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Selección de textos y documentos:

Doralicia Carmona Dávila

© Derechos Reservados
ISBN 970-95193

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1914 Telegrama de Carranza a la Convención de Aguascalientes

8 de Noviembre de 1914

A los CC. Jefes y gobernadores reunidos en Aguascalientes:

He recibido la comunicación de fecha tres de noviembre que ustedes me envían y he escuchado las informaciones que los señores delegados general Antonio I. Villarreal, Álvaro Obregón, Eduardo Hay y Eugenio Aguirre Benavides se sirvieron hacerme acerca de los propósitos a que respondieron las resoluciones tomadas por esa Junta con fecha primero del actual.

Deploro sinceramente que la Junta haya cometido errores que pueden complicar y de hecho están complicando la situación del país; mas convencido de la inutilidad de toda recriminación en los actuales momentos, y de la necesidad de procurar honradamente la resolución de las dificultades en que nos hallamos, paso a exponer brevemente mis ideas acerca de las resoluciones tomadas por esa Junta.

PRIMERO. Mi nota de fecha 23 de octubre no contenía mi renuncia propiamente dicha, sino solamente la exposición de las condiciones bajo las cuales estaba dispuesto a presentarla.

SEGUNDO. Dichas condiciones eran tres; pero dejando a un lado la tercera relativa al retiro de Zapata, quedaban en pie dos, respecto de las cuales fue intención clara y expresa de la comisión dictaminadora que deberían aceptarse en TODAS SUS PARTES según se ve en el inciso A del párrafo tercero de la comunicación que he recibido, y al final del cual se lee: «A las condiciones primera y segunda... contéstese afirmativamente en todas sus partes».

TERCERO. No obstante esta declaración preliminar, las resoluciones tomadas no incluyeron para nada la primera de las condiciones mencionadas, ni abarcaron íntegramente la segunda.

CUARTO. Sin dejar cumplida la primera condición, se procedió a designar presidente provisional, recayendo ese nombramiento en e! señor general Eulalio Gutiérrez. Dicha designación carece de base, puesto de que se designa persona para un cargo público, cuyas facultades no habían sido definidas ni determinadas.

QUINTO. La designación fue hecha con la reserva de ser ratificada o rectificada el día veinte de! actual. El plazo tan exiguo está indicando claramente que el gobierno establecido por la Junta no podría ser lógicamente capaz de «realizar las reformas políticas y sociales que necesita e! país» como decía la primera condición propuesta por mí y que se suponía plenamente aceptada por la comisión dictaminadota.

SEXTO. La condición relativa al retiro del general Zapata no podía ser estudiada mientras no se diera entrada a los delegados zapatistas, pero por otros pasos dados por la Junta, se demostraba claramente que en vez de laborarse por la eliminación de Zapata, virtualmente se procura fortalecer su personalidad. Los anteriores hechos serían suficientes para no reconocer la resolución de la Asamblea ni entregar el Poder.

A) Porque no lo he renunciado y en consecuencia la Junta de jefes y gobernadores no podría quitármelo sin cometer una insubordinación y desconocer las estipulaciones del Plan de Guadalupe.

B) Por no haberse llenado la primera de las condiciones fijadas por mí. No puedo, en efecto, entregar el poder a un Gobierno que carezca en absoluto de bases constitutivas y que no tenga lineamientos de ninguna clase ni atribuciones definidas, ni facultades determinadas. Dicho gobierno sería: o enteramente personalista y dictatorial, puesto que el general Gutiérrez tendría que obrar a su entero albedrío, o la Junta tendría que ser realmente la que gobernara, siendo este último el caso que temo más; pues de entregar el poder al general Gutiérrez en las condiciones y tiempo para que fuera nombrado, el resultado final sería que La Convención continuaría funcionando indefinidamente y bien sabemos cuáles son los inconvenientes de que la jefatura de un ejército y Poder Ejecutivo de una Nación queden en manos de una asamblea por ilustrada, idónea y capaz que se la suponga. Como cuerpo deliberativo, la Junta de Aguascalientes sería tal vez deficiente y de ello ha dado pruebas; pero como cuerpo administrativo y ejecutivo, sería un instrumento de tiranía desastroso para el país. Como jefe del Ejecutivo, como encargado del Podar Ejecutivo, como caudillo de una revolución que aun no termina, tengo muy serias responsabilidades ante la Nación; y la Historia jamás me perdonaría la debilidad de haber entregado el Poder Ejecutivo en manos de una Asamblea que no tiene las condiciones necesarias para realizar la inmensa tarea que pesa sobre el Ejército Constitucionalista.

C) No podría, yo reconocer el carácter de presidente provisional al C. general Eulalio Gutiérrez por haber sido nombrado para el cargo antes de que yo presentara mi renuncia.

D) Nadie creo que me reprocharía que como jefe del Ejército Constitucionalista, como encargado del Poder Ejecutivo y como jefe de la Revolución me niegue a entregar el mando, sabiendo que el presidente designado lo ha sido solamente por veinte días, término insuficiente aun para incautarse de los más urgentes negocios de gobierno, pues destruiría la cohesión del Ejército y la organización del Gobierno que no podrían rehacerse por el general Gutiérrez en el perentorio término para que fue nombrado: La condición relativa al retiro del general Villa que parece haber sido considerada como única por la Junta, no fue estudiada debidamente, ni lo fue como condición previa; sino que se resolvió que cesaría en el cargo de jefe de la División del Norte al mismo tiempo que yo.

E) El articulo transitorio de la resolución, aprobada el día tres del corriente, dice: que los acuerdos tomados comenzarían a surtir sus efectos el día seis del actual; ahora bien, estamos a ocho de noviembre, y el general Villa, a quien la Convención no ha prorrogado el plazo de la entrega de su División, se encuentra todavía apoderado de aduanas, los correos, los telégrafos y los ferrocarriles y en general de todas las oficinas públicas del gobierno civil y militar de la región dominada por él. Pero hay más aún; en un telegrama dirigido de Aguascalientes a México precisamente el día seis de noviembre, fecha en la cual el general Villa se supone haber entregado el mando de la División del Norte, que contiene instrucciones a algunos jefes subalternos para la evacuación de Xochimilco en favor de los zapatistas, para el soborno de guarniciones, para entrevistas con Zapata, para sondear la lealtad de algunos jefes y en general para preparar un cuartelazo contra mí, y todas estas órdenes se entienden transmitidas por Villa y Ángeles, lo cual indica que lejos de entregar el mando de su División el general Villa comienza a inmiscuirse en el de otras divisiones. Por un telegrama del general Villa publicado ayer en la Prensa, se ve que éste se titula aún jefe de la División del Norte y no sólo no entrega el mando, sino que ofrece ponerse con sus tropas a las órdenes de la Convención; es decir, que el general Villa entiende su obligación estando las fuerzas de su mando en favor de la Convención y contra mí. Ahora bien; he dicho en mi nota de 23 de octubre, y lo repito ahora, que al retirarme del Poder lo haría para evitar dificultades al país y no para dejar escombrado el camino al general Villa y a la reacción que a su alrededor comienza a agruparse. Esto comienza a suceder y faltaría a mi deber como jefe de la Revolución si me retirara de la Jefatura del Ejército Constitucionalista, privando a éste de la cohesión que le da mi personalidad, dejándolo debilitado frente a las tendencias y a los procedimientos de dominio del general Villa.

F) Tampoco creo que debería retirarme del poder en los momentos en que a Zapata le concede la Convención una importancia capital, sancionando la debilidad y las condescendencias que con él tiene la Junta.

G) Por último, las resoluciones de la Asamblea eligiendo al general Gutiérrez han provocado serias protestas de gobernadores y jefes militare quienes han retirado sus representantes. Esta nueva complicación sería una causa más para no retirarme del Poder, pues ql

Aparentemente la votación la causó una mayoría de representantes convencionistas que deseaban mi separación, los hechos han demostrado que no hay una mayoría de jefes y gobernadores que deseen mi separación incondicional. Todas las razones anteriores serían más que suficientes para no retirarme del poder, para no acatar los actos de la Convención y para desconocer a ésta llamando a los jefes y gobernadores a reasumir las funciones de sus respectivos cargos; mas deseando que mi actitud no se interprete como un mero subterfugio para eludir el cumplimiento de mi promesa para retirarme del Poder y que no se dude de la sinceridad de mis actos y con el fin de evitar un conflicto entre las fuerzas constitucionalistas que me son adictas y aquellas que creyeron su deber apoyar a la Convención, engañadas por un erróneo sentimiento del deber, por una falsa noción de las obligaciones que les impone la palabra de honor, deseando por último abrir las puertas a la Convención para que reconsidere sus determinaciones propongo que ésta tome lo siguientes acuerdos.

PRIMERO. El C. Venustiano Carranza entregará el Poder Ejecutivo de la Nación y la Jefatura del Ejército Constitucionalista, al presidente que la Junta de gobernadores y generales designe en definitiva para gobernar la República durante todo el período preconstitucional que sea necesario para llevar a cabo las reformas políticas y sociales que exige la Revolución.

SEGUNDO. Dicha entrega se efectuará tan luego como el nuevo presidente tenga definidas sus funciones y haya recibido efectivamente el mando de la División del Norte y las oficinas públicas federales y locales de la región dominada ahora por dicha División.

Las anteriores resoluciones se encuentran aceptadas en principio por la Junta de Aguascalientes y su resolución no implicaría un gran sacrificio de amor propio de parte de la Convención, por lo cual espero del patriotismo de los miembros de ella que harán un esfuerzo para acogerlas con el espíritu con que han sido propuestas, que es el de ahorrar al país un nuevo sacrificio de sangre.

Constitución y Reformas.

Córdoba, noviembre 8 de 1914.

VENUSTIANO CARRANZA