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Selección de textos y documentos:

Doralicia Carmona Dávila

© Derechos Reservados
ISBN 970-95193

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1848 Comunicación de Buchanan al señor Romulus M. Saunders, Ministro Diplomático de los Estados Unidos en la Corte de Madrid, sobre proposiciones a España para la compra de la Isla de Cuba.

Departamento de Estado, Washington, 17 de junio de 1848.

 

Señor:

Por instrucciones del Presidente llamo ahora la atención de usted sobre las actuales condiciones y las futuras perspectivas de Cuba. La suerte de esta Isla será siempre de profundo interés para el pueblo de los Estados Unidos. Estamos conformes en que continúe siendo una colonia de España, y mientras se encuentre en poder de ésta, nada tenemos que temer. Estamos por otra parte ligados con España por lazos de antigua amistad, y sinceramente deseamos que éstos sean perpetuos. Pero nunca podremos consentir en que esta Isla se convierta en una colonia de cualquiera otra potencia europea. Si llegare a caer en poder de la Gran Bretaña o de cualquiera otra potencia naval fuerte, resultaría ruinoso para nuestro comercio doméstico e internacional, y aún pondría en peligro la unión de los Estados Unidos. El primero y más alto deber de toda nación independiente es atender a su propia seguridad; y obrando conforme a este principio nos veríamos compelidos a oponernos a la adquisición de cualquier Estado marítimo poderoso, con todos los medios que la providencia ha puesto a nuestra disposición.

Cuba está casi a la vista de la costa de Florida. Situada entre Estado y la Península de Yucatán, y poseyendo el profundo, espacioso e inexpugnable puerto fortificado de La Habana, si esta Isla se hallara bajo el dominio de la Gran Bretaña podría dominar ambas entradas al Golfo de México. Podría así hallarse en aptitud de bloquear efectivamente en tiempo de guerra la boca del Misissipi y de privar a todos los Estados occidentales de esta Unión, lo mismo que a los que se encuentran dentro del Golfo, del mercado exterior para sus inmensas producciones, prolíficas como son en una población industriosa y emprendedora. Pero esto no es lo peor. Inglaterra podría también destruir el comercio marítimo entre nuestros puertos del Golfo y nuestros puertos del Atlántico, comercio de un valor casi tan grande como el de todo nuestro tráfico exterior.

(¿Hay alguna razón para creer que la Gran Bretaña desee adquirir la Isla de Cuba? Sabemos que ha sido política uniforme de ella a través de su pasada historia, apoderarse de todos los puntos comerciales valiosos de todo el mundo cuandoquiera que las circunstancias los han colocado a su alcance. ¿Y qué punto más valioso que la Isla de Cuba? Los Estados Unidos son el principal rival mercantil de la Gran Bretaña. Nuestro tonelaje en los actuales momentos es casi igual al suyo; y en muy poco tiempo será mayor, si no ocurre nada que detenga nuestro progreso. ¡De qué vasta importancia sería pues para ella obtener la posesión de una Isla desde la cual podría en cualquier tiempo destruir una gran porción de nuestro comercio extranjero y de nuestro tráfico costanero! Además. Inglaterra sabe bien que si Cuba estuviera en nuestro poder sus islas de las Indias Occidentales quedarían comparativamente sin valor. Por la extensión y la fertilidad de esta Isla y por la1energía e industria de nuestro pueblo, pronto estaríamos en aptitud de aprovisionar a los mercados del mundo de productos tropicales a precios más bajos de los que pudieran cultivarse en cualquiera de sus posesiones.)

(La disposición de la Gran Bretaña para extender su dominio sobre las posesiones comerciales más importantes del globo ha quedado evidenciada claramente en reciente ocasión. Tentada por la debilidad y por la desunión de los Estados Centroamericanos, y obrando bajo la máscara de protector del Rey y del Reino de los Mosquitos -una tribu de indios miserable, degradada y mezquina-, está tratando de adquirir la posesión permanente de toda la costa del Mar Caribe desde el Cabo de Honduras hasta el Escudo de Veragua.(1) De ese modo excluiría de aquel mar a toda la parte de Honduras al sur del Cabo Honduras y enteramente a los Estados de Nicaragua y Costa Rica, y a la provincia granadina de Veragua. Esto con violación expresa de su Tratado con España de 14 de Julio de 1786, por el cual reconoció la soberanía del Rey de España sobre el país de los Mosquitos, y convino en evacuar éste en un período de seis meses.)

(Debería yo agregar que la Gran Bretaña, mediante un simple permiso de España, conforme a los Tratados de 1783 y 1786, para cortar y exportar palo de tinte y otros productos nacionales de la comarca dentro de ciertos límites definidos, estableció la colonia británica de Belice, mediante sucesivas usurpaciones. Este permiso fue también acompañado por el más solemne reconocimiento de parte del Gobierno Británico de que todas las tierras dentro de esos convenios "pertenecen por derecho a la corona de España".)

(Si la Gran Bretaña tuviere éxito en sus tentativas, bajo el pretexto de ser el protector del Rey y del Reino de los Mosquitos, adquiriría dominio sobre toda la costa del Mar Caribe desde la boca del Río Hondo en la extremidad norte de Belice hasta el Escudo de Veragua en Nueva Granada, con excepción de aquella parte de la costa entre la extremidad sur de Belice y el Cabo Honduras. Ya ha tomado posesión violenta del puerto de San Juan de Nicaragua, probablemente el mejor puerto en toda esa costa. Su propósito es indudablemente obtener el dominio sobre la comunicación entre los Océanos Atlántico y Pacífico por la ruta del Lago Nicaragua.)

(El lindero norte de Belice se encuentra tan sólo a 200 millas de la extremidad occidental de Cuba; y si Inglaterra pudiera adquirir la soberanía sobre esta Isla además de lo que ya ha conseguido y de lo que está tratando de obtener a lo largo de las costas del Mar Caribe, nuestro comercio en ese Mar así como en el Golfo, quedaría a merced suya.)

(Debe admitirse que la Gran Bretaña tiene un pretexto más plausible para adquirir la posesión de la Isla de Cuba, del que tenía como pretendido protector del Reino de los Mosquitos para apoderarse de las costas del Mar Caribe. La deuda exterior de España según MacGregor y McCulloch, ascendía en enero de 1842 a L 65.000,000. El primer autor observa que "los gastos de España exceden a sus ingresos, sin pagar un solo real de intereses sobre su deuda exterior"; y el último afirma con justicia que "la mayor parte de esta deuda se debe a los ingleses; y que los intereses sobre ella no han sido pagados durante un largo período de tiempo".)

(Lord John Bentinck, en un debate sobre el asunto de la deuda española en la Cámara de los Comunes el 7 de julio de 1847, teniendo a su disposición los mejores medios de obtener informes, manifestó con confianza que el monto de la deuda debida por España a los súbditos británicos y sobre la cual no se había pagado interés era de L 46.000,000, o sean doscientos treinta millones de dólares. En su discurso Lord Bentinck trató de probar a la vez el derecho y la obligación de la Gran Bretaña de ir a la guerra con España para recobrar su deuda si ese objeto no podía alcanzarse de otro modo; y se refirió significativamente a los ingresos de las Islas de Cuba y Puerto Rico, que proporcionaban amplios medios no sólo de pagar los intereses sino de liquidar el principal. Lord Palmerston, en su respuesta, admitió el derecho del Gobierno Británico para emprender la guerra contra España para el cobro de esta deuda; pero negaba que el medio fuese expedito conforme a las circunstancias existentes entonces. Concluía sus observaciones sin embargo declarando: "Pero ésta es una cuestión de conveniencia y no de poder; por consiguiente, ninguna nación extranjera que haya causado agravio a los súbditos británicos puede engañarse por la falsa impresión de que la nación británica o el Parlamento Británico puedan permanecer por siempre inactivos ante el agravio; de que si el pueblo de Inglaterra apela al Gobierno Inglés para que haga efectivos sus derechos, aquél no tenga suficientes facultades y medios a su disposición para hacerse justicia").

(Lord John Bentinck quedó tan satisfecho del discurso de Lord Palmerston, que retiró su proposición, sustituyéndola por un ocurso a su Majestad para que ésta diera los pasos que creyera aconsejables "a fin de que los tenedores británicos de bonos españoles no pagados obtuvieran una reparación del Gobierno de España", observando que

"después del tono asumido por mi noble amigo, estoy seguro de que nada les quedará que desear a los tenedores de bonos españoles. Según las palabras de mi noble amigo, aparejadas con la conducta que se ha adoptado en otras ocasiones respecto del pago a los súbditos británicos por Portugal y los Estados Sudamericanos, los tenedores británicos de bonos españoles tienen plena seguridad de que en otros casos dará muestras de la misma energía cuando llegue el momento adecuado de darlas, tratándose de otros súbditos de la Corona. Esa intimación se ha hecho a la nación española en el tono y lenguaje de mi noble amigo, y no dudo que el Gobierno se pondrá a trabajar sin pérdida de tiempo para hacer justicia a los acreedores extranjeros de España".)

(En los actuales momentos no es improbable que pueda acontecer una ruptura entre la Gran Bretaña y España. El Gobierno Español, con justicia o sin ella, eso no podemos juzgarlo todavía, ha adoptado la impetuosa e inusitada medida de enviar sus pasaportes a Sir Henry Bulwer, Ministro de Su Majestad Británica, y de ordenarle que salga del Reino dentro de cuarenta y ocho horas. Si de este procedimiento resultara un rompimiento de hostilidades, no puede dudarse que Gran Bretaña inmediatamente se apoderaría de Cuba. En todo evento es casi cierto que, al presentarse la primera oportunidad favorable, Inglaterra trataría de obtener una cesión de esta Isla con el ostensible propósito de descargar al Gobierno Español de las deudas que se deben a sus súbditos. Y aquí ha de observarse que éstas van creciendo rápidamente por el aumento de los intereses caídos.)

Pero permítaseme tomar otro punto de vista en el asunto. Si Cuba quedara anexada a los Estados Unidos, no solamente quedaríamos aliviados de los temores que nunca podemos dejar de sentir por nuestra propia protección y por la seguridad de nuestro comercio mientras permanece en su actual condición; pero la previsión humana no puede anticipar las consecuencias beneficiosas que resultarían para todas las porciones de nuestra Unión. Esto nunca podrá ser una cuestión local.

1. Con fortificaciones apropiadas en las Tortugas, y estando en posesión del puerto poderosamente fortificado de La Habana como estación naval en la costa opuesta de Cuba, podríamos dominar la salida del Golfo de México entre la Península de La Florida y aquella Isla. Esto proporcionaría amplias seguridades tanto al comercio exterior como al costanero de los Estados Unidos del Occidente y del Sur que buscan mercados para sus productos sobrantes por medio de los puertos del Golfo.

2. Bajo el Gobierno de los Estados Unidos, Cuba se convertiría en la Isla más rica y más fértil de entre las de igual extensión en todo el Mundo. Según los Reglamentos Comerciales de MacGregor y su estadística comercial, "en 1830, de las 468,523 caballerías de 32 acres ingleses de tierra, que componen todo el territorio, 38,276 estaban cultivadas con azúcar, café, tabaco, hortalizas y frutas, y 9,734 consistían en terrenos pastales y en bosques tallares que pertenecen a las haciendas azucareras y cafeteras". Parece por consiguiente que en 1830 estaba bajo cultivo solamente entre una octava y una novena parte de toda la Isla. El autor continúa: "si comparamos esta extensión con las restantes vastas superficies de tierra fértil de Cuba, que están todavía sin cultivar y con el producto que la Isla rinde ahora, no puede ser una exageración decir que Europa podría sacar de Cuba tanto café y azúcar como lo que hasta ahora se ha consumido".

El señor MacGregor afirma que la población total de Cuba en el año de 1841 era solamente de 1.007,624 habitantes; pero conforme a los datos que acaban de presentarse, puede inferirse atinadamente que la Isla de Cuba es capaz de mantener con comodidad una población de diez millones de habitantes. Si Cuba formara parte de los Estados Unidos sería difícil calcular la suma de cereales, arroz, algodón y otros productos agrícolas, así como los productos manufacturados y mecánicos, de madera, de pesquerías y de otros artículos, que encontrarían mercado en esa Isla a cambio de su café, azúcar, tabaco y otros productos. Esto continuaría incrementándose con el aumento de su población y el desarrollo de sus recursos; y todas las porciones de la Unión se verían beneficiadas por el tráfico.

Por deseable que fuera sin embargo la posesión de esta Isla para los Estados Unidos, no desearíamos adquirirla si no es por el libre consentimiento de España. Cualquier adquisición no sancionada por la justicia y el honor resultaría comprada muy cara. Aunque esta es la determinación del Presidente, se supone que las relaciones actuales entre Cuba y España deberían inclinar al Gobierno Español a ceder la Isla a los Estados Unidos mediante el pago de una plena y equitativa consideración. Hemos recibido informes de valiosas fuentes tanto oficiales como extraoficiales, de que entre los criollos de Cuba ha existido durante mucho tiempo una hostilidad profundamente arraigada contra el dominio español. Las revoluciones que rápidamente se han sucedido una tras otra en tacto el mundo, han inspirado en los cubanos un ardiente e irreprimible deseo de realizar su independencia. Más aún, hemos sido informados por el Cónsul de los Estados Unidos en La Habana .de que "existen muchas probabilidades de que la Isla se encuentre pronto en estado de guerra civil". Nos dice también que "se están haciendo esfuerzos para obtener dinero con ese propósito en los Estados Unidos" y que "habrá intentos de inducir a unos cuantos de los regimientos voluntarios que se hallan ahora en México para que obtengan su licenciamiento y se unan a la revolución".

Apenas si necesito informar a usted que el Gobierno de los Estados Unidos no ha hecho ninguna gestión para excitar el espíritu de insurrección entre los cubanos. Lejos de eso; poco tiempo después de que recibimos este informe de nuestro Cónsul, le dirigí un despacho, del cual transmito a usted copia, fechado el 9 del actual, por el cual verá usted que le he advertido que conserve una vigilante reserva, tanto en sus palabras como en sus actos, para evitar aun la menor sospecha de que ha alentado a los cubanos para que se levanten en armas contra el Gobierno Español. Le manifesté también que las relaciones entre España y los Estados Unidos habían sido durante mucho tiempo del carácter más amistoso, y tanto el honor como el deber exigían que no tomáramos parte en la lucha que él (el Cónsul) parecía creer que era inminente.

Le informé que ciertamente "llegaría a ser un deber para este Gobierno el emplear todos los medios adecuados para impedir a cualquiera de nuestros regimientos voluntarios que están ahora en México, que violara la neutralidad del país, incorporándose a la proyectada guerra civil de los cubanos contra España". Desde la fecha de mi despacho al Cónsul, este deber se ha cumplido. El Secretario de la Guerra, al día siguiente (Junio 10) dirigió por mandato del Presidente una orden a nuestro Comandante General en México (de la cual acompaño a usted copia), e igualmente al Oficial Encargado del embarque de nuestras tropas en Veracruz, ordenando a cada uno de ellos "que empleara todas las medidas adecuadas para contrarrestar semejante plan, si es que estaba en pie"; y dándoles instrucciones "para dar órdenes de que los transportes en que las tropas se embarcaran siguieran directamente a los Estados Unidos y en ningún caso tocaran algún lugar de Cuba".

El Cónsul, en el despacho que me dirigió, afirmaba también que "si la revolución se intenta y tiene éxito se haría inmediata petición a los Estados Unidos para la anexión, etc."; pero no parecía creer que tuviera éxito, y probablemente no se emprendería sin la ayuda de las tropas americanas. A esta parte del despacho contesté, conociendo el ardiente deseo de los cubanos de anexarse a nuestra Unión, que creía yo que "no sería difícil predecir que un levantamiento frustrado demoraría, si no es que haría fracasar, la anexión de la Isla a los Estados Unidos", y le aseguré que no podría contarse con la ayuda de nuestras tropas voluntarias.

Percibirá usted por consiguiente con qué escrupulosa fidelidad hemos cumplido con nuestros deberes de neutralidad y amistad hacia España. Tenemos la más anhelosa esperanza de que no se intente un levantamiento en Cuba; pero si éste ocurriere desgraciadamente, el Gobierno de los Estados Unidos habrá cumplido enteramente con su deber hacia una potencia amiga. Si el Gobierno de España se sintiera dispuesto a desprenderse de la Isla de Cuba, surgiría entonces la cuestión de lo que podríamos ofrecer por ella. Para decidir esta cuestión será importante cerciorarse de lo siguiente:

1. ¿Qué ingreso neto produce la Isla en el momento actual al Tesoro Real, después de deducir todos los gastos que ocasiona?, y

2. ¿Qué ingreso neto proporcionaría al Gobierno de los Estados 'Unidos en su condición actual? La primera pregunta no tengo medios de contestarla con exactitud. McCulloch, en su "Gacetero", afirma que "los ingresos totales de la Isla en un término de cinco años que concluyó en 1837, ascendieron a $8.945,581.00 por año"; y se afirma en el "Merchants' Magazine" de Hunt, de Octubre de 1845, que el ingreso en el año de 1844 ascendió a $10.490,252.87 y medio. Después de 1844 no tenemos en el Departamento informes sobre la materia, en que pueda tenerse confianza.

El señor Calderón me informa que el Tesoro Español en Madrid nunca ha recibido de Cuba, en ningún año, una suma mayor de $2.000,000.00. En respuesta a una investigación sobre cómo se gasta el resto de los ingresos, me manifestó que se destinan a sufragar los gastos del Gobierno Colonial y a pagar el sostenimiento de las tropas y mantener los barcos de guerra necesarios para su defensa y seguridad. Verá usted que si España cediera Cuba a los Estados Unidos, se libraría inmediatamente de una gran parte, sino es que de todos los gastos civiles, militares y navales. Desde este punto de vista parecería que la suma de $50.000,000.00 sería una indemnización pecuniaria amplia para España por la pérdida de la Isla.

2. ¿Cuál sería el ingreso neto que Cuba proporcionaría al Gobierno de los Estados Unidos en el momento actual? Para estimar el monto de este ingreso necesitamos por fuerza confiar en dos fuentes: los impuestos de importación y los productos de las tierras públicas. Del ingreso medio de $8.945,581.00 correspondientes a los cinco años que concluyeron en 1837, MacGregor afirma que "los derechos marítimos formaban el 61 %; los impuestos interiores el 22.3/4 %; las deducciones eclesiásticas el 1.1/4 %; los descuentos personales el 2. ¡/4 %; los ingresos diversos el 2. 1/2 % y los ingresos ocasionales el 10. 1/4 %”. Ahora bien, es obvio que si Cuba estuviera en poder de los Estados Unidos el pueblo se vería exento de la mayor parte, si no es que de todas estas contribuciones, con excepción de los derechos marítimos. Además, una considerable proporción, de estos derechos marítimos se recaudaban sobre exportaciones que la Constitución de los Estados Unidos prohíbe.

Pero la investigación importante en esta rama del problema es cuál es la suma de impuestos que podríamos recaudar en la Isla; y esto debe depender del monto de las importaciones. Esto podemos determinarlo durante varios años, hasta 1844 inclusive, por las tablas que publica anualmente el Intendente de la Isla. El siguiente cuadro tabular tomado del Magazine de Hunt, es indudablemente correcto.

Años

Importaciones

Exportaciones

1840

$24,700,189.31

$25·941,783.37

1841

25.081,408.50

26.774,614.56

1842

24.637,527.25

26.684,701.00

1843

23,422,096.43

25.029,792.62

1844

25.056,231.06

25,426,591.18

Admitiendo que estas importaciones hayan aumentado hasta $26.000,000.00 después de 1844, y estimando que el tipo medio de nuestros impuestos conforme a la tarifa existente es de 25 % -que el Secretario del Tesoro me informó ser correcto-, el ingreso por las importaciones ascendería a $6.500,000.00. Pero de esta suma debe deducirse la porción que corresponde a los derechos sobre productos de los Estados Unidos que se importen a Cuba. El valor total de éstos durante el año que terminó el 30 de Junio de 1846, de acuerdo con los libros de nuestra Aduana, fue de $4.713,966.00. Estimados en su valor, aumentado en la Aduana de Cuba a consecuencia de fletes y otras cargas, estaríamos muy cerca de la verdad al afirmar que una quinta parte de las importaciones a Cuba consiste en productos americanos. Entonces, con objeto de mostrar qué ingreso podríamos obtener de las importaciones en Cuba, deberíamos deducir un quinto de $6.500,000.00 y el saldo restante $5.200,000.00 sería el monto.

Debe observarse que nuestra adquisición de la Isla indudablemente aumentaría considerablemente los gastos anuales, militares y navales de los Estados Unidos. Pero estos cálculos todos se refieren a Cuba en su condición actual. Si ésta fuese una posesión de los Estados Unidos, su población e industria, y por consiguiente sus exportaciones, aumentarían rápidamente, y producirían proporcionalmente ingresos crecientes por importación. A la verdad es muy probable que desde el primer año los impuestos ascendieran a una suma no menor de $6.000,000.00.

Respecto a la cantidad de tierras públicas que existen todavía en Cuba, el Departamento no posee informes exactos. Por todo lo que hemos sabido, se cree que la Corona de España ha enajenado ya con mucho, la mayor parte del territorio total de la Isla a particulares, No necesitamos por consiguiente contar con que pudieran obtenerse muchos recursos de esta fuente.

En conjunto, el Presidente no vacilaría en estipular el pago de cien millones de dólares en abonos convenientes por la cesión de la Isla de Cuba, si no pudiera conseguirse por una suma menor. (2)

Las aprehensiones que han existido durante muchos años desde d origen de este Gobierno, de que la extensión superficial de nuestro sistema federal pudiera poner en peligro la Unión, parecen haber desaparecido. La experiencia ha demostrado que este sistema de Repúblicas Confederadas conforme al cual el Gobierno Federal tiene a su cargo los intereses comunes del conjunto, mientras que los gobiernos locales vigilan los negocios de sus respectivos Estados, es susceptible de extenderse casi indefinidamente, creciendo al mismo tiempo en fuerza.

Esto, sin embargo, está siempre sujeto a la condición de que la masa de población debe ser de nuestra propia raza o debe haber sido educada en la escuela de la libertad civil y religiosa. Con esta calificación, mientras más aumentemos el número de Estados Confederados, mayor será la fuerza y seguridad de la Unión; porque los mutuos intereses de las diversas partes estarán más atenidas al conjunto, y el conjunto más atenido a las diversas partes.

Es verdad que de los 418,291 habitantes blancos que contenía Cuba en 1841, una gran proporción es de raza española. Sin embargo, muchos de nuestros ciudadanos se han establecido en la Isla y algunos de ellos son propietarios de grandes extensiones. Bajo nuestro Gobierno muy rápidamente se americanizaría la Isla, como ha sucedido con la Luisiana.

Solamente dentro de los límites de un sistema federal de esta clase puede gozarse de un comercio exento de derechos y absolutamente libre. Teniendo a Cuba en nuestro poder, tendríamos por medio de la unión un comercio libre en escala más extensa de lo que hasta ahora el mundo ha presenciado, suscitando una energía y una actividad de competencia que daría por resultado el progreso más rápido en todos sentidos, que contribuiría al bienestar y felicidad de la raza humana. ¡Qué Estado renunciaría a las ventajas de este vasto comercio libre con todos sus hermanos, y se colocaría en aislamiento solitario!

La adquisición de Cuba fortalecería grandemente nuestros lazos de unión. Su posesión garantizaría a todos los Estados situados en el Valle del Misisipi y en el Golfo de México el libre acceso al Océano; mas esta seguridad sólo podría conservarse mientras los Estados navales y constructores de buques del Atlántico pudieran proporcionar una marina suficiente para abrir las salidas del Golfo hacia el Océano. Cuba, apreciando justamente las ventajas de la anexión, está dispuesta a echarse en nuestros brazos. Una vez admitida, estaría enteramente atenida a sus conexiones con la Unión para su prosperidad y para su existencia misma; mientras que el comercio rápidamente creciente entre ella y los otros Estados derramaría sus beneficios y sus bendiciones sobre el conjunto. Semejante estado de mutua dependencia resultante de la naturaleza misma de las cosas, jamás ha sido presenciado por el Mundo. Esto es lo que asegurará la perpetuidad de nuestra Unión.

Teniendo a la vista todas estas consideraciones, el Presidente cree que ha llegado el momento en que pudiera hacerse un esfuerzo para comprar la Isla de Cuba a España y ha determinado encargar a usted de la ejecución de esta tarea tan importante y tan delicada. El intento debe hacerse en primer lugar en una conversación confidencial con el Ministro Español de Relaciones Exteriores. Una oferta por escrito produciría una negativa absoluta por escrito, lo cual nos embarazaría para lo sucesivo en nuestros intentos para adquirir la Isla. Además, con motivo de los incesantes cambios en el Gabinete Español y en su política, nuestro deseo de hacer la compra sería conocido en forma oficial por los gobiernos extranjeros, y suscitaría sus celos y su activa oposición. A la verdad, aun cuando el presente Gabinete pensara favorablemente acerca de nuestra proposición, se vería considerablemente embarazado teniendo que dejar constancia de ella; porque en ese evento seguramente ocurriría que por cualquier conducto llegaría a la oposición, convirtiéndose en tema de discusión en las Cortes. Estos negocios delicados, al menos en su primera etapa, deberían siempre llevarse a cabo en conversaciones confidenciales y con el mayor secreto y expedición. (3)

En la entrevista que celebre usted con el Ministro de Relaciones Exteriores, podría usted abordar el tema refiriéndose a las condiciones de perturbación de la Isla de Cuba y al peligro que existe de que la población haga un intento para realizar una revolución. Esto debe saberlo bien el Gobierno Español. Con objeto de convencerle de la buena fe con que ha obrado este Gobierno, y de su amistad hacia España, podría usted leerle la primera parte de mi despacho al General Campbell y la orden expedida por el Secretario de la Guerra al Comandante General en México y al Oficial encargado del embarque de nuestras tropas en Veracruz. Entonces ya podrá usted aludir con tiento al peligro de que España pueda perder a Cuba por medio de una revolución en la Isla o de que le pudiera ser arrebatada por la Gran Bretaña si ocurriere una ruptura entre los dos países, provocada por el despido de Sir Henry Bulwer, y de que la Isla fuese retenida para pagar la deuda española que se adeuda a los tenedores de bonos británicos. Podría usted asegurarle que mientras este Gobierno esté enteramente satisfecho de que Cuba permanezca en el dominio de España, nosotros resistiríamos a toda costa su adquisición por cualquiera otra potencia. Y finalmente podría usted informarle que en vista de todas estas circunstancias el Presidente ha llegado a la conclusión de que España debiera estar dispuesta a ceder la Isla a los Estados Unidos por una equitativa y amplia compensación. Podría usted citarle como precedente la cesión de la Luisiana a este país por Napoleón, en circunstancias semejantes, cuando éste se hallaba en el cenit de su poder y de su gloria. He presentado meramente estos tópicos en su orden natural; y usted podría completar el bosquejo con la información proporcionada en este espacio y al mismo tiempo con su propio conocimiento del asunto.

Si el Ministro de Relaciones Exteriores presta oídos favorables a la proposición de usted, entonces surgiría la cuestión de la compensación que debiera pagarse; ya tiene usted suficiente información en este despacho, que lo pondrá en aptitud de discutir la cuestión. En debida justicia al señor Calderón, debería yo hacer notar aquí que, al darme la información antes mencionada respecto a la suma neta de ingresos de Cuba que llegan a la vieja España, no tenía entonces, como no tiene ahora, la más remota idea de nuestra intención de hacer una tentativa de compra de la Isla.

El Presidente estaría dispuesto a estipular el pago de cien millones de dólares por la Isla y sus dependencias, en diez abonos anuales iguales. Esto, sin embargo, es el precio máximo; y si España estuviera dispuesta a vender, hará usted sus mejores esfuerzos para comprarla a un precio inferior a esa suma hasta donde sea posible. En caso de que pueda usted llegar a concluir un tratado adoptaría usted como modelo, hasta donde puedan ser aplicables, los dos Convenios de Abril 30 de 1803 entre Francia y los Estados Unidos, para la venta y compra de la Luisiana. Los artículos 7 y 8 del primero de estos Convenios deberían omitirse si es posible; sin embargo, si resultare ser indispensable para el cumplimiento del propósito, podrían insertarse artículos similares.

Remito a usted un poder bastante para celebrar ese tratado. Tendrá usted cuidado de rendir un informe fiel y completo a este Departamento de todas las conversaciones y procedimientos que sobre este punto se lleven a cabo entre usted y el Ministro Español de Relaciones Exteriores.

Si usted lograra realizar este proyecto su nombre quedaría asociado con el de una de las medidas más importantes y benéficas para la gloria y prosperidad de su patria.

De usted muy respetuosamente,

James Buchanan.

Al señor Romulus M. Saunders.

P. S.-Deberá usted enviar sus despachos sobre este punto por medio de un mensajero especial a nuestro Cónsul en Liverpool, girando contra el Departamento por los gastos que tenga que hacer, a menos que pueda usted transmitirlos por persona de confianza. Los despachos deberán dirigirse al Presidente. Probablemente tendrá usted oportunidad, respecto a este asunto, de usar la clave de la Legación.

 

Traducción y Notas de Luis Cabrera

Este documento fue publicado por la Cámara de Representantes suprimiéndose los párrafos 4 a 12, inclusive, que van entre paréntesis, en los cuales se analiza y critica la política imperialista de Inglaterra en el Caribe.

1. El Istmo de Panamá.

2. Obsérvese el paralelismo del sistema adoptado por el Gobierno Americano, comenzando por un intento de compra, exagerando la inutilidad de la posesión de Cuba para el Gobierno Español, e inflando el peligro de que Inglaterra pudiera apoderarse de la Isla. Estos son los lineamientos fundamentales que se siguieron en la adquisición de Tejas, Nuevo México y California; primero se intentó comprar Tejas, como se intentó también comprar Nuevo México y California; después se favoreció la independencia y anexión de Tejas, y por último, respecto de California y de Nuevo México, exageró el peligro de que Inglaterra pudiera adquirir esas regiones.

3. La misma recomendación que se había hecho a Slidell y a Trist y a Sevier: nada escrito, todo de palabra.

 

 

 

 

 

 

 

 

Fuente: Moore John Basset. The works of James Buchanan.