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Selección de textos y documentos:

Doralicia Carmona Dávila

© Derechos Reservados
ISBN 970-95193

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1857 Carta de Guillermo Prieto a Manuel Doblado acerca del pronunciamiento de Tacubaya

18 de Diciembre de 1857

Manuel querido:

El compañero en barbarie de toros es quien escribe a usted y con estas precauciones porque así lo exige el tiempo y por aquello de que más sabe el loco en su casa que el cuerdo en la ajena.

Zuloaga se pronunció; la tramoya del fistol del diablo [Manuel Payno] surtió sus efectos, y el caudillo de Ayuda [Comonfort] disputa hoy su celebridad y su categoría a los Cobos y a los Vicarios. El aturdimiento es universal; los diputados se ocupan en confeccionar proclamas incendiarias; hay empleados y jueces que renuncian, cuerpos de guardia nacional que se disuelven, y se baten por facciosos en este momento a los soldados del prefecto de Tlalpan, halagados ayer como invencibles sostenedores de las leyes; los reos son jueces; los conspiradores, héroes; los traidores, árbitros de la situación.

En Veracruz se pronuncia la fuerza armada y protestan las autoridades; en Puebla se pronuncia Echeagaray y Guige Alatriste con los diputados de la Legislatura. En Orizaba la guardia nacional, con Llave, desconocen al Gobierno; Tehuacán llama más aborrecible la traición que la reacción; Arteaga se dice que ha desconocido a Napoleón-gusano, yo no sé qué más.

De usted se habla con variedad, pero sí le puedo asegurar que su nombre es la secreta consigna de los hombres de corazón, y que, con los ojos fijos en una bandera que acaso no verán aparecer, corren a la muerte y desafían el tormento algunos hombres.

Yo tiemblo por la resolución de usted, temo que consecuentemente con su delirio de promesa, afronte con la horrible complicidad del disimulo y el silencio. Sinceramente digo a usted que bajo una fe, siguiendo unos principios, volviera usted mil veces la espada contra su propio corazón que contra el amigo. Pero ¿son hoy ésas las circunstancias? ¿Al país que lo implora, que lo eleva, que lo convierte en su esperanza, es lícito sacrificar? ¿A qué se inmola? ¿Al patriotismo? ¿Al valor, a la ley? ¿A un gran designio? Esa consecuencia es una defección, es un suicidio político, es un robo de un porvenir que nopertenece a usted sino a la causa de la civilización y de la humanidad.

Es una equivocación creer que semejante ardid de consecuencia o de egoísmo corte la reacción. A Cobos y a sus compañeros han ido instrucciones tronantes para que no se adhieran a semejantes convulsiones de agonía.

Esa huida de cuerpo es empujar a sus soldados a la traición por resultado de su acefalía, es traicionar por poder, es decir, del modo que sólo conviene a los hombres cobardes, no a usted que es valiente y lleno de inteligencia.

Usted dirá que ésta es la expresión del demagogo, diga usted lo que guste, éste, dentro de un año, será el acento de la historia.

Rompa usted ésta que va fiada a su honor y vea en ella la expresión de quien más lo ama, de cuantos le llaman o son sus amigos.

Responda usted con el nombre de D. Felipe Cárdenas de la Isla.

Guillermo Prieto