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Selección de textos y documentos:

Doralicia Carmona Dávila

© Derechos Reservados
ISBN 970-95193

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1846 Polk rechaza que ha iniciado una guerra de conquista, pero como México es pobre, sólo podrá pagar los gastos de la guerra con territorios como California al firmarse la paz.

Mayo 13 de 1846

 

Un gran número de visitantes concurrió a verme hoy en la mañana, siendo ellos senadores, diputados, ciudadanos y extraños. Todos mostraban un profundo interés y muchos estaban excitados por la declaración de guerra que aprobó el Congreso ayer y ahora esperaba únicamente mi aprobación para convertirse en Ley. Todos aprobaban lo hecho. Muchos miembros del Congreso, especialmente de los Estados del Oeste, deseaban que conforme a la Ley se aceptaran voluntarios de sus respectivos Estados.

Como a la 1 p. m. se presentó una Comisión del Congreso trayéndome el Decreto declarando la guerra contra México para mi aprobación. Lo leí en su presencia y lo aprobé y firmé.

El General Scott, Comandante en Jefe del Ejército de los EE. UU. vino a verme en compañía del Secretario de la Guerra, pues yo había pedido a éste que invitara al General Scott a verme. Tuve una conferencia con ellos relativa a la ejecución del Decreto que declaraba la guerra contra México. El General Scott presentó un proyecto sobre el número y la manera de distribuir entre los Estados las tropas requeridas. Estaba incompleto, y después de darle mis puntos de vista le pedí que me hiciera un dictamen más en serio durante el día. Ofrecí al General Scott el Mando del Ejército que tuviera que reclutarse. Aceptó y se retiró. Aunque no lo considero apto bajo todos aspectos para tan importante mando, sin embargo, siendo Comandante en Jefe del Ejército, su posición le da derecho a ese puesto si él lo desea.

La mayor parte del Gabinete estaba esperándome, aunque no se había citado para junta de Ministros. Se preparó y firmó una Proclama anunciando la existencia de la guerra. Esto se hizo de acuerdo con el precedente del señor Madison en 1812.

Cité a una junta extraordinaria del Gabinete para las 7 y media p. m. Todos los miembros asistieron con excepción del Secretario de la Guerra, que se vio obligado a permanecer en su oficina para expedir una requisición al Gobernador de Misurí por mil voluntarios montados, y para enviar órdenes al Coronel Kearney a fin de que protegiera con sus dragones a una caravana de comerciantes que se sabía que habían salido recientemente de Misuri para Santa Fe. El Coronel Howard, de Tejas, fue despachado con estas órdenes, ordenándosele que procediera sin dilación a alcanzar a los comerciantes en Santa Fe, para notificarles la existencia del estado de guerra.

El señor Buchanan leyó un proyecto de despacho que había preparado para nuestros Ministros en Londres, París y otras cortes extranjeras, anunciando la declaración de guerra contra México con un informe sobre las causas y propósitos de la guerra a fin de que éstos comunicaran su tenor a los respectivos Gobiernos ante quienes estaban acreditados. Entre otras cosas el señor Buchanan había expresado que nuestro objeto no era desmembrar a México o hacer conquistas y que el [Río Bravo] del Norte era la línea divisoria que reclamábamos; o en otros términos, que al ir a la guerra no lo hacíamos con el propósito de adquirir California o Nuevo México, u otra porción de territorio mexicano." Le dije al señor Buchanan que yo creía que semejante declaración a los Gobiernos extranjeros era innecesaria e inconveniente; que las causas de la guerra tales como estaban expuestas en mi mensaje al Congreso y en los documentos anexos, eran enteramente satisfactorias. Le dije que aunque no hubiéramos ido a la guerra con propósito de conquista, sin embargo era claro que al hacer la paz podríamos obtener, si era factible, California y alguna otra parte del territorio mexicano que fuera suficiente para indemnizar a nuestros reclamantes contra México y para sufragar los gastos de la guerra que aquella Nación nos obligaba a emprender por sus largos y continuos ultrajes y perjuicios. Le dije que era bien sabido que el Gobierno Mexicano no tenía otros medios de indemnizarnos. El señor Buchanan dijo que cuando el señor McLane anunciara a Lord Aberdeen la existencia de la guerra con México, este último pediría al señor McLane que le informara si pensábamos adquirir California o alguna otra parte del territorio mexicano, y que al no recibir entonces una contestación satisfactoria, él creía que era casi seguro que tanto Inglaterra como Francia se unirían a México en la guerra contra nosotros. Le dije que la guerra con México era un asunto en que ni Inglaterra ni Francia ni cualquiera otra potencia tenía nada que ver; que semejante inquisición sería insultante para nuestro Gobierno y que si la hacían no debería contestarse, aun cuando las consecuencias tuvieran que ser una guerra con todas ellas. Le dije que yo no me ataría las manos ni contraería ningún compromiso con ninguna potencia extranjera respecto a los términos en que finalmente tuviera que hacerse la paz con México. Le dije que ninguna [potencia] extranjera tenía derecho alguno para pedir semejantes seguridades y que yo no daría ningunas, cualesquiera que fuesen las consecuencias. Entonces, dijo el señor Buchanan, tendrá usted guerra con Inglaterra y con México, y probablemente con Francia también, porque ninguna de estas potencias permanecerá neutral viendo que California se anexe a los EE. UU. Le dije que antes de soltar la prenda que proponía, haría yo frente a la guerra contra Inglaterra o contra Francia, o contra todos los poderes de la cristiandad, y que permanecería de pie y peleando hasta que el último de los hombres cayera en el conflicto. Le dije que ni como ciudadano, ni como Presidente, permitiría yo o toleraría ninguna intromisión de cualquiera potencia europea en este Continente. El señor Buchanan dijo que si se aceptaban mis puntos de vista no se arreglaría el asunto de Oregón y tendríamos guerra con Inglaterra. Le dije que no había ninguna conexión entre la cuestión de Oregón y la de México, y que antes de soltar la prenda que él proponía respecto a que no adquiriríamos California o cualquiera otra parte del territorio mexicano que deseáramos si esto podía hacerse equitativa y honorablemente, prefería afrontar con Inglaterra la guerra que él temía, y asumiría yo toda la responsabilidad. El Secretario del Tesoro se empeñó acaloradamente y aún en forma excitada contra la proposición del señor Buchanan en su borrador de este despacho. El Secretario de Marina, el Procurador General y el Director de Correos expresaron sucesivamente opiniones en el mismo sentido. El señor Buchanan se quedó aislado en el Gabinete, pero estuvo muy empeñoso al expresar sus opiniones y al defenderlas. Ya al final de la discusión que duró por más de dos horas, me acerqué a la mesa y escribí un párrafo que sustituyera a aquella parte del despacho propuesta por el señor Buchanan que hablaba del desmembramiento de México, de la adquisición de California, o del [Río Bravo] del Norte como última frontera más allá de la cual no pretenderíamos o desearíamos llegar. Manifesté vigorosamente al señor Buchanan que esos párrafos de su despacho deberían tacharse. El señor Buchanan no contestó, pero antes de irse se llevó el borrador y el párrafo que yo había escrito. Me sorprendió mucho la opinión expresada por el señor Buchanan sobre este asunto. La discusión de esta noche fue una de las más serias e interesantes que han ocurrido jamás en mí Gabinete […].

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Fuente: Diario del presidente Polk. Selección y Traducción de Luis Cabrera.