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Selección de textos y documentos:

Doralicia Carmona Dávila

© Derechos Reservados
ISBN 970-95193

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1848Polk decide aceptar el Tratado de Paz firmado por Trist y enviarlo al Senado.

Febrero 19, 20 y 21 de 1848

 

Febrero 19.

El Gabinete se reunió a la hora acostumbrada, estando presentes todos, con excepción del Secretario del Tesoro y el Secretario de la Guerra, que están indispuestos [...]

Por la noche llegó un mensajero de México trayendo despachos del Ejército y un Tratado de paz celebrado el día 2 del actual por el señor Trist con los Plenipotenciarios mexicanos nombrados para ese efecto. Este mensajero era el señor Freanor, que ha estado con el Ejército durante algún tiempo en calidad de corresponsal del "Delta" de Nueva Orleans, bajo el seudónimo de "Mustang".

Como a las 9 p. m. el señor Buchanan vino a verme con el Tratado y me lo leyó. El señor Trist fue retirado en Octubre último, pero resolvió quedarse en México y continuar las negociaciones. Los términos del Tratado están dentro de las instrucciones que llevó Trist en abril último, sobre la cuestión importante de la línea divisoria y los límites. Hay varias disposiciones en el Tratado que requerirán un examen más cuidadoso de lo que puede hacerse por una simple lectura. El señor Trist ha obrado muy mal, como lo he hecho notar antes en este Diario, pero a pesar de esto, si después de un nuevo examen del Tratado éste es aceptable, no debería rechazarse simplemente por la mala conducta de Trist. El señor Buchanan me dejó el Tratado. [...]

 

Febrero 20.

El Tratado con México que se recibió anoche es de tal importancia que consideré de mi deber hacer hoy un examen crítico de él, y así lo hice. El señor Buchanan lo estudió también y tomó notas de sus diversos artículos. El señor Mason, el señor Johnson y el señor Clifford lo leyeron también, o más bien dicho, se les leyó en presencia de los demás. Se conversó muy ampliamente sobre el asunto. Consideraba yo tan importante que se obrara prontamente, que convoqué a una Junta Especial de Gabinete para hoy en la noche a las 7 p. m., y envié a mi Secretario Particular, el Coronel Walker, para que viera al señor Walker y al señor Marcy, invitándolos para que asistieran, si les era posible.

A la hora fijada, 7 p. m., todos los miembros del Gabinete estuvieron presentes. Se leyó nuevamente el Tratado y se planteó la cuestión que tenía que decidirse, a saber: si debería yo rechazar el Tratado, o debería enviarlo al Senado para su ratificación. Sobre este punto hubo una libre discusión. Tomé separada e individualmente la opinión de los miembros del Gabinete. El señor Buchanan y el señor Walker aconsejaban que se rechazara. El señor Mason, el señor Marcy, el señor Johnson y el señor Clifford, aconsejaban que debería yo aceptarlo y enviarlo al Senado para su ratificación. Todos convinieron en que si se enviaba al Senado debería ser con la recomendación de que se rechazara el artículo 10, que se refería a concesiones de tierras en Tejas y en los territorios que se pensaba ceder a los Estados Unidos. Me reservé mi opinión y pedí al Gabinete que volviera a reunirse mañana a las 12. Todos condenaron la desobediencia del señor Trist a las órdenes de su Gobierno para regresar a los Estados Unidos cuando fue retirado.

Febrero 21

Hoy por la mañana no recibí gente.

A las 12 se reunió el Gabinete estando presentes todos sus miembros. Hice conocer mi decisión respecto al Tratado Mexicano, que fue en el sentido de que en vista de las circunstancias del caso, lo sometería yo al Senado para su ratificación, con la recomendación de que se suprimiera el artículo 10; y expuse mis razones para esta decisión. En breve consistían en que el Tratado estaba de acuerdo, en la cuestión principal de límites y línea divisoria, con las instrucciones dadas al señor Trist en Abril último, y en que, aunque era cierto que si se tratara de celebrarlo ahora habría yo pedido más territorio, tal vez hasta hacer de la Sierra Madre la línea divisoria, sin embargo, era dudoso que para esto pudiera haberse obtenido el consentimiento de México. Atendí también a las consecuencias de rechazarlo. Una mayoría de una rama del Congreso se opone a mi Administración; se me hace el cargo de que yo declaré la guerra y la estoy continuando con objeto de conquistar a México; y si ahora fuera yo a rechazar el Tratado celebrado conforme a mis propias condiciones, tales como se autorizaron en Abril último con la unánime aprobación del Gabinete, las probabilidades serían que el Congreso no concedería ya ni hombres ni dinero para continuar la guerra. Si éste fuera el resultado, el Ejército que ahora está en México iría mermándose constantemente y disminuyendo en número y al final me vería obligado a retirarlo, perdiendo así las dos provincias de Nuevo México y de la Alta California que se ceden a los Estados Unidos por virtud del Tratado. Si los opositores a mi Administración lograran triunfar en la próxima elección presidencial, habría probabilidad de que la Nación perdiera todas las ventajas que ha conseguido por ese Tratado. Llamé la atención sobre el inmenso valor de la Alta California y concluí diciendo que si ahora rechazara yo las condiciones que ofrecí en Abril último, no veía posible que mi Administración fuera apoyada. El señor Buchanan repitió sus objeciones al Tratado. El querría más territorio, y no se sentiría contento con menos de la línea de la Sierra Madre, además de las provincias obtenidas en este Tratado. Admitió que el hecho de que el señor Trist haya sido llamado antes de que el Tratado se firmara, no debería tener influencia sobre la decisión que se tomara. Creí de mi deber recordar al señor Buchanan su completo cambio de opinión y de posición a este respecto. Le dije que yo recordaba bien que en la junta de Gabinete que tuvo lugar la noche del día en que se declaró la guerra (13 de Mayo de 1846), o en alguna fecha cercana, se había manifestado opuesto a que se adquiriera cualquier territorio de México. Le dije que en esa Junta él había preparado y leído en el Gabinete una circular que se proponía dirigir como Secretario de Estado, a nuestros Ministros y Cónsules en el Extranjero, autorizándolos para informar a los Gobiernos ante quienes estaban acreditados, que no deseábamos ni intentábamos adquirir ningún territorio mexicano, que nuestro único deseo o propósito era proteger a Tejas y obtener una indemnización para nuestros nacionales perjudicados (véase este Diario de esa fecha para mayores detalles). Le dije que yo había objetado el envío de ese despacho; que en seguida había tenido lugar una discusión que suponía yo que él y el Gabinete recordarían, y que había yo escrito un párrafo en mi mesa en sustitución al suyo, y que al terminar la Junta de Gabinete había tomado de mi mesa el borrador de su despacho y con él el párrafo que había yo preparado, y al día siguiente había modificado su despacho de acuerdo con mis instrucciones. Le dije que hasta Abril último, él se había manifestado contrario a que se adquiriera ningún territorio, y que cuando se dieron las instrucciones al señor Trist en Abril, él había estado enteramente de acuerdo con ellas. Le dije que repetía yo estos hechos, porque era conveniente que entendiéramos nuestras relativas actitudes respecto ese punto, las anteriores y las actuales. El resto del Gabinete permaneció silencioso. El señor Buchanan replicó que podría yo haber agregado que él se había opuesto a la expedición militar a la ciudad de México (recuerdo que se opuso), pero que había sido vencido en la discusión; que desde Abril habíamos gastado mucho dinero y perdido mucha sangre, y que no estaba ahora satisfecho con este Tratado. Agregó que daba su opinión como miembro del Gabinete en el sentido de que el Tratado debiera rechazarse, porque esa era ahora su opinión. No puedo dejar de tener la convicción de que la verdadera razón de la actual actitud del señor Buchanan es la de que ahora es candidato a la Presidencia, y no desea enajenarse la voluntad de aquellos que estén en favor de la conquista de todo México. Estoy plenamente convencido de que en el fondo él desea que envíe yo el Tratado al Senado contra su opinión no porque algo me haya dicho, sino por las circunstancias, y por su actitud general. Ningún candidato para la Presidencia debería seguir siendo miembro del Gabinete. Es un consejero peligroso. Mi discusión con el señor Buchanan me fue desagradable, pero creía yo que debía refutarlo y hacerlo entender que comprendía yo el motivo que lo impulsaba. El deseaba echar sobre mí toda la responsabilidad del envío del Tratado al Senado. Si el Tratado era bien recibido por el país, siendo él miembro de la Administración, no se perjudicaría con ese motivo en sus aspiraciones presidenciales, porque éstas gobiernan todas sus opiniones y actos recientes; pero si por otra parte el Tratado no era bien recibido, él podría decir "yo opiné contra él". El Gabinete se retiró después de sesionar por dos o tres horas. Por la noche preparé con la ayuda del Juez Mason el borrador de mi mensaje al Senado, que debía acompañar al Tratado [...]

NOTA: La discusión entre el señor Buchanan y yo, tal como se encuentra asentada, debería haberse insertado en el Diario de ayer. Esta discusión tuvo lugar en la Junta del Gabinete de anoche. Mi Secretario Particular, a petición mía, redujo a escrito la conversación tal como él la entendió. Conservaré su redacción.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Fuente: Diario del presidente Polk. Selección y Traducción de Luis Cabrera.