumplir, tales como contribuir a elevar el nivel de vida de nuestro pueblo en todos los órdenes, velar por la propiedad del idioma, conservar y exaltar los valores de la mexicanidad, fortalecer nuestras convicciones democráticas, vigorizar nuestra unidad nacional y estimular la cooperación internacional.

Es cierto que ustedes representan una industria y, como tal persiguen un legítimo lucro. La labor puramente comercial que realizan al servicio de industriales y comerciantes, sirve, de modo indirecto, a la multiplicación de las transacciones que, a su vez, van creando las fuentes de producción y de ocupación que el país tanto necesita.

Ustedes, en su trabajo diario, acercan a quien produce con quien necesita de los productos o servicios; son intermediarios eficaces del tráfico comercial, a través de la publicidad. Sin mercado no hay industrias y la labor de ustedes coadyuva a la ampliación de mercados, al aumento de los consumidores y, por ende, al incremento de la actividad industrial. Debemos y queremos superar nuestras necesidades y esto sólo podremos lograrlo con la producción abundante, que a su vez es generadora del bienestar. A este fin deben confluir los esfuerzos de todos los mexicanos.

Pero, amén de esta función económica -la de servir al anunciante que busca aumentar el consumo de su producto por medio de la publicidad-, tienen ustedes una social: servir al pueblo. Este servicio lo prestan mediante la realización de tres tareas: la informativa, la cultural y la recreativa. Con las tres deben contribuir al mejoramiento de la formas de convivencia humana.

Mantener informado al pueblo de los acontecimientos nacionales y extranjeros, es misión que exige un alto sentido de responsabilidad y el ejercicio de un sano criterio. El uso de la libertad reclama juicio equilibrado y preparación profesional del radiodifusor, el escritor y el perifonista. Libertad y responsabilidad son términos inseparables. El cumplimiento cabal de esta tarea demanda cada día mayor preparación.

La radiodifusión es un espejo de la vida del pueblo; a través del radio y la televisión se manifiestan la música popular, folklórica y clásica, la divulgación científica y técnica, la literatura, el teatro, muchas y variadas expresiones de la plástica, la poesía y el periodismo informativo y crítico.

Pretender aplicar el aforismo de Lope, de que al vulgo que paga hay que hablarle en necio, sería necio de verdad, ya que el público seguiría demandando programas de mal gusto, si no se le brinda la oportunidad de conocer algo mejor. Al progreso alcanzado por la radiodifusión mexicana en lo técnico, no corresponde el logrado en otros órdenes Ustedes deben y pueden esforzarse por elevar en forma gradual el gusto popular, hasta alcanzar niveles que hoy podrían antojársenos demasiado altos.

No es función única de la radio y la televisión en México la educativa y la cultural; pero contribuye a ellas y debe hacerlo cada día en mayor proporción y con mayor eficacia, desde la modestísima y al mismo tiempo elevada misión de enseñar las primeras lemas, hasta la divulgación de las más elevadas manifestaciones de la cultura.

Es justo señalar, y yo me complazco en hacerlo, que ustedes han colaborado con entusiasmo, y con el mayor desinterés económico, en campañas de importancia nacional, tales como las educativas, conservación y reparación de escuelas, seguridad industrial, higiene, preparación de los censos, de la función electoral, superación personal y otras; pero al mismo tiempo, he de insistir en que es mucho más todavía lo que, en adelante podrán emprender en bien de México. Es evidente que todas las anteriores son otras tantas facetas de la vida de la Nación; pero es preciso aceptar también que cada una de ellas puede presentarse en su valor positivo o en su expresión negativa. Si en todos los medios de expresión esto es así, resulta más notorio en la radio y la televisión, a través de los cuales no sólo las palabras y las imágenes empleadas, la forma cíe expresión, sino aún la entonación y el énfasis con que se emitan pueden determinar el alcance positivo o negativo de una transmisión.

Es tan poderoso para destruir el medio de difusión que el Estado ha confiado a su responsabilidad, que exige el mayor cuidado y los mejores afanes.

Comprendo que a veces es difícil determinar para cada tino de ustedes cómo deben presentarse las informaciones, los comentarios, los acontecimientos o los espectáculos para servir positivamente y no para destruir; sin embargo, hay importantes normas para guiar la conducta.

La primera de ellas consiste en ajustarse a la Constitución y a las leyes en vigor.

Sus transmisiones, desde la promulgación de la Ley Federal de Radio y Televisión en 1960, se han venido desarrollando sin cortapisa gubernamental alguna para la libre expresión de la palabra y de la imagen, sin más limitaciones que su criterio y su propia conciencia. A nombre del Gobierno que me honro en presidir hago público reconocimiento de que en lo general, esas emisiones se han apegado satisfactoriamente a lo que disponen nuestros preceptos legales.

Porque el país vive en el respeto de las libertades, corro la manera más eficaz de robustecer la democracia. Libertarles normadas por lev y reguladas por el Estado para bien de la sociedad. Democracia y libertad no toleran, ni pueden permitir, aquellos actos abusivos que tiendan a ciar muerte a la libertad y a la democracia. El imperio de la les, el vivir dentro de un régimen de derecho implica la prevalecencia de los principios y procedimientos que garantizan la dignidad del ser humano y la subsistencia de las instituciones que están a su servicio.

Según el insigne Morelos, la buena ley debe ser "superior a todo hombre, que obligue a constancia y patriotismo, modere la opulencia y la indigencia, y de tal suerte se aumente el jornal del pobre, que mejoren sus costumbres y aleje la ignorancia..." Ustedes, señores radiodifusores, aplicando la ley que les dio la libertad de expresarse a través de los modernos medios de llegar a todos los hogares, deberán procurar con su esfuerzo el logro de esas metas.

Es tal la potencia de los medios que están bajo su responsabilidad por su inmediatez, alcance y penetración, por entrar al hogar y llegar incluso a quien no sabe ni leer, que su mal uso podría causar graves lesiones al pueblo a quien deben servir; su manejo adecuado, en cambio, puede ser de incalculables beneficios. Estas afirmaciones, que son evidentes, los obligan a colocar siempre, por encima del interés comercial, el bien de México.

De ahí que otra buena norma para encontrar la fórmula adecuada de servir positivamente a los mejores intereses de nuestro pueblo sea pensar siempre, antes de dar una noticia, antes de emitir un comentario, antes en fin, de realizar una transmisión si se sirve a la verdad o no, si se ayuda a la concordia de los mexicanos o se fomentan sus diferencias y rencores, si se concurre a realizar la justicia o se atiende a preferencias personales, se coopera a conservar y vigorizar nuestras libertades o se atenta contra ellas, si se fomenta la solidaridad internacional o los odios entre las naciones, si se contribuye a esa ingente, indispensable, eminente misión de todos de buscar incansablemente la paz ente los hombres y entre los pueblos.

Los invito, señores radiodifusores, y con ustedes a todos los mexicanos, a mantenernos unidos en la lucha tesonera e infatigable por obtener el bienestar del pueblo y el engrandecimiento de la Nación. En esta tarea que ustedes realizan, y en muchas otras en las que participamos tantos millones de mexicanos, sigamos esta consigna: que la palabra esté siempre al servicio de la idea y ésta sea esclava de la verdad. Mensaje de paz, de concordia y armonía, de progreso y esperanza, de fe y confianza en México ha de ser cada programa que lancen al Tare, de esta manera servirán eficaz y lealmente a nuestra Patria.