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Selección de textos y documentos:

Doralicia Carmona Dávila

© Derechos Reservados
ISBN 970-95193

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1936 Palabras en el interior del templo católico de Ciudad González [San Felipe], Gto.

Lázaro Cárdenas de Río
30 de Marzo de 1936

Todos los lugares donde ocurren sucesos o se plantean problemas nacionales, ya sea para aplicar las soluciones que dicte el interés público en beneficio de la colectividad o para exigir responsabilidades a quienes incurran en actos delictuosos o atentatorios que repercuten en detrimento de nuestro pueblo.

De las investigaciones que mandé practicar sobre los acontecimientos registrados ayer en esta ciudad, las cuales fueron encomendadas a funcionarios responsables, así como de los testimonios que recibí de parte de personas idóneas de esta misma población, se desprende que la brigada cultural que desde hace varios días se encuentra en esta municipalidad, ha venido a cumplir con su noble y alta misión, sin rebasar el marco de las leyes, sin hacer la menor lesión a las creencias religiosas, concretándose a dar desarrollo a sus programas de carácter social, para instruir a las masas en el ejercicio de sus derechos y en el cumplimiento de sus deberes.

Sin embargo, por desgracia para el país y para bochorno de esta población, la multitud que se congregó en este recinto fue azuzada por quienes nada tienen que ver con nuestros problemas de orden económico y social, lanzándola en contra de los maestros que tienen una misión redentora. Y, como consecuencia de tan incalificable provocación, cayeron abatidos muchos hombres del pueblo, gentes humildes, algunos luchadores y otras tantas personas que se debaten en el dolor, auxiliadas por los cuidados oficiales.

¿Y quiénes son los responsables de tan abundante derramamiento de sangre? No lo son los maestros. No lo son los maestros que van recorriendo el país para despertar la conciencia del pueblo, repito, en el desempeño de una misión noble cual es la de enseñar a los niños en qué consisten sus obligaciones y mostrar a las clases trabajadoras el camino de su liberación económica y de su elevación cultural, que es el contenido esencial del programa de la Revolución que realiza el gobierno. Esta tarea de los educadores es altamente moral y es propia de los mentores del pueblo, porque a ellos corresponde en grado principal hacer de nuestra masa de población un pueblo más culto, más capacitado para la vida, en mejores condiciones de lucha y con más grandes posibilidades de desenvolvimiento económico. A ellos compete, también, como ya lo he explicado en tantas otras ocasiones, erigirse en consejeros de las masas de trabajadores, para enseñarles el camino que la ley ha trazado a fin de que la tierra pase a ser pertenencia de quienes directamente la trabajen y que, en las demás actividades de la producción, los asalariados obtengan la parte cabal que les corresponde dentro de principios justos para la distribución de la riqueza.

Es mentira que la enseñanza socialista sea agente de disolución de los hogares y mentira también que ella pervierta a los hijos y los aparte de los padres. La educación socialista prepara al niño para que sepa cumplir, cuando hombre, con sus deberes de solidaridad dentro de un espíritu fraternal para sus compañeros de clase.

La escuela socialista hará hombres más fuertes, más conscientes de sus responsabilidades y más bien dotados para actuar dentro de una organización social justa y en un medio económico de acelerada evolución. Por lo demás, ni el gobierno ni los maestros socialistas se ocupan de atacar las creencias religiosas.

¿Quiénes son, entonces, los culpables de los sucesos de ayer? Los culpables son los señores, los dos sacerdotes presentes, los que viven cómodamente y azuzan a las clases trabajadoras empujándolas contra sus hermanos de clase. Lo son los empresarios y principalmente los hacendados que, por mantener sistemas inhumanos de explotación, provocan estos derramamientos de sangre que llenan de luto a toda la nación.

Y ya que se ha dicho que estos lugares, los templos, se han erigido para decir la verdad, en contraste con la obra de mentira y de engaño y de provocación que ayer partió de aquí mismo, yo vengo a decir la verdad. Conozco mis obligaciones y no me olvido de mi origen. Pertenezco a la misma clase que ustedes. Fui, antes que hombre público, obrero de un modesto taller y leal a mi clase, que fue la que me elevó al poder; mi gestión de gobernante se dirige en seguimiento del programa de gobierno y conforme al dictado de las leyes, a lograr la emancipación de las masas obreras y campesinas, entregando a las segundas las tierras a que tienen derecho, para lo cual se aumentan continuamente las brigadas de ingenieros que facilitan y activan la obra del reparto, y apoyando a los obreros industriales en sus empeños de unificación y en sus demandas de justicia. Por eso, también, ya que ha de decirse la verdad desde aquí, hago patente que en el norte del estado de Guanajuato no se sienten todavía los beneficios de la Revolución. Por eso me dirijo a las clases campesinas y las exhorto a que hagan propaganda en la conciencia de sus hermanos de clase a fin de que se libren del yugo que pesa sobre ellos y hagan uso de sus derechos en los términos y con todas las prerrogativas que les conceden las leyes.

Al elemento agrarista de toda la República, como a ustedes, digo que al asumir y conforme vivan asumiendo las responsabilidades del poder, principiando por el gobierno municipal que es el que más directamente interesa a los ciudadanos, sepan hacer honor a su clase impartiendo garantías por igual a todos los sectores de la sociedad, aunque sean sus propios enemigos.

Nosotros no azuzamos a las masas. Si ponemos las armas en sus manos es para que puedan defender el patrimonio que les va entregando la Revolución; y actos como el de ayer son los que más justifican esta política del gobierno.

Sepan ustedes que, si tienen enemigos al frente, también cuentan con la solidaridad de muchos y muy poderosos sectores que hay en todo el país, los cuales se interesan por la elevación de su nivel de vida, lo mismo en el orden económico que en el cultural. En el ejército hallarán ustedes su mejor aliado, porque los miembros del ejército saben cuáles son las necesidades del pueblo y como instituto surgido de las masas populares cuando éstas expresaron en forma categórica sus grandes anhelos de redención social, el ejército sabe que las tierras deben entregarse a los campesinos y que está en su deber y en su convicción apoyar a los maestros en el desempeño de su apostolado.

Nadie ataca la libertad de conciencia: pero que sepan estos señores, los sacerdotes, que ellos también tienen deberes que cumplir y normas legales a las cuales sujetarse. Es un engaño lo que han propalado en contra de la escuela socialista. Son mentiras las que escribieron en dos hojas sueltas que se distribuyeron profusamente en toda la ciudad. Y, ya que excitaron a las multitudes provocando el choque sangriento de ayer, exhorto aquí públicamente a estos señores sacerdotes a que abandonen la población en el término de veinticuatro horas. Si las mujeres tienen sus creencias, para ello cuentan con su iglesia y con su casa. Y ustedes cumplan con su deberes como hombres, ustedes que sí tienen conciencia de sus responsabilidades.