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Selección de textos y documentos:

Doralicia Carmona Dávila

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ISBN 970-95193

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1913 A los miembros del Congreso americano. Isidro Fabela

Cuartel General de Piedras Negras, Coah., agosto 10 de 1913.

A LOS HONORABLES MIEMBROS DEL CONGRESO AMERICANO:

Una palabra vuestra puede salvar a una República, una palabra vuestra puede perderla. Meditad vuestro voto.

De una parte esta la justicia; de la otra el crimen.

Un pueblo que tiene derecho a ser libre, decide en estos momentos su porvenir. Dejadlo que progrese, en nombre de la Justicia.

Somos un pueblo joven que lucha por la conquista de grandes principios; no tenemos sed de sangre, tenemos ansia de libertad.

Somos revolucionarios porque es necesario; porque toda conquista libertaria se consigue con revoluciones. No hacemos sino seguir el ejemplo de los grandes países: de Francia, de Inglaterra, de los Estados Unidos.

No pedimos gracia, pedimos justicia, y como ésta no la podemos lograr por medio de razonamientos, vamos a conseguirla por medio de las armas. Pensad que a los tiranos no se les convence, sino que se les vence, que los asesinos no usan el silogismo para vivir, sino el puñal para matar.

La patria de Washington, de John Brown, de Lincoln y de Woodrow Wilson nunca estará de parte de los traidores y de los asesinos, y sí estará siempre de parte de la libertad.

Nosotros, los constitucionalistas mexicanos, no somos rebeldes, no peleamos contra un Gobierno legalmente constituido; somos revolucionarios, tenemos la herencia gloriosa del apóstol Madero; esa herencia es nuestro orgullo, se llama: la Constitución.

Venustiano Carranza, que lleva entre sus manos el pabellón tricolor, es el defensor de los principios constitucionales.

Señores senadores: ¿sabéis quien es Venustiano Carranza?

Venustiano Carranza es la Ley; es el símbolo de la Justicia; es, en estos momentos solemnes de nuestra historia, la encarnación de la patria. ¿Por qué? Escuchadme.

Porfirio Díaz era un tirano; un tirano que reinó en México treinta años. Las tiranías no pueden ser eternas.

Como los griegos en la época de Pisístrato, todo lo teníamos los mexicanos bajo Porfirio Díaz: paz, riquezas, mejoras materiales, todo, menos lo que da a todo eso la salud del alma: la libertad.
Éramos ricos, pero esclavos. Nuestras cadenas eran de oro, pero eran cadenas.

Entonces, surgió un hombre, mejor dicho, un apóstol, que dirigiéndose al pueblo le recordó que debía ser libre, que cada mexicano debía tener derechos políticos; que la Constitución de 1857 no era una curiosidad histórica, sino un sagrado Código político que debiera ser puntualmente cumplido.

El pueblo siguió al apóstol y el dictador cayó.

Después, Madero fue electo Presidente de la República Mexicana por el voto casi unánime de mis compatriotas.

Ahora bien, señores senadores, el Presidente Constitucional de México fue preso por Huerta; fue traicionado por Huerta; fue asesinado por Huerta, y, ahora, el traidor y asesino Huerta es el Presidente de nuestra República.

Victoriano Huerta en la Presidencia de la República de México es un atentado a la civilización del siglo XX.

La usurpación de Huerta es una verdad indiscutible. ¿Por qué? Por varias causas.

Primera. Huerta aprehendió al Presidente Constitucional de la República, cometiendo un delito que merece pena de muerte.

Segunda. Obligó con amenaza de muerte al Presidente y al Vicepresidente a que renunciaran sus cargos. Esa renuncia no fue libre y es nula.

Tercera. Los diputados mexicanos al Congreso General, al aceptar las renuncias del Presidente y Vicepresidente, no votaron con libertad; fueron obligados por la fuerza de las armas a aceptarlas. Esas renuncias son nulas.

Cuarta. El ministro de Relaciones, Lascuráin, no obró con libertad al nombrar a Huerta ministro de Gobernación y renunciar él su puesto, para que el traidor subiera a la Presidencia. Ese nombramiento y esa renuncia son nulos de pleno derecho. Voluntas coacta, voluntas non est.

Huerta es un usurpador, no un Presidente. Si siguiera en el poder, continuaría asesinando a la Ley, a los hombres, a la Justicia y a la Moral.

Por humanidad todos los hombres, por patriotismo todos los mexicanos, debemos trabajar, cada uno en la esfera de nuestras facultades y de nuestros derechos, por arrojar a Huerta de un poder que no le pertenece.

Por último, señores senadores, si Huerta ha querido hundir a la República, Venustiano Carranza de un charco de sangre ha levantado la Constitución. Es el nuevo Juárez de nuestra historia, y como Juárez, salvará a la patria de una tiranía. Cuenta para ello con la República honrada. Sólo que para derrumbar al usurpador, nos sobran hombres pero nos faltan armas.
 
Recordad que contra las tiranías no hay más derecho que el de la fuerza.

Tenemos el pueblo pero el pueblo necesita armas.

No dejéis ahogar la libertad de un pueblo americano. No dejéis que perdure una lucha fratricida.

Pensad que las armas que los constitucionalistas compran con tantos sacrificios a fuerza de ayunos y privaciones son decomisadas en la frontera. En cambio el verdugo puede importar fácilmente armas europeas. ¿Es esto justo? No.

Necesitamos fusiles. Con fusiles, Justicia y Ley, venceremos pronto. Cañones no necesitamos. Tenemos los del enemigo, como dijo Garibaldi a sus "camisas rojas”...

En nombre de vuestro honor, de la historia de vuestra patria y de la humana justicia, debéis estar con los constitucionalistas.

Así será por la nobleza de vuestro espíritu.

Y, entonces, junto al apotegma de Monroe, "América para los americanos", el Gobierno del presidente Wilson escribirá ante la historia: América para la Libertad.

Cuartel General de Piedras Negras, Coah., agosto 10 de 1913.

Isidro Fabela, diputado al Congreso de la Unión.

El Demócrata. Eagle Pass, Tex., domingo 10 de agosto de 1913.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Fuente: Fabela Isidro. Documentos Históricos de la Revolución Mexicana. Fondo de Cultura Económica. 1962. 4 vols.