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Selección de textos y documentos:

Doralicia Carmona Dávila

© Derechos Reservados
ISBN 970-95193

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1846 Polk cree que el problema de la esclavitud no tiene conexión con la guerra con México, es un asunto interno de EE.UU.

Diciembre 23 de 1846

 

Muchos miembros del Congreso, así como otros extraños, vinieron a verme hoy en la mañana. Entre otros vino el Senador Archer por primera vez durante el actual período de sesiones del Congreso. Me explicó la razón que había tenido para no venir antes. Me dijo que había esperado hasta no ver mi mensaje de respuesta a la resolución de la Cámara de Representantes de 15 del actual respecto a los gobiernos establecidos por nuestros comandantes militares y navales sobre las provincias de México que habían conquistado y de las cuales habían tomado posesión. Dijo que había leído mi mensaje y la correspondencia publicados en el periódico de la mañana, y que estaba enteramente satisfecho de mi proceder. Agregó que no habría podido justificarme si hubiera yo aprobado la usurpación de funciones de algunos de estos oficiales y que, como siempre había sido uno de mis íntimos, había preferido no visitarme hasta no saber cuál había sido mi conducta. El señor Archer es un hombre raro, pero siempre me ha profesado gran amistad personal.

Por la noche vino a verme el señor Wilmot, de Pensilvania, y poco después llegó el señor Ch. J. Ingersoll. El señor Wilmot estaba citado, pero la presencia del señor Ingersoll me impidió tener con él (Wilmot) una amplia conversación como yo deseaba. Tuve sin embargo con él una conversación sobre el tema de la restricción a la esclavitud, que a moción suya se había agregado en el último período de sesiones del Congreso al proyecto de ley para disponer de dos millones de dólares con la mira de facilitar al Ejecutivo la negociación de un Tratado con México. Manifestó su completa aquiescencia para votar en favor de la autorización sin la restricción, y dijo que no movería el punto de la restricción; pero que si algunos otros lo movían, se vería obligado a votar en favor de ella.

Le dije que yo no deseaba extender la esclavitud y que me conformaría con adquirir por medio de un Tratado con México las provincias de Nuevo México y las Californias, y que en estas provincias probablemente nunca existiría la esclavitud, y que había también una gran probabilidad de que ese problema nunca surgiera, dada la futura organización de los gobiernos territoriales o estatales en esas comarcas. Le dije que la esclavitud era una cuestión puramente interna, y que eso de restringir la autorización que se había pedido para obligar al Presidente a insertarla (la restricción) en un Tratado con una potencia extranjera, era no solamente inadecuado y fuera de lugar, sino que si el Tratado llegaba a celebrarse, se opondría a él hasta el último Senador de los Estados esclavistas, y como para rechazar el Tratado bastaba una tercera parte de los Senadores, éste no podría ser ratificado aún cuando fuese satisfactorio en todos sus demás aspectos. Le dije que con el estorbo de la restricción no podría yo usar de la autorización y que no usaría yo de ella. Dijo que él quedaría satisfecho con una simple declaración legislativa en el proyecto de ley, sobre el parecer del Congreso, sin exigir que se insertara en el Tratado, o que si no agitaban el punto otros, él estaría anuente en votar por la autorización sin restricción de ningún género. El señor Ingersoll se manifestó también contrario a semejante restricción o declaración de cualquier género, considerándola fuera de lugar e indiscreta si se agregaba al proyecto de ley.

El señor Wilmot se retiró dejando al señor Ingersoll […]

A las 9 p. m. vinieron a verme los Senadores Sevier, Cass y Atherton, del Comité de Relaciones Exteriores del Senado, de acuerdo con la cita que hice ayer con el señor Sevier. Tuve una larga conversación con ellos sobre la importancia de obtener la autorización para disponer de los dos millones de dólares que había yo pedido como medio de negociar la paz con México. Les repetí los puntos de vista que había yo expuesto por la tarde al señor Wilmot. La dificultad consistía en la restricción a la esclavitud que se había suscitado en la Cámara de Representantes, cuando el asunto se hallaba a discusión en el Congreso en el pasado período de sesiones.

Les informé que consideraba yo de tal importancia la autorización, que de ella podría depender una pronta paz, y que sin ella la guerra podría prolongarse por tiempo indefinido. Les manifesté mi opinión de que ningún partido que pudiera estar en el poder en México podría ser suficientemente fuerte para hacer la paz y retener el poder si no tenía dinero para alimentar, vestir y pagar al Ejército. Les dije que si los gobernantes de México tenían conocimiento de que al concluirse un Tratado satisfactorio sobre fronteras, se les pagarían pronto unos dos o cuatro millones, esto los induciría a hacer el Tratado, porque con el dinero podrían obtener el apoyo del Ejército y estarían en posibilidad de retener el poder. En esto todos estuvieron de acuerdo.

También convinieron en que la restricción a la esclavitud sería impropia en un Tratado y todos ellos manifestaron su voluntad de votar por la autorización sin restricción. Dijeron que presentarían el proyecto sin la restricción, pero que si se movía el punto (de la restricción a la esclavitud), en el Senado, el General Cass y el señor Atherton estarían en serio peligro con sus comitentes si votaran contra ella. El señor Sevier no sentía ese embarazo. Él estaba contra la restricción en cualquiera forma que fuese.. El General Cass" y el señor Atherton convinieron en consultar con los Senadores demócratas y que si les era posible inducidos a mancomunarse y votar contra la restricción, si se movía el punto en el Senado, así lo harían […]

 

 

Enero 4 de 1847.

[…] Envié hoy al Senado un gran número de nombramientos, algunos de ellos para funcionarios civiles, pero principalmente para jefes militares efectivos y honorarios. Envié también a ambas Cámaras un mensaje recomendando que el Senado tomara una pronta determinación para el aumento del Ejército regular, y recomendando también que se me diera autoridad para nombrar un Jefe Supremo que mandara todas nuestras fuerzas militares tanto regulares como voluntarias durante la guerra con México, y que pudieran licenciarse cuando se concluyera un Tratado de Paz.

Mi Secretario Particular volvió del Capitolio y me informó que el señor Preston King, de Nueva York, había presentado a la Cámara de Representantes un Proyecto de Ley respecto de la esclavitud, que había producido gran sensación en ese Cuerpo. Me informó también de que el señor Hamlin, Representante del Estado de Maine, había pronunciado un discurso contra el Proyecto de Ley recomendado por el Secretario de la Guerra para aumentar el Ejército Regular que debiera servir durante la guerra. El señor Hamlin dice ser demócrata, pero ha proporcionado indicios durante el período de sesiones actual, de que está descontento y que está siguiendo un camino torcido no sólo en este caso, sino también en la cuestión de la esclavitud, lo mismo que en otros asuntos. La cuestión de la esclavitud está tomando un aspecto terrible y de lo más importante.

El paso dado hoy por el señor King, si persevera en él, tendrá terribles consecuencias para el país, y no puede menos que destruir al Partido Democrático, si no es que amenace en último resultado, a la Unión misma. La esclavitud era una de las cuestiones que habían quedado arregladas en las transacciones de la Constitución. No tiene y no puede tener legítima conexión con la guerra de México o con las condiciones de la paz que pueda celebrarse con ese país. Es una cuestión enteramente interna y no internacional, y del hecho de conectarla con las autorizaciones para proseguir la guerra, o con la asignación de dos millones para obtener la paz, no puede resultar nada bueno, y tiene que dividir al país por medio de una línea de sectarismo y llevarlo a las peores consecuencias. Por supuesto, los federalistas están encantados de ver que semejante cuestión la agiten los demócratas del Norte, porque divide y distrae al Partido Democrático y aumenta sus posibilidades [de los federalistas] de llegar al poder. Semejante agitación no solamente es imprudente, sino perversa.

Mandé llamar al señor Clifford, Procurador General, hoy en la noche, y tuve con él una larga conversación sobre la conducta del señor King, de Nueva York, y del señor Hamlin, de Maine. Convino conmigo en que era muy de sentirse, y dijo que vería al señor Hamlin y a algunos otros de los miembros del Norte hoy en la noche o mañana por la mañana, y discutiría con ellos sobre su conducta. El resentimiento del señor Hamlin obedece, según entiendo, a que no nombré a algún amigo suyo de Maine a quien había recomendado para un empleo insignificante, el invierno último. Así es como por motivos personales pequeños y egoístas, aún los miembros del Congreso cambian sus principios políticos. Debido a esto y a otras causas semejantes, el Congreso no ha tomado ninguna resolución sobre ninguna de mis recomendaciones para la prosecución de la guerra, y es posible que consientan en dejar pasar la estación favorable para las operaciones militares en el país enemigo antes de hacerla.

Mientras desatienden esto están agitando la cuestión de la esclavitud, que no tiene que ver con el lado práctico de los asuntos a su cargo. Las camarillas que rodean a sus favorecidos para la Presidencia en el Partido Demócrata están en conflicto unas con otras, la guerra y los medios para proseguirla y todos los demás negocios del país se encuentran abandonados. Mientras esto es así, los federalistas están unidos y encantados de las divisiones inútiles y tontas en el seno del Partido Democrático. Deploro este estado de cosas y haré todo lo posible por corregirlo. Cumpliré con mi deber y el resto lo dejaré a Dios y a mi Patria.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Fuente: Diario del presidente Polk. Selección y traducción de Luis Cabrera.