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Selección de textos y documentos:

Doralicia Carmona Dávila

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ISBN 970-95193

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1862 Carta de Antonio Taboada al Gral. Miguel Negrete: lo invita  a defeccionar. Respuesta.

mayo 7 de 1862

San Diego de Álamos, mayo 7 de 1862.
Sr. don Miguel Negrete. Puebla.
Mi estimado compañero:

Los antiguos vínculos de fraternal amistad que nos ligan y el conocimiento que tengo de sus opiniones firmes y acendrado patriotismo, me estimulan a dirigirle a usted la presente desde este campamento que, por una mala inteligencia tiene usted por enemigo, siendo así que es más amigo de la Nación mexicana y de sus buenos hijos, que aquel en que usted está sacrificando su bien adquirida reputación y tal vez su apreciable sangre, por un sentimiento ciertamente muy noble, cual es el de todo patriota de defender la nacionalidad de nuestra idolatrada Patria; mas, no dudo que tan luego como usted se persuada de que el auxilio que tan bondadosamente nos ofrece la Francia, no tiene otro objeto que afirmar esa misma nacionalidad y apoyar un Gobierno nacional sólido y que no esté sujeto a los vaivenes de nuestras revoluciones civiles y nos salve para siempre de la funesta absorción de los yankees; no dudo, repito, que usted como buen mexicano y como leal a sus principios, se pondrá al lado de sus compañeros, contribuyendo muy eficazmente, no sólo al triunfo de la buena causa, sino también a evitar el inútil derramamiento de la preciosa sangre de nuestros compatriotas, por defender bastardos intereses de unos cuantos zaragates que sacrifican a la Nación y a sus buenos hijos, tan sólo por su personal conveniencia.

Los mexicanos que venimos con el ejército francés hemos podido lograr de éste, en gracia a la buena intención que trae para con México, que suspenda sus operaciones de ataque a esta plaza por algunos días, mientras nosotros agotamos los medios de conciliación posibles y nos han movido a dar este paso, por una parte, la persuasión que tenemos de que toda resistencia por la fuerza de Juárez, por obstinada y gloriosa que sea, será siempre impotente ante el gran poder y los elementos inmensos de la Francia, que hará efectivos en México en el grado que demande y exija esa misma resistencia pues, una vez empeñada en la lucha, su honor mismo obliga a no cejar y, por otra parte, la consideración que abate mi espíritu de los incalculables males y profusión de sangre mexicana, que esta guerra va a ocasionar. Y ¿contribuirá usted, compañero, a semejantes desdichas por sostener a unos hombres a quienes usted ha combatido a mi lado, aunque con más gloria y honor que yo y por unos principios que no son los de usted y que no pueden tampoco ser los de ningún hombre sensato, y verdadero patriota? Permítame usted que me halague con la esperanza de que usted hará justicia a mi sinceridad y caballerosidad y que me dará crédito cuando le aseguro que la Francia no trae otra misión que apoyar al partido de orden y decente de México, para que establezca un Gobierno nacional sólido y acabe para siempre ese partido inicuo y malvado que no tiene otra bandera que la del pillaje y la destrucción, en beneficio de unos pocos que, a fuerza de mentiras y calumnias, atribuyen a la Francia miras indignas y a los mexicanos que venimos con su ejército, la villana docilidad de prestarnos a servirla de instrumento. Ruego a usted me crea cuando le aseguro que ésta es una infame impostura.

Yo he traído amplísimos poderes firmados por todos los generales y jefes, para tratar con el Gral. Almonte y ofrecer sus servicios en el caso de que llegase a adquirir el convencimiento de que no se trataba de atacar la nacionalidad y la independencia mexicana y, al ofrecérselos por haber adquirido ese convencimiento, he sentido con toda mi alma no haber asociado el nombre de usted al de sus buenos compañeros. El mismo Gral. Almonte me ha manifestado igual sentimiento y me ha autorizado para que se lo manifieste a usted y le dé todo género de garantías y seguridades, no sólo de su aprecio, sino de que se le considerará y mejorará en su empleo si usted, con las fuerzas de su mando, contribuye al triunfo de la buena causa y a aminorar por lo menos el derramamiento de sangre y, al efecto, me ha autorizado también para poner a disposición de usted las cantidades que juzgue necesarias para facilitar sus operaciones en esa plaza y para indemnizarle de los sacrificios que con tal objeto tuviese que hacer.

Si para ello quisiera usted tener una conferencia conmigo o con el mismo Gral. Almonte y el General francés, dígamelo en contestación, citándome una hora y lugar. Sé que me dirijo a un caballero incapaz de faltar a las leyes de] honor y por eso me atrevo a semejante proposición y, si usted quiere venir a nuestro campamento, se encontrará usted entre amigos y, si no quedare satisfecho y dispuesto a cooperar al triunfo de nuestra causa, podrá volverse libremente, llevando nuestros sentidos abrazos y despedida.

Medite usted bien, querido amigo, sobre la naturaleza de la causa que usted accidentalmente y por un funesto error está defendiendo; sobre la recompensa que los puros dan a los que les sirven bien y son honrados como usted en la impopularidad e impotencia del Gobierno Constitucional, para sostenerse contra la opinión y las armas francesas y conservadoras unidas y la suerte que usted correría triunfando éstas como tienen que triunfar encontrándose usted en las filas vencidas. Soy un verdadero amigo de usted y me aflige esta consideración, mientras que, teniéndole a nuestro lado, participará de la gloria de haber contribuido a la salvación de nuestra Patria y habrá asegurado para siempre su empleo tan costosamente ganado y el porvenir de su familia, dones que sólo puede dar un Gobierno sólido y de moralidad, protegido por la noble y generosa Francia, que nos presta para su establecimiento sus soldados y su dinero con prodigalidad.

¡Ojalá tenga el gusto de estrechar a usted en mis brazos siempre como su amigo y, una vez más, como correligionario político!

Su afectísimo compañero q. b. s. m.

Antonio Taboada

 

Respuesta del Gral. Negrete

Sr. don Antonio Taboada.

Con indignación me he impuesto del contenido de la carta que usted, fechada en la hacienda de San Diego de los Álamos el 7 del presente, porque en ella me invita usted, sin rubor, a que olvidando mi calidad de mexicano me alíe con los traidores a su Patria y con el ejército francés.

Cuando usted se ha atrevido a dirigirme sus letras para inclinarme a cometer una infamia es, sin duda, porque no conoce ni mis opiniones ni patriotismo, ni mucho menos mis sentimientos. Yo no soy de ésos hombres que se venden a todos los partidos sino de los que se sacrifican a su Patria, porque ella es antes que todo. Así, pues, intentar seducirme para que falte a mis deberes y para que traicione a mi Patria, que siempre ha sido mi ídolo, con el objeto de que unos cuantos hijos desnaturalizados suyos, apoyados en las fuerzas francesas, hagan triunfar en la República sus bastardas aspiraciones, es tanto más imposible, cuanto que tengo la determinación resuelta de morir mil veces antes que manchar mi nombre y mi memoria transigiendo con los extranjeros. Esta resolución la tienen también todos los mexicanos y creo que si los franceses y ustedes, sobre todo, persisten en la  idea de traernos la guerra, hundiremos al país en sangre, pero jamás será dominado por Francia ni por ninguna otra Nación, por poderosa que ella fuere. Parecerá esto una paradoja; mas, si usted conoce el patriotismo y brío de los mexicanos cuando se trata de su independencia y conoce también lo que vale un pueblo que quiere ser libre, entiendo que no calificará de fanfarronada lo que ya estamos probando a usted y a los franceses.

Dice usted que la Francia viene como amiga y aliada de ustedes, a establecer en la República un Gobierno de orden y que más se conforma con las ideas del partido que llaman decente. En verdad que no alcanzo las miras de ustedes porque, si el objeto es fundar un Gobierno que sea aceptado por todos, es en el concepto de que el actual no merece la confianza de la Nación y en tal caso sería fácil derrocarlo sin necesidad de la protección extranjera supuesto que es insostenible todo Gobierno que no se apoya en la opinión. Traer, pues, un ejército de Francia para hacer prevalecer en la República ciertos principios políticos es un acto tan insensato y tan antipatriótico, cuanto que ha sublevado aun a los mismos que lo profesan y no será extraño que hasta la reacción se nos una para contrariar esas miras de deshonra.

Resumiendo, diré a usted que, no pudiendo hallar frases en el lenguaje con que poder dar una digna contestación, me conformo con decirle que evite volver a dirigirme sus letras; que si yo discurría como partidario de tal o cual opinión, con error o sin él, esto era en el concepto de que los que contendían eran mexicanos, pero he visto a mi Patria amenazada por el extranjero a quien invocan los traidores como a los defensores de sus llamadas creencias, derechos e instituciones y no he vacilado para decidirme acudiendo al llamamiento de la Patria, porque antes que partidario soy mexicano.

Miguel Negrete