Home Page Image
 

Edición-2020.png

Selección de textos y documentos:

Doralicia Carmona Dávila

© Derechos Reservados
ISBN 970-95193

Este Sitio es un proyecto personal y no recibe ni ha recibido financiamiento público o privado.

 

 
 
 
 


1845 De la Peña y Peña comunica a John Slidell que el gobierno mexicano no puede recibirlo en su carácter de Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario de EE.UU. Respuesta de Slidell e informe de éste a Buchanan.

Palacio Nacional, México. Diciembre 20 de 1845
 

 

 

A S. E. el Sr. John Slidell, etc., etc. Palacio Nacional, México,

Diciembre 20 de 1845

El Infrascrito, Ministro de Relaciones Exteriores y Gobernación de la República Mexicana, tuvo el honor de recibir la nota que el Sr. John Slidell se sirvió dirigirle en 8 del actual, participando su llegada a esta Capital, con el carácter de Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario de los Estados Unidos de América, cerca del Gobierno del Infrascrito, y pidiendo se le señalase tiempo y lugar para ser admitido y presentar sus credenciales, de las cuales se sirve acompañar la copia respectiva. Habiendo el Infrascrito dado cuenta con todo al Excmo. Sr. Presidente de la República, e impuéstose también de la nota que le dirije el Sr. Secretario de Estado de los Estados Unidos, relativa a la misión del Sr. Slidell, tiene el sentimiento de comunicarle que aunque el Supremo Gobierno de la República se halla animado de las intenciones pacíficas y conciliadoras que el Infrascrito manifestó al Sr. Cónsul de los Estados Unidos en su nota confidencial de 14 [I5] de Octubre último, no estima que para llenar el objeto que se le propuso por el mismo Sr. Cónsul, a nombre del Gobierno Americano, y que aceptó el del Infrascrito, esté en el caso de admitir a S. E. el Sr. Slidell con el carácter de que viene investido, de Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario residente en la República.

Para fundar esta negativa, el Infrascrito manifestara brevemente al Sr. Slidell las razones que guían a S. E. el Presidente.

La propuesta de que se trata partió espontáneamente del Gobierno de los Estados Unidos, y el de México la aceptó para dar una nueva prueba de que aun en medio de sus agravios y de su firme decisión para exigir la reparación competente, no repelía ni despreciaba el partido de la razón y de la paz a que era invitado: de manera que tanto aquella propuesta como su aceptación, versaban sobre el supuesto preciso y terminante de que el comisionado fuese ad hoc, es decir, para arreglar de un modo pacífico y decoroso las cuestiones de Tejas. Esto no se ha verificado, pues el Sr. Slidell no viene con esa investidura, sino con la absoluta y general de Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario, para residir con esta calidad cerca del Gobierno Mexicano.

Si se admitiese a S. E. el Sr. Slidell con ese carácter, que difiere sustancialmente de aquel con que se propuso su misión por parte de los Estados Unidos, y en que se admitió por el Gobierno del Infrascrito, habría lugar para creer que quedaban desde luego abiertas y francas las relaciones de ambas Repúblicas, lo cual no podría tener lugar sin que previamente se terminasen de un modo pacífico, pero decoroso para México, las cuestiones que le han conducido al estado de interrupción en que hoy se encuentran aquéllas.

Aunque es verdad que en la credencial de S. E. el Sr. Slidell, se dice que está instruido del deseo que tiene el Presidente de los Estados Unidos de restablecer, cultivar y estrechar la amistad y buena correspondencia de ambos países, también lo es, que ni esta cláusula, ni menos la sola palabra restablecer, son bastantes a dar al Sr. Slidell el carácter especial de comisionado, o bien sea, de Plenipotenciario ad hoc, para hacer proposiciones sobre los asuntos de Tejas, capaces de fijar la paz y cortar los males de la guerra por medio de un arreglo competente. A la ilustración del Sr. Slidell no se ocultará que los poderes de un tal Plenipotenciario deben ser respectivos, adecuados y contraídos terminantemente al negocio para que se le nombra y que está muy lejos de tener estas cualidades el nombramiento que se ha hecho en su persona, confiriéndole el carácter de un Ministro absoluto y general de un Plenipotenciario común, para residir cerca del Gobierno Mexicano. A la admisión de este debiera preceder, como ha dicho el Infrascrito, el arreglo que se procure por los Estados Unidos para lograr la paz y buena correspondencia con México, alterada por las ocurrencias de Tejas; siendo este un punto por su misma naturaleza previo a otro cualquiera, y sin que quedara total y pacíficamente terminado, no podría procederse ni aun al nombramiento de Ministros residentes, por parte de ninguno de los dos Gobiernos. Así pues, el Supremo Gobierno de la República no puede admitir a S. E. el Sr. Slidell al desempeño de la misión que le ha conferido el de los Estados Unidos; pero como en nada han variado los sentimientos que manifestó el Infrascrito al Sr. Cónsul en su referida comunicación de 15 de Octubre último, los reproduce ahora, añadiendo que tendría la mayor complacencia en tratar con el Sr. Slidell tan luego como presentara la credencial que lo autorizase, expresa y únicamente para arreglar las cuestiones que han turbado la armonía y buena inteligencia de las dos Repúblicas, y que las conducirán a la guerra, si no se arreglan satisfactoriamente, a lo cual se dirigió la propuesta del Gobierno de los Estados Unidos y fue la calidad expresa del Gobierno Mexicano al admitirla. Sin ella no puede hoy reconocer en el Sr. Slidell, la investidura con que se presenta, pues menoscabaría el honor, la dignidad y los intereses de la República Mexicana. El Infrascrito se toma la libertad de adjuntar a la presente, la contestación que da a la nota del Sr. Secretario de Estado de los Estados Unidos que le presentó S. E. el Sr. John Slidell, a quien tiene el honor de protestar las seguridades de su muy distinguida consideración.

(Firmado) MANUEL DE LA PEÑA y PEÑA [1]

 

 

RESPUESTA DE JOHN SLIDELL

 

México, Diciembre 24 de 1845.

A S. E. Manuel de la Peña y Peña, Ministro de Relaciones Exteriores y Gobernación.

El Infrascrito, Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario de los Estados Unidos de América, tuvo en la noche del domingo 21 del que rige, la honra de recibir la comunicación del Sr. Peña y Peña fechada el día precedente. El Infrascrito se abstendrá de expresar con toda extensión los sentimientos de sorpresa y disgusto que tan naturalmente ha producido su lectura, temeroso si lo hiciere, de traspasar los límites que la cortesía y los usos diplomáticos prescriben, al dirigirse a una persona que ocupa el distinguido puesto del Sr. Peña y Peña. Pero faltaría igualmente al buen nombre, dignidad e intereses del Gobierno que tiene la honra de representar, si no indicase a V. E. y por su conducto al pueblo de los Estados Unidos y de México, la equivocada relación (y suplica se tenga entendido que no usa de esta palabra en ningún sentido odioso) contenida en la comunicación de V. E. sobre la correspondencia que indujo al nombramiento del Infrascrito, si no refutara los argumentos con que el Sr. Peña y Peña intenta sostener la negativa del Gobierno Mexicano a recibirle y si no le instruyese de las muy graves consecuencias a que probablemente conducirá su persistencia en ese negocio.

Al cumplir este ingrato deber el Infrascrito procurará cuidadosamente evitar toda expresión que pudiese en lo posible ofender la justa susceptibilidad del Gobierno Mexicano, pero este sentimiento que con sinceridad alimenta, degeneraría en debilidad culpable si omitiese algún hecho o suprimiera cualquier argumento necesario para el fiel desempeño del trabajo que se le ha impuesto y que es el de vindicar la estricta exactitud de la conducta observada por su Gobierno y demostrar la notoria impropiedad de la que parece resuelto a seguir el Gobierno Mexicano.

Será necesario a este fin, referirse brevemente a las dificultades que existían entre los dos países, cuando a instancias de V. E. le dirigió el Cónsul de los Estados Unidos, en virtud de las facultades que le dió su Gobierno una carta fecha 13 de Octubre último, cuya sustancia se comunicó verbalmente a V. E. dos días antes en una entrevista confidencial. Las relaciones diplomáticas se habían suspendido con el retiro del General Almonte, Ministro Mexicano en Washington, en Marzo anterior y con el subsecuente del Ministro de los Estados Unidos en México.

México se consideraba agraviado por la conducta que los Estados Unidos habían observado con relación a Tejas, y ese sentimiento fué en efecto, la causa inmediata de la precipitada terminación de toda relación diplomática, pero los Estados Unidos tenían, por su parte, causas de queja más serias y mejor fundadas, procedentes de las reclamaciones de sus ciudadanos contra México. No es el objeto del Infrascrito trazar la historia de esas reclamaciones y de las violencias que las originaron: no presentan los anales de ninguna nación civilizada, en tan corto período de tiempo, tantos y tan vergonzosos ataques a los derechos de las personas y bienes, como los que han sufrido los ciudadanos de los Estados Unidos por parte de las autoridades mexicanas, ataques que jamás se habían tolerado de ninguna otra nación que no fuese una República vecina y hermana.

(Sigue aquí una relación de los convenios de 11 de Abril de 1839 y 30 de Abril de 1843, sobre reclamaciones de ciudadanos de EE. UU. contra México, con objeto de demostrar que además de la cuestión de Tejas había otros problemas pendientes entre ambos países, y que para EE. UU. los perjuicios a sus ciudadanos eran de más importancia que la anexión de Tejas.) *

El Infrascrito no ha hecho este conciso resumen de los daños ocasionados a sus ciudadanos americanos, en una larga serie de años, y cuya reparación se ha diferido tan injustamente, con el fin de recriminar o de revivir los sentimientos de irritación que su misión tenía por objeto calmar, y si era posible, sepultar en el más profundo olvido por medio de negociaciones amistosas y francas, sino simplemente para probar que si la proposición hecha por su gobierno, por medio de su Cónsul, para la renovación de las relaciones diplomáticas presentaba alguna ambigüedad, que más adelante demostrará no existe, no admite sin embargo por regla ninguna sana de interpretación, la que V. E. le ha dado. Los Estados Unidos en el curso de su historia no han dejado nunca de vindicar y de vindicar con buen éxito, y contra las naciones más poderosas de la tierra, los derechos de sus ciudadanos ofendidos, y si tal ha sido su sistema en su infancia y cuando eran débiles, comparativamente, no puede presumirse que hoy se desvíen de él.

(Sigue aquí la refutación minuciosa y extensa de la nota del Sr. De la Peña, tratando el Sr. Slidell de demostrar que su nombramiento de Ministro Plenipotenciario y Enviado Extraordinario SI responde al propósito de arreglar TODAS las cuestiones pendientes entre México y EE. UU. conforme a la letra de las comunicaciones cambiadas entre el Cónsul Black y el Ministro De la Peña. N. T.)

El Infrascrito concurre enteramente en la opinión expresada por V. E. de que las cuestiones que han turbado la armonía y buena inteligencia entre las dos Repúblicas, las conducirá a la guerra, si no se arreglan satisfactoriamente. Si por desgracia fuere ese el resultado, la culpa no será de los Estados Unidos, la responsabilidad de semejante calamidad y de todas sus consecuencias debe recaer sobre la República Mexicana.

El Infrascrito desearía llamar la atención de V. E. a la extraña discrepancia que se advierte entre los sentimientos expresados en la cláusula de su citada carta a lo último y la conclusión con que termina, de que la recepción del Infrascrito comprometería el honor, la dignidad e intereses de la República Mexicana. V. E. dice que tendrá el mayor placer en tratar con el Infrascrito, tan luego como presente credenciales que le autoricen expresa y únicamente para arreglar las cuestiones que han turbado la armonía y buena inteligencia entre las dos Repúblicas. ¿Qué cuestiones son éstas? Los agravios alegados por ambos Gobiernos, el Infrascrito está plenamente autorizado para arreglados. ¿Se arroga acaso el Gobierno Mexicano, después de haber aceptado formalmente la proposición de los Estados Unidos, el derecho de dictar no sólo el rango y título que ha de tener su agente diplomático, sino también la precisa fórmula de las credenciales, que se le permitiera presentar, y trazar de antemano el orden en que deben conducirse las negociaciones?

El Infrascrito, a pesar de estar enteramente dispuesto a dar el sentido más favorable al lenguaje de V. E., no puede menos de considerado como una renuncia absoluta e incalificable, de toda relación diplomática entre los dos Gobiernos.

Teme que el de México no aprecie debidamente las amistosas proposiciones de los Estados Unidos, que aunque deseosos de conservar la paz, están sin embargo dispuestos para la guerra.

Si el Infrascrito hubiese sido recibido por el Gobierno Mexicano, se habría este hallado en libertad de elegir los asuntos sobre los cuales quería negociar de acuerdo consiguientemente con la discreción del Infrascrito, impedido por sus instrucciones de tratar aisladamente sobre la cuestión de Tejas; y si hubiese resultado que era imposible convenirse en las bases de la negociación, su misión, que no se intentaba fuese de mera ceremonia, habría probablemente terminado en breve, dejando las relaciones de ambos países, en el estado en que el Infrascrito las encontró. Si se le hubiera admitido y tenido el honor de presentar sus credenciales a S. E. el Presidente de la República, habría asegurado a S. E. como se le había prevenido, del vivo deseo que tienen las autoridades y pueblo de los Estados Unidos de restablecer las relaciones de paz y buena voluntad que antiguamente existían entre los Gobiernos y ciudadanos de ambas Repúblicas.

Las circunstancias han alejado últimamente las simpatías del pueblo mexicano, que habían sido adquiridas hacia sus hermanas del Norte, por la temprana y decidida actitud que los Estados Unidos tomaron y mantuvieron en favor de la Independencia de las Repúblicas hispanoamericanas en este Continente. El grande objeto de la misión del Infrascrito, era el de procurar, removiendo todas las mutuas causas de queja por lo pasado y desconfianza para lo futuro, revivir, confirmar y si era posible fortalecer esas simpatías. Los intereses de México y los Estados Unidos bien entendidos, son idénticos, y el ardiente deseo de los últimos ha sido ver a México elevado, bajo un Gobierno libre, estable y republicano, a un rango distinguido entre las naciones de la tierra. Esas son las miras del Gobierno del Infrascrito y ese el espíritu en que se le mandó procediera. En cuanto al que suscribe, a la vez que era un deber manifestar esos sentimientos en todas sus relaciones oficiales con el Gobierno de México, habría sido para él en lo personal, motivo de mayor gusto el haber contribuido por cuantos medios estuviesen a su alcance, al restablecimiento de aquellos sentimientos de cordial amistad que debieran caracterizar las relaciones de Repúblicas vecinas y hermanas.

El Infrascrito no tendrá la oportunidad de llevar a efecto esas intenciones. México repele la oliva de la paz que tan francamente se le presentaba, y no toca al infrascrito censurar los motivos ni comentar las influencias extranjeras o domésticas que lo han inducido a seguir ese rumbo, ni examinar las consecuencias a que pueda conducir. Ninguna previsión habría podido alcanzar una contingencia tan inesperada e inaudita, y consiguientemente se encuentra sin instrucciones ningunas que le guíen en su muy delicada y singular posición. No quiere tomar sobre sí la tremenda responsabilidad de proceder en asunto que envuelve intereses de tanto monto, y como no puede existir motivo ninguno para prolongar su permanencia en esta capital, pasará dentro de algunos días a Jalapa, desde donde podrá con más prontitud ponerse en comunicación con su Gobierno y allí esperará sus últimas órdenes.

El Infrascrito recibió con la comunicación de V. E. una carta sellada, dirigida al Secretario de Estado de los Estados Unidos que suplicaba V. E. se transmitiese a su título. El Infrascrito siente no poder acceder a esto. La carta del Secretario de Estado para V. E. de que fue portador el Infrascrito estaba abierta, y no puede consentir en servir de conducto para transmitir a su Gobierno ningún documento oficial del de México, mientras ignore su contenido. Si el Sr. Peña y Peña, se sirve dar al Infrascrito copia de su carta al Secretario de Estado, el Infrascrito tendrá mucho gusto en transmitir la original juntamente con sus primeras comunicaciones.

Aprovecha esta oportunidad, etc., etc.

(Firmado) John Slidel [2]

* [Véase esta materia en las instrucciones de Buchanan a Slidell.]

 

 

Informe de John Slidell al secretario de Estado del gobierno de EE.UU. Buchanan comunicando que el Gobierno Mexicano no lo recibirá como Ministro Plenipotenciario.

 

Legación de los Estados Unidos de América. México,

Diciembre 27 de 1845.

Tengo el honor de transmitir a usted con el presente una copia de mi despacho del día 17 del actual. El día 20 del actual, no habiendo recibido del Ministerio de Relaciones Exteriores la respuesta relativa a mi recepción, la cual me había asegurado él que tendría lugar tan pronto como quedase enterado de los resultados de la consulta al Consejo de Gobierno, creí conveniente valerme de la oportunidad que su silencio me proporcionaba, para corregir la afirmación hecha por él en su Nota de 16 del actual de que los Estados Unidos habían propuesto por medio del Cónsul, tratar de manera amistosa los asuntos relativos a Tejas. Le dirigí por consiguiente la comunicación cuya copia hallará usted inclusa, haciéndole ver brevemente el error en que había caído, con la esperanza, más bien que con la expectativa, de que esto lo indujera a retirar o a modificar la respuesta que, por una declaración pública del Ministro mismo en la Cámara de Diputados, ya se sabía que tenía preparada expresando la negativa del Presidente a recibirme. El 21 del actual recibí del señor Peña y Peña la prometida respuesta, transmitiéndome la negativa formal e incondicional del Gobierno Mexicano para recibirme en el carácter con que había yo sido comisionado; de este extraño documento envío una copia. A esto contesté con fecha 24 del actual rechazando la infundada afirmación del señor Peña y Peña y refutando los argumentos en que estaba basada la negativa para recibirme. Sería superfluo para mí repetir lo que ya he dicho en mi carta al Ministro de Relaciones Exteriores, y para los detalles me refiero a la copia adjunta.

Me temo mucho que en mi ansiedad por conservar el tono de moderación en mis relaciones con este Gobierno, que tan empeñosamente me había usted recomendado en sus instrucciones, haya yo dejado de reprochar con adecuado espíritu su mala fe no igualada, su burda falsificación de la correspondencia que condujo a mi nombramiento, y la absoluta futilidad de la miserable sofistería con que ha intentado justificar su conducta. Si me he equivocado a este respecto, no dudo que usted hallará suficiente excusa de mi error en la peculiaridad de mi posición, sin precedente, creo yo, en nuestros anales diplomáticos; la ausencia de toda clase de instrucciones en una contingencia tan imprevista, y el sentimiento de abnegación propia que me ha impulsado a someterme a la imputación de falta de firmeza y energía más bien que a tomar un camino que seguramente habría conducido a cerrar la puerta a todo intento subsiguiente de negociación y a hacer inevitable la guerra.

A decir verdad, fuera de las instrucciones de usted, hubo otras dos consideraciones que mediaron para abstenerme de contestar la Nota del señor Peña y Peña en términos más enérgicos: la convicción de que había sido dictada más bien por miedo, que por los sentimientos del Gobierno actual, y la relativa situación de los dos países, que habría hecho impropio el lenguaje de amenaza y recriminación.

Observará usted que he insinuado a este Gobierno mi intención de salir dentro de unos cuantos días para Jalapa, a fin de esperar allí las instrucciones finales de usted. No me he resuelto a tomar esta determinación sin la debida reflexión, y espero que contaré con la aprobación de usted. Mis razones fueron primero dejar entender a este Gobierno por mis actos, a la vez que por mis palabras, las serias consecuencias que resultarían seguramente de su persistencia en la presente actitud; y segundo, evitar la posibilidad de cualquiera sospecha atribuible a la Legación, de ingerencia de ninguna especie en la lucha que se está llevando a cabo. Con una gente tan celosa y suspicaz, los más inocentes movimientos o relaciones son susceptibles de ser mal interpretados y tergiversados; y por esa razón desde mi llegada me he abstenido de ponerme en contacto con los miembros de uno u otro de los partidos contendientes. Para poner a usted en aptitud de decidir sobre el camino apropiado que debe seguirse, trataré de darle, en el menor número posible de palabras, alguna idea del actual estado de cosas aquí. No entraré en detalles, porque sus fases varían tanto de día en día y hay tantas facciones y subdivisiones de partido, que aunque tuviera yo la necesaria información, no podría comunicarla a usted dentro de los límites ordinarios.

Las dos grandes divisiones de partidos son las de federalistas y centralistas. Los primeros desean el restablecimiento de la Constitución de 1824, los cuales, con excepción de la ausencia de tolerancia religiosa, son aproximadamente lo que es nuestro propio partido. Los últimos, como su nombre lo indica, propugnan un Gobierno consolidado como el único adecuado al carácter de su pueblo, y que posea suficiente fuerza y energía para conservar su nacionalidad. Pero en estos dos grandes partidos hay muchos matices de opinión: algunos de los federalistas, por ejemplo, están dispuestos a conceder mayores facultades al Gobierno general; mientras que muchos de los centralistas abogan por un Ejecutivo con facultades ilimitadas que pueda ser ejercido por una sola persona o por un triunvirato; y algunos aun llegan hasta la abrogación de todas las formas de un Gobierno Republicano y piden el establecimiento de una monarquía bajo el reinado de un príncipe extranjero, garantizado por algunas de las principales potencias europeas.

[…]

El General Herrera, Presidente actual, fue elegido apenas hace unos cuantos meses, casi por unanimidad, y de acuerdo con las formas de la Constitución; subió al Poder bajo los más halagadores auspicios, y sin embargo, es muy probable que tenga que salir del Palacio Nacional para ser reemplazado por algún jefe militar, cuya carrera a su vez será también de corta duración. Las relaciones del General Herrera hasta ahora han sido generalmente con el Partido Federal, y la inclinación de sus sentimientos en esa dirección quedó indicada por la selección de una mayoría de los miembros de su Gabinete, procedentes de ese Partido; pero el no haber proclamado la federación y el no haberse echado francamente en brazos de ese Partido, pronto le enajenó a la mayor parte de él; mientras que el resto le han dado apenas apoyo débil y de mala gana, y toda la fuerza de los centralistas, incluyendo casi por completo a todos los oficiales del ejército y a casi todo el clero, se han puesto en contra de él. Se admite universalmente que es un hombre probo, y las personas que están Íntimamente a su rededor se dice que están libres de cualquier mancha anterior […]

[…] Ha tratado de dirigir el Gobierno con pureza y de corregir algunos de los burdos abusos que han existido en todas las ramas del servicio público; esto por supuesto, ha concitado contra él la hueste de los empleados de todo el país, y no ha demostrado la energía que habría sido necesaria para llevar a cabo sus buenas intenciones. El mando de la división de reserva, destinada a operar en la frontera de Tejas, fue confiado al General Paredes, quien aunque había contribuido al derrocamiento de Santa Anna por causas de descontento personal, siempre ha sido conocido como partidario del centralismo, o más bien de un despotismo militar. Habiéndosele dado órdenes de que avanzara desde hace varios meses a la línea del Río [Grande] del Norte, con diversos pretextos frívolos ha desobedecido constantemente o eludido sus instrucciones, y el Gobierno, aunque no podía ignorar sus intenciones hostiles, no se había atrevido a destituirlo. Las fuerzas a su mando se estiman diversamente desde cinco mil hasta ocho mil hombres, y se dice que comprenden las tropas más eficientes de la República. La intención del Gobierno de negociar con los Estados Unidos ha sido tema de ataques, y la oposición ha ido madurando gradualmente sus planes de insurrección por todas partes. La llegada de un Ministro americano tenía que ser la señal del rompimiento. Ocurrió más pronto de lo que se esperaba, y por consiguiente lo encontró desapercibido. Paredes no lanzó su proclama revolucionaria hasta el 15 del actual y no puso sus tropas en marcha hacia este lugar, hasta después de algunos días; se esperaba en la capital un movimiento correlativo que debería tener lugar inmediatamente al recibo de la proclama de Paredes, y tal era indudablemente la intención de los revolucionarios; pero parece que su "plan", como se llaman aquí a estos programas de insurrección, disgustó a algunos caudillos que no podían estar de acuerdo con el curso de las operaciones, de modo que el movimiento tuvo que posponerse. Esto dio al Gobierno un momento de respiro. Entretanto varios de los más conspicuos revolucionarios han sido arrestados, y están ahora en la prisión; otros (entre ellos el General Almonte), contra quienes se habían expedido órdenes de aprehensión, se han escondido; el Congreso ha concedido al Presidente facultades extraordinarias por seis meses; la ciudad, que está siendo fortificada, ha sido declarada en estado de sitio, suspendiéndose la libertad de imprenta. El Gobierno parece estar resuelto a defenderse obstinadamente, aun cuando la defección de las guarniciones de San Juan de Ulloa (Ulúa) y Veracruz y de la fuerza acantonada en Jalapa les da muy poca base para confiar en la fidelidad de cualquiera porción del Ejército. Sería para mí ocioso tratar de predecir cuál podría ser el resultado; pero la opinión general aquí, parece ser la de que el Gobierno tendrá que sucumbir.

[…]

De una cosa estoy sin embargo seguro, y es de que después de lo que ha ocurrido, si nuestro Gobierno hiciera cualquiera concesión, o si se presentare algún Ministro americano sin exigir una retractación incondicional de la Nota del señor De la Peña y Peña de 20 del actual, a cualquier Partido que le suceda en la presente contienda, su misión será enteramente inútil. El deseo de nuestro Gobierno de asegurar la paz será interpretado como timidez; se presentarán y se insistirá en las más extravagantes pretensiones, hasta que el pueblo mexicano se convenza, por medio de demostraciones hostiles, de que nuestras diferencias deben ser resueltas pronto, ya sea por medio de negociaciones o por medio de las armas.

Permaneceré aquí todavía unos cuantos días, ocupado en recopilar hechos y tomando ciertas medidas respecto al disputado pago de los abonos, que cuando se hayan obtenido y completado, formarán el tema de un despacho por separado.

John Slidell [3]

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Fuentes:
[1]: Castillo Negrete, tomo XXIII, pág. 37. Cabrera Luis. Diario del Presidente Polk. Documentos anexos.
[2] Castillo Negrete, tomo XXIII, pág. 42. Cabrera Luis. Diario del Presidente Polk. Documentos anexos.
[3] Ho. Ex. Doc. N9 60, pág. 32. Cabrera Luis. Diario del Presidente Polk. Documentos anexos.