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Selección de textos y documentos:

Doralicia Carmona Dávila

© Derechos Reservados
ISBN 970-95193

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1917 Protesta ante el pueblo mexicano. Emiliano Zapata.

Mayo 1 de 1917

 

Un sello que dice:
Ejército Libertador de la República Mexicana,
Cuartel General.

PROTESTA ANTE EL PUEBLO MEXICANO

Venustiano Carranza, el incorregible impostor, ha tomado posesión en esta fecha del alto cargo de Presidente de la República, que el mismo por su sola voluntad y haciendo sangrienta burla de la soberanía nacional, autocráticamente se ha conferido.

Esa imposición cínica y brutal, no merece el nombre de elección, ni mexicano alguno que se respete, puede designarla con ese nombre.

En épocas pasadas, aún bajo la dictadura de Victoriano Huerta, se procuraba guardar ciertas fórmulas y se intentaba cubrir las apariencias; el supremo imperante se dignaba permitir que circularan determinadas candidaturas, en cuya seriedad llegaban a creer los candorosos; se forjaba sí un simulacro de contienda democrática y se hacía creer al país que existía una verdadera lucha electoral:

Hoy, el llamado "primer jefe" ha superado su desvergüenza a los más audaces de sus antecesores, pues ha suprimido hasta la apariencia del combate electoral, ha prohibido hasta el simulacro de la discusión y ha erigido un dogma el principio novísimo de que el bien nacional, la unanimidad absoluta de los sufragios, esto es, la completa docilidad de los electores, la ausencia de toda candidatura que no sea la oficial, el triunfo impuesto por la fuerza de las bayonetas.

Solo se permitió, de un extremo al otro de la República, la candidatura de D. Venustiano, y se impuso como un deber para los ciudadanos el votar a favor del "egregio caudillo", del émulo de Juárez, del reformista insuperable. A los prohombres del carrancismo se les obligó a renunciar a su propia postulación y se les forzó la mano para que subscribieran su adhesión hacia el "hombre insustituible”, sin el cual la Revolución perecería.

En estas condiciones, la elección resultó un ultraje a la dignidad de todos y una traición a los principios cien veces proclamados. La Revolución curbola como bandera, desde 1910, el salvador principio de la no reelección, y Carranza que se dice Revolucionario no ha tenido inconveniente en reelegirse para la magistratura de la República.

El Plan de Guadalupe, y después de él, las "Adiciones" decretadas en Veracruz, ofrecieron clara y terminantemente que el "primer jefe" dejaría de serlo y entregaría el poder al ciudadano designado por el pueblo tan luego como este eligiese al Presidente Constitucional; y no obstante declaraciones tan categóricas, Carranza, siempre pronto a violar sus juramentos, acaba de consumar la farsa de despojarse de un carácter de "Primer jefe" y revestir la nueva personalidad de Primer Magistrado, para entregarse a sí mismo al Poder y continuar conservando el monopolio de los honores y del mando.

No le han bastado, pues, a ese hombre funesto, sus anteriores traiciones y sus múltiples perfidias. No ha sido suficiente que desobedeciera el mandato imperativo de la Convención de Aguascalientes, por él convocada; no ha bastado tampoco que en público y solemne manifiesto, lanzado en Veracruz con el sólo propósito de ganarse el reconocimiento del gobierno norteamericano, adjúrase de su credo revolucionario, declárase insubsistentes las confiscaciones de los bienes de los enemigos del pueblo y se comprometiera de un modo indirecto a sostener el latifundismo, declarando que los grandes terratenientes serían expropiados no de todas sus propiedades, sino solo de aquella mínima parte que se creyese conveniente.

No se ha conformado Don Venustiano de ser el causante del cismo revolucionario, al perseguir despiadadamente a los indígenas que piden tierras y a los revolucionarios de toda la República que exigen, como una condición para la paz, la inmediata separación de Don Venustiano; sino que este hombre a todas sus traiciones, a todas sus ironías, a todos sus perjuicios, acaba de agregar otro acto de supremo impudor, que a la vez que constituye una afrenta para la dignidad nacional, es un ultraje estampado en pleno rostro a los que hasta aquí han sido partidarios.

Han engañado a estos, les han mentido sin recato, y el que ofreció la democracia, que anunció que sólo conservaría el poder para preparar las reformas y el advenimiento del libre sufragio, ha escarnecido el voto público, ha impuesto su voluntad a los electores y del fondo tenebroso de unos comicios manchados por la consigna oficial ha hecho surgir su figura como la del hombre excepcional e indispensable para regir los destinos de la patria.

Nada importa para él que haya habido y haya en la República, muchos hombres que para sostenerlo y juzgándolo un apóstol, se hayan sacrificado en los campos de batalla. Para su vanidad, para su ambición y para su orgullo, sólo él tiene méritos, sólo él es digno de la confianza popular, sólo él debe ser el ungido para sus partidarios, la ingratitud, el olvido o la persecución; para el pueblo, la autocracia más absoluta, el personalismo como programa de gobierno, la supresión de las libertades más elementales y la violación de todas las promesas.

A juicio de Carranza, el triunfo de la Revolución se produce a su propio triunfo, y aunque no haya tierras repartidas, ni garantías concedidos al pueblo ni mejoramiento efectivo del campesino y del obrero, la Revolución ha concluido, por el solo hecho de que ha llegado a ser el supremo mandatario, ciegamente obedecido por un grupo de serviles; que forman la facción que toda la República detesta.

Pero la burla ha sido tan cruel, que ya hay muchos desengañados, muchos que empiezan a desligarse o se han desligado ya en lo absoluto, de todo compromiso con el tirano. Y aquellos hombres cuya conciencia revolucionaria estaba obscurecida por la atmósfera de las antesalas, tendrán sin duda un gesto de vergüenza y maldiciendo de su error, como ya varios lo han hecho, irán donde el deber los llama; a hacer obra de unificación revolucionaria, eliminando al que ha sido el obstáculo para la concordia, el principal estorbo para la paz y el traidor y el perjuro para todos; para los propios y para los extraños.

Contra el hombre que ha mantenido divididos a los mexicanos, que ha obstruccionado al triunfo de los principios y cuya ambición ha sido causa y motivo del inútil derramamiento de sangre hermana, lanza el Ejército Libertador, la más enérgica y formal de las protestas, a las que espera se unirá, con su virilidad y su patriotismo nunca desmentido, la gran masa del pueblo mexicano, la que tiene hambre y sed de justicia y abriga altos y nobles ideales.

REFORMA, LIBERTAD, JUSTICIA Y LEY.

Cuartel General de la Revolución, Tlaltizapán, Mor., a 1º de mayo de 1917.

El General en jefe.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Fuente:
Laura Espejel, Alicia Olivera y Salvador Rueda. Emiliano Zapata. Antología. Instituto Nacional de Estudios Históricos de la Revolución Mexicana (INEHRM), México, 1988. P. 409-411. (AGN, Unidad de Archivos Incorporados, Fondo Jenaro Amezcua, Caja Única.)