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Selección de textos y documentos:

Doralicia Carmona Dávila

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ISBN 970-95193

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1962 Discurso en la comida anual conmemorativa del "Día de la Radiodifusión"

Adolfo López Mateos
México, D.F., 8 de Noviembre de 1962

Me es grato reunirme nuevamente con ustedes en esta tradicional comida, y comprobar que el desarrollo alcanzado por la radiodifusión y la televisión mexicanas las han convertido en medios cada vez más eficaces para promover el acercamiento con los hombres de otras latitudes, y para vigorizar el mejor entendimiento universal.

Ninguna fecha más apropiada que la de hoy, en la que se reúnen todos los radiodifusoras del país, para reflexionar sobre los deberes que atañen, de modo decisivo, a quienes dirigen tan ilimitados, veloces y eficaces medios de comunicación.

Al advertir el creciente desarrollo logrado por ambas industrias, cuyo alcance llega a lugares inaccesibles para otros medios de información, es oportuno señalar que su fuerza e impacto como vehículos para transmitir ideas o lanzar noticias, entraña una grave responsabilidad especialmente ahora, cuando la humanidad está urgida de comprensión y buena voluntad, y cuando hemos vivido, en el orden internacional, momentos de crisis por los que son más necesarios los conductos de orientación constructiva en defensa de los valores humanos y de su única salvaguarda: la paz mundial.

Estimamos que uno de los deberes ineludibles de la radiodifusión es servir no a la disolvencia ni a la intolerancia o el odio, en cualesquiera de sus formas, sino ser constante eco de la serenidad, de la concordia y la paz pública. Las noticias deben ser despojadas del tono que propaga intranquilidad y, ajenas a cualquier fin alarmista, habrán de limitarse a la dimensión de los hechos reales, las informaciones desmesuradas sólo sirven a fines comprometidos y siembran gérmenes de inquietud, lo que aleja a los hombres de sus metas de trabajo y seguridad, elementos que constituyen las fuerzas primarias en que la nación apoya su destino.

Resulta así que además de un deber, es un compromiso indeclinable de la radiodifusión divulgar todo aquello que contribuya a conservar la paz y la libertad del individuo, a consolidar la unidad de los pueblos y a arraigar más en nuestras patrias las doctrinas democráticas.

Para cumplir debidamente su tarea, la radio y la televisión no deben concretarse a ser simples medios de esparcimiento, sino también antenas alerta de la enseñanza popular, de la difusión cultural, de las edificantes tradiciones históricas y morales legadas por nuestros antepasados, y erigirse en guardianas celosas de la limpieza de nuestro idioma, con el cual expresamos nuestro pensamiento y emoción humanos.

Debemos insistir, por otra parte, en que las necesidades de las grandes mayorías de nuestros países, siguen requiriendo de inmediatos satisfactores y de apremiantes soluciones a problemas seculares y endémicos, y que la radio y la televisión, como ya va ocurriendo afortunadamente en muchos casos, deben auxiliar a los programas de educación elemental, las campañas sanitarias y la lucha por alcanzar índices más altos de producción.

Ahora, cuando el adelanto electrónico ha hecho posible que la televisión sea captada en más amplias zonas del país, espero que todos quienes dirigen e intervienen en esta industria que cuiden especialmente que sus transmisiones no afecten la moralidad y el decoro del hogar y de la familia -donde está la unidad básica de la patria- y que preserven la pureza de las mentes infantiles, pues de una niñez deformada no podrán surgir los ciudadanos con la capacidad intelectual y ética que necesita el futuro de México. Las nuevas generaciones construirán su vida con los elementos que nosotros les hayamos transmitido para hacerlas efectivas herederas de los más valiosos bienes de la cultura y de la civilización, así como más solidarias y tolerantes para los demás pueblos de la Tierra.

Amigos radiodifusores: Tres años después de que el Congreso de nuestro país aprobó las reformas a la Ley de Radiodifusión, nos, es grato reconocer que esa industria ha dado muestras de un alto sentido de responsabilidad al hacer uso de la libertad irrestricta que le fue otorgada. Los dirigentes, locutores y técnicos de la radiodifusión mexicana han sabido cumplir el compromiso que adquirieron al aceptar esa libertad, usando de ella en beneficio de los intereses del país y para el mejor servicio de su público.

Al agradecer las palabras que a nombre de ustedes han expresado los señores licenciados José Luis Fernández y Luis Enrique Enciso, quiero anunciarles que en breve será promulgado el reglamento de la Ley de Radiodifusión, y estoy seguro de que el mismo sentido de responsabilidad que ustedes empeñan en el mejor uso de la libertad que les fue otorgada, será puesto para la correcta observancia del reglamento por expedirse.

El gobierno, como es su invariable norma de conducta, respeta el derecho a todas las libertades que las leyes otorgan, y confía, una vez más, en todos los que intervienen en esa industria, para que no olviden que la velocidad de la palabra hablada obliga a que se le mida con despierto criterio. La voz del hombre y la formulación de su ideario nunca tuvieron un ámbito de expansión tan amplio como el que ahora se emplea a través de la radio, razón por la cual el profesional de la radiofonía debe asumir una responsabilidad paralela a tan poderosa capacidad difusora.

Expreso mi deseo de que continúe el progreso de la industria electrónica y que coopere a estrechar enlaces espirituales que permitan que los avances de la ciencia sean para el servicio del bienestar y de la libertad individual y no para convertir a la ciencia misma en un peligro que amenace la supervivencia humana.

No podría terminar este diálogo con los radiodifusores del país sin formular un voto: ahora que crece el anhelo de todos los hombres para que desaparezca el peligro de una conflagración cuyas proporciones son imprevisibles, en este día y desde este lugar, exhorto a todas las radiodifusoras y televisoras del continente a elevar su clara y definida voz a favor del cese absoluto de las pruebas nucleares con fines bélicos. Al invitarlos á sumarse a esta demanda, les sugiero que invoquen el derecho de la humanidad a conservar su propia existencia y a la urgencia de que todos los pueblos impongan su voluntad de convivir pacíficamente dentro de la igualdad jurídica de los Estados y el respeto que deben guardarse entre sí.

En lo que toca a nuestro país, sigamos adelante, con fe en nuestro porvenir: sigamos trabajando en la construcción de una patria grande, convencidos de que, por encima de todo, lo esencial es servir bien a México.

Adolfo López Mateos