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Selección de textos y documentos:

Doralicia Carmona Dávila

© Derechos Reservados
ISBN 970-95193

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1846 Anexión de México

Walt Whitman, 6 de Junio de 1846

CUANTO MÁS reflexionamos acerca de la anexión de una parte de México, o inclusive de la mayor parte de esa república, más se disipan las dudas y los obstáculos y más plausible parece ese objetivo a primera vista difícil. El alcance de nuestro gobierno (como los más sublimes principios de la naturaleza) es tal que fácilmente puede adaptarse, y extenderse, hasta casi cualquier grado y a intereses y circunstancias de lo más diverso.

Se afirma, y con gran verosimilitud, que en varios de los Estados de México —en particular el grande, fértil y hermoso de Yucatán— existe mucha disposición a cobijarse bajo las alas de nuestra águila. Los yucatecos son los mejores y más laboriosos ciudadanos de México. Durante años han tenido malas relaciones con el poder central, y en repetidas ocasiones han llegado a romper abiertamente con el ejecutivo y el gobierno federal. El nuevo Congreso, que según las últimas versiones acaba de ser convenido en Mérida, la capital, actúa en este momento de manera completamente independiente de México; aprueba aranceles, etc. Los rumores también afirman que se ha enviado una misión a los Estados Unidos, o se la enviará, con el probable objeto de negociar una anexión o algo semejante.

Y además está California; en ruta a esa bella comarca se encuentra Santa Fe; ¿cuánto tiempo habrá de transcurrir antes de que ellas brillen como dos nuevas estrellas en nuestro enorme firmamento?

Este tipo de especulaciones pueden parecer vanas a alguna gente. Pero estamos seguros de que no lo son para los muchos que escrutan el futuro. Y no es la tan condenada sed de poder y territorio la que hace que el corazón popular responda a la idea de estas nuevas adquisiciones. Una voracidad tal bien podría ser el motivo esgrimido para ensanchar una forma menos liberal de gobierno; pero no somos presa de esa voracidad. Anhelamos que nuestro país y su ley se extiendan lejos solamente en la medida en que ello quitará los grilletes que impiden que los hombres gocen de la justa oportunidad para ser felices y buenos; tal como están constituidos casi todos los gobiernos la tendencia va predominantemente en sentido contrario. No abrigamos ambición por la simple grandeza física de esta república. Esa grandeza es vana y engañosa. O por lo menos no es deseable más que como una ayuda para alcanzar un bien más verdadero, el bien de la masa entera del pueblo.

 

 

 

 

 

* Walt Whitman (1819-1892), poeta y periodista, fue ardiente expansionista como muchos intelectuales norteamericanos de su tiempo. Entre los años de 1846-1848 fue editor de The Brooklyn Eagle, de donde hemos tomado los editoriales del 11 de mayo y 6 de junio de 1846.