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Selección de textos y documentos:

Doralicia Carmona Dávila

© Derechos Reservados
ISBN 970-95193

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1848 Nota de Justo Sierra O’Reilly a Buchanan solicitando la ayuda estadounidense por la guerra de castas en Yucatán.

Washington, marzo 7 de 1848.
 

Señor:

En alguna de mis precedentes notas he dado a saber al Gobierno de los Estados Unidos, por conducto del Secretario de Estado, los horribles e incalculables males y desgracias que sufre el pueblo de Yucatán a causa de una guerra que le hacen las tribus de indios bárbaros que habitan la frontera oriental de la Península, los que evidentemente han sido armados e incitados a ello por algún poder secreto. Esta guerra salvaje y de exterminio ha tornado tan formidable aspecto, que en cumplimiento de mi deber no puedo contenerme más de invocar en manera franca y concluyente la simpatía y humanidad de este Gobierno republicano altamente civilizado hacia aquel pueblo, que es digno por todos conceptos de mejor suerte. En nombre de la humanidad y de la civilización, me veo obligado a pedir que este Gobierno dicte cuantas medidas estén dentro de sus facultades; y si es posible, por medio de una intervención, poner fin a esta guerra que amenaza producir las más lamentables consecuencias en la política americana. Aunque no he recibido ningún despacho reciente de mi Gobierno, estoy en posesión de informes positivos de que la guerra hecha por aquellos bárbaros ha tomado un giro espantoso; que numerosas hordas han avanzado hasta muy cerca de las puertas de la capital y están cometiendo los más inauditos excesos, arruinando y devastando cuanto encuentran delante. En estas circunstancias, un buque de guerra español se presenta espontáneamente y ofrece al pueblo de Yucatán, en nombre del Capitán General de la Isla de Cuba, ayuda y apoyo. Este ofrecimiento oportuno, patentizando la viva simpatía de España hacia sus antiguas colonias, fue aceptado sin vacilación; en virtud de lo cual, una parte de las fuerzas, armas y municiones pertenecientes a la corona de España ha sido desembarcada en los puertos de Yucatán. He sabido estos hechos de fuente que me merece confianza y los considero indubitables; y si hemos de darles crédito, prueban que la situación de Yucatán es verdaderamente desesperada y le espera su total exterminio, a menos que una mano amiga se tienda para socorrerlo, librarlo y salvarlo de los horribles peligros que lo amenazan. En consecuencia, en virtud de instrucciones y órdenes recibidas de mi Gobierno, previendo los sucesos venideros, suplico que el Gobierno de los Estados Unidos se sirva tomar sin pérdida de tiempo, las medidas que estime necesarias para proteger al pueblo de Yucatán de la brutal opresión de sus bárbaros asaltantes. No es necesario que yo recuerde al Honorable Secretario de Estado que la Humanidad, la Civilización y la sana política imponen acordes este deber a los Estados Unidos.

Ayuda inmediata, dada con presteza y buena voluntad, que creo son características del inteligente, libre, civilizado v sobre todo, eminentemente religioso pueblo de este país, producirá los resultados más benéficos y de una vez pondrá fin a la guerra que de otro modo se generalizaría.

De conformidad con las órdenes de mi Gobierno estoy autorizado para pedir en cuenta el auxilio de dos mil soldados y medio millón de pesos. Si es posible proporcionar a mi infortunado y agotado país el socorro que aquí pido, no dudo que las condiciones serán humanas y razonables. Ni un momento vacilaré por tanto en aceptarlas en nombre de mi Gobierno. Si el Honorable Secretario de Estado desea más amplios informes acerca de los anteriores puntos, será para mí el mayor placer darlos, ya sea verbalmente o por escrito, como lo crea más conveniente.

Mr. Buchanan se dio inmediatamente cuenta de la gravedad y trascendental importancia de este asunto, en la entrevista que se sirvió concederme ayer. Reitero mi súplica con el mayor encarecimiento, a cuyo fin invoco el sagrado nombre de Humanidad, de Libertad y de Civilización, para que se fije con atención y firmeza en los sucesos que se están desarrollando en Yucatán y que seguramente envuelven cuestiones de la mayor magnitud.

Suplico al Honorable Secretario de Estado que tenga la bondad de favorecerme con su respuesta tan pronto como sea posible, a fin de que yo pueda comunicar a mi Gobierno la determinación del Gobierno de los Estados Unidos, cualquiera que ella sea. Entretanto renuevo a Mr Buchanan el profundo testimonio de respeto de su obediente servidor.

Al H. Mr. James Buchanan, Secretario de Estado.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Fuente: Sierra O'Reilly Justo, Diario de nuestro viaje a los Estados Unidos.