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Selección de textos y documentos:

Doralicia Carmona Dávila

© Derechos Reservados
ISBN 970-95193

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1846 El secretario de Estado de EE. UU. rechaza la respuesta de México a su propuesta de paz.

Washington, 26 de Septiembre de 1846

 

Departamento de Estado,
Washington, 26 de Septiembre de 1846.

El suscrito, Secretario de Estado de los EE. UU., ha tenido el honor de recibir la comunicación de Su Excelencia el Ministro de Relaciones Exteriores de la República Mexicana fechada el 31 de Agosto, en contestación a la proposición hecha por el suscrito al Gobierno Mexicano en su nota de 27 de julio último, para que “se comiencen inmediatamente negociaciones con objeto de concluir una paz justa y honrosa para ambas partes". Dicha nota declaraba en términos explícitos que el Presidente tenía el deseo de "concluir un Tratado de paz que resuelva todas las cuestiones en disputa entre las dos Repúblicas". Todas estas cuestiones habían existido antes de que México comenzara las hostilidades, y el propósito declarado de las negociaciones propuestas era resolver esas cuestiones. No poca sorpresa ha causado al Presidente el darse cuenta por la comunicación de Su Excelencia de que el Gobierno Mexicano ha malinterpretado la intención del suscrito al suponer que este Gobierno deseaba o se proponía retirar de las negociaciones de paz las causas que de una y otra parte han conducido a la guerra actual y consideradas meramente "como una cosa pasada que pertenece a la historia". Estamos muy lejos de eso. Esto habría equivalido a abandonar las justas y reconocidas reclamaciones de nuestros ciudadanos perjudicados por violaciones de su libertad personal y por la confiscación de su propiedad, continuadas durante muchos años sucesivos, y que en opinión del Presidente Jackson ya desde Febrero de 1837 "habrían justificado a los ojos de todas las naciones una guerra inmediata".

Esta errónea interpretación de parte del Gobierno Mexicano aparece tanto más palpable cuanto que es una inferencia sacada de aquella parte misma de la nota del suscrito que era la más conciliadora en su tenor. En esta nota, que constituía un mero preliminar para la apertura de las negociaciones, se deseaba evitar todo tema irritante. Por esta razón el lenguaje empleado era el siguiente: "en la presente comunicación se considera inútil, y podría resultar perjudicial, discutir las causas de la guerra actual. Esto podría conducir a demorar o frustrar la restauración de la paz. El pasado ya está consignado en la historia, el futuro, Dios mediante, está en nuestras manos". Y sin embargo, de esta última sentencia desconectada de todo lo que la precede, el Gobierno Mexicano ha inferido que de parte del Gobierno de los EE. UU. hubiera una intención de eludir, en el curso de las negociaciones, la discusión de las cuestiones que han originado la guerra. Lo cierto es que no existe semejante disposición; y el suscrito está seguro de que no necesita agregar nada más para convencer al Gobierno Mexicano de que en este punto ha interpretado erróneamente sus palabras.

Consciente de que al abrir negociaciones de paz ha cumplido con su deber, el Presidente aguardará ahora con paciencia y con fe la decisión final del Gobierno Mexicano. Para abrir negociaciones tan tempranamente el suscrito se vio impulsado en alto grado por la consideración de que mientras más durara la guerra, mayor sería la dificultad de concluir una paz satisfactoria a causa de los pesados y crecientes gastos que para su continuación se hacen indispensables. Se mantendrá sin embargo listo siempre para terminar la guerra conforme a los principios de una justicia imparcial. Habiendo empleado desde el principio todos los esfuerzos adecuados para evitar las hostilidades, y habiendo propuesto ahora abrir negociaciones para la conclusión de una paz justa y honrosa, nada le queda al suscrito, sino aceptar la decisión comunicada por Su Excelencia, de que mientras no se cambien por decreto del Congreso Mexicano las relaciones entre los dos países, permanecerán "en el mismo estado en que fueron encontradas por Su Excelencia el Comandante en Jefe del Ejército Libertador, cuando se hizo cargo del Poder Ejecutivo de la Nación". En vista de la actitud asumida así por México, los EE. UU. pueden poner por testigo al mundo entero de que no les queda ninguna alternativa sino proseguir la guerra con vigor hasta que la buena disposición que han manifestado tan claramente de llevar la guerra a una rápida terminación, encuentre un sentimiento correspondiente de parte de México, y las negociaciones a que han invitado puedan llegar a una feliz conclusión.

El suscrito aprovecha la presente ocasión para ofrecer a Su Excelencia el Ministro de Relaciones Exteriores de la República Mexicana, las seguridades de su más distinguida consideración.

James Buchanan

A Su Excelencia el Ministro de Relaciones Exteriores de la República Mexicana.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Fuente: Diario del presidente Polk. Selección y traducción de Luis Cabrera.