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Selección de textos y documentos:

Doralicia Carmona Dávila

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ISBN 970-95193

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1856 Forsyth ministro de EUA en México, comenta la situación nacional.

México, noviembre 8 de 1856

 

FORSYTH COMENTA CON LIGEREZA LA SITUACIÓN MEXICANA EN NOVIEMBRE DE 1856. −Extracto−

 

Sr. William L. Marcy
Secretario de Estados de los Estados Unidos

Señor:
Advierto diariamente la prevalerte y creciente convicción de los mexicanos inteligentes de que, sin la intervención, ayuda o apoyo de Estados Unidos en una u otra forma, no podrán afianzarse ningún Gobierno en este país.

Como en el terreno de los hechos no es de ningún modo improbable que yo reciba propuestas formales con tal fin, considero conveniente poner al tanto al Departamento de los trabajos en que la opinión pública a este respecto, para poder gozar del beneficio que significa conocer la idea de mi Gobierno si se le presentara semejante exigencia.

Álvarez, el verdadero Presidente de la República, ha reñido con Comonfort, a quien designó Presidente sustituto. Usted no debe sorprenderse cuando sepa que Álvarez ha revocado el nombramiento haciendo uno nuevo en la persona de un distinguido caballero que se supone es el autor del Plan de Ayutla. Me asisten razones para creer que este cambio ya hubiera tenido lugar, si ciertos obstáculos que se le presentaron a este reflexivo líder pudieran ser obviados. No desea asumir la difícil y ardua posición de jefe de la República, a menos que pueda tener la seguridad de realizar un Gobierno de mayor duración y firmeza que el que el espíritu revolucionario del país otorga generalmente a una administración.

Su gran obstáculo es la Iglesia; tanto él como su partido creen que la tradicional veneración de la Nación mexicana por la Iglesia debe ser respetada, mientras la regeneración del país demanda la restricción y hasta el aniquilamiento del poder moral, político y monetario de la Iglesia. Creen que se trata de una Reforma que debe ser aplicada por grados, tomando precauciones; que el presente gobierno, habiendo determinado acabar con este Leviatán político, ha cometido el error de hacerlo solamente a medias, ya que el golpe debió haber sido decisivo y a outrance o no haberlo emprendido. La idea del nuevo partido es que la influencia de la Iglesia debe ser amortiguada hasta que el nuevo gobierno esté firmemente establecido en el poder.

Para esto se ha propuesto hacer de inmediato sugerencias a Estados Unidos para concertar un tratado de alianza ofensiva y defensiva, basado en un honesto propósito de hacer justicia rápida a las reclamaciones estadounidenses, protegiendo a las personas y propiedades de Estados Unidos; un tratado comercial amplio; una convención postal que convenga a los intereses mutuos de las dos repúblicas; un tratado de extradición y, en suma, implantar un protectorado americano. En consideración a esto, el gobierno de Estados Unidos prestará al nuevo gobierno… millones de dólares.

Puedo afirmar que la opinión pública está tan imbuida de estas ideas y de la absoluta necesidad de la poderosa ayuda de Estados Unidos, que les proporcionará la paz y la seguridad de un gobierno estable, que corren rumores en esta capital de que yo he venido aquí con instrucciones de hacer propuestos de este tipo al gobierno, ofreciéndole un préstamo de … millones de dólares.

El razonamiento del nuevo partido es, más o menos, como sigue: la reconstrucción de la nación mexicana y la estabilidad de su gobierno solamente pueden realizarse controlando los elementos que obstruyen el camino de la primera y que son hostiles al segundo, la Iglesia y el ejército. Para controlar a ambos es necesario ser el amo absoluto de uno de ellos.

En lo que se refiere a la Iglesia esto es imposible; en el ejército puede hacerse. Debe realizarse infiltrando elementos estadounidenses; miles de americanos, escogidos, fieles, bien pagados y capaces para ser distribuidos dentro de todos los cuerpos del ejército mexicano. Controlarían el ejército, que está integrado por toda la admirable materia prima del soldado, por hombres que son duros, activos y frugales, dóciles como niños y fácilmente manejables en la lucha o rebelión por sus superiores inmediatos, a quienes siguen llenos de valor a donde quiera que los conduzcan y con la más sorprendente capacidad de desplazamiento. Cuando Santa Anna huyó de esta capital el año pasado, lo acompañó un cuerpo de 1,000 soldados, desde Orizaba a Veracruz, una distancia de 160 Km., en un solo día.

La calidad de los oficiales es tan miserable, como admirable la de los soldados. Las revoluciones se alimentan por su avaricia, no por su ambición. Semejante ejército puede ser mantenido en absoluto orden moral y físico, con la cooperación de unos cuantos miles de soldados estadounidenses.

Otra dificultad estriba en el estado de las complicaciones mexicanas con Gran Bretaña. Las relaciones diplomáticas con esa potencia están suspendidas y diariamente se espera una flota británica en ambas costas, para reforzar las demandas que su ministro no ha sido capaz de obtener. El pensamiento que prevalece entre los mexicanos es que la actividad británica constituye el pretexto que cubre ulteriores designios sobre este país y de que el bando americano no demuestra inquietud, por temor a que Gran Bretaña se anticipe y arruine el acariciado plan de una alianza y un protectorado americanos. Pero este es un asunto que, debiendo ser inmediatamente afrontado, dificultaría a la nueva administración. En caso de poder auxiliarlos en este dilema, desean saber si el gobierno de Estados Unidos lo haría.

Uno de los aspectos principales de su plan, consiste en fomentar la inmigración estadounidense, para desarrollar los grandes recursos naturales de este soberbio país, construyendo ferrocarriles, etc. Todo esto quizás sea la visión de un sueño y una mera especulación, pero la mente de una gran cantidad de mexicanos está imbuida de tales sueños. Si éstos pudieran convertirse en realidades ¿no gozaríamos nosotros de todas las ventajas de la anexión, sin sus responsabilidades ni daños? ¿No podríamos nosotros asegurar a nuestros compatriotas el goce de los ricos recursos de México, sin el peligro de introducir, dentro de nuestro sistema social y político, a las masas ignorantes del pueblo mexicano?

Muy respetuosamente.

John Forsyth
Ministro de Estados Unidos en México