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Selección de textos y documentos:

Doralicia Carmona Dávila

© Derechos Reservados
ISBN 970-95193

Este Sitio es un proyecto personal y no recibe ni ha recibido financiamiento público o privado.

 

 
 
 
 


1936 Socialismo Constitucional. Tierra. Trabajo. Educación. Discurso. Hilario Medina.

 

 

"Antes que nada, tenemos que entender el momento histórico en que leyó este documento: 1936, en pleno apogeo de la administración de Lázaro Cárdenas, en donde se planteaban cambios radicales al sistema político mexicano, evidentemente hacia la izquierda […]. Su discurso, que tituló, como apuntamos antes, Socialismo constitucional, se va a centrar en tres pilares, fundamento del problema social de México: tierra, trabajo y educación. El primero referido, obviamente, a la reforma agraria; el segundo, a la cuestión obrera, en donde hará una extensa descripción de los antecedentes históricos y crónica parlamentaria en el seno del Congreso Constituyente del artículo 123 constitucional y el sindicalismo consecuente; y, el tercero, no se refirió al texto original de 1917, sino a la reforma de 1934 que introdujo la "educación socialista" como modelo obligatorio de toda la instrucción que se impartiera en el país. En este último punto es donde aprovecha Hilario para continuar desarrollando su teoría del "socialismo mexicano de carácter constitucional", para finalmente compulsarlo con el comunismo ruso, y concluir que son dos vías diferentes; tesis interesante para ese momento histórico (evidentemente no lo podemos valorar con los criterios democráticos del siglo XXI) […]. Aunque realmente pensamos que lo que Medina proponía era un régimen fascista, que él denomina "régimen político social corporativo democrático constitucional" y su forma visible sería una República Corporativa Democrática Central, con lo cual no solamente estaría anulando la Constitución mexicana de 1917 sino desconociendo la historia y la tradición constitucionales mexicanas. *

 

 

SOCIALISMO CONSTITUCIONAL

Lic. Hilario Medina

TIERRA, TRABAJO. EDUCACIÓN.

Estudio leído por su autor, el 5 de febrero de 1936, en la velada celebrada por la Asociación de Constituyentes, para solemnizar el XIX aniversario de la Constitución de Querétaro.

Si otras veces hemos conmemorado este aniversario con demostraciones de júbilo, ahora debemos revestirlo de la gravedad de una ceremonia en que los oficiantes cumplimos con el deber de tremolar la bandera constitucional.

La Constitución de Querétaro pasa por una crisis muy seria; sin ser atacada ostensiblemente, tiene enemigos en todas partes; más aún, aunque es respetada en apariencia, hay corrientes que preparan su ruina.

Los contrarrevolucionarios sencillamente la detestan, los socialistas la desconocen, pero la aprovechan en lo que les es útil; los comunistas y los anarquistas la desprecian y andan pidiendo recetas de fuera para aplicarlas a nuestros males; los individualistas y los terratenientes tienen para ella un marcado desdén por haberlos privado de algo; quienes la encuentran insuficiente y atrasada, quienes la juzgan bolchevique... Sólo aquellos que se sienten heridos en sus intereses por la marcha fatal de las cosas desearían que se respetara y los que ven un poco para atrás, ahora comienzan a pensar que la constitución no es tan mala como parece y que valdría la pena de que todos nos sometiéramos a ella.

Los constituyentes nunca hemos tenido la ruindad de creer que la obra es definitiva e intocable, pero todavía tenemos mucho que decir respecto de ella.

Yo la estimo ser un documento de transición, qué por el momento nos cobija a todos y resuelve nuestros problemas; que en sí misma no ha agotado su contenido y que está llena de posibilidades...

En México, no hay que olvidarlo, todo el movimiento social deriva de la constitución. Los postulados políticos comenzaron a formularse al día siguiente de la independencia, pero las cuestiones sociales no han cuajado sino a partir del Código de Querétaro.

Si no se quieren complicaciones inútiles, el problema social de México puede compendiarse en estas tres cosas: TIERRA, TRABAJO y EDUCACIÓN.

Las dos grandes fuerzas latentes que la constitución llamó a la existencia y cuyo desarrollo insospechado presenciamos, son TIERRA y TRABAJO. Veamos cómo surgieron del constituyente y ocupémonos luego de su transformación en normas educativas.

 

TIERRA

Desde que Cortés destruyó la gran Ciudad de Tenoxtitlán, cabecera del poderoso imperio del Anáhuac, y comenzó a repartir solares a sus soldados, se oyó el primer alarido de rabia de los desposeídos y de allí partió uno de los problemas más serios que pueblo alguno haya tenido; porque después del despojo vinieron las encomiendas, y después de las encomiendas esa otra forma de esclavitud llamada el peonismo, con su correlativo el caciquismo, en el régimen feudal en que vivió México hasta la Constitución de Querétaro, que fue la primera que apuntó soluciones racionales al problema de la tierra.

Efectivamente, no había llegado a abordarse esta cuestión ni en la época llamada de Reforma, que sólo tuvo por objeto aniquilar al clero como potencia económica y política.

La Constitución de 1857 dejó la propiedad en la misma condición feudal en que se encontraba, a pesar de las persuasivas invitaciones de Arriaga, de afrontar resueltamente el problema y de la profunda convicción que tenía de que son inútiles los llamados derechos del hombre cuando se legisla para un pueblo en la miseria.

En 1857 fue Arriaga el que tuvo la visión más exacta de los problemas sociales de México derivados de la pésima distribución de la propiedad, y cosa curiosa, entre los estudios que se han hecho sobre este tema, no he encontrado que se le coloque en el lugar que le corresponde como precursor de la Constitución político social de 1917.

Hacía notar Arriaga que mientras pocos individuos poseen inmensos terrenos incultos, que podrían alimentar a muchos millones de hombres, el pueblo gime en la más horrenda miseria, sin propiedad, sin hogar, sin industria, sin trabajo; pueblo que por eso no puede ser libre ni republicano, por más que numerosas constituciones y leyes proclamen derechos abstractos y teorías bellísimas pero impracticables, incapaces de mejorar el absurdo sistema económico de la sociedad. En esta gran extensión ociosa y abandonada, añade, hay diseminados varios millones de hombres que no pueden ejercer más industria que la agrícola, pero sin materia prima ni elementos, sin poder emigrar, se hacen holgazanes o ladrones. ¿Cómo se puede esperar que esos infelices salgan alguna vez del estado de abyectos colonos y por las mágicas palabras de la ley escrita se conviertan en ciudadanos libres capaces de defender la dignidad de sus derechos? Con visiones prematuras Arriaga pronunciaba estas palabras que no comprendieron sus contemporáneos:

"La Constitución debiera ser la ley de la tierra, pero no se constituye ni se examina el estado de la tierra".

Como la independencia no transformó el régimen social de México, comenzó el continuo malestar y la perpetua revolución, que Arriaga explica como la agonía del sistema decrépito y caduco en lucha con los elementos de perpetua renovación que residen en la sociedad y como una consecuencia de las chocantes contradicciones en que se debatía el país: por una parte un gobierno que quiere ser popular, es decir, fundado en el pueblo y por otra un pueblo hambriento, desnudo y miserable; se proclama la igualdad de los derechos del hombre cuando la clase más numerosa, la mayoría de los que forman la nación, se encuentra en peores condiciones que los parias e ilotas; se condena la esclavitud, y la condición de la mayor parte de los ciudadanos es más infeliz que la de los negros de Cuba. Nunca se ha pensado en la suerte de los proletarios, de los que llaman indios, de los sirvientes y peones del campo, que arrastran las cadenas de la ingeniosa servidumbre fundada por los mandarines del régimen colonial. Y si no ha de seguir influyendo el llamado elemento aristocrático y terrateniente, es preciso, indefectible, que se abra paso la Reforma, que se hagan pedazos las restricciones y lazos de la servidumbre feudal, que caigan todos los monopolios y despotismos, que sucumban todos los abusos y penetre en lo profundo de las instituciones políticas el fecundo elemento de la igualdad democrática, el poderoso principio de la soberanía popular, por ser el único legítimo, el único a quien de derecho pertenece la autoridad.

"La gran palabra REFORMA ha sido pronunciada y es en vano que se pretenda poner diques al torrente de luz y de la verdad".

E inspirado como un vidente vuelve a exclamar:

"La constitución está en función de la organización económica".

Dicha organización es tan defectuosa, que está muy lejos de satisfacer siquiera las condiciones de la vida material de los pueblos, por lo que la nueva era, la traducción de la nueva faz del trabajo, el código completo del mecanismo económico de la sociedad futura.

Después de tan notable exposición señala remedios que para su época eran un ensayo atrevido de solución.

A pesar de la elocuencia de Arriaga, el constituyente de 57 nada hizo por remediarlo. Se limitó a dictar una constitución política como tantas otras.

Olvera, uno de los constituyentes más ilustres de entonces, aun resolviéndose a tratar el problema de la tierra, aseguraba que no pretendía dictar una "ley agraria", es decir, no se decidía a tocar el latifundismo ni el peonismo.

Las leyes de nacionalización, dieron un corto respiro al malestar general, pero se resolvieron en pro de la burguesía y no tuvieron consecuencias benéficas para el proletariado del campo. Fue, pues, hasta la revolución constitucionalista, cuando se acometió de frente el problema al dictarse la ley de 6 de enero de 1915.

Las reformas al plan de Guadalupe de 12 de diciembre de 1914, que anunciaron la solución de los problemas sociales: tierra y trabajo, son el acto de política más hábil y de más trascendencia que yo conozco en la historia de México. Fueron aquellas reformas, esa ley y las que siguieron, la probidad personal del Jefe del constitucionalismo, —garantía de cumplimiento de toda promesa— y el haberse agrupado con él los elementos más puros y más avanzados de la revolución, lo que produjo el triunfo del constitucionalismo, pues lo convirtió de facción en partido y de partido en portaestandarte de la política nacional. Las reivindicaciones de las facciones que tenían programa, como el Zapatismo con su plan de Ayala, quedaron satisfechas en esas reformas, y en las siguientes leyes, y finalmente coronadas en la constitución de 1917. El Constituyente, al dictar el artículo 27, incorporó a la Constitución la ley de 6 de enero, que fue el gesto inicial y se ocupó del problema en todos sus aspectos: en el que había heredado de la Reforma, que consistía en mantener al clero reducido a su papel espiritual y el de la liquidación de un período feudal que fue el punto de partida de una nueva era: dotaciones y restituciones de ejidos, fraccionamiento de latifundios, abolición del peonismo, del caciquismo, etc.

Todo el movimiento social relativo a la tierra, que hemos presenciado en estos veinte años de vida constitucional, deriva pues de la constitución y ella contiene el germen de desarrollos posteriores.

 

TRABAJO

Cuando los diputados obreristas del constituyente exigieron que el artículo 123 formara parte de la Constitución, en lo que fueron secundados por todos nosotros sin discrepancia de un solo voto, consumaron el acto más trascendental de la revolución mexicana. Elevada a esa altura, la conquista quedaba más firme y por encima de los vaivenes de la política... pero no es aún, con ser tan importante, el verdadero alcance de aquel acto. Es algo más, es la incorporación del sistema social al sistema político, es el pacto solemne celebrado por las reivindicaciones obreras, de unir su suerte a la del Código fundamental, es el compromiso de arreglar los movimientos sociales al ritmo de la marcha política, todo dentro de la constitución. Como los constituyentes no fuimos a pedir a ningún reformador de Rusia la fórmula que necesitábamos, (pues cuando la constitución en México ya tenía casi un año de vigencia, apenas comenzaba la revolución rusa), fuimos al corazón del problema y aunque no teníamos representaciones obreras propiamente dichas, según lo explicaré después, todos nos unificamos para votar el artículo 123 con lo cual derrotamos al lideralismo, porque el obrero ciertamente no necesita del líder para que se le dé lo que la constitución le reconoce.

Yo me imagino al líder argumentar en esta forma al obrero:

—Haz cometido la torpeza de permitir que en la constitución se implanten los principios por los cuales has peleado, porque de esa manera renunciaste a la lucha revolucionaria de clase y quedas encadenado a la suerte de un Código que puede o no puede durar. Tu esfuerzo será de hoy en adelante corrompido de legalismo, te convertirás en curial, irás a las Juntas con tu ley bajo el brazo y tendrás que contentarte con lo que te den los laudos, renunciando a los espejismos que te hacía entrever la exaltada lírica de los expositores, como la destrucción de la sociedad capitalista y la ruina de las instituciones de hoy, de sobre las cuales levantarás la Ciudad proletaria del mañana...

Y el buen sentido obrero, de contestar:

—Yo prefiero las adquisiciones inmediatas y el pronto reconocimiento de mis derechos a las fugaces perspectivas de un mañana que nunca llega. Desde luego, llevo más pan a mi hogar y tengo mis descansos y mis placeres honestos asegurados por la ley fundamental; quedo comprometido a ilustrarme para seguir batallando por el mejoramiento de los míos, por medio de una lucha noble y dialéctica que traerá consigo la mejoría indefinida de la ley y me complazco en ver que el socialismo mexicano no es ya una doctrina vaga y contradictoria, sino un conjunto de reglas palpables y tangibles...

El movimiento obrerista moderno de México, sus programas, sus conquistas, su mentalidad toda, derivan del artículo 123 Constitucional.

Claro que la causa tuvo sus precursores sus apóstoles y sus mártires. La Historia de las luchas sociales en México comienza con las matanzas de Papantla, Río Blanco y Cananea entre 1905 y 1907. Los primeros que comenzaron a ocuparse de estas cuestiones fueron los hermanos Flores Magón. Un Manifiesto publicado por ellos en junio de 1906, y dado a conocer por MANUEL ÁVILA, fue causa para que la "Sociedad Mutualista de Ahorro" que habían formado los obreros de Rio Blanco, Nogales y Santa Rosa, se transformara en el "Círculo de Obreros Libres" con su periódico "Revolución", convencidos de que el mutualismo no podía satisfacer las aspiraciones de los trabajadores.

CAMILO ARRIAGA y SANTIAGO R. DE LA VEGA son también precursores. Cuando este último publicaba su periódico "La Humanidad", ninguno de los órganos de la prensa de México se ocupaba de asuntos obreros.

PRÁXEDIS GUERRERO, bajo la influencia de Flores Magón y al grito de "Tierra, Libertad y pan para todos", ataca los poblados de Viesca, Las Palomas, las Vacas y otros —1908-1910— y perece en la demanda.

En mayo de 1911 fúndase en México la Confederación Nacional de Artes Gráficas debido a la actividad incansable de AMADEO FERRIZ y de MONCALENO; allí se destacan SARABIA, PAULINO MARTÍNEZ y ANTONIO VILLARREAL. Por su parte el Partido Liberal Mexicano, en 1911, anuncia la guerra a la autoridad, al clero y al capital.

Es en julio de 1912 cuando se funda la Casa del Obrero Mundial (que en lo sucesivo designaremos C.O.M.), y siguiendo su ejemplo y al compás de los días agitados que por entonces vive la República, surgen "La Unión Minera Mexicana" que se ramificó por el Norte, la Confederación del Trabajo de Torreón, el Gremio de Alijadores de Tampico y la Confederación de Sindicatos Obreros de la República Mexicana, de Veracruz; la Cámara Obrera de Zacatecas, aunque vino a quedar integrada hasta 1917, debe atribuirse a las prédicas de LORENZO GUTIÉRREZ DE LARA, muerto prematuramente en 1915.

No conozco en toda esta época un programa definido de reivindicaciones obreras. Las primeras peticiones son de aumento de salarios y reducción de horas de trabajo; las huelgas de Puebla de 1906-1907, fueron motivadas por la negativa de los obreros a someterse a un Reglamento formulado por el Centro Industrial de Puebla, y la matanza de Río Blanco tuvo por objeto castigar la resistencia de los trabajadores de presentarse a la fábrica, según lo ordenaba el laudo del General Díaz, a quien los obreros tuvieron la ingenuidad de nombrar árbitro. En esta vez atacaron las tiendas de raya como su primer acto de protesta armada. El laudo del General Díaz, que naturalmente fue a favor del capital y que no fue aceptado por los trabajadores, no puede considerarse como una conquista, ni siquiera como un antecedente. Tal vez deba mencionarse, por la recomendación paternal que contenía de que no se hicieran huelgas ni menos en forma intempestiva.

Fue hasta la manifestación de primero de mayo de 1913, cuando se paseó por las calles de México este cartel: "La Casa del Obrero Mundial exige la jornada diaria de 8 horas y el descanso dominical". Esta fecha la señalo como aquella en que se formula por primera vez una petición concreta en favor de todos los trabajadores, lo que es ya un programa de acción. Aunque es verdad que la Sociedad de empleados libres de comercio, poco antes, ya había pedido lo mismo al hacer suyo la C.O.M. este postulado, lo convertía en causa obrera. En esa manifestación parece que se entregaron a la Cámara de Diputados algunos proyectos de legislación, pero no he llegado a saber qué materias contenían, lo cierto es que en el Constituyente vino a aclararse, que lo que recibieron los diputados renovadores, fue la petición de que se expidieran leyes en favor de los trabajadores. Y ese era efectivamente el tono general que revestían las actividades obreristas de la época. 1

La Casa del Obrero Mundial, a quien debemos considerar la organización más fuerte, más influyente y más bien documentada sobre el movimiento obrero, preconiza "la acción directa", que entiende como la lucha apoyada en las organizaciones sindicales que dirigen las huelgas y precisan las reclamaciones del proletariado. Al contestar ataques que le dirigía "Nueva Era", acusándola de centro de conspiración, declara que su labor se concreta a promover la agrupación de los trabajadores en sindicatos gremiales.

Este inocente programa, no es, sin embargo, del agrado del Gobierno Maderista, que manda cerrarle su escuela. Huerta clausura la misma organización, la cual vuelve a instalarse en agosto de 1914, a la entrada del ejército constitucionalista de Carranza. Es entonces cuando Villarreal emplea un lenguaje más claro sobre el movimiento obrero:

"Esta revolución que tiene muy poco de política, porque es eminentemente social, ha sido fomentada por la gleba dolorida y hambrienta y no habrá cumplido su obra, hasta que hayan desaparecido de nuestro país los esclavos que hasta hace poco teníamos en Yucatán y en el Sur; hasta que hayan desaparecido de nuestros talleres los salarios de hambre y de nuestras ciudades los pordioseros que pueden trabajar, pero que piden limosna porque no encuentran trabajo; que el peón, que el obrero, sean hombres, reconozcámosles el derecho de comer bien, de vivir en buena casa, puesto que ellos como nosotros, fueron creados, no para ser parias... sino para vivir una vida de felicidad..."

La C.O.M. estaba educada en la doctrina del abstencionismo político. Los oradores que la instruían: Chucho Urueta, Serapio Rendón, Díaz Soto y Gama, Pérez Taylor, Agustín Aragón, Santiago R. de la Vega, Ramírez Garrido, Arenas Guzmán, exponían ante ella las formas del sistema sindical, la libertad de pensamiento, el solidarismo, la economía social, además de emplear la literatura de rigor en esta época romántica, sobre las miserias del trabajador y la justicia de sus afanes.

Fue sin duda por este abstencionismo político, dogma de la época, que la C.O.M. no aceptó las invitaciones que para tomar parte en la lucha armada le hicieron Carrancistas y Convencionistas y cuando Obregón volvió a ocupar la Ciudad de México al iniciar su campaña del Norte, se redactó un manifiesto que tenía por objeto "templar el ardor bélico del pueblo mexicano", invitando a las masas obreras a despreciar los bandos que se disputaban el poder. En la discusión que siguió a la lectura de ese Manifiesto, se dijo que los trabajadores debían apoyar su publicación, ya que en él se reflejaba el sentir de las mayorías, contrario a que se siguiera derramando sangre de hermanos; que Carranza, Villa y Zapata sólo pugnaban por su encumbramiento personal, que ninguna de las facciones en lucha tenía programa que diera satisfacción a las exigencias de los oprimidos, y que toda esa guerra era pura política y ambiciones bastardas. Dentro de tan noble falta de comprensión de los objetivos revolucionarios, se aprobó el Manifiesto y ya se nombraba uno comisión encargada de publicarlo, cuando el Dr. Atl, que había asistido a la escena, pidió permiso para retirarse, pronunciando estas palabras que llenaron de estupor a sus oyentes: "Señores, me retiro, porque ese Manifiesto parece haber sido redactado por sacristanes y yo siento que estoy entre enemigos". Fue invitado a permanecer y a ilustrar a la asamblea, lo que hizo inmediatamente, explicando los propósitos del Constitucionalismo, sus miras mucho más avanzadas que las de las otras facciones, la garantía que la integridad de Carranza significaba para el fiel cumplimiento de las promesas de la revolución en su parte social, es decir, obrera y agraria... a cuya exposición, los asistentes, por unanimidad, acordaron aplazar la publicación del Manifiesto.

Fue a consecuencia de esta crisis, que el movimiento obrero organizado entró a formar en las filas de la revolución armada al lado del constitucionalismo, bajo las cláusulas del pacto de 17 de febrero de 1915, que los delegados obreros negociaron en Veracruz.

Pero el abstencionismo político, la forzada indiferencia que éste les imponía respecto de la política nacional, fueron sin duda motivos de desconfianza para el Primer Jefe, al recibir a la delegación obrera:

"Carranza oyó con frialdad a los comisionados de la C.O.M., dicen los historiadores Salazar y Escobedo, y les manifestó, así que hubo escuchando de pie y atentamente sus pretensiones, que no creía en la Casa del Obrero, puesto que renegaba de la patria y que para nada la necesitaba, ya que él contaba con el formidable concurso de los labriegos para destruir la reacción. Sin embargo, dijo el adusto primer Jefe a los comisionados, vayan Uds. a ver a Zubaran y él les dará mi contestación".

En ese pacto, el ministro se limitó a reiterar la resolución contenida en el decreto de 12 de diciembre anterior, de mejorar la condición de los trabajadores, expidiendo durante la lucha todas las leyes necesarias. Los obreros, por su parte, se comprometieron a colaborar por el triunfo de la revolución constitucionalista.

Disuelta la C.O.M. el movimiento obrero, a pesar de su brillante participación en varias funciones de armas, siguió distanciado de la política activa. No tengo noticia de que haya habido delegados obreros para promover cerca del gobierno la expedición de las leyes ofrecidas ni de que se hubiera presentado un programa mínimo de reivindicaciones. Todavía vemos que se convoca y se reúne un gran congreso obrero en Veracruz, del 5 de febrero al 17 de marzo de 1916, que se ocupa de dar normas a las organizaciones, tratando de encontrar el nombre que llevará le unión de todas ellas y el sistema de lucha que deberá proclamarse.

Adopta el nombre de "Confederación del Trabajo de la Región Mexicana" (México es una región, no una patria y el problema no es nacional, sino internacional). En cuanto al sistema de lucha después de oscilar el congreso entre el anarquismo, el sindicalismo revolucionario, el comunismo etc., se decide por un sindicalismo oportunista: "aprovechando las circunstancias favorables que en la actualidad se presenten para el trabajador, además de las que aconseja la acción directa".

Los temas tratados con motivo del congreso, son el ideario obrero de la época: "El problema agrario". "La verdad de las religiones". "La jornada de ocho horas y el trabajo nocturno". "Conciencia de clase". —Por Morones— "La guerra y el proletariado".

Se formuló una declaración de principios, que es el programa definitivo hasta antes de la Constitución:

1. La Confederación del Trabajo de la Región Mexicana, acepta como principio fundamental de la organización obrera, el de la lucha de clases y como finalidad suprema para el movimiento proletario, la socialización de los medios de producción.

2. Como procedimiento de lucha contra la clase capitalista, empleará exclusivamente la acción directa, quedando excluida del esfuerzo sindicalista toda clase de acción política...

3. A fin de garantizar la absoluta independencia de la Confederación, cesará de pertenecer a ella todo aquel de sus miembros que acepte un cargo público de carácter administrativo.

4. En el seno de la Confederación se admitirá a toda clase de trabajadores manuales e intelectuales, siempre que estos últimos estén identificados con los principios aceptados y sostenidos por la Confederación, sin distinción de credos, nacionalidades o sexo.

5. Los sindicatos pertenecientes a la Confederación, son agrupaciones exclusivamente de resistencia.

6. La Confederación reconoce que la Escuela racionalista es la única que beneficia a la clase trabajadora.

Debido al abstencionismo político ratificado en la anterior declaración, las organizaciones obreras permanecieron ajenas a las elecciones de constituyente que se celebraron ese año y, por lo mismo, los sindicatos y organizaciones, como tales, no mandaron al congreso sus representantes. Hubo sí diputados obreros como Cano, Gracidas, Zavala y Andrade; diputados obreristas como Aguilar, Jara, Góngora, Cravioto, Manjarrez y Victoria —obreristas todos lo fuimos al votar por el artículo 123— y delegaciones obreras que asistieron al constituyente en sus trabajos, por medio de memoriales y conferencias, pero no hubo una campaña electoral exclusivamente basada en programas obreros, ni diputados nombrados por los obreros, con excepción tal vez de Andrade y Cravioto, que afirmaron deber su elección al sufragio de organizaciones obreras. La reunión del constituyente fue resultado del sufragio popular político tradicional.

En las condiciones apuntadas, el constituyente se enfrentó con un problema no desbrozado y operó en terreno virgen. Sin ser asamblea de clase, trabajó en favor de una clase; al votar el artículo 123, las dos alas unidas realizaron obra armónica. Del artículo 123 se desprenden los lineamientos y el carácter del socialismo mexicano, pero antes de señalarlo, veamos cuáles eran las aportaciones del obrerismo preconstitucional.

Organizaciones rudimentarias al comienzo, se acentúan y perfeccionan hasta las realizaciones del congreso obrero de Veracruz. De doctrinas, encontramos el romanticismo literario inofensivo, el liberalismo, el anarquismo y cierta influencia de comunismo internacional. A pesar de tener méritos contraídos con la revolución constitucionalista, el Congreso de Veracruz volvió a pronunciarse por el abstencionismo político, quizá el rasgo más persistente de la época, y no dio al constituyente importancia alguna, desdeñando tomar parte en aquella asamblea, lo que era suicida para las reivindicaciones proletarias. El abstencionismo político es un verdadero divorcio de los problemas nacionales, el internacionalismo y el auxilio de doctrinas extranjeras, es un repudio de la idea de patria. La acción directa por sí misma no es programa, y como modo de acción es impreciso, porque va tras reivindicaciones también imprecisas. Es necesario conocer bien los objetivos que se buscan para determinar cuál es la acción más apropiada. El liderismo, entonces como ahora, fue infecundo, porque ningún líder —que yo conozca— dio a los obreros programa ni dirección. Sólo porque en Querétaro imperó un espíritu noble y desinteresado, se llevó a cabo una obra armónica que sin tener en cuenta estos pequeños prejuicios, salvó a la revolución solidarizando al proletariado con la ley fundamental.

Veamos ahora la labor del constituyente.

 

HISTORIA PARLAMENTARIA DEL ARTICULO 123 CONSTITUCIONAL

El 19 de diciembre de 1916, se dio lectura al dictamen del artículo 5°, pero por haberse presentado una moción suspensiva, lo retiró la comisión anunciando que iba a reformarlo. En la sesión del 26 de diciembre se volvió a presentar con este aditamento sobre el trabajo:

"El contrato de trabajo sólo obligará a prestar el servicio convenido por un período que no exceda de un año y no podrá extenderse en ningún caso a la renuncia, pérdida o menoscabo de cualquiera de los derechos políticos a civiles. La jornada máxima será de ocho horas. Queda prohibido el trabajo nocturno en las industrias a los niños y a las mujeres. Se establece como obligatorio el descanso hebdomadario".

La Comisión informó haber adoptado algunas ideas de la iniciativa de Aguilar, Jara y Góngora, en que pedían la igualdad de salario a igualdad de trabajo, indemnizaciones por accidentes de trabajo y enfermedades profesionales, así como comités de conciliación y arbitraje para resolver los conflictos entre el capital y el trabajo; los cuales no incluyó por no creerlas propias del capítulo de garantías, pero ofreció ocuparse de ellas al tratar las facultades del Congreso.

El artículo fue atacado por 14 oradores, todos inconformes en que las cuestiones obreras se trataran tan a la ligera. De la discusión surgió la idea de formular capítulo especial sobre el trabajo. Los discursos de Cravioto y Macías, fueron sencillamente decisivos. Daré una idea sucinta de ambos.

Cravioto dio a la asamblea los primeros informes sobre los estudios hechos para expedir una legislación obrera completa y explicó que los renovadores del constituyente estaban animados del deseo de sostener las reformas sociales que CABRERA sintetizó en el Manifiesto que valió al grupo el nombre de "Renovadores" y que comprendía estos problemas: peonismo, industrialismo, hacendismo, capitalismo monopolizador, absorbente y privilegiado, clericalismo.

(Efectivamente desde abril de 1911, Cabrera publicaba en la "Opinión" de Veracruz, su célebre artículo titulado "La solución del conflicto", en que señalaba como principales causas del malestar público las siguientes: Caciquismo, peonismo, fabriquismo, hacendismo, cientificismo, extranjerismo. Este artículo debe señalarse como fuente del Manifiesto de los Renovadores).

Contó Cravioto que en la manifestación de primero de mayo de 1913, los obreros entregaron a Ugarte, presidente entonces del bloque renovador, un memorial solicitando el apoyo de aquel grupo para la expedición de layes protectoras del obrero y habiendo contraído el compromiso solemne de prestar esa ayuda, designaron desde luego una comisión presidida por el Sr. Lic. don José N. Macías, para dar forma a los proyectos relativos. Ya en Veracruz el gobierno constitucionalista, los Lic. Macías y Luis Manuel Rojas, cumpliendo el encargo del Primer Jefe de la Revolución, elaboraron un código obrero completo que mereció la aprobación del señor Carranza, pero que no se presentó con el proyecto de constitución, por considerarlo reglamentario.

El Lic. Macías completó la exposición de Cravioto en un discurso memorable que tiene que consultarse siempre que se quiera conocer la historia del artículo 123. Nos informa Macías que cuando Carranza estableció su gobierno en Veracruz, su primer cuidado fue dar una bandera a la lucha, por medio de las adiciones al plan de Guadalupe, de 12 de diciembre de 1914, entre las cuales, la promesa de expedir durante ella las leyes encaminadas a redimir a la clase obrera de la triste situación en que se encontraba. Macías y Luis Manuel Rojas, fueron comisionados para formular los proyectos de ley que fueran necesarios para tratar el problema obrero en todos sus aspectos, los que concluidos, sometieron al señor Carranza en enero de 1915; y estudiados en unión de Cabrera, sufrieron algunas modificaciones. Acordó Carranza se les diera amplia publicidad para que los trabajadores les hicieran las observaciones que quisieran, obsequiando así una solicitud que habían hecho a la Primera Jefatura los obreros de Veracruz. Mientras se recibían esas observaciones y por haberse desintegrado la comisión por ausencia de Luis Manuel Rojas, Macías marchó a los Estados Unidos por indicaciones del Primer Jefe, a fin de observar la marcha de los establecimientos industriales más importantes y de estudiar la legislación obrera más moderna. Así lo hizo, marchó a los Estados Unidos, estudió, observó, se documentó, y volvió a dar cuenta de su misión. El señor Carranza, dice Macías dedicaba a tan importante asunto, todo el tiempo que le dejaban las atenciones de la guerra y después de maduros estudios, convino con Macías en los puntos cardinales sobre los que se fundaría la legislación obrera, inspirada en las leyes de Bélgica, Inglaterra y Estados Unidos, adaptadas a las necesidades del problema mexicano.

Cuando varios oradores en el Congreso, decía el diputado Macías, se han quejado amargamente de que la revolución ha protegido muchos intereses, pero ha descuidado los de los trabajadores, es justo hacer constar que una de las cosas que más han preocupado al Jefe de la revolución, ha sido la redención de las clases trabajadoras, no con alardes ni con gritos, sino llevando a cabo, silenciosamente, una de las instituciones que más honrarán a la revolución y al pueblo mexicano.

Dice lo que debe contener una legislación obrera para ser completa, advierte comprender lo siguiente: 1. Ley del trabajo, II. Ley de accidentes, III. Ley de seguros, y IV. Todas las demás que protejan al trabajador, no precisamente en sus relaciones con el capital, sino en relación con su bienestar, y exhibiéndolo ante la Asamblea, "Aquí está el proyecto, obra del supremo jefe de la revolución, que demuestra de esta manera saber cumplir leal y honradamente las promesas hechas al pueblo mexicano".

Con indiscutible autoridad sobre el congreso, Macías se refiere a la vaguedad e imprecisión de conceptos que se advertían respecto de la cuestión obrera:

"El problema obrero no es el que han expuesto los diversos oradores ni es ese el que la Comisión propone en su artículo 5. Hay una confusión grande sobre este punto, lo cual se explica perfectamente, supuesto que no se ha hecho un estudio detenido sobre el particular y naturalmente las ideas son vagas, de cuya vaguedad vendrá después la vaguedad de las interpretaciones..."

La legislación que exhibe, informa Macías, comprende lo relativo al contrato de trabajo, salario mínimo, juntas de conciliación y arbitraje, industria privada, aprendizaje, contrato de empresa, huelgas, seguros de vida, accidentes de trabajo, trabajo de los menores y de las mujeres, jomadas de trabajo, etc. La justa compensación, como criterio del salario, está tomada del concepto Marxista del plusvalor.

Si esas leyes no se habían publicado, continúa el orador, fue porque durante su ausencia se reformó la constitución federalizando la cuestión del trabajo, en lo cual no estuvo conforme, y propuso y así lo aceptó el C. Primer Jefe, que se dejara el punto a la resolución del constituyente. En cuanto a la cuestión de si las disposiciones debían incluirse en la constitución o no, Macías es terminante: Quiere que se formule un artículo que se coloque "no sé donde en la constitución, pero que no sea en garantías individuales, para obligar a los Estados a que legislen, porque si se mutila el pensamiento, la clase obrera no quedará debidamente protegida." Desconfianza muy natural, pues como lo demostró el orador, los Estados no habían sabido legislar la materia obrera.

Después de tan amplia exposición, se unificó el sentir de la asamblea tanto para rechazar el artículo cinco, como para formular la legislación obrera en la misma constitución, a pesar del último y denodado esfuerzo de Múgica que sostenía que "aquél 5° todavía no estaba para ser devuelto al corral". Así es que la asamblea aprobó la moción de Manjarrez, de que se dedicara un capítulo especial llamado "Del trabajo" y la de los diputados Ochoa, de los Ríos y Rodríguez, de no votar el artículo 5, mientras no se aprobaran las bases del problema obrero. La comisión pidió, y le fue concedido, permiso para retirar el proyecto.

El 23 de enero de 1917, se presentaron juntos los dictámenes de los artículos 5 y 123, este último bajo el nombre: "Del trabajo y de la previsión social", Tít. VI, de la Constitución, y en la misma sesión fueron aprobados por unanimidad de 163 votos. 2

Los constituyentes, sin tener en su seno representaciones obreras propiamente dichas, no ignoraban las demandas ni desconocían los problemas del trabajo a los cuales unánimemente dieron amplia satisfacción. Las doctrinas dispersas, las ideas vagas sobre socialismo, enmudecieron cuando se abordó resueltamente el problema nacional de acuerdo con las necesidades nacionales, y luego que se hizo de la constitución el arma más terrible que se haya entregado a las clases oprimidas, éstas comprendieron que la revolución se había hecho en su beneficio.

La obra legislativa del constituyente fue el resultado de las convicciones personales del Jefe Supremo de la Revolución, el cumplimiento de una promesa solemnemente empeñada al dar objetivos sociales a la lucha, el producto de un estudio realizado a conciencia por la comisión designada y la adopción, finalmente, de las leyes más sabias, más adelantadas, en lo que tenían de compatible con el problema mexicano.

El socialismo mexicano, desde el punto de vista del trabajo, y teniendo en cuenta los antecedentes que acabo de relatar, se caracteriza como sigue:

I. Es de origen estrictamente legal.
II. El artículo 123 fue dictado para resolver los problemas nacionales del trabajo.
III. La obra de los constituyentes no se inspiró en doctrinas extranjeras ni tuvo que tomar nada del comunismo ruso, porque al dictarse la constitución todavía no comenzaba la revolución rusa.
IV. El obrero mexicano no debe nada a su líder al obtener estas preciadas conquistas que son para sus intereses vitales una realización inmediata y un reconocimiento solemne.

V. El carácter legal de las conquistas obreras, hace que en México el movimiento salarial TRABAJO esté ligado a la Constitución y es dentro de las líneas de ésta que se ha llevado a cabo el desarrollo posterior de los postulados sociales obreros. Efectivamente, el derecho de huelga, el sindicato único, la eliminación de los sindicatos minoritarios y de los sindicatos blancos, el pago del día de descanso, la organización obrera, sus estatutos, sus prácticas, el Código del Trabajo con la novísima jurisprudencia de la Sala del Trabajo de la Corte, especialmente destinada a conocer de los conflictos obreros... todas estas instituciones derivan naturalmente de la constitución y debido a ese encauzamiento sin duda, las masas obreras han sido impermeables a la aportación de doctrinas extrañas de realización indefinidamente pospuesta.

El obrerismo mexicano tiene brillantes perspectivas a juzgar por las conquistas obtenidas, las cuales son de dos clases: legales y jurisprudenciales; ambas merced al resorte profundo de las actividades sindicales. Señalo como posibles adquisiciones del movimiento obrero contemporáneo: el pago del séptimo día, que afirmo estuvo en el ánimo de los constituyentes, pues sería ingenuo creer que el día de descanso decretado en beneficio del trabajador, había de convertirse en su perjuicio y puesto que en lugar de perjudicarlo, se quiso beneficiarlo, para que ese descanso responda a tal finalidad, debe ser pagado.

Otra perspectiva es el creciente control de la industria por el obrero organizado. El sistema actual le permite descansos; yo quisiera que estos descansos no fueran sinónimo de holganza y vicio, sino una oportunidad para la preparación técnica; y la preparación técnica del obrero consiste en primer lugar, en saber desempeñar su trabajo con alta eficiencia; y en segundo lugar, prepararse para tomar la industria por su cuenta. Mientras no esté preparado para ello, debe desconfiar de los agitadores que le ofrecen entregarle la industria, porque fracasaría y con él el socialismo mexicano.

En Rusia la revolución de octubre de 1917, se hizo mediante la promesa de establecer el control obrero, pero el resultado de ese control por obreros apenas especializados fue tan desastroso, que el gobierno debió decidirse casi inmediatamente a nacionalizar la industria; régimen que con varias peripecias subsiste hasta la fecha.

En Italia, en 1920, los obreros se apoderaron de las fábricas y las trabajaron unos cuantos días, pero ellos mismos consintieron en abandonarlas en vista de su incapacidad para regir la industria.

No es lo mismo manejar aisladamente una que otra fábrica, que enfrentarse con los terribles problemas económicos de la industria nacional en todos sus aspectos. Si los obreros mexicanos, mal aconsejados, intentaran el apoderamiento de la industria, seguramente fracasarían, y una de dos: o volvían las cosas al estado en que se encontraban, con grave detrimento del socialismo mexicano, o el gobierno nacionalizaría la industria, pero entonces perderían su libertad los sindicatos, o mejor dicho, desaparecería el sindicalismo independiente, y este otro fracaso del socialismo mexicano traería consigo el Estado panteístico y deificado en un monstruoso fascismo que a todos nos repugna. Del socialismo mexicano depende, pues, la futura suerte del país, y para no llegar a tan lamentables consecuencias, aconsejo a los sindicatos conservar su libertad de acción y su independencia y no gastar sus energías en luchas estériles o en unificaciones totales imposibles. El Gran Sindicato único sería el Gran Estado Corporativo Totalitario absorbente de toda iniciativa y acaparador de toda actividad. Ahora bien, la única limitación que puede ponerse a ese Estatismo monstruoso, a falta de garantías individuales, es el de las garantías sociales de las masas organizadas.

De la exposición anterior deduzco claros síntomas contrarios al comunismo; pero si absolutamente queremos salvamos de una especie de sarampión comunista con su cortejo de calamidades, sus vacilaciones y sus rectificaciones, debemos insistir en organizar nuestras masas proletarias bajo un estatuto legal y darles lo que piden según los recursos de nuestra tierra o de nuestra industria, cuidando de conservar nuestras fuentes de riqueza y emplearlas para el beneficio de todos nosotros.

 

EDUCACIÓN

El artículo 3, reformado, de la Constitución, previene la impartición por el Estado de la educación socialista. Todos nos hemos preguntado cuál es el socialismo a que se refiere el texto y nos hemos quedado perplejos ante la invasión de tantas doctrinas que se disputan el nombre de "Socialismo" y que aspiran a regir la educación. Aun cuando ese socialismo fuera el socialismo llamado científico, o comunismo, hay tantas escuelas comunistas, que difícilmente puede llegarse a un acuerdo sobre su verdadera inteligencia y alcance. Es, pues, urgente señalar un contenido propio al socialismo.

Comenzaré por decir que hay un socialismo mexicano, brotado de los problemas económicos de México, porque el socialismo, a pesar de las afirmaciones enfáticas de algunos teorizantes, no es universal.

Además, ese socialismo mexicano, derivado de nuestra situación geográfica, de nuestra idiosincrasia de pueblo mestizo y semifeudal, de nuestras necesidades biológicas y sociales, cuenta ya con fórmulas concretas en los artículos 27, 123 y 130 constitucionales.

Hay pues un socialismo mexicano de carácter constitucional, que debe formularse para acabar con la anarquía reinante en las ideas. Lo considero urgente, sobre todo, para afirmar nuestra independencia mental y el derecho que tenemos de resolver con nuestras propias inspiraciones nuestros terribles problemas. Rechazo enérgicamente la imposición de fórmulas empleadas por otros pueblos, somos nosotros los que tenemos que enseñarles algo. El socialismo mexicano se ha desarrollado hasta ahora sin necesidad de pedir prestado a nadie y es tan fecundo, tan avanzado, tan instructivo, como el de cualquiera otra parte.

El socialismo derivado de la constitución y que, por lo mismo, es el socialismo constitucional sancionado por la experiencia y cartabón de toda autoridad, es el siguiente:

Es político, esto es, se desarrolla y realiza por procedimientos políticos, aunque no sean precisamente democráticos.

Nuestra política a su vez es socialista, pues que las actividades políticas tienen un sentido preferentemente social económico y proletario.

Ese socialismo es o debe ser exclusivamente económico, es decir, limitarse a la integración económica del país, y renunciar a hacer de él una doctrina cósmica y trascendente destinada a explicar los móviles de la vida y de la acción humanas.

Como socialismo constitucional estrictamente económico, sus problemas fundamentales son: la tierra, el trabajo y la educación.

Esta última no debe circunscribirse, aunque sea muy importante, a la preparación técnica de la lucha económica. El socialismo mexicano no debe estar reñido con las formas más elevadas de la cultura personal y colectiva, como el arte, la investigación científica, la filosofía, porque su finalidad es elevar la condición humana en sus aspectos individual y colectivo.

Es urgente introducir normas éticas en los postulados sociales y en los procedimientos de lucha, buscando el bienestar no de una sola clase, sino del pueblo. Esas normas éticas deben enseñar que el socialismo es una doctrina elevada y apostólica de mejoramiento social indefinido, no una bandera de rapiña; que supone sacrificios y renuncias por el bien de los demás y no el desencadenamiento de los más bajos apetitos de la bestia humana; que el socialismo no significa despojar a otro para vivir y gozar de la vida sin trabajar; ante al contrario, es la santificación del esfuerzo, el desarrollo de las facultades del hombre al servicio de sus semejantes; que adquirir sin esfuerzo es una degradación moral, una verdadera corrupción porque el esfuerzo es educativo, disciplina y dignifica; lo que se adquiere gratuitamente no vale la pena de conservarse y el socialismo no aconseja que se enseñe a nuestro pueblo a adquirir gratuitamente lo que necesita, porque eso sería degradarlo.

Tampoco significa el socialismo la destrucción de la alta cultura: es verdad que así se hizo en los comienzos de la revolución rusa y los guillotinadores de la revolución francesa mandaron al cadalso a un sabio afirmando que "la república no necesita de sabios", pero las exigencias de las organizaciones modernas demuestran que los países sí necesitan de sabios.

Tampoco el socialismo reclama la destrucción de la buena educación, del buen trato, de las maneras corteses, ni repugna con los refinamientos intelectuales y sociales, ni está reñido con las elegancias que son la floración de una vida artística ni con las distinciones de la inteligencia, del tacto y del buen gusto. Al lado de Marat el mal oliente, se sentaba en la Convención, Robespierre el atildado y Tchichterin como ministro de Relaciones del Soviet, hizo su presentación en Europa vistiendo el impecable frac.

El socialismo, no pudiendo definirse como doctrina, es ante todo una actitud, un espíritu de solidaridad y de servicio mutuo; sus últimos fines son educar a nuestro pueblo y darle de comer.

El socialismo mexicano debe extender los beneficios de las modernas tendencias, a los demás órdenes sociales desamparados, como los trabajadores y empleados del gobierno, los estudiantes y los soldados, los ancianos y la niñez, la prostitución ambulante o sedentaria, la población de las prisiones, de los hospitales y hospicios, la mendicidad, la vagancia, el proletariado profesional, el ocio forzoso por falta de trabajo, la ociosidad voluntaria, etc.

Propongo para concretar, dar un contenido ético, cultural y educacional a nuestro socialismo económico, crear cursos obligatorios de gramática socialista mexicana en la Universidad, en las escuelas y en los talleres, donde se estudien:

los artículos 27, 123 y 130 de la Constitución, sus antecedentes legislativos, su aplicación, sus resultados, su interpretación por los tribunales,
el Código del Trabajo,
el Código Agrario,
las doctrinas económicas,
la preparación técnica para capacitar al obrero a regir una industria,
la educación de las madres proletarias para que sepan criar a sus hijos,
la higiene del matrimonio, el voto femenino, la ética proletaria, arte, gimnasia, canto, comedia, orfeones, obra en común, excursiones a las fábricas y regiones pintorescas o arqueológicas, cine nacional con fines culturales, educación militar, etc., en una palabra, la educación civilizadora hacia la solidaridad social, mutua comprensión y ayuda mutua.

 

SOCIALISMO MEXICANO Y COMUNISMO RUSO

Vulgarmente se cree que al decir comunismo, se habla de alguna cosa sobre la que todos están de acuerdo. Nada más lejos de la verdad. La experiencia demuestra que no hay socialismo científico ni universal ni cósmico. Cada época y cada pueblo han tenido su socialismo según las circunstancias cambiantes de la historia. En teoría hay varias escuelas comunistas derivadas de la doctrina original de Marx, todas con pretensiones a la más estricta ortodoxia y en su aplicación política, también hay profundas divergencias.

Rusia es el único país en que se haya ensayado gobernar a un pueblo trasladando la doctrina del papel a las realidades sociales. Tan gigantesco esfuerzo fue intentado en los comienzos de la revolución rusa por Lenin, quien tuvo necesidad de introducir modificaciones a la teoría. Desde luego la amplió con el concepto de imperialismo, fenómeno inexistente en vida de Marx y posteriormente la rectificó con su N.E.P. —Nueva Política Económica— en diciembre de 1921, que contiene, al decir de Varga, escritor comunista, profundas diferencias con el comunismo de la época de la guerra.

Fueron concesiones hechas, según el mismo Lenin, porque las grandes masas laborantes así lo pidieron, pero significan un paso atrás de acuerdo con la doctrina comunista. No es esto todo.

Posteriormente Trotski y Stalin no pudieron ponerse de acuerdo sobre la interpretación de la doctrina de Lenin, cada quien creyéndose el fiel depositario de ella; ni sobre los procedimientos y alcances de la revolución, y al separarse Trotski, lo hizo protestando contra un socialismo burgués que dista mucho del comunismo original.

Trotski niega al comunismo ruso la capacidad de construcciones permanentes ni que haya en Rusia dictadura del proletariado, afirma que son un fracaso la economía y la política de Rusia, considera imposible la alianza de los obreros y los campesinos. Al negar todas estas cosas según el mismo Stalin, la oposición no deja absolutamente nada a la revolución.

Actualmente Stalin contemporiza y trata y celebra alianzas con los países capitalistas burgueses de Europa. Admite la propiedad y el comercio privado, renuncia a reducir al comunismo a las poblaciones campesinas, defiende la tradición artística de su pueblo, fomenta la alta cultura, cuida de la familia y de los hijos dando solidez al matrimonio; otorga la ciudadanía rusa ya no sólo a los proletarios; en una palabra, vuelve a la práctica de instituciones que al principio la revolución trató de destruir o de desacreditar como burgueses, y hoy el régimen está a tan prodigiosa distancia de lo que fue en el período 1917-1921, que ya nadie cree que en Rusia funcione el comunismo y sólo unos cuantos tienen la audacia de afirmar, creyéndonos completamente ignorantes de estas cuestiones, que el comunismo ruso ha realizado la felicidad humana.

Lo que queda en Rusia es un estado monstruoso que todo lo abarca, todo lo vigila y todo lo reglamenta. Lo que queda en Rusia es una minoría gozando de los privilegios del poder. Precisamente el ejemplo de Rusia ha salvado a la democracia de la gran crisis que estuvo a punto de liquidarla y vuelve a tener simpatías, cuando se ha visto que esa democracia mantiene incólumes a Francia y a Inglaterra y que esa democracia permite a los Estados Unidos llevar a cabo una reforma tan radical como la nuestra, sin revolución armada, por el solo juego de los principios puestos en movimiento por un funcionario clarividente apoyado por su pueblo. La experiencia rusa muestra la necesidad de mantener en un Estado armónico un mínimo de garantías individuales al lado de verdaderas garantías sociales, un régimen político basado en la voluntad de las mayorías para beneficio del común, no de una sola clase, una sociedad internacional fundada en el respeto a las organizaciones nacionales.

La experiencia del comunismo ruso tiene esto de fecundo; que ha obligado a los hombres de Estado y a los pensadores a condenar los abusos del capitalismo en cuanto son la causa de los males que sufren las sociedades modernas y ha provocado nuevas corrientes de opinión en pro de organizaciones sociales distintas.

Pero no es todavía el comunismo panacea universal y muchos creen con el profesor MAC MURRAY que en el proceso dialéctico, el comunismo en su forma presente de dictadura de un Estado materialista económico, como tesis, provoca su antítesis, el fascismo, también bajo la forma de dictadura económica del Estado. Si comunismo y fascismo son dos términos opuestos en el proceso dialéctico de la historia, ni uno ni otro pueden considerarse como la etapa final, sino que ambos contribuirían a la formación de una síntesis más elevada, tal vez alguna forma todavía no prevista de socialismo, en que se reconcilien estas oposiciones. Esta síntesis incluiría la libertad y la justicia, el bienestar de las unidades y del conjunto, la iniciativa de un sano individualismo bajo el control social del colectivismo, eliminando tanto los males de la tiranía del soviet como los de la dictadura fascista.

No nos hagamos ilusiones, México no es comunista ni puede serlo, sencillamente porque es un pueblo eminentemente agricultor y el campesino no pondrá jamás en común el producto de su pegujal.

Individualmente somos huraños, con tendencias al aislamiento; pesa sobre nosotros una melancolía inexplicable —melancolía viril— mezcla de tristeza india, de altivez española, de apatía mestiza, de indolencia mora, de fatalismo oriental, de resignación cristiana. Apenas ahora comenzamos a sentir la necesidad de asociamos.

Las agitaciones comunistas de los últimos días, son fuegos fatuos que no tienen arraigo ni en el buen sentido del pueblo ni en la naturaleza de las cosas. Yo las interpreto, en cuanto provienen de gente de buena fe, como signo de inquietud de un pueblo en busca de su régimen. Así como Diógenes alumbrándose con su linterna buscaba al hombre, así nosotros buscamos al régimen.

Es evidente que un día llegará en que la constitución ya no responda a las exigencias del continuo devenir. Preparémonos para esa contingencia.

De acuerdo con nuestras experiencias, nuestro pasado, nuestras esperanzas, nuestra cultura de pueblo latino, parece que el régimen dentro del cual debe construirse el México de mañana, estará dentro de estos grandes lineamientos:

Un régimen ni comunista ni fascista, ni precisamente democrático, ni precisamente transaccionista. Algo completamente distinto de lo que otros pueblos de la tierra han empleado hasta ahora.

Una combinación del régimen político y de la organización social, de tal manera equilibrada, que produzca la armonía del conjunto, de tal manera contrabalanceada, que la marcha del sistema sólo sea posible por la unión de los dos. Como base y fuente de este régimen y de todo poder, una democracia corporativa, en que las unidades son los gremios, los sindicatos, las asociaciones profesionales de toda suerte, los elementos raciales agrupados para la defensa de sus intereses, todo interés social que merezca existencia legal y representación política. En lo alto la superestructura, síntesis de los elementos activos sociales y políticos.

Un régimen político, reflejo y compendio de la organización social, un régimen político permanente, una organización social variable, un régimen político fuertemente centralizado, una organización social múltiple y local. Garantías políticas para hacer imposible la dictadura económica, garantías sociales para hacer imposible la dictadura política. Garantías individuales respecto del grupo, garantías individuales de alcance social, como el derecho al pan, al trabajo y al hogar, derechos de asistencia para la miseria, la falta de trabajo, la enfermedad, la vejez, etc., para proporcionar a todo hombre una familia y un patrimonio, una educación... Garantías sociales de todo grupo respecto del Estado para limitar los poderes de éste; grupos singularmente protegidos como la familia, que asegura la multiplicación de la especie.

Una cámara política y una cámara corporativa; la primera encargada de mantener la forma de gobierno, la segunda de dar expresión legal a las actividades sociales de los grupos, ambas legislando juntas. Un ministerio de número variable, responsable, gobernando con el apoyo de las dos cámaras. Una Corte equilibradora... en una palabra, una constitución en que los elementos sociales puedan expresarse en formas políticas de gobierno, un régimen político cuyo principal sostén sean los agregados sociales, por tener éstos su representación en la estructura política. Ese sería el régimen político social corporativo democrático constitucional. Su forma visible sería algo así como una República Corporativa Democrática Central: La R.C.D.C.

Esta conmemoración es la más solemne y la más significativa que hayamos tenido en veinte años de vida constitucional. Las nuevas clases brotadas de la constitución vuelven sus ojos a la madre ley y se acuerdan por fin de los constituyentes; de ese grupo de inspirados que como arrebatados por un Dios, comprendieron a su pueblo en su hora y supieron decir lo que anhelaba.

El comunismo mexicano ha celebrado alianza con el Gobierno y por lo mismo ha hecho profesión de fe constitucional. El C. Presidente de la República se ha decidido por la constitución en medio de tantas cosas que solicitaban su preferencia y ha rendido un homenaje a la constitución, haciendo justicia a los constituyentes.

La constitución, que partió de las masas profundas del proletariado nacional, se ha incrustado en los partidos y en el gobierno, y todo esto augura el advenimiento de la ley y de las instituciones.

Así, pues, constituyentes, no os habéis equivocado, el pueblo os vive agradecido y la Nación os premia porque habéis merecido bien de la Patria.

 

Notas:

* José Luis Soberanes Fernández. "El discurso pronunciado por el diputado Hilario Medina en la clausura del Congreso Constituyente de 1916-1917". En: Cien ensayos para el centenario. Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos. T. 1 [Estudios históricos]. Gerardo Esquivel, Francisco Ibarra Palafox, Pedro Salazar Ugarte (Coords.) UNAM-IIJ-IBD. México. 2017.

 

1. El Lic. Enrique Calderón, en un artículo publicado en El Nacional de 5 de febrero de 1936, señala como antecedente del art. 123, el escrito presentado al grupo renovador de la XXVI Legislatura Federal, por una Comisión de la Casa del Obrero Mundial, pidiendo leyes sobre el descanso dominical, la jomada de ocho horas y el reconocimiento de personalidad a las agrupaciones obreras; petición que fue turnada a una comisión de cinco miembros , entre los cuales Macías, Luis Manuel Rojas y Manuel Padilla, quienes emprendieron un estudio detenido de la legislación del trabajo y lo continuaron en la prisión cuando Huerta disolvió las Cámaras, "si bien ya no con el frío espíritu que tuvieron al abordarlo, sino plenos de entusiasmo sentimental revolucionario en favor de los trabajadores".
Sobre el proyecto en Veracruz cuando se instaló el gobierno constitucionalista, dice el mismo articulista:
Los antiguos comisionados del grupo renovador, Macías y Luis Manuel Rojas, fueron comisionados en Veracruz por D. Venustiano para continuar sus trabajos y a fines de 1914 presentaron un proyecto completo de Código de Trabajo, tomando como tipo las legislaciones de Francia y Bélgica, adaptándolas como creyeron debido a las necesidades del país. Ese proyecto fue pasado a otra comisión, también en Veracruz, por el Lic. Zubaran y reformado en sentido más radical, según los recuerdos de Luis Manuel Rojas. El Primer Jefe era moderado (también según los recuerdos de Luis Manuel Rojas expresados en reciente plática con él, y prefería el proyecto inicial, por lo que llamó al Lic. Macías para que discutiera el presentado por la Comisión de Zubaran (en cuya colaboración intervino activamente la Sría. de Fomento, a cargo de Pastor Rouaix, quien había nombrado jefe del Departamento del Trabajo al abogado José I. Lugo), pero como no hubo acuerdo alguno, se dejó pendiente el caso y para nada influyó en la redacción del proyecto de Constitución que Carranza envió al congreso constituyente. Cito estos datos a título de curiosidad sin dejar de notar que el autor de este artículo está mal informado respecto a las opiniones de Carranza.

 

2. Del artículo citado antes, del Lic. Calderón, tomamos estos otros datos para la historia parlamentaria del art. 123.

Desde un principio, en el constituyente las cuestiones relativas al trabajo fueron motivo de apasionadas controversias, que se suscitaron al discutirse el art. 5, al final del cual se propuso una adición que contenía algunas disposiciones sobre trabajo, pero un grupo de diputados, entre los que se encontraban los de filiación obrera y los que sin ser trabajadores de origen eran obreristas por antecedentes, aunque fuera con diferencia de matices, emprendió una seria labor de estudio en la casa del Ing. Rouaix, para tratar de unificar criterios, con lo cual a proposición de Manjarrez, se suspendió la discusión del art. 5, para efectuarla después junto con la del que había de ser art. 123. —Los que trabajaban en casa de Rouaix, cuya lista completa no ha sido, desgraciadamente, posible al autor de este articulo reconstruir, elaboraron un proyecto sobre el que dictaminó la comisión del congreso, en los términos sensiblemente semejantes a los del texto que después tuvo el art. 123.— Debo hacer notar que los diputados que se reunieron en casa del Ing. Rouaix desde que comenzaron las sesiones del constituyente, estudiaron, no el art. 123, sino el 27, y como resultado de estas juntas a las cuales asistió constantemente el licenciado don Andrés Molina Enríquez, se redactó el proyecto original de dicho artículo, que con algunas modificaciones presentó a la consideración del Congreso, la primera comisión de constitución.