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Selección de textos y documentos:

Doralicia Carmona Dávila

© Derechos Reservados
ISBN 970-95193

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1938 Discurso del Presidente de la República agradeciendo la solidaridad del pueblo cubano

Lázaro Cárdenas del Río. Tampico, Tamps., 12 de Junio de 1938

Supo sellar nuestra perdurable alianza por la consecución de las libertades humanas, va nuestro homenaje de admiración.

La afinidad heroica de nuestra lucha de independencia, las fuentes comunes de cultura, las tradiciones sociales análogas y las mismas ansias de liberación y de progreso de nuestros pueblos, unidas a nuestra inolvidable gratitud para los grandes amigos de Cuba que compartieron con nosotros horas de tragedia popular, y la simpatía espontánea que hoy brindan a la causa de la redención del proletariado mexicano y de la defensa de nuestra integridad nacional, reafirman la adhesión del gobierno y del pueblo de México al noble solar cubano.

Mutilada quedaría la autonomía política y espiritual de las repúblicas hispanoamericanas de no afirmarse un concepto de solidaridad entre sus pueblos, en la lucha por los ideales de reivindicación social. A México, nada de lo que sucede a los países americanos en sus ansias legítimas de mejoramiento colectivo, puede serle indiferente. Siempre hemos creído que nuestra Revolución tiene un sentido humano y no local, en cuanto significa, en el devenir histórico, la resolución de problemas económicos que nos afectan en común a los pueblos de uno y otro continente. Sabemos que cada nación tiene sus propias necesidades y que pueden ser distintos los caminos que sigan los pueblos para cumplir su destino; pero también sabemos que el amor a la justicia nos une y que juntos debemos defendernos contra toda posibilidad de imperialismo económico, político o moral, que quiera impedir o detener nuestro desarrollo como naciones celosas de su soberanía, cuando tratamos de realizar un programa que asegure la liberación del pueblo.

En este sentido, creemos asimismo, que México está cumpliendo con su parte de responsabilidad histórica en cuanto no escatima ni esfuerzos ni sacrificios para defender los postulados del respeto al derecho, al decoro y a la dignidad que se merecen los pueblos libres, contribuyendo de este modo a la liberación de sus hermanos de raza.

Por esto agradecemos y estimamos en todo lo que vale, el interés que demuestra el pueblo cubano por nosotros, en el momento en que el país defiende su derecho a disfrutar de sus riquezas naturales y a borrar las injustas desigualdades existentes entre las miserables condiciones de vida de los trabajadores nativos y los privilegios del poderío ilimitado de empresas extranjeras. Defraudada sería su emancipación si se le negase la posibilidad de suceder al gobierno colonial en sus derechos primarios al subsuelo petrolífero que desde hace siglos se le reconocieron originariamente como atributo directo de la realeza. Absurdo sería, en verdad, desconocerle hoy, como República independiente, el dominio imprescriptible que históricamente ejerció la Corona española.

Ante la amenaza constante que significa para las nuevas democracias de América la pretendida hegemonía de un sistema, que movido tan sólo por el afán de especulación y de lucro, desprecia todos los valores humanos y hace creer a unos cuantos privilegiados que son años de las riquezas del orbe y árbitros de las instituciones sociales, se impone la unificación efectiva de todos los pueblos americanos y la conjunción de todos los ciudadanos que amen la verdadera libertad, basada en una mejor distribución de la riqueza pública.

Desterremos las luchas intestinas y las querellas minúsculas entre vecinos, siempre estériles, que debilitan la unidad interior de los países y facilitan la intervención armada o la presión diplomática. Cumplamos celosamente las convenciones sobre no intervención, sobre inviolabilidad territorial y sobre cooperación pacífica, y apresurémonos a estrechar las relaciones espirituales, económicas y políticas que ya nos traen. Desterremos las guerras de tarifas, sin descuidar la industrialización de los productos regionales; busquemos el desarrollo de las comunicaciones que serán siempre de mutuo beneficio y estimulemos las inversiones que se identifiquen con el progreso de nuestros pueblos. Desvanezcamos los prejuicios que intereses afectados fomentan respecto a las reformas de cada nación; reformas realizadas de acuerdo con la peculiar idiosincrasia de cada pueblo e inspiradas en el deseo de satisfacer los anhelos populares con un profundo sentido humanitario que desea para los trabajadores el uso de sus elementales derechos. Preocupémonos por volver a nuestros pueblos la confianza en sus propios destinos y la inviolabilidad de su derecho para gobernarse sin coacciones extrañas. Arraiguemos en la conciencia de los trabajadores la necesidad de disciplina, de mejorar la eficiencia de su servicio y de afirmar el sentido de la responsabilidad de su misión colectiva y afiancemos así, con la unión de todos los pueblos del continente, la verdadera paz y el progreso de las democracias.

Consideremos que aislados no es posible presentar la resistencia eficaz que debe oponerse a la expansión intercontinental, ansiosa de encontrar en los recursos naturales, en los extensos territorios y en la vigorosa población de Hispanoamérica, el punto de apoyo para imponerse al mundo.

Aprovechemos la lección dolorosa de la tragedia española, que pone en crisis a culturas seculares, y no esperemos el mañana ante el desencadenamiento de la violencia armada que habrían de sufrir inocentes generaciones, para luchar por el acercamiento de los pueblos. En lugar de fronteras de odio, fomentemos una fuerte unión libre, a través de la solidaridad de todos los trabajadores y reprobemos desde luego y sin reservas, el crimen expansionista de los enemigos de la libertad y de la soberanía de las naciones.

Salud y fraternidad al pueblo hermano de Cuba.