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Selección de textos y documentos:

Doralicia Carmona Dávila

© Derechos Reservados
ISBN 970-95193

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1912 Se establece la Casa del Obrero Mundial. Rosendo Salazar.

Julio 15 de 1912

 

Mientras la Confederaron Nacional de Artes Gráficas desplegaba el atractivo de sus entusiasmos para hermanar, en el amor de su gonfalón glorioso, a todos los proletarios del componedor, varios temperamentos rebeldes al yugo social, animados por un campeador de energética palabra y lancinante pluma, llamado Juan Francisco Moncaleano, celebraban, en el taller de sastrería de Luís Méndez -taller que por las noches se convertía en concurrida sala-, pláticas que tenían por objeto buscar entendimientos entre los compañeros de ideas radicales que estuvieran decididos a organizar la catástrofe del régimen burgués.

Juan Francisco Moncaleano, profesor de energía, ya había intensificado los programas de la Unión de Canteros del Distrito Federal, convirtiéndola en agrupación radical que, con la Confederación Nacional de Artes Gráficas, era la segunda corporación de la metrópoli que saltaba a la palestra roja.

Pedro Junco, sembrador de rebeliones y uno de los primeros introductores   en el país del sistema de resistencia económica de clase, en Veracruz establecía sindicatos anticapitalistas, antiestatistas, antimilitaristas, anticatólicos.

Lázaro Gutiérrez de Lara, Prudencio Cazals, Julio Cadena y otros bravos regeneradores andaban por Zacatecas y estados fronterizos pregonando la unificación obrera, la fraternidad entre los seres ligados por intereses generales.

Fredesvindo Elvira Alonso, desde las columnas de El Radical, revolucionaba la mentalidad de las masas y cooperaba a la difusión de ideales comprendidos por muy pocos.

Manuel y Francisco I. Sarabia, Adolfo Santibáñez, Ciro Esquivel y otros luchadores, desde las vibrantes páginas de El Socialista, también se esforzaban por concentrar la atención del paria manumiso en las arduas cuestiones sociales y la acción directa.

Ricardo y Enrique Flores Magón, Librado Rivera, Anselmo I. Figueroa y Antonio de P. Araujo, decían al proletariado palabras como estas: "Mexicanos: el Partido Liberal Mexicano reconoce que todo ser humano, por el solo hecho de venir a la vida, tiene derecho a gozar de todas y cada una de las ventajas que la civilización moderna ofrece, porque esas ventajas son el producto del esfuerzo y del sacrificio de la clase trabajadora de todos los tiempos. La junta organizadora del Partido Liberal Mexicano ha declarado solemnemente guerra a la Autoridad, guerra al Capital, guerra al Clero". (Manifiesto de 23 de septiembre de 1911).

Juan Sarabia y Antonio I. Villarreal, atrevidos exponentes de los justísimo anhelos libertarios del oprimido pueblo, también bregaban porque tomara cuerpo la Confederación Nacional de Trabajadores, cuyo comité organizador lo formaban ellos y el infortunado luchador Paulino Martínez. En una excitativa llena de sinceros optimismos, publicada el 5 de agosto de 1911, Villarreal y Sarabia decían a los trabajadores: "Hemos reconquistado las garantías constitucionales que impíamente nos habían sido arrebatadas (1); estamos ahora capacitados para expresar sin trabas ni temores nuestro pensamiento; pero las libertades políticas, por hermosas y seductoras que sean, no bastan para labrar la felicidad de los pueblos".

De las reuniones verificadas en el taller de Méndez, los demoledores Moncaleano y otros, que leían La conquista del pan, de Pedro Kropotkine, y Las mentiras convencionales de la civilización, del judío Max Simon Nordau, quisieron hacer algo que significara la realización de ambiciones nobilísimas, y a la vez que lanzaban a la publicidad el órgano intitulado Luz el 15 de julio de 1912, en la 4ª calle de Matamoros número 105, establecían la Casa del Obrero Mundial y en ella la Escuela Racional, ideal del profesor Francisco Ferrer Guardia, con el patrocinio de la Unión de Canteros.

Así nacía en México la lucha por la libertad; así se organizaban las primeras falanges de combatientes por la socialización de los instrumentos y máquinas de producción; de la ciencia, del arte, de la literatura, de toda actividad, en fin, intelectual, moral y material, conscientemente humanista; así se encendían las primeras flavescencias revolucionarias de uno al otro extremo del territorio nacional; y como Tetis, la madre del divino Aquiles, el de los pies ligeros, del espumoso seno de las marinas ondas, así del corazón y de la cabeza de aquel conjunto de insumisos camaradas surgía, envuelta en los rosicleres de un sol levante, la armónica, la auténtica, la soñadora Casa del Obrero Mundial; escuela donde se enseñó al desheredado paria a luchar con entusiasmo y confianza en el mañana contra las instituciones de la odiosa burguesía; musa que inspiró a los rapsodas plebeyos emotivas estrofas libertarias al inundar con su luz las frentes de los rebeldes que soñaron, bajo sus augustas naves, con el advenimiento de una nueva edad de permanente bienestar, y formaron falanges gestoras de momentos de dicha no sentida hasta entonces; institución que orientó con sabios preceptos a los productores mexicanos, recomendándoles amar a sus hermanos de otras nacionalidades, no reconociendo límites geográficos ni fronteras que dificultan la formación de uniones internacionales obreras, y el entendimiento entre sí de conglomerados afines con el actual momento histórico de transformación social; maga que encantó con sonrisas maternales innúmeras existencias de proletarios, e hizo digna y fecunda la obra de muchos hombres estoicos, de muchas mujeres generosas que, desdeñando todo peligro, se enfrentaron a la opresión, resistiendo con sorprendente valor y en actitud gallarda la iracundia del capitalismo.

De esas manifestaciones unionistas la historia recoge la formación de la respetable Unión Minera Mexicana, que en el norte de la República se extendía vigorosamente; la Confederación del Trabajo, de Torreón, Coah., que bregaba en la pleamar reivindicadora con singular ardor; el gremio de Alijadores, de Tampico, Tamps., y la Confederación de Sindicatos Obreros de la República Mexicana, de Veracruz, Ver.

La democracia maderista veía con desconfianza, como era natural, este desarrollo de la propaganda de los agitadores obreros; desconfianza que culminó con la clausura de la Escuela, el encarcelamiento del grupo anarquista "Luz" y la expulsión de Moncaleano el 10 de septiembre de 1912. Pero, ¿qué importaban las intemperancias gubernamentales, los impulsivismos de la dirección del periódico Nueva Era, que denunciaba a la Casa del Obrero Mundial, recién instituida, como centro donde se predicaban ideas disolventes, si la semilla de las rebeldes exaltaciones, arrojada con talento, con sinceridad, con éxito, fructificaba ya en todos los surcos?

1. Se refiere al movimiento armado encabezado por don Francisco 1. Madero contra Porfirio Díaz.

 

Fuente: Salazar Rosendo. La casa del obrero mundial. Las pugnas de la gleba. Los albores del movimiento obrero en México. México, Comisión Nacional Editorial. Partido Revolucionario Institucional. 1972.