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Selección de textos y documentos:

Doralicia Carmona Dávila

© Derechos Reservados
ISBN 970-95193

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1962 Discurso al concluir el desfile del "Día del Trabajo"

Adolfo López Mateos
Palacio Nacional, 1º de Mayo de 1962

En este día en que se recuerda a los héroes y mártires de las históricas luchas proletarias -declaró el jefe de la nación-, saludo a la clase trabajadora mexicana.

La manifestación de hoy, pletórica de sentido popular, ha demostrado la energía de las organizaciones de trabajadores y, al mismo tiempo, su anhelo de unidad en la senda del progreso y la justicia social. El gobierno que presido mantiene invariable su convicción de que el mejoramiento de las condiciones de vida de las mayorías es la primera razón de su política de acendrado espíritu nacional. Por tanto, proseguiremos con inquebrantable decisión nuestro empeño de servir mejor, en toda la amplitud posible, a la mayoría de mexicanos que con su trabajo construyeron la patria. Este empeño de servir a nuestro seguirá expresándose, más que con palabras, en obras y servicios de utilidad social.

Los derechos obreros garantizados por nuestra Constitución y nuestras leyes deben ser acatados plenamente como una condición de la concordia y la cooperación entre mexicanos. Mi gobierno, decidido a llevar adelante la Revolución Mexicana, ha dado el paso necesario para dar cumplimiento efectivo al reparto de las utilidades que la Constitución estableció desde 1917, y la seguridad de los trabajadores en las empresas a las que sirven. Confiamos en que estas justas reivindicaciones se consolidarán legalmente en el futuro inmediato.

Profesamos un absoluto respeto a la autodeterminación de las organizaciones sindicales. Su funcionamiento eficaz, su vigor y su armonía interior deben ser también factores de saludables relaciones entre empresas y trabajadores, al amparo de la ley.

Debe grabarse en la conciencia de todos los mexicanos un axioma inviolable: no puede haber progreso definitivo para México sin justicia para los trabajadores del campo y de la ciudad.

Convertir en hechos los principios de justicia social a que nos obliga la Revolución Mexicana es abrir caminos para que, dentro de sus particulares condiciones, México avance, sin violencias ni trastornos, hacia la realización de sus más nobles aspiraciones.

Exhorto a los obreros de mi patria a perseverar en la fe de nuestro destino, que será obra, ante todo, del esfuerzo propio. Nuestro camino es el de la Revolución Mexicana, que el pueblo, con su pensamiento y su sacrificio, ha trazado.

Multipliquemos juntos, gobierno y pueblo, el esfuerzo para que no haya mexicano que carezca de pan, vestido, hogar, instrucción, salud y seguridad social.

Me complació hondamente ver reunidos, en esta espléndida manifestación, a los contingentes de todas las centrales y de todos los sindicatos. Hago votos fervientes porque esta unidad llegue a ser completa, bajo el signo de los derechos obreros y de los supremos intereses de México. La unidad nacional, que es la unidad de todos los mexicanos que quieren el progreso y la grandeza de la patria en un mundo de paz y de cooperación respetuosa, tiene su más poderosa base en las clases populares.

Envío a todos los trabajadores de México y a sus familiares mi más cordial mensaje de amistad y solidarida.