Home Page Image
 

Edición-2020.png

Selección de textos y documentos:

Doralicia Carmona Dávila

© Derechos Reservados
ISBN 970-95193

Este Sitio es un proyecto personal y no recibe ni ha recibido financiamiento público o privado.

 

 
 
 
 


1927 Manifiesto a la Nación. Gral. Francisco R. Serrano.

Julio 23 de 1927

 

Desde los primeros meses del año de 1925 en que, desempeñando una comisión del Gobierno Federal me encontraba en Europa, hasta mi regreso, a mediados de 1926, los elementos más representativos de la Revolución, innumerables simpatizadores del programa de reforma sociales y políticas de ésta y connotados representantes de las fuerzas vivas del País, estuvieron en constante comunicación conmigo tratando de obtener una autorización, siquiera mínima, que les sirviera de base para emprender trabajos políticos encaminados a unificar la opinión pública en favor de mi candidatura a la Primera Magistratura de la Nación.

Mi respuesta invariable fue la de que toda actividad de ese orden sería antipatriótica, toda vez que era absolutamente indispensable dar al actual Presidente de la República, amplia oportunidad de realizar su programa de gobierno, restándole motivos de intranquilidad nacional inherentes a una prematura agitación política del País. A mi regreso, deseando evitar todavía cualquier agitación perjudicial a los intereses de la Patria, no quise, ni por un momento, permanecer en situación que pudiera autorizar cualquiera actividad de carácter político y fue así como, inmediatamente después de mi llegada, acepté el cargo de Gobernador del Distrito Federal que el C. Presidente tuvo a bien conferirme. Pero esta actitud mía de franca cooperación con el actual Gobierno, no bastó a acallar las instancias que de todo el país me siguieron llegando para inclinar mi voluntad en el sentido de estar, en cualquier tiempo que yo considerase oportuno, dispuesto a aceptar mi candidatura presidencial.

Reformada nuestra Constitución, yo no podía, sin defraudar la confianza de todos los elementos del país que han creído ver en mí al individuo llamado a regir, en el próximo período Presidencial, los destinos nacionales, continuar desempeñando el cargo que me fue conferido, ni pudo estar en mi conciencia de ciudadano y de hombre de la Revolución, la idea de rehuir responsabilidades, menos aun aquellas que los revolucionarios hemos contraído al ensangrentar el suelo Patrio y destruir sus riquezas, cuando lo exigió así la defensa de los intereses de un pueblo víctima siempre de las intemperancias de sus malos gobiernos. Tampoco podía yo, sin mancillar mi conciencia de revolucionario sincero, desoír el llamado de mis conciudadanos que me exige reparar con actos de gobierno reconstructivos de nuestra nacionalidad la parte destructora de la obra de la Revolución. Es por esto, y porque juzgo un deber y un derecho inalienable, que el Pueblo tiene, el más amplio, para elegir a sus gobernantes, por lo lleno del mayor entusiasmo, seguro como estoy de que la voluntad popular ha de imponerse por sobre las maquinaciones de corrompidos políticos que deshonran nuestro suelo, y por sobre todos los proyectos de imposición que se perfilan en varios Estados de la República, voy a la lucha electoral con plena confianza de que en México, en esta Patria nuestra, no impunemente se vulneran los principios, ni se burlen el sentimiento y los derechos de su Pueblo.

En la precipitada e impura reforma que se hizo al principio de NO REELECCIÓN, veo el desafío más crudo y cínico al credo de ideales con el cual el Apóstol se enfrentó a la apolillada dictadura y que ha resonado en el corazón de los libertadores como un alarmante toque de generala y, consciente de las responsabilidades que trae consigo el solo honor de que personas honradas y patriotas se fijaran en un ciudadano tan desprovisto de méritos, como yo lo estoy, para el ejercicio de la más alta investidura que el Pueblo le puede conferir en México, pero sin alarde de una falsa moral que pretende explotarse para defraudar los intereses de una Revolución que pone en mis manos su bandera, y sin otra resolución que la más firme de poner todas mis energías y toda mi buena voluntad al servicio de la defensa de los principios revolucionarios que se intenta vulnerar, voy a exponer, someramente, algunos puntos que constituirán la base del programa de gobierno que, al resultar electo, me propongo desarrollar.

Fui revolucionario de acción desde los primeros días, cuando las perspectivas de la lucha eran dramáticas; pero se entraba a ella jubiloso, electrizado por la amable ilusión de dotar a la Patria con una vida mejor, merced a instituciones más democráticas y justicieras.

Al proclamar el Apóstol la No Reelección, quiso no solo evitar la perpetuidad de un hombre en el puesto a que sus méritos o su fortuna lo hubiera encumbrado, sino también y fundamentalmente, que no se formaran castas privilegiadas que chuparan la substancia del País, porque hablando con toda franqueza, es menos mala la reelección indefinida y dictatorial que la reelección alternada y de hipócritas tapujos, ya que en la primera forma se sabe a quién pertenecen las responsabilidades, no así en la segunda en que las intrigas y ambiciones se traman detrás del tinglado, ocultándose al Pueblo el verdadero responsable.

La reelección trae aparejada como inevitable consecuencia la muerte del sufragio, porque está en la esencia del poder continuarse indefinidamente cuando no se sienten estorbos. Para evitar y curar esa lepra se luchó quince años por el principio de Sufragio Efectivo y No Reelección y todavía, como un emblema y recuerdo de gloria, se ostenta en los documentos públicos, aunque en realidad la beben los que, escudados en sofismas de tinterillo, pretenden la reelección de un ciudadano que, en la prevaricación a que lo invitan, tiene una atenuante: no ser tránsfuga de ningún credo, porque él no secundó a Francisco I. Madero; fue la sangre y el sacrificio de otros los que conquistaron ese principio, que debe ser restituido a la Constitución como presea sagrada e intangible.

LA CUESTIÓN OBRERA

Para mitigar o terminar las bruscas oscilaciones que existen entre el trabajo y el capital, que al dañar por igual al obrero y al empresario, perjudican sensiblemente la producción nacional, se estudiara de preferencia y hasta concluir y poner en vigor, el Código Industrial y Obrero, a fin de que se pueda normalizar la vida sobre cálculos seguros y emprender, sobre terreno firme, obras de aliento y grandeza y no vivir al día y mezquinamente como en la actualidad acontece. Así el trabajador tendrá con toda claridad su precisión garantizadas sus prerrogativas como factor indispensable para la producción, y el empresario, sobre bases más sólidas, verá igualmente garantizados sus intereses y deslindados sus derechos y obligaciones.

Mi gobierno ayudará al obrero a mejorar su situación procurando que sean prósperas sus condiciones de vida; las asociaciones obreras serán ampliamente protegidas y cuidará de que sobre ellas no se ejerzan perniciosas influencias extranjeras esencialmente subversivas que no se compadecen con el nacionalismo fomentado por las últimas administraciones y la médula patriótica de la Revolución.

Se estudiará e implantará un sistema adecuado de seguro obrero que tienda a garantizarle bienestar en la vejez, seguros sobre accidentes e indemnizaciones serán establecidos por el código Industrial y Obrero.

EL PROBLEMA AGRARIO

La inicua y monstruosa distribución en que estaba repartida la riqueza en la época porfiriana y las rudezas de verdugo con que eran tratados el peón y el obrero, explicó y justificó ante la conciencia ética del mundo las cóleras reivindicatorias de la Revolución Mexicana; pero preocupados porque la repartición de la riqueza fuera rápidamente convertida en equitativa y piadosa, se ha descuidado lamentablemente el otro factor del bienestar humano: la producción.

El acceso fácil a la tierra será una de mis más vivas preocupaciones: Los propietarios de grandes extensiones de tierra contarán con amplia ayuda de! Gobierno para llevar a cabo el fraccionamiento que previene la Constitución General; y para dejar definitivamente consolidada la pequeña propiedad, en los casos de resistencia de parte del propietario, se procederá en los términos que la propia Constitución establece, a fraccionar sin favoritismos vergonzantes, los grandes latifundios.

Una vez delineados los derechos así de los nuevos como de los antiguos propietarios, teniendo presente que la propiedad es una función social que hay que encomendar a los más aptos, a los más preparados, a los más productivos, y no entregarla a la voracidad de los políticos que van tras el saqueo placentero en lugar de consagrarse a la austera tarea de cultivar y fecundar la tierra, vendrá como consecuencia lógica el alejamiento de las vacilaciones y desconfianzas y un sensible aumento en nuestra producción agrícola.

Cada caso de dotación o restitución ejidal será motivo de meditado estudio para satisfacer las justas exigencias de los pueblos, pero poniendo un dique a los inútiles despojos que llegan a cegar fuentes de producción ya existentes, sin sustituirlas con otras, y los repartos que se hagan en lo futuro, tendrán por base inquebrantable el cultivo adecuado de la parcela y la ubicación más conveniente para la economía nacional, dándose preferencia al indígena cuyo secular sufrimiento es necesario mitigar para que no siga siendo un paria en la tierra de sus mayores.

A la revolución le toca el sagrado deber de reconstruir y la reconstrucción se hará porque para lograrlo, cuenta con bríos y hombres de buena voluntad. El actual Presidente de la República es cumplido ejemplar de ello. Sin autobombo ególatra, ni elogios buscados ha emprendido la grave misión, y las presas gigantescas que pronto serán centros de bienestar y riqueza, sus magníficas y extensas carreteras que son arterias de vida y sus escuelas—granjas que constituyen el más eficaz sistema de educación campesina, Forman el cimiento de la ardua obra que urge continuar dando a las inversiones agrícolas absoluta seguridad y a los hombres emprendedores sosiego en sus tareas, recluyendo en la inactividad a los elementos disolventes.

Al paso que la Mesa Central ha sido en gran parte destruida por la malicia de pésimos repartidores, quedan en las vertientes de ambos océanos predios inmensos que por el agua que los riega, por los bosques que los sombrean y por la bondad de las limosas tierras que devuelven centuplicado el trabajo humano que se les aplica, merecen fijar de preferencia la atención del gobernante.

Si saneamos ambas costas, si las hacemos habitables mediante la captación de aguas pluviales, y la canalización y drenaje de las tierras bajas, haremos valer nuestro territorio y conseguiremos dar a precios insignificantes tierras de primera clase a colonos mexicanos y extranjeros, porque uno de los medios más idóneos de aprender la agricultura es el contacto y ejemplo de los que de veras la saben y practican con los que sólo la ejercen en forma rudimentaria y atrasada.

Solamente las costas del Pacífico tienen como mercado natural a la rica y prodigiosa California; para abastecerla se necesitan millones de hectáreas exuberantes que tenemos, faltan los millares, quizá millones, de agricultores que es necesario trasladar a esas regiones, sin necesidad de seguir lastimando inútilmente en otros lugares. Solo el comercio de productos tropicales sería suficiente sin hueros optimismos, para nivelar y superar el saldo de nuestra balanza mercantil difundir por nuestro México corrientes de firme e inquebrantable prosperidad.

Esta parte de mi programa de seguro que provocará las más recias embestidas de los líderes amorales, de los demagogos podridos que sostienen la necesidad de que continué la agitación porque en ella encuentran el modo expedito de apoderarse de los dineros públicos, de comprar a vil precio jugosas negociaciones privadas y hasta de formar parte de sociedades destinadas a prolongar la explotación del pueblo, el agio, los negocios turbios y el encarecimiento de la vida, pero nada me alterará: cuando en la alborada de la revolución me levanté en armas tras el resplandor de la bandera que empuñó Francisco I, Madero, ofrecí a mi Patria, sin reservas, el sacrificio de mi vida porque llegará a ser más gloriosa y feliz, y el juramento de aquel día solemne no lo he retirado: está en pie.

PROTECCIÓN AL CAPITAL

Sin protección escrupulosa al capital es insensato esperar a que el extranjero venga, ni el propio abandone sus escondites y, sin ese factor, nuestra decantada riqueza seguirá siendo un mito, pero no realidad tangible y vital.

Mi actitud para el capital del país será de cordial y sincera protección; al extranjero, mi Gobierno le abrirá las puertas, le dará amplia bienvenida y le proporcionará medios de desarrollarse sin más restricciones que las señaladas por las leyes.

Creer que con nuestros propios recursos mezquinos y asustadizos vamos a hacer la reconstrucción del país es candor o imbecibilidad, y sin el poderoso factor del capital es condenar a nuestra Patria a la despoblación, a la miseria, a la ignorancia, a la revolución continua, al atraso y al crimen, haciendo ondear, por toda compensación la siniestra bandera de un nacionalismo hermético y odioso.

La naturaleza nos dotó con una de las riquezas más apreciadas y de las que el mundo necesita más para su desarrollo: el petróleo; pero no poseemos los capitales que son necesarios para descubrirlo, refinarlo, explotarlo y transportarlo; ni aún teniéndolos, deberíamos de rehusar el concurso de asociaciones y personas que traten de obtener una ganancia legítima.

Por algunos años México se enorgulleció de ser el segundo productor de petróleo en el planeta, pero circunstancias de todos conocidas, han hecho que la producción descienda día a día, hasta que lo venzan países que no figuraban en la competencia económica, con daño trascendental de nuestras finanzas y recursos.

La facultad que tienen los pueblos soberanos para darse la legislación que más les acomode, es innegable, pero la interdependencia de las naciones es también un hecho incontrastable y, pretender sustraerse a esa solidaridad, sería funesto error, sin desnaturalizar en nada el principio de la nacionalización del subsuelo, ni herir tampoco la garantía de no retroactividad de las leyes, existe una solución prudente y patriótica que concilia todos los intereses y que ya ha sido dada por nuestra Suprema Corte de Justicia en conflictos semejantes: declarar que la nacionalización integral sólo comprende los fundos que no fueron objeto de ninguna inversión, de ningún contrato antes de la expedición de la Constitución, pero respetando los derechos adquiridos antes de esa fecha. Sólo con una declaración enfática y categórica que afirme la no retroactividad, se infundirá confianza al capital y podremos provocar el resurgimiento de esa industria de que tanto se ha menester.

LA INSTRUCCIÓN PUBLICA

Ocupará cariñosamente mi atención la instrucción popular, que procuraré se imparta en todo el territorio sin distinción de personas, castas, ni categorías sociales, consagrando las mayores sumas a la enseñanza elemental y primaria, con bases de higiene y cultura física, autorizando y subvencionando la escuela particular, pues los reducidos medios con que cuenta el Erario no consentirían que se redujera la proporción de iletrados, sino el tiempo muy largo y con resultados siempre deficientes.

La Universidad Nacional habrá que reformarla dotándola de rentas propias y de estatutos de amplia autonomía, para que la juventud respire, desde su iniciación en la vida, un ambiente de completa libertad mental y no se malee desde temprano con luchas políticas a las que debe estar ajena, ni se perturbe y la perturbe con ambiciones democráticas que la desvían de su elevada función social.

LA LIBERTAD RELIGIOSA

No sólo la libertad de todas las creencias que ordena nuestra ley fundamental, sino la perfecta separación de las iglesias y el Estado, se implantará sin restricciones.

El gobierno debe ejercer su inspección en materias de policía, de custodia de los edificios destinados al culto; pero no le toca en manera alguna reglamentar las creencias, ni calificarlas, ni favorecerlas, ni hostilizarlas. Solo cuando la moral, el orden público o las buenas costumbres resulten lesionadas, se debe intervenir; más debe ser inviolable la regla de que el Estado no puede dictar leyes prohibiendo o alentando el ejercicio de cualquiera forma de culto.

LIBERTAD DE PENSAMIENTO Y DE IMPRENTA

Reputo como uno de los bienes más preciosos la libertad de pensar y, en cualquier esfera y por cualquier medio que se ejercite, tendrá en mí, el más entusiasta sostén. La tendencia en los gobiernos a la dictadura es natural y orgánica: es la ley del menor esfuerzo. Gobernar sin responsabilidad ni censura, es cómodo y llano, pero el verdadero gobierno, el que tiene hondas y múltiples raíces en el pueblo, es aquel que sabe oír la opinión pública y se sustenta en ella, y el sentir de la masa nunca podrá escudriñarse plenamente si no se respeta su libertad.

Vehículo poderoso de la opinión pública es la prensa, y con gusto recibiré sus indicaciones y colaboración. Sinceramente creo que una de las causas de nuestras periódicas asonadas y de nuestro perpetuo malestar tiene su raíz en la opresión del pensamiento. Lejos de ver en la oposición de ideas y de programas un enemigo aborrecible y mortal, es necesario revestirse de tolerancia y llegar a convertir la oposición en un verdadero órgano de gobierno, que se ostente y luche en la prensa, en el parlamento y en las plazas públicas, y no esconda sus garras y dispare sus armas desde las tinieblas del complot.

RELACIONES CON LOS PODERES DE LA UNIÓN Y LOS GOBIERNOS DE LOS ESTADOS

Mantendré con el Poder Legislativo, la más estrecha cooperación, y si esté logra limpios orígenes democráticos, será grato para mí pedirle su frecuente colaboración, como el intérprete más genuino de la opinión popular. Con el Poder Judicial de la Federación cuidaré de prestarle toda la ayuda que requiera, velando atentamente porque sus fallos sean rigurosamente cumplidos, cualquiera que sea la autoridad, corporación o individuos a quienes afecten.

Con los estados mi actitud será de respeto a su soberanía , pero mi legítima influencia constitucional fracasará, si los ciudadanos de las distintas entidades federativas no se convencen de que ellos deben ser el principal escudo de sus instituciones y sus más enérgicos defensores, para no quedar expuestos a las maniobras de camarillas inmorales o ambiciosas.

POLÍTICA EXTERIOR

Excusado es decir que seguiré una política de concordancia con los países extranjeros, a quienes debemos respeto y amistad por su cultura, por la laboriosidad de las colonias que aquí envían y por la ayuda que prestan al desarrollo de nuestra riqueza.

Con España y las Repúblicas de nuestra habla, iniciaré una política de acercamiento que demuestre e intensifique la solidaridad que con ellas nos une.

La naturaleza nos hizo vecinos del que es ahora el pueblo más grande del mundo. La que se ha dado en llamar la "fatalidad geográfica", no debemos convertirla en nuestro daño, sino utilizarla para que los Estados Unidos robustezcan con nosotros lazos de franca y respetuosa amistad.

Si sabemos ser amigos sinceros, pero con decoro; independientes, pero sin groseras altanerías; cuidándonos de nuestros bienes, pero sin querer construir una muralla que nos encierre en nuestro suelo; cordiales sin servilismo, habremos conseguido el desiderátum del buen patriota; que el patriotismo no reside en las palabras altisonantes y huecas sino en los actos de probidad que tienen por mira el bien de la nación, a fin de levantar sobre una mutua y completa inteligencia las bases de una cooperación armoniosa que nos eviten razonamientos que, para nuestro país, se convierten en verdaderos colapsos, peligrosos para su desarrollo y tranquilidad.

EL EJÉRCITO, LA ARMADA Y LOS SERVICIOS AÉREOS

Cuando pedí licencia para separarme del Ejército y aceptar mi postulación, sentí una onda melancolía, porque me separaba de lo mejor de mi vida. En esa gloriosa institución se quedaba toda mi juventud. Soldado por imperativos cívicos, como todo el ejército revolucionario, no hay página de su historia que no recuerde con emoción; sus contratiempos y reveses me llenaron el alma de tristeza y sus victorias aun hinchan mis recuerdos y mi corazón de marciales y épicos orgullos.

Para todos: humildes e ignorados soldados y generales de gloria resonante, tendré siempre el corazón y los brazos abiertos porque conozco su psicología especial y sé que forman la almáciga sagrada del heroísmo nacional, el brazo armado de la Patria, y que sólo alientan sentimientos de patriotismo y mandatos de lealtad.

De corazón estarán conmigo, lo sé bien; porque saben que en mí encontrarán al amigo, al camarada de los días de prueba, que nunca ha dudado de su valer y que no evitaré esfuerzo, su fatiga para mejorarlo y engrandecerlo.

MÉXICO PARA TODOS LOS MEXICANOS

La naturaleza no me ha dotado, lo reconozco, sin esfuerzo, de grandes cualidades, pero las enseñanzas de la vida y la idiosincrasia propia han robustecido mi innata tolerancia. En mi administración no se escuchará a intransigentes partidarismos, ni a pequeñeces innobles; será de ancha base nacional en la que ocuparán los primeros puestos la aptitud y el mérito.

Las equivocaciones en política no son crímenes que deban expiarse con la inhabilitación perpetua, la miseria, el destierro y la muerte. El pensamiento no delinque cuando lo anima una pasión social aunque sea errónea, y las puertas de la Patria se abrirán a todos sin humillaciones y sumisiones vergonzantes, como un sagrado derecho y no como bochornosa limosna.

Ahuyentaré el odio. No quiero la presencia de grupos exclusivistas que destilen rencor y envidia fratricida. No son fuertes los hombres que predican el exterminio perpetuo y la guerra inextinguible; no vienen de Caín las figuras de la humanidad venera; son fuertes los que traen mensajes de amor y de concordia y la hoguera mexicana demanda con urgencia y angustia el rocío refrescante de la armonía y la tolerancia.

Mi mensaje es de concordia y a todos llamo para que conmigo compartan la augusta tarea de constituir una Patria renovada, que se presente dignificada ante el exterior y unida y rica en el interior; que por su seriedad en el cumplimiento de sus compromisos y por el trabajo abundante y justamente retribuido que en ella consiga, sea respetada y querida de todos

De la intranquilidad constante, de las riñas fratricidas, de la anarquía latente, de todos los sufrimientos que engendra el odio, el gobernante de buena voluntad puede transmutarlos en sosiego y armoniosa cooperación por la rectitud en la justicia. En esta orientación se encuentra el secreto de la verdadera redención nacional.

Creo haber cumplido con el deber de un buen mexicano que busca el bien de su Patria, al lanzar este esbozo de programa. Si en él acerté a hallar la solución de los más graves problemas nacionales, pido a mis compatriotas que lo refuercen ron sus votos y me ayuden a llevarlo a cabo con sus entusiasmos, para legar a nuestros hijos una Patria más grande y más armoniosa.

 

México, D.F.. julio 23 de 1927

 

F. R. Serrano.

Fuente: Serrano, Francisco R. Manifiesto a la Nación, México, 1927, pp. 32 (Biblioteca México, Fondo Carlos Basave: colocación A-lll-31).