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Selección de textos y documentos:

Doralicia Carmona Dávila

© Derechos Reservados
ISBN 970-95193

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1962 Discurso improvisado por el primer mandatario desde el balcón central de Palacio Nacional, a su retorno al país

Adolfo López Mateos
México, D.F., 24 de Octubre de 1962

Al reintegrarme físicamente al suelo de la patria, de la cual ni por un instante se alejó mi pensamiento, quiero saludar en ustedes, compatriotas, a todo el pueblo de México, en cuyo nombre y para cuyo servicio, emprendí un viaje de buena voluntad, correspondiendo las visitas que los jefes de gobierno y de Estado de India, Japón, Indonesia y Filipinas, habían hecho a México.

Llevé la clara voz de México, la voz del pueblo de México. Hablé con el lenguaje con que hablamos los mexicanos: de fraternidad y de amistad, de dignidad y de levantado espíritu de justicia. Hablamos, sobre todo y por sobre todo, de la paz y de la urgencia de conserva'la.

En la India, estrechamos vínculos de amistad con un pueblo de vocación pacifista y se establecieron bases para un futuro y un mayor intercambio cultural y comercial.

En Japón, admirarnos el esfuerzo de un pueblo magníficamente organizado, que ha podido reconstituir su economía y que está ahora en condiciones adminirables para poder entablar, con él los mejores y más fructíferos lazos. Entendió, con nuestra simpatía, la posición vertical de México, y con él platicamos, para establecer bases fecundas para el aprovechamiento de la técnica y del capital japonés y para el establecimiento de más relaciones comerciales benéficas para México.

En Indonesia, nos sorprendió gratamente encontrarnos con un pueblo abierto y generoso, luchador y esperanzado; un pueblo que admira y quiere al pueblo de México; que conoce sus luchas de 150 años por la libertad, la independencia, la dignidad de la persona humana y la justicia social. Con él nos entendimos cordialmente y nuestros tratos personales con su presidente Sukarno rebasaron el simple protocolo para hacerse francamente fraternales. Al gran mandatario de Indonesia y al pueblo indonesio, le debemos un calor amistoso que ellos nos brindaron desbordadamente.

En Filipinas, nos sentimos como en una prolongación del propio hogar. Hallamos, en el pueblo filipino, costumbres y tradiciones, lengua, moral, anhelo y un pasado común, todo semejante a lo nuestro. Nos sentimos como en la propia casa. Sólo tuvimos que reanudar un diálogo que interrumpió la historia, pero que esperamos, fundadamente, sea tan fructífero como el que mantuvimos con Filipinas durante 250 años.

En todas estas tareas, en todos estos afanes, el grupo de distinguidos mexicanos que me acompañó, cada uno en su tarea específica, hizo su parte por lograr mayor comprensión, más afecto, más buena voluntad hacia México.

Los representantes de la prensa nacional, los representantes distinguidos los iniciativa privada, los líderes de trabajadores, todos los que acudimos a este viaje, repito, todos los que me acompañaron, hicieron su parte por la amistad de los pueblos y por la fraternidad universal.

El motor fundamental en cada una de mis actuaciones, en los distintos escenarios en que tuvimos que hablar en nombre de México, fue el tema de la paz. Siempre consideramos que la tarea más urgente y más importante de llevar al cabo era esa: la de hacer entender a todos los pueblos visitados la urgencia de unir voluntades, de sumar esfuerzos para preservar, para conservar la paz, como unico ámbito en que el hombre puede desarrollarse para alcanzar sus metas de dignidad, de justicia social y los pueblos su libertad, su independencia y su decoro.

Ya en vuelo, de retorno a la patria, tuve conocimiento de la forma en que se ha hecho grave la crisis del Caribe; tan grave, que de no encontrarse perentoriamente solución adecuada, podría tornarse dramática. Nada más nefasto sería que pudiera quebrantarse la paz o se desembocara en la guerra. Una guerra sólo perjudicaría a la humanidad, a la humanidad entera; acabaría con los valores del hombre y con el hombre mismo.

México reitera su posición pacifista. Nosotros sabemos que tenemos un credo permanente en el que se han basado nuestras relaciones internacionales. Somos partidarios de la paz, del desarme completo y general, de la proscripción de las pruebas nucleares con fines bélicos, del empleo y tenencia de bombas atómicas. Seguiremos luchando por la paz. Debemos afrontar esta circunstancia con ánimo sereno, con espíritu de ponderación.

México es responsable de los pactos que ha suscrito en uso de su soberanía; formamos parte del sistema interamericano y de la Organización de las Naciones Unidas. Habremos de empeñarnos, a través de esos organismos, en encontrar las soluciones adecuadas para superar la tensión de crisis y apelamos, en nombre del pueblo de México, amante de la paz, para que quienes tienen las mayores responsabilidades mundiales en este caso y para que, todos los que tenemos responsabilidades con nuestros pueblos, nos esforcemos en encontrar soluciones idóneas; nos esforcemos porque no se quebrante la paz ni la tranquilidad humanas.

Compatriotas: llagamos votos por que pueda resolverse esta crisis en favor de los pueblos, que será por la paz.

Estamos en las filas de la democracia; lucharemos por la paz y por la libertad y, quiero decir a ustedes, compatriotas nuestros, que la misma limpieza con que llevé la banda presidencial, se mantuvo en mi viaje: torna a México limpia. Salí en servicio del pueblo, regresé en servicio de México.

Compatriotas:

¡Viva México!