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Selección de textos y documentos:

Doralicia Carmona Dávila

© Derechos Reservados
ISBN 970-95193

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1846 Polk recibe noticias de que Santa Anna y otros generales mexicanos estarían dispuestos a vender territorio a EUA.

Febrero 16 de 1846

 

Vi gente hoy hasta las 12 del día, habiendo concurrido un número inusitado de personas. Entre otras el Coronel A. J. Atocha, el caballero español que tuvo conmigo una conversación el día 13 del actual, se presentó a hora temprana. Le di una audiencia de cerca de una hora, hasta que mi mensajero anunció que había muchas personas esperando en la antesala. Él no había concluido su conversación y, por consiguiente, le dije que lo vería yo a las 2 y media de la tarde de hoy.

Exactamente a las 2 y media de la tarde se presentó el Coronel Atocha y le concedí una nueva audiencia de más de una hora. Tuvo conmigo una larga conversación sobre las actuales condiciones de México y las relaciones de los EE. UU. con aquél Gobierno. Repitió que había dejado al General Santa Anna en La Habana hacía cosa de un mes; y reiteró también la conversación que había yo tenido con él, según se asentó en este diario el día 13 del actual. Repitió que el General Santa Anna estaba en favor de un Tratado entre México y los EE. UU. por medio del cual aquél país cedería a los EE. UU. a cambio de una compensación pecuniaria, toda la comarca al Oriente del [Río Grande] del Norte, y al Norte del Colorado del Oeste, y había mencionado 30 millones como la cantidad que le sería satisfactoria. Le hice entonces la observación de que México tendría que satisfacer las reclamaciones de los ciudadanos americanos y que si el Gobierno de México tenía alguna proposición que hacer tal como la que sugería, se tomaría en consideración cuando se hiciera. A esto el Coronel Atocha me dijo que no había Gobierno o Administración en México que se atreviera a hacer semejante proposición, porque si la hiciera, sobrevendría otra revolución por medio de la cual sería derrocado. Dijo que necesitaban aparecer que se les obligaba a consentir en semejante proposición. Continuó dando su opinión y según dijo, la del General Santa Anna, sobre que los EE. UU. deberían tomar enérgicas medidas antes de que pudiera efectuarse ningún arreglo. Dijo que nuestro ejército debería marchar inmediatamente de Corpus Christi al [Río Grande] del Norte, y que debería de reunirse una poderosa fuerza marítima en Veracruz; que el señor Slidell, Ministro de los EE. UU., debería retirarse de Jalapa, y mantenerse a bordo de uno de nuestros barcos de guerra en Veracruz, y ya en esa posición, debería exigir el pago de la suma que se debe a nuestros ciudadanos; que es bien sabido que el Gobierno Mexicano está imposibilitado para pagar en efectivo, y que cuando vieran una fuerza considerable lista para dar el golpe en sus costas y en la frontera, no tenía duda de que sentirían el peligro y convendrían en la línea divisoria que se sugería. Dijo que Paredes, Almonte y el General Santa Anna, estaban todos dispuestos en favor de semejante arreglo, pero que no se atreverían a hacerla hasta que no fuera evidente para el Arzobispo de México y el pueblo en general, que era necesario eso para salvar a su país de una guerra con los EE. UU. Manifestó que las últimas palabras que el General Santa Anna le dijo cuando salió de La Habana hacía un mes fueron: «cuando vea usted al Presidente, dígale que tome enérgicas medidas, y entonces podrá hacerse el Tratado, y yo lo sostendré". El Coronel Atocha dijo que el Gobierno de México debía al Arzobispo medio millón de pesos y que este se conformaría con la seguridad de que el Gobierno Mexicano le pagara cuando los EE. UU. pagaran la compensación. Dijo que Paredes y Almonte estaban ambos en favor de semejante arreglo si es que se atrevían a hacerlo, y que el General Santa Anna, de acuerdo con ellos, los apoyaría. Dijo que el General Santa Anna le había dicho que las cosas podrían encontrarse en condiciones de que el pudiera regresar a México en Abril o Mayo y probablemente se haría cargo del Poder nuevamente, pero que él y Paredes necesitaban tener dinero para sostenerse. Dijo que con medio millón disponible podrían hacer el Tratado y mantenerse por unos cuantos meses hasta que se pagara el saldo. Dijo que Arista" era amigo de los EE. UU. y estaba en favor de la anexión de los Departamentos del Norte a los EE. UU., y que por consiguiente, favorecería el arreglo. Dijo que Arista era dueño de una gran finca cerca de Monterrey, y estaba ansioso porque se efectuara la anexión. El Coronel Atocha Insinuó su intención de regresar a La Habana y según yo inferí tenía deseo de llevar al General Santa Anna los puntos de vista del Gobierno de aquí. A esta insinuación no contesté nada, siendo mi propósito en la conversación obtener informes; pero no revelar mis propias miras. El Coronel Atocha, en quien yo no tendría confianza, es evidentemente un hombre de talento y educación, pero todas sus maneras y su conversación me produjeron la impresión de que no es de fiar y que sería capaz de abusar de la confianza que se depositara en él, si estuviera en su interés hacerla. Por consiguiente, oí todo lo que me dijo, pero no le comuniqué nada a él. Me dijo que desearía que yo viera al señor Brantz Mayer, de Baltimore antiguo Secretario de Legación en México, de quien dijo ser y íntimo y que podría darme muchos informes sobre el tema de los asuntos mexicanos. Y concluyó haciendo observar que nuestras dificultades con México nunca podrían arreglarse hasta que no ostentáramos fuerzas importantes en las fronteras y demostráramos que estábamos dispuestos a reclamar y obtener nuestros derechos…

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Fuente: Diario del presidente Polk. Selección y Traducción de Luis Cabrera.