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Selección de textos y documentos:

Doralicia Carmona Dávila

© Derechos Reservados
ISBN 970-95193

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1846 Polk decide abastecer su ejército a costa del enemigo ante la demora de los mexicanos en iniciar negociaciones.

Septiembre 19-26 de 1846

 

Hoy fue día de junta ordinaria de Gabinete. Los Secretarios del Tesoro, de la Guerra y de la Marina, acudieron a la hora de costumbre; el Secretario de Estado y el Director General de Correos están todavía ausentes de la ciudad y el puesto de Procurador General está todavía vacante a consecuencia del cambio del señor Mason a la Secretaría de la Marina, en lugar del señor Bancroft nombrado Ministro en Inglaterra […] El Gabinete se ocupó en estudiar varios detalles relacionados con las operaciones militares en México, y también en cuanto a la manera de aplicar la ley de la Tesorería Constitucional, aprobada en la última sesión del Congreso.

Ya al oscurecer vinieron a verme hoy en la tarde el Secretario de la Marina y el Secretario de la Guerra. El señor Mason me informó que había recibido un despacho del Comodoro Conner (en servicio), frente a Veracruz, transmitiendo la contestación del Secretario de Relaciones de México a la insinuación hecha por el Secretario de Estado (de Estados Unidos) el 27 de Julio último, proponiéndole reanudar negociaciones con objeto de concluir una paz justa y honorable para ambos países. El señor Trist, Oficial Mayor del Ministerio de Estado y Secretario en funciones durante la ausencia temporal del señor Buchanan vino a entregarme unos despachos recibidos por el último vapor. La contestación del Gobierno Mexicano venía en idioma español. El señor Trist me la leyó, traduciéndola al inglés. Consiste en sustancia en aplazar toda decisión definitiva hasta el 6 de Diciembre próximo en que se reúne el nuevo Congreso en México, a quien se someterá la proposición para que decida. Encargué al señor Trist que me preparara una traducción escrita para hoy en la noche o mañana temprano. Manifesté a los Secretarios de la Guerra y de la Marina que habiendo sido declinadas de hecho nuestras proposiciones de paz, era yo de parecer que el carácter de la guerra que estábamos haciéndole a México, debería cambiar en ciertos puntos. A fin de congraciamos con el pueblo mexicano en las provincias del Norte y del Oriente, hasta ahora habíamos creído una buena política pagar liberalmente las provisiones tomadas de la comarca para el mantenimiento del Ejército. Esto equivalía a favorecerlos más bien que perjudicarlos, y mi opinión ahora era que, puesto que su gobierno rehusaba negociar la paz, deberíamos vivir a costa del enemigo, ya sea imponiéndole contribuciones, ya apoderándonos de las provisiones necesarias para el Ejército sin pagar por ellas, haciendo las debidas diferenciaciones en favor de aquellos mexicanos que se hubiera averiguado que eran amigos de los EE. UU. Con este parecer estuvieron de acuerdo (los Secretarios), pero como este era un asunto muy importante y como sólo estaban presentes dos miembros del Gabinete, se aplazó para mañana a las 9 a. m. Sugerí también una invasión en la costa de México, tanto por tierra como por mar para tomar posesión de Tampico y de los principales lugares de la Provincia de Tamaulipas. Se citó a una junta para mañana a las 9 a. m. y entretanto el Secretario de la Marina quedó encargado de escribir a Panzacola hoy en la noche ordenando al Comandante del barco que trajo los despachos de Veracruz, que permanecieran en aquel lugar hasta recibir nuevas noticias del Ministerio. El objeto de detener al vapor era que pudiera llevar órdenes a la Escuadra de Veracruz.

Septiembre 26. El pago de México de los gastos de guerra sería incluido en el Tratado de paz.

El Gabinete .se reunió a la hora acostumbrada estando presentes todos sus miembros, con excepción del Secretario de la Marina y del Procurador General, cuyo puesto está vacante. El Secretario de Estado leyó una carta que había preparado en contestaci6n a la del Secretario de Relaciones Exteriores del Gobierno Mexicano, recibida el 19 del actual (véase el diario en esa fecha), como respuesta a la carta del Secretario de Estado de fecha 27 de Julio último, proponiendo reanudar negociaciones con miras a concluir una paz justa y honorable para ambos países. Como, según parece por su respuesta, el Gobierno Mexicano había pospuesto una decisión definitiva sobre la proposición del Secretario de Estado hasta que se reuniera el Congreso Mexicano, el próximo 6 de Diciembre, y había dado una falsa interpretación a sus palabras (del Secretario de Estado), se creyó necesario formular una respuesta. Habiendo sido leída por el señor Buchanan la carta contestación que había preparado, éste manifestó que deseaba la opinión del Gabinete y luego la del Presidente. Yo permanecí callado hasta que se hubieron externado los pareceres del Gabinete. El Secretario de la Guerra objetó la parte de la carta en que se anunciaba que los gastos de la guerra deberían ser sufragados por México, considerando impolítico que eso se anunciara en esta ocasión, porque ello impediría probablemente que México entrara en negociaciones. Él era de opinión que debería obtenerse una indemnización por los gastos de guerra en un tratado de paz, pero dudaba de la conveniencia de anunciar ese hecho en esta etapa preliminar de los procedimientos. El Secretario del Tesoro estaba en favor de que se dejara como estaba esta parte de la carta. Siguió una discusión en que yo no tomé parte. El Director General de Correos parecía estar de acuerdo con el Secretario de Estado y con el Secretario del Tesoro, en que la parte de la carta relativa a la indemnización por los gastos de la guerra debería conservarse. El Secretario de la Guerra, después de que la discusión había continuado por algún tiempo, pareció inclinado a retirar sus objeciones. El señor Buchanan, dirigiéndose entonces a mí, me dijo: "¿Y cuál es la opinión del Señor Presidente?" Yo manifesté que insistiría, cuando se firmase un Tratado, en que se indemnizara por los gastos de la guerra y en que, al tratar de una línea divisoria, esos gastos deberían tomarse en cuenta; pero que tenía yo serias dudas sobre si ese hecho debería anunciarse en estos momentos, y que mi opinión se inclinaba en el sentido de que siempre habría tiempo para insistir en ello después de que se abrieran las negociaciones y llegáramos al caso de discutir las condiciones de un Tratado. Hice observar además, que cualquiera indemnización que se consiguiera por las reclamaciones de nuestros ciudadanos, provenientes de atropellos cometidos por los mexicanos durante una larga serie de años, así como por los gastos de la guerra, debería hacerse mediante la adquisición de territorio por parte nuestra, porque era bien sabido que México no tenía dinero para pagar. Opinaba yo, además, que el anunciar ahora que México tenía que pagar los gastos de la guerra, excitaría a ese pueblo terco e irrazonable, y le impediría entrar en negociaciones. Sugerí que se modificara este párrafo de la carta, en el sentido de que la demora de parte de México para acceder a nuestra insinuación de abrir negociaciones, haría más difícil un arreglo satisfactorio en razón de los crecientes gastos de la guerra. Esta sugestión fue aceptada y el señor Buchanan dijo que modificaría la carta en ese sentido. Le pedí que volviera a enseñármela antes de despachada y me dijo que así lo haría.

Hoy en la mañana, antes de la junta de Gabinete, el General Jesup, Intendente del Ejército, había venido a verme y me dijo que eran tan grandes las responsabilidades de su departamento, que no estaba satisfecho con confiar en sus subordinados a tan larga distancia de él para el arreglo de los abastecimientos apropiados para el Ejército y que pensaba que debería ir en persona al lugar de las operaciones. Dijo que no pedía ir al Ejército con ningún grado que le diera derecho a tomar el mando, sino en su carácter de Oficial de Estado Mayor. Me convenció de que esto era necesario y apropiado para la eficiencia del Servicio, y así se lo manifesté, pero le dije que consultaría al Secretario de la Guerra, antes de decidir. Después de despachar otros negocios, traje este asunto a conocimiento del Gabinete y después de manifestar las razones que el General Jesup me había expuesto, el Secretario de la Guerra y los demás miembros presentes del Gabinete, estuvieron de acuerdo en que era conveniente. Di entonces órdenes para que el General Jesup se incorporara al Ejército, como lo había sugerido […]

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Fuente: Diario del presidente Polk. Selección y traducción de Luis Cabrera.