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Selección de textos y documentos:

Doralicia Carmona Dávila

© Derechos Reservados
ISBN 970-95193

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1946 Discurso en la plaza de la Constitución durante la Marcha de la Democracia. Ezequiel Padilla.

Junio 17 de 1946

 

La magnitud y el entusiasmo clamoroso de esta formidable manifestación sin precedentes en la historia cívica de nuestra Patria, llena mis sentimientos, no de una vana arrogancia, sino de una profunda humildad. Esta manifestación estremecida por la tempestad de sus aclamaciones, no es el tributo a un hombre, es la expresión ardiente de una esperanza alimentada de generación en generación en el corazón del pueblo; la esperanza de toda la República, de que los hombres que pasen por esa ancha puerta del Palacio Nacional para regir los destinos de la Patria, sean, no los representantes de la fuerza, de la imposición y del fraude sino los ungidos por la voluntad libre y soberana del pueblo mexicano!

AQUÍ ESTÁ EL VERDADERO PUEBLO

Estas multitudes están conmovidas por el anhelo de la libertad, por el odio a la dictadura. Aquí, apretadas en los pensamientos de estas muchedumbres, están presentes las iniquidades que sufrieron nuestros padres y las realidades sombrías que estamos viviendo: la injusticia social, la pobreza desgarradora de las masas, los crímenes impunes, la explotación del pueblo, la corrupción administrativa, con que nuestros regímenes sin ley, sin garantías y sin justicia, han cubierto y siguen cubriendo la extensión de millones de hogares desamparados y humildes de la Patria!

El panorama que ofrece nuestra República está lleno de sombra. En la jira que he realizado a través de todo el país, no he hecho sino corroborar con la más profunda tristeza, la iniquidad en que viven sumergidas inmensas mayorías nacionales. A la verdad, el hombre mexicano vive en su propio suelo en tierras hostiles. ¿Qué representa un hombre del pueblo frente a la autoridad prepotente, sin Constitución, sin ley, sin garantías que lo protejan? ¡El campo está cubierto con las cruces humildes que marcan los crímenes impunes! Si la vida carece de garantías, la propiedad no tiene ninguna. Ni el campesino, ni el pequeño propietario, ni el industrial, se sienten firmes en sus derechos. La táctica de subyugación del hombre por medio de la posesión precaria de la tierra, la codicia, el abuso, han quebrantado gravemente a los factores predominantes de la grandeza de un pueblo: la riqueza del suelo de la Patria y las energías creadoras de sus mejores hombres.

EL SISTEMA INFERNAL DEL MONOPOLIO

Los monopolios y la corrupción administrativa están estrangulando la vida de la Nación. Han existido en todos los tiempos, políticos y hombres predatorios que descargan su codicia sobre la riqueza ajena; pero es hasta ahora en México cuando el sistema infernal del monopolio, penetra técnicamente hasta los más humildes jacales para expoliarlos. Cuando se sube el precio del maíz, del trigo, del azúcar, del frijol, de la harina, de la manteca, de las subsistencias indispensables para la vida del hombre, la mano codiciosa e implacable del monopolio cercena una parte de la ración de hambre de los hogares más desvalidos y miserables! Y la marea de los monopolios nadie la detiene; ¡ni el odio del pueblo!

Y EN CAMBIO, LA MISERIA DEL PUEBLO

Todos los días aparece una nueva combinación. Nada impresiona tan dolorosamente cuando se recorre la República, como el abandono de los servicios públicos en las aldeas y en las ciudades. ¡Qué vida antihigiénica; qué pobreza de inversiones en beneficio de la comunidad, en contraste con las fortunas improvisadas por las autoridades espurias! Esta misma ciudad de México, es un espectáculo de la más lacerante iniquidad, que revela la falta de una política que concentre su acción en el bienestar del hombre común y en la justicia distributiva. ¡Aquí en la ciudad coexisten dos mundos: el de arriba, un mundo de luz, de abundancia, de alegría, de privilegios; y abajo, no sólo los desheredados, sino los que trabajan con ahínco: el empleado, el obrero, la clase media, cuyos míseros ingresos, con los altos precios y la escasez que los estruja, angustian su vida en términos que las palabras no expresan!

LA INSOLENCIA DE LOS LÍDERES

Más de setenta mil niños concurren diariamente a la escuela sin haber probado alimento. Y estos niños no son más que tristes exponentes del drama que se desenvuelve en el silencio de sus hogares.

Todas las fuerzas de la administración pública están destinadas a saciar el avorazamiento de una minoría insignificante que acapara en su beneficio las energías de todos los mexicanos; la banca, el petróleo, las finanzas; los transportes. Los más caros valores de nuestra vida nacional: las instituciones, la familia, las creencias, las libertades, que como una esperanza alienta el pueblo mexicano, están siendo constantemente minadas por maniobras de líderes comunistas que con una insolencia y una acometividad crecientes, están provocando el caos, el desorden y la agitación, dentro de un plan inconfundible de conspiración internacional. ¡Han comenzado con Monterrey, seguirán con Torreón y Guadalajara y acabarán con toda la Patria! Todas las fuerzas auténticas de México repudian al comunismo y sin embargo, sus líderes, que van y vienen recibiendo consignas de sus amos, amenazan, no sólo los destinos de México, sino los destinos libres de toda la América!

UNA POLÍTICA SIN PRINCIPIO

Dentro de esos obscuros caminos, las fuerzas creadoras del entusiasmo, del optimismo, de la confianza, están desterradas. La situación triste de los braceros que arrostrando amarguras indecibles huyen de su Patria como de una prisión, es un índice de fuego que está denunciando una falsa política sin corazón y sin principios. ¡Toda esa oleada primaveral de México, su juventud, avanza sin garantías, sin derechos, sin crédito, porque no se tiene fe de ella, sin libertades, explotada, perseguida, en pleno desaliento!

¡Hemos ganado la guerra, pero toda la Patria ofrece el espectáculo de un ejército en derrota! Todas las fuerzas de la tiranía, de la corrupción administrativa y la explotación del hombre, están haciendo crisis alrededor de las fuerzas regresivas de la imposición. ¡En todas las almas está la sensación de que el pueblo no puede resistir más, de que sólo los cauces de la libertad pueden recoger el río desbordado de sufrimientos, de descontento, de hambre y de desesperación del pueblo! Todo ese cuadro de tinieblas y de privilegios debe desaparecer. Es necesario encauzar la vida de la Nación en una política de confianza, de seguridades, de derechos.

DEBEMOS CREAR LA ABUNDANCIA

La Nación tiene ansias de gobiernos humanos, justicieros, democráticos. Debemos concentrar las fuerzas de la Nación en un solo propósito; crear la abundancia, porque solo produciendo cada día más, podemos cancelar el drama secular de la pobreza del pueblo. ¡Y todo esto solo puede lograrse devolviendo al hombre las energías creadoras de la libertad, la seguridad y la confianza! Para crear la abundancia y la prosperidad, una política internacional firme y definida, es indispensable. Esa política debe descansar en la cooperación cordial a los elevados fines de la seguridad colectiva y de la paz permanente del mundo.

LA SOLIDARIDAD CONTINENTAL

La solidaridad continental debe ser un objetivo indeclinable de nuestra República; una solidaridad que desenvuelva. y aliente las libertades democráticas de todos los pueblos americanos. ¡Los despotismos no deben manchar la tierra de América! Debemos sustentar también la solidaridad económica. He proclamado constantemente la oportunidad creadora para la juventud de toda la América, de consumidores, de hombres con un elevado standard de vida, de altos salarios, que aboliendo la pobreza lacerante de la mayoría de nuestros pueblos americanos, den contenido substancial a la unidad continental y protejan con la justicia social, nuestra herencia de libertad frente a los asaltos de doctrinas totalitarias, enemigos de nuestros principios democráticos.

OBTENDREMOS EL RESPETO DEL VOTO

La más grande zozobra que perturba el alma nacional es la de que no será respetado el Sufragio en las próximas elecciones. Por todas partes, en mi gira, he escuchado el mismo requerimiento angustioso: ¡que esta vez se respete la voluntad del pueblo! Son los agentes de la imposición los que van difundiendo por todas partes que ya los paquetes de la elección están hechos; que tienen en poder de los gobernadores millares de credenciales en blanco; que tienen en su poder la documentación duplicada, la maquinaria y las autoridades necesarias para forjar el fraude electoral. Una de las preguntas más cínicas y brutales que se pueden formular en un país de instituciones, es la que constantemente formulan los imposicionistas. ¿Cómo puede el pueblo defenderse contra la decisión del Presidente de la República de burlar el Sufragio?

¡Tenemos las armas, tenemos la fuerza, tenemos la maquinaria! A esa pregunta solo puede contestarse de esta manera: ¡las fuerzas civiles y armadas de una República deben lealtad, no a la usurpación, sino a las instituciones democráticas! Estoy seguro que el Presidente de la República ha reflexionado que todos estos agentes de la subversión están propugnando quitar a la marcha de la Patria, en estas horas cargadas de graves problemas de grandes amenazas, su titulo de legalidad. ¡México necesita, ahora más que nunca, la unidad de las almas, que solo puede surgir de la legitimidad irrecusable de un triunfo democrático!

DEBEMOS CONFIAR EN EL PRESIDENTE

El Presidente de la República ha declarado que hará de México un ejemplo de civismo. Debemos como mexicanos sentir el orgullo de tener fe en la palabra de nuestro Presidente. El cuenta con toda la autoridad y la fuerza de la Ley, para cumplir su promesa; con el ejército, cuya conducta irreprochable en el curso de la propaganda ha sabido captarse el respeto y el reconocimiento del pueblo mexicano. Pero sobre todo, cuenta con el pueblo de México que solo demanda unas elecciones honestas, genuinas; quien prestaría su más férvida adhesión, su más puro patriotismo, para imponerse sobre las fuerzas bastardas, regresivas, que tratarán por encima de la autoridad del Presidente de burlar el sufragio y atropellar las instituciones democráticas. Si la promesa del Presidente se cumple el siete de Julio y las elecciones hacen de México un ejemplo de civismo, como lo han sido, sin una sola excepción, después de la guerra, todos los pueblos que han efectuado elecciones en este Continente, ya desde ahora invito a todos los hombres libres de México para que cualquiera que sea el resultado de las elecciones, en las más pequeñas aldeas, en las ciudades, en esta misma Plaza Histórica, nos congreguemos férvidamente, para rendir al Presidente uno de los más hondos tributos de gratitud y admiración, que pueda recibir un Mandatario de México por hacer a su Patria el inmenso bien de exaltarla al respeto del mundo, a la cooperación abundante de todos los pueblos libres. Y estoy seguro que muy pocas veces en la historia habrá ocurrido un acontecimiento que despierte más júbilo, más alegría en el corazón del pueblo mexicano. ¡Todas las sombras de la larga noche que México ha vivido quedarían despejadas en ese amanecer fulgurante de la libertad! ¡Pero si el Presidente sintiera sucumbir sus propósitos, e intentara violar su promesa como don Porfirio Díaz en 1910, que la historia ilumine su pensamiento y le advierta las catástrofes y las desgracias que pueden descargarse sobre el destino de la Patria! Porque en México nunca podrá más triunfar de una manera permanente la imposición!

¡ELLOS SON LOS TRAIDORES A LA PATRIA!

Esta mañana he leído a grandes rubros en la prensa que el PRI me declara traidor a la Patria. ¿Por qué? Porque estoy solicitando -dicen ellos- la intervención de los Estados Unidos. ¡Hipócritas! Quienes están demandando esa intervención son ellos. ¡Ellos son los que fundan sus esperanzas en burlar el sufragio y después en que vengan como un instrumento los Estados Unidos, a consagrar el atentado contra la soberanía del pueblo mexicano! Para hablar con autoridades sobre las más nobles doctrinas de Derecho Internacional, como es la no intervención que todos los pueblos dignos defienden, porque en ella se asienta la autodeterminación y la dignidad de las naciones, se necesita consagrar con una conducta de rectitud la defensa de un alto postulado. ¡Porque no se puede usar la pureza de una doctrina para defender una maniobra bastarda! Y cuando ellos hablan de no intervención, no tienen el cuidado primero de decir que van a asegurar unas elecciones limpias, honestas, genuinas. ¡No! ¡Primero proclaman el fraude al pueblo, y después hablan de la no intervención como de la obligación de los Estados Unidos de hacerse cómplices de un atentado contra las libertades del pueblo mexicano!

LA NO INTERVENCIÓN

En Ciudad Juárez declaré que una de las causas que conquistaron a los Estados Unidos, antes de la guerra, la mala voluntad de los pueblos americanos, fue que con una doctrina, que ojalá pertenezca ya al pasado, ayudaron a los opresores de los pueblos en contra de los esfuerzos y los sacrificios que éstos hacían para liberarse de sus tiranías. ¡Y yo quiero exponer aquí, con la autoridad que me da el haber defendido siempre la unidad americana, que si por una festinación los Estados Unidos, en caso de una evidencia del triunfo democrático de México por una parte, y la usurpación del poder por las fuerzas de la imposición, por la otra, pusieran el peso de su autoridad en contra del pueblo mexicano que al lado de ellos combatió en las horas más obscuras de la guerra por las libertades humanas, se abriría una herida tan profunda en el alma de México que difícilmente podría cicatrizar!

¡Por último, quiero expresar que tengo derecho a pedir la simpatía de la conciencia universal a favor del pueblo oprimido de mi Patria que lucha por sus libertades!

ESPÍRITU CÍVICO DE PIÉ

Ahora, para terminar, deseo dirigir a ustedes unas palabras de entusiasmo y de fe. ¡Por primera vez en la historia el espíritu cívico del pueblo mexicano está en pie! De Norte a Sur, de Este a Oeste, las grandes mayorías ciudadanas están resueltas a ejercitar y a defender sus derechos cívicos. La propaganda de la imposición que se ha realizado atropellando las más puras normas democráticas, ha recibido ya su castigo: ¡el encono de todo ciudadano digno! Esa propaganda sólo ha servido para demostrar la inutilidad final del poder corruptor del dinero y los resultados contraproducentes de la ofensa a la dignidad humana. En todas partes sólo ha dejado humillación, descontento y protesta! El obrero, el campesino, el industrial y el empleado, esperan el siete de julio para borrar la marca del ultraje. Y en verdad ¿qué tienen de común estos ciudadanos humildes desgarrados del pueblo, con los jefes del monopolio y los líderes corrompidos y las autoridades espurias? Tengamos presente, pues, que en estos momentos no hay más que una divisa para todos los mexicanos que deseen la libertad de su Patria: ¡cumplir con sus deberes cívicos el siete de julio, defender sus derechos, hacer de la elección por encima de todas las graves irregularidades que la amenazan, un plebiscito nacional arrollador, apasionado, irrecusable! Rechacemos la maniobra quintacolumnista de que todo está hecho, y que por encima de la voluntad del pueblo prevalecerá el fraude electoral. En todas partes las fuerzas de la imposición son minorías insignificantes. Ellos trataran de intimidarnos como único recurso, pero el pueblo que tiene el deber de resistir con toda su energía cívica: ellos fundan su triunfo en la cobardía del hombre mexicano. ¡Tenemos el deber de demostrar el valor tradicional que ha escrito las grandes páginas de nuestra historia! Ninguna usurpación puede mantenerse frente a un pueblo decidido, que en masa arrolladora manifiesta su fuerza ciudadana. ¡La historia contemporánea nos está demostrando que en la guerra o en la paz, no hay arma más invencible que el derecho del pueblo!

EL PUEBLO ESTÁ CONMIGO

Quiero expresar con orgullo y con una profunda emoción, que en esta campaña presidencial no he tenido la ayuda de los privilegiados, de los grandes empresarios, de los jefes de monopolios, de los dueños de la grande riqueza de nuestra Patria. ¡Conmigo ha estado siempre el pueblo, sólo el pueblo! ¡Y por ello, y porque así son mis más hondas convicciones, si el triunfo democrático me lleva a la Presidencia de la República, toda mi ilusión, todas las fuerzas de mi inteligencia y de mi capacidad, las pondré al servicio de este pueblo oprimido que clama por justicia y suspira por la libertad de su Patria! ¡Concentraré mi pasión y mi empeño en salvar a esos dos seres débiles de nuestra comunidad: la mujer y el niño! La mujer que representa ese drama silencioso de nuestra vida mexicana, recoge en sus hogares humildes toda la amargura de la injusticia social que vivimos; y el niño, esa esperanza frustrada en retoño que crece en el abandono, en el desamparo, que se cubre de harapos y ofrece las más siniestras perspectivas para la Patria de mañana!

 

Fuente: Hernández García Nieves. Las Raíces del Abstencionismo. (Almazán y Padilla traidores al Pueblo) México. Editora y Distribuidora Nacional de Publicaciones S. de RL. 1976. 196 pp.