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Selección de textos y documentos:

Doralicia Carmona Dávila

© Derechos Reservados
ISBN 970-95193

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1862 Seward trata de justificar por qué se venden carros y otros objetos a los invasores.

Washington, diciembre 15 de 1862.

 

Señor don Matías Romero, etc., etc.

El infrascrito, secretario de Estado de los Estados Unidos, tiene el honor de acusar recibo de la nota que le fue dirigida por su excelencia el señor Romero, encargado de negocios de la República Mexicana, el 10 del corriente, y en que el señor Romero hace sus objeciones, a la resolución de este gobierno sobre permitir la salida de buques de Nueva York con carga de carros y otros efectos destinados, según dice el señor Romero, para el uso de las fuerzas francesas en México.

El señor Romero añade que esta decisión manifiesta parcialidad de parte de este gobierno en favor de la Francia.

El infrascrito tiene el honor de informar al señor Romero, que el comercio de los Estados Unidos está arreglado por tratados y leyes que son iguales con respecto a Francia, a México y a todas las otras naciones sin excepción, ya sea que estén mutuamente en paz o en guerra y que todos los efectos cuya exportación se permite por súbditos del gobierno francés o para el gobierno de Francia, se permite igualmente para los súbditos o el gobierno de México o de las otras naciones.

El señor Romero funda su argumento en el hecho de haberse impedido la exportación de armas para el gobierno de México, a fin de hacer uso de ellas en la guerra actual con Francia, mientras se permitía la exportación de carros para el uso del gobierno francés en la misma guerra.

El señor Romero deberá ser respetuosamente informado, de que la prohibición para el embarque de armas en el caso a que alude, fue una prohibición general relativa a todas las naciones lo mismo que a México, fundada en las necesidades militares de los Estados Unidos, que no pueden consentir, mientras tienen que sofocar esta formidable insurrección, en que las armas de fuego de cualquiera clase se envíen a otros países como mercancía.

Por estas razones, primero, porque el gobierno puede necesitar de esas armas y, segundo, porque podrían caer en manos de los insurrectos, ni los franceses que hacen la guerra a México, ni ninguna otra nación que esté en paz con los Estados Unidos, cualquiera que sea su condición o situación, puede obtener permiso para exportar de este país armas de ninguna clase.

El señor Romero alegó y, probablemente con exactitud, que los carros serán tan útiles a los franceses como las armas a los mexicanos, pero no se percibe la fuerza del argumento, pues que el embarque de armas se niega a México, no por lo que hace a la necesidad que de ellas tenga como beligerante, sino por la situación militar de los Estados Unidos y, por otra parte, se permite el embarque de carros, no por las, necesidades del ejército francés, como beligerante, sino porque la situación militar de los Estados Unidos, no exigía en este punto la prohibición.

La República Mexicana goza de la sincera amistad y buena voluntad de los Estados Unidos y éstos lamentan la guerra que existe entre aquella República y la Francia.

Sin embargo, no son parte interesada en esta guerra y ya que por desgracia se ha suscitado, sólo pueden obrar conforme a los principios que han normado su conducta en casos, semejantes.

Conforme a estos principios, el comercio de los Estados Unidos es libre para ambas naciones, como si estuviesen recíprocamente en paz y no se impone restricción ninguna en favor o en perjuicio de cualquiera de ellas.

El argumento del secretario de Hacienda, de que se ha dado conocimiento al señor Romero, hace innecesario el decir algo más, para aclarar la política fija y tradicional de este país.

No puede concebirse cómo esa política puede acomodarse a las miras del señor Romero, sin destruir todo comercio neutral.

Si México nos fijase cuáles son los artículos que no deben venderse a súbditos franceses, porque pueden emplearse en las operaciones militares contra México, habría que conceder también a la Francia el derecho de fijar cuáles son los efectos que no se deben vender a los mexicanos, porque pueden emplearse hostilmente contra el ejército francés.

Cualquiera otra nación que esté en guerra puede pretender el mismo derecho y toda nación comercial tendría que respetarlo lo mismo que los Estados Unidos.

El comercio, de este modo, en vez de ser libre e independiente, estaría sólo sometido al capricho de la guerra.

El infrascrito, al expresar así al señor Romero las miras de su gobierno en la cuestión que se le ha sometido, no pretende abstenerse de volver a tomarla en consideración, cuando el señor Romero vuelva a presentarla, como anuncia, después de recibir las instrucciones de su gobierno.

El infrascrito aprovecha la oportunidad para renovar al señor Romero las seguridades de su alta consideración.

William H. Seward

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Fuente:
Benito Juárez. Documentos, Discursos y Correspondencia. Selección y notas de Jorge L. Tamayo. Edición digital coordinada por Héctor Cuauhtémoc Hernández Silva. Versión electrónica para su consulta: Aurelio López López. CD editado por la Universidad Autónoma Metropolitana Azcapotzalco. Primera edición electrónica. México, 2006.