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Selección de textos y documentos:

Doralicia Carmona Dávila

© Derechos Reservados
ISBN 970-95193

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1958 Día de la libertad de prensa

Adolfo Ruiz Cortines, 7 de Junio de 1958

Siete años han transcurrido ya, desde la iniciativa feliz que logró se consagrara el Día de la Libertad de Prensa: 7 de junio de cada año. En este aniversario puedo afirmar al pueblo entero, y en particular al periodismo nacional, que la norma del gobierno no ha variado un ápice en su respeto a la libre expresión del pensamiento que consagra la Carta Fundamental de México. Tal derecho no tiene, y no debe tener, más limitaciones que las que la ley señala: el respeto a la vida privada, a la moral y a la paz pública.

¡Cuán auténtico orgullo es para los mexicanos que el gobierno y el importante sector social que integran los periodistas podamos proclamar que el robustecimiento de la libertad de las manifestaciones del espíritu significa máxima importancia en la vida ciudadana, tanto más que el progreso de las realizaciones materiales de la colectividad!

Arduas, bien arduas, han sido las luchas de los mexicanos en pos del bienestar común. En el largo y rudo batallar por lo que hemos conquistado, hemos aprendido que no hay buenos éxitos ni dádivas espontáneas sin esfuerzo, sin esfuerzo tesonero. Que tampoco hay valores que no se obtengan con trabajo incesante y denodado. Nuestra vida actual exige no sólo conservar lo obtenido: es menester superarlo.

Es indispensable recordar siempre que en la libertad de expresión esplende la soberanía del pueblo, porque interpreta sus aspiraciones y sus afanes de mejoramiento. Si no deben existir libertades privativas de individuos, grupos o sectores, si la libertad es para todos, todos debemos participar en su afianzamiento para el progreso cultural, social y económico de la colectividad, convencidos de que por modesta que sea la tarea de cada quien en la escala social, de que cualquiera que sea nuestra aportación, sin ella, sin la suma de otras aportaciones semejantes o mejores, no alcanzaremos las metas comunes de constante ascenso.

Como en los años anteriores, en este aniversario rendimos nuestro férvido reconocimiento y nuestra sincera gratitud a todos aquéllos que con su altruismo y abnegación —a veces con heroísmo—, y siempre con su ejemplo, han hecho posibles las libertades de que ahora disfrutamos. Invito a ustedes a ponernos de pie para rendir justo homenaje a los precursores de la libertad de expresión. Ellos hicieron factibles los derechos que ahora ejercitamos y que, emulándolos, con dignidad, debemos merecer, pues es misión nuestra transmitirlos, mejorados, si podemos, a nuestros compatriotas legatarios.

La libertad es el símbolo máximo de la democracia. Sin ella, el pueblo estaría expuesto a los excesos de los despotismos, carente de derechos, de garantías y aun de justicia. Hemos bregado y debemos proseguir en nuestra brega para abatir las servidumbres, en cualesquiera de sus manifestaciones: despotismo, miseria, ignorancia e insalubridad. Tras de alcanzar la independencia política, cuántos obstáculos no hubimos de vencer para conservar la integridad y la soberanía de la nación y estructurar, después, nuestro sistema institucional y democrático; y, así, seguir pugnando por alcanzar independencia económica y justicia social. Por eso, cuando cuidamos la libertad de expresión, lo hacemos celosamente porque interpretamos la voz del pueblo. En defensa de esta voz se han escrito los preceptos que en la Constitución garantizan la libre emisión del pensamiento. Y se ha hecho así, porque las libertades constituyen la entraña misma de nuestra mexicanidad.

La libertad que hoy conmemoramos es inseparable del progreso de la nación. Amerita, en quienes la ejercen, el cumplimiento de una gran misión, alta y responsable: servir al pueblo informándolo verazmente. Es por ello que debe ser respetable y respetado el ministerio de la prensa. En México, de todos es sabido, no tiene más limitación que la propia conciencia del que lo realiza. La prensa ha sido y es factor de progreso, al guiar sus actos, preponderantemente, en atención a los claros e inconfundibles intereses de la patria. Así es de grande la responsabilidad a que aludo, ya que, cuando se desvía en la pugna de intereses mezquinos o se confunde en la estrechez del egoísmo, refrena el avance moral de la colectividad.

Esforzada y noble ha sido y es la tradición del periodismo nacional. Todo lo que coincide con el interés de México espera el apoyo solidario de nuestros periodistas, y todo lo que se separa de la vía auténtica que el pueblo ha elegido para superarse y que daña la vigencia de nuestras libertades y de nuestro estilo de vida, merece la admonición y la censura del propio pueblo. El gobierno, por su parte, prosigue su conducta —que es deber— de reflexionar en las ineficacias o en los errores que le son señalados por la prensa y, consecuentemente, de corregir ineficacias y de corregir errores.

Ansioso nuestro pueblo de obtener a diario mayor progreso, sin arredrarle penalidades, nos incumbe a los gobernantes, en primer lugar, la responsabilidad de guiarlo en su escala ascendente, y después, a ustedes y a los sectores mejor dotados culturalmente; ya que la mayor inteligencia y la mayor cultura tienen la obligación de servir a los menos inteligentes y a los menos cultos.

La crítica a los actos del gobierno, es una libertad que el propio gobierno pide y estimula, con la doble fuerza que da la convicción y el acatamiento a las leyes, porque el propio gobierno debe ser intérprete de las necesidades públicas. Así como la prosperidad colectiva es la suma de las prosperidades individuales, la opinión pública debe ser la resultante de las opiniones particulares, expresadas sin coacción ni temores, sujetas al denominador común de los altos designios de la patria. Me es dable afirmar que los aciertos del gobierno se deben al esfuerzo creador de los mexicanos; los errores son nuestros, es decir, de los hombres del gobierno, y de los que dirigen a la nación.

Ha sido constante la preocupación del gobierno por la creciente necesidad de papel para periódico, e invariable su decisión de producirlo en México para resolver uno de los problemas fundamentales de la prensa nacional. Saben bien los señores periodistas que, con la intervención de la Nacional Financiera, se constituyó una empresa de participación estatal, con instalaciones en Oaxaca, que como lo ofrecí, empezará a entregar papel antes de que finalice el presente año. Con el mismo propósito de producir el papel de periódico que consumimos, prosigue el gobierno allanando obstáculos de orden técnico para construir otra fábrica en Michoacán, que será empresa estatal.

En esta última oportunidad que tengo de acompañarlos con la elevada responsabilidad que el mandato del pueblo me confirió, debo reconocer el espíritu de cooperación que la prensa ha dedicado alos esfuerzos del gobierno. Sin su comprensión, sin sus críticas, sin las valiosas sugestiones que ha hecho en apoyo de las tareas de beneficio colectivo que pueblo y gobierno unidos han podido realizar, no se explicaría ni el valor de los resultados, ni la convicción cada vez más firme con que todos los mexicanos vamos labrando el progreso de México.

Saludo con el mayor afecto a todos y cada uno de los periodistas de México y, con ello, formulo mi exhortación para que siga incólume el caro principio de la libertad de expresión que todos debemos obstinadamente conservar. La etapa que vive el mundo en 1958 hace que México nos mande que cada quien cumpla cada vez mejor con su deber — que ha de saber cuál es —, teniendo fe en sí mismo y, ante todo, fe en los claros designios de la nación mexicana.