Home Page Image
 

Edición-2020.png

Selección de textos y documentos:

Doralicia Carmona Dávila

© Derechos Reservados
ISBN 970-95193

Este Sitio es un proyecto personal y no recibe ni ha recibido financiamiento público o privado.

 

 
 
 
 


1855 Manifiesto de Juan Álvarez a los Mexicanos

Diciembre10 de 1855

Mexicanos: Cuando el Consejo de Gobierno me honró poco ha nombrándome Presidente Provisional de la República, dudé mucho si debía ó no aceptar un cargo de tan grande responsabilidad, y cuyo desempeño creí siempre superior á todos mis esfuerzos; pero personas muy respetables, versadas en los negocios de Estado y de un intachable patriotismo, me persuadieron entonces de que debía aceptar la Presidencia de la República, y continuar en ella, aunque no fuese más que el tiempo necesario para que llegara á consolidarse y á ser generalmente reconocido un Gobierno Nacional creado por la revolución. Me encargué, pues, del Gobierno, y he continuado en él por algún tiempo, luchando con dificultades y obstáculos de todo género, creados de intento por la dictadura para hacer imposible en nuestro país el restablecimiento de un orden legal. Poco se ha hecho en los días de mi Administración de cuanto y o me proponía hacer en beneficio de los pueblos; sin embargo, se ha establecido un Gobierno Nacional, un centro de unidad para toda la República: se ha convocado y va á elegirse próximamente un Congreso Constituyente: se han revocado un gran número de ley es dictadas bajo la dictadura con enorme perjuicio de los pueblos: se ha evitado que tuviesen efecto alguno contratos de mucha cuantía hechos por el Gobierno absoluto con ruina del Erario: se han dictado en Hacienda disposiciones importantes dirigidas á restablecer en ella la moralidad, la economía y el orden; se ha disminuido considerablemente el ejército que en el pie de fuerza en que se hallaba habría devorado por sí sólo todos los recursos de la Nación; se han anulado algunos de los millares de despachos militares que la dictadura prodigó con enorme gravamen del Erario: se ha comenzado á organizar la milicia nacional el Distrito; se ha dado una ley que arregla la Administración de Justicia, y se han hecho reformas en ella que exigía y a en nuestro país la civilización del siglo; y, en fin, si el Ministerio que durante mi Gobierno ha servido á su país con lealtad y patriotismo no pudo acertar en todas sus disposiciones, nadie desconocerá que sus intenciones han sido buenas y que ha hecho demasiado, atendidas las dificultades de todo género con que ha luchado incesantemente.

La próxima sanción de un Estatuto Orgánico de la República, una ley que asegure las garantías individuales y otra que evite el desenfreno de la imprenta, dejando en su ejercicio tanta libertad como sea compatible con el orden, son también medidas de mucha importancia que yo había acordado como un impulso espontáneo de mi corazón cuando mis Ministros renunciaron sus puestos por no haber podido ponerse de acuerdo entre sí en su programa que diese una completa regularidad á la Administración.

Tales eran los trabajos en que me ocupaba, cuando exacerbadas mis enfermedades por la influencia del clima, por el rigor de la estación y no poco también por las tareas incesantes del Gobierno, he creído que debía separarme de él temporalmente para procurar bajo un clima más benigno y análogo á mi constitución, el restablecimiento de mi salud muy quebrantada.

Una persona de toda respetabilidad debía quedar encargada del Gobierno como Presidente substituto de la república durante mi ausencia; he creído que y o por mí mismo debía nombrar esa persona, porque y o, y sólo y o, habría sido responsable ante la Nación, si su elección hubiese sido desacertada. Dejo, pues, encargado del Gobierno, a. C. Ignacio Comonfort, al compañero de mis fatigas, al que ha sido partícipe de mis peligros y de mis sacrificios, en la empresa que ambos acometimos contra la tiranía, empresa que quiso bendecir la Providencia, hasta concedernos verla consumada gloriosamente. El ciudadano á quien y o he confiado interinamente la Suprema Magistratura de la Nación, corresponderá dignamente á mi confianza: su lealtad y la caballerosidad de sus sentimientos, me son muy conocidos; él siempre buscará el apoyo de mi experiencia para su acierto, y yo sostendré en todo evento su Gobierno con todos mis esfuerzos: en vano los enemigos del orden y de la tranquilidad pública, los que desean una reacción, intentarán todavía enemistarnos y dividirnos: nada hará que dejemos de caminar acordes, porque uno y otro no tenemos más que una sola aspiración, que es el bien público, un solo deseo, que el de ver á nuestro país próspero y feliz; una sola ambición, que es la de aspirar á la gloria que sólo alcanzan los que libran a un Pueblo de la opresión, sin entregarlo por eso á los horrores de la anarquía.

No teman los verdaderos amigos de la libertad, que mi sucesor busque un apoyo en un partido y a vencido por la revolución, y que ha sido siempre implacable en sus persecuciones y atroz en sus venganzas, demasiado bien sabemos el General Comonfort y yo, que si ese partido volviera á triunfar en la República, nosotros seríamos las primeras víctimas sacrificadas en su furor. No teman tampoco los amigos de la libertad, que mi digno sucesor en el Gobierno de la República, olvide por un momento el programa de la revolución, que consiste en realizar en nuestro país mejoras importantes reformas radicales, aun cuando se opongan á ellas la injustas exenciones de algunas clases privilegiadas. Estas reformas se harán con justicia, con prudencia y meditación, y por medio de ellas mejorará notablemente en nuestro país la triste condición de las clases laboriosas de la sociedad, las más numerosas, las más recomendables, y que por resultado de las injusticias de muchos siglos, son ahora proletarias y están reducidas á la indigencia.

Mexicanos: Grandes son los peligros que hay que arrostrar y dificultades que vencer para que la Nación llegue á conquistarse y á organizar su Administración de una manera conveniente al interés del pueblo; pero si hay unión, si hay patriotismo, si se busca el verdadero bien del país, se alcanzará aun en medio de la diferencia de opiniones que nos divide.

Mexicanos republicanos: Si cesara la funesta división que, por desgracia, existe entre nosotros, seríais por esto sólo fuertes, invencibles; unión y buena inteligencia entre las dos fracciones en que os habéis dividido, justicia y moderación para con aquellos á quienes la revolución tienen vencidos, ved aquí lo que os aconseja para bien de nuestro país, vuestro conciudadano y amigo.

 

 

Proclama de Juan Alvarez, General de División, Presidente de la República, al Ejército y Guardia Nacional.

Compañeros de armas: Desde que emprendí con entusiasmo y ardiente patriotismo una desigual campaña contra la más escandalosa y atroz de las tiranías, me propuso como último y supremo fin para mí, la satisfacción intima de haber dado libertad á nuestra Patria. A esto estuvo reducida toda mi ambición, debiendo volver luego al seno de mi familia á aguardar el término de mis cansados días.

Pero los caros intereses de esa misma Patria exigieron de mí mayores sacrificios. Nombrado por el Consejo de Gobierno Presidente de la República, me persuadí de que era preciso resignarme á aceptar tan espinoso puesto para establecer la unidad nacional y librar al país de la anarquía. Cualquiera que conozca mis antecedentes como hombre público, y mis hábitos y costumbre como ciudadano privado, comprenderá fácilmente que vi los deberes y los trabajos anexos á la Primera Magistratura, con más disgustos y temor que nunca lograron poner en mi ánimo mis campanas ni más de cuarenta años de incesantes servicios; tengo, pues, derecho para que se tomen en su preciso valor las frases con que me expreso sobre mi exaltación al Poder.

Hay, sin embargo, una cosa insuperable aun para la más firme voluntad, que es la posibilidad meramente física; y quebrantada notablemente mi salud por los efectos de la estación y por las fatigas del despacho de los negocios, debo precaver los males que se seguirían á éstos, si el quebranto que comienzo á sentir tomas mayores proporciones, como es muy de temerse al adelantar el rigor del invierno; forzoso ha sido que me separe temporalmente del mando supremo.

Resulto á hacerlo, quedábame por resolver el delicadísimo punto de la elección de Presidente Substituto: pero las circunstancias, la expresión nacional poco menos que unánime, y los votos de mi corazón, tenían designada de antemano la persona merecedora de tan alta confianza. Por una multitud de patentes razones no podía ser otro ciudadano que aquel comenzó conmigo la grandiosa obra de la regeneración de México, el que se encargase de concluir por mí todo lo concebido para el bien, y todo lo prometido á la Nación desde el principio hasta el fin de la campaña. Mi hermano de armas debía continuar siendo mi hermano en el gabinete; los trabajos, los peligros y los sacrificios de uno y otro, derrocaron la tiranía; y unidos y apoyados ambos, daremos cima, con los poderosos auxilios de la Providencia, á la obra grande del afianzamiento de la paz, la consolidación de la libertad y el desarrollo de los elementos de poder y riqueza en este hermoso y desventurado país.

Compañeros: El antiguo soldado de la Independencia, bajo la garantía de su palabra y sus antecedentes, os protesta que siempre ha tenido y tiene el pensamiento de proteger al Ejército y á la Guardia Nacional, devolviendo á esas brillantes instituciones, el esplendor, el crédito y el valimiento que les arrebataron providencias absurdas que no parecían dictadas sino con el malévolo intento de aniquilarlos para siempre. Yo me acuso de pormenorizarlas porque son conocidas y deploradas por todos los militares y ciudadanos honrados, como también porque no es mi propósito escribir una diatriba, sino dirigiros mi tierna y amistosa despedida.

Pese en mala hora la responsabilidad de los males que hicieron al Ejército y Guardia Nacional, sobre los que tuvieron el desacierto ó la desgracia de ser su causa: al Gabinete liberal y patriota toca esforzarse para reparar en lo posible esos daños. Esta será la mira principal de mi Gobierno, secundado ampliamente por el Presidente Substituto.

Estoy muy satisfecho del comportamiento del Ejército y de la Guardia Nacional, durante el corto período de Administración, y debo con justicia esperar que seguirá siendo igual al separarme temporalmente del Poder.

Amo la Independencia, porque me cupo la ventura de trabajar para adquirirla, y la venero [con] religioso respeto, como un legado de mis ilustres compañeros, los inmortales caudillos del año de 10. Soy idólatra de la libertad, porque en las asperezas de la cordillera donde fué mi cuna, y donde pido á Dios que mezcle mis cenizas con las de mis antepasados y descendientes, jamás ha penetrado el hálito pestilente del despotismo.

Ambos inapreciables bienes están amenazados por tenaces y astutos enemigos que trabajan en las tinieblas, y que no se confesarán vencidos mientras aliente uno solo de ellos; pero los libres tienen un medio sencillo y fácil para su triunfo; este medio es la unión.

Yo os conjuro á ella por cuanto hay de más sagrado sobre la tierra: religión, patria, familia y honra. Os conjuro en nombre de los mártires de la libertad: os conjuro en nombre de vuestros padres, que nos tomarán severa cuenta de la herencia que nos dejaron, y en nombre también de nuestros hijos, que nos echarán en cara la vergüenza de su servidumbre.

Los partidarios del retroceso se sonríen sardónicamente mirando nuestras reyertas que se promueven, y la facilidad con que obedecemos á sus ocultos resortes, que es su arma favorita. Hagámosles, pues, entender que comprendemos su influencia satánica, rodeándonos del Poder público para robustecer su acción.

10 de diciembre de 1855.

 

 

 

 

 

 

Planes en la Nación Mexicana. Libro cinco: 1855-1856. México. Senado de la República-COLMEX. 1987, pp. 268.