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Selección de textos y documentos:

Doralicia Carmona Dávila

© Derechos Reservados
ISBN 970-95193

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1845 Mensaje anual del presidente Polk al Congreso de EU. Parte relativa a la Anexión de Tejas y a las Relaciones con México. (Fragmento).

Washington, diciembre 2 de 1845

 

 

Conciudadanos del Senado y de la Cámara de Representantes:

Es para mí motivo de franca satisfacción comparecer ante los representantes de los Estados y del pueblo reunidos en Congreso, como lo será también recibir la ayuda de su sabiduría conjunta en la administración de los asuntos públicos. Al cumplir por primera vez con el deber que me impone la Constitución de proporcionaras informes sobre el estado de la Unión y recomendar a vuestra consideración las medidas que a mi juicio son necesarias y convenientes, me complazco en poder felicitaros por la continua prosperidad de nuestra Patria. Con las bendiciones de la Divina Providencia y la influencia benigna de nuestras instituciones libres, nuestra Patria presenta al mundo un espectáculo de felicidad nacional. Con nuestros adelantos sin igual en todas las ramas de la grandeza nacional, se confirma el afecto del pueblo por la unión de los Estados y por las doctrinas de libertad popular que constituyen la base de nuestro gobierno.

Conviene a nuestra humildad hacer un devoto reconocimiento al Supremo Hacedor del Universo por las inestimables bendiciones civiles y religiosas con que nos vemos favorecidos.

Al llamar la atención del Congreso hacia nuestras relaciones con las potencias extranjeras, me es grato manifestar que, aunque con algunas de ellas hayan existido desde vuestro último período de sesiones serias causas de fricción y mala inteligencia, sin embargo, no han llegado a tener lugar hostilidades verdaderas. Adoptando en la dirección de nuestros negocios exteriores la máxima de "no pedir nada que no sea justo, y no someterse a nada que sea injusto", ha sido mi más íntimo deseo conservar la paz con todas las naciones, pero estar al mismo tiempo preparado para resistir una agresión y para mantener todos nuestros legítimos derechos.

En cumplimiento de la resolución conjunta del Congreso "para anexar Tejas a los Estados Unidos", mi predecesor resolvió, el 3 de marzo de 1845, someter la primera y segunda secciones de esa resolución a la República de Tejas como una invitación de parte de los Estados Unidos para admitirla como Estado en el seno de nuestra Unión. Yo aprobé esa decisión y en consecuencia el Encargado de Negocios de los Estados Unidos en Tejas, por instrucciones de 10 de marzo de 1845, presentó esas secciones de la resolución para su aceptación por aquella República. El Ejecutivo, el Congreso y el pueblo de Tejas reunido en convención han cumplido sucesivamente con todos los términos y condiciones de la resolución conjunta. Presento aquí ante el Congreso una Constitución para el Gobierno del Estado de Tejas, formada por una Convención de Diputados. Es bien sabido también que el pueblo de Tejas, en plebiscito ha aceptado los términos de la anexión y ratificado la Constitución. Comuniqué al Congreso la correspondencia entre el Secretario de Estado y nuestro encargado de Negocios en Tejas, así como la correspondencia de este último con las autoridades de Tejas, juntamente con los documentos oficiales transcritos por él a su propio gobierno. Habiendo sido aceptados por Tejas los términos de la anexión que fueron propuestos por los Estados Unidos, la fe pública de ambas partes está solemnemente comprometida en este pacto de unión. Para consumar este acontecimiento no falta más que la expedición de un Decreto por el Congreso, admitiendo al Estado de Tejas en la Unión, sobre un pie de igualdad con los estados originales…

……………………………………………………………………..

Esta accesión a nuestro territorio ha sido una hazaña incruenta. No se ha necesitado la fuerza para producir ese resultado; la espada no ha tomado ninguna parte en la victoria. No hemos tratado de extender nuestras posesiones territoriales por medio de la conquista, ni de imponer nuestras instituciones republicanas contra la voluntad de un pueblo. Se trata de un homenaje deliberado de cada uno de los pueblos al gran principio de nuestra Unión Federativa. Si consideramos la extensión del territorio involucrado en la anexión, su influencia presunta sobre América, los medios por los cuales se ha realizado, derivados puramente de la elección del pueblo mismo (de Tejas] para compartir las bendiciones de nuestra Unión, podrá desafiarse a la historia del mundo para que proporcione un paralelo a semejante proeza.

La jurisdicción de los Estados Unidos, que al formarse la Constitución Federal estaba limitada por el [Río] Saint Mary's en el Atlántico, ha pasado los Cabos de la Florida y se ha extendido pacíficamente hasta el [Río Bravo] del Norte. Al contemplar la grandeza de este acontecimiento, no debe olvidarse que ese resultado fue obtenido a despecho de la interposición diplomática de las monarquías europeas.

Aun Francia, el país que había sido nuestro antiguo aliado, el país que tiene un interés común con nosotros en mantener la libertad de los mares, el país que al cedernos la Luisiana nos abrió por primera vez el acceso al Golfo de México, el país con quien, año por año habíamos estrechado más y más los lazos de nuestro comercio, inesperadamente, contra nuestro sincero pesar, tomó parte en un esfuerzo para impedir la anexión de Tejas, y para imponer a éste como condición para que su independencia fuese reconocida por México, que jamás se uniría a los Estados Unidos. Debemos regocijarnos de que la influencia tranquila y trascendental del principio americano del Gobierno propio fuese suficiente para hacer fracasar los propósitos de la intervención británica y francesa, y que la voz casi unánime del pueblo de Tejas haya dado a esa intromisión una repulsa pacífica y efectiva. Con este ejemplo, los gobiernos europeos deberán aprender cuán vanas resultarán las artes e intrigas diplomáticas en este Continente, contra el sistema de gobierno propio que parece natural en nuestro suelo y que resistirá siempre la intromisión extranjera.

No dudo de que un espíritu liberal y generoso animará al Congreso en favor de Tejas, en todo cuanto concierne a sus intereses y a su prosperidad, y que nunca tendrá motivo para arrepentirse de haber unido su "estrella solitaria" a nuestra gloriosa constelación.

Tengo la pena de informaros que nuestras relaciones con México, desde el último período de sesiones, no han sido del carácter amistoso que sería nuestro deseo cultivar con todas las naciones extranjeras. El día 6 de marzo último, el Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario de México en los Estados Unidos hizo una protesta formal en nombre de su Gobierno contra la resolución conjunta aprobada por el Congreso "para la anexión de Tejas a los Estados Unidos", la cual consideró como una violación a los derechos de México, y en consecuencia pidió sus pasaportes.

Se le informó que el Gobierno de los Estados Unidos no consideraba esta resolución conjunta como violación de ninguno de los derechos de México, ni que proporcionara justa causa de ofensa a su gobierno; que la República de Tejas era una potencia independiente que no debía vasallaje a México y que no constituía parte de su territorio, ni se hallaba bajo su soberanía y jurisdicción. Se le aseguró también que era deseo sincero de este gobierno mantener con el de México relaciones de paz y buena inteligencia. Ese funcionario, sin embargo, a pesar de estas representaciones y seguridades, dio por terminada abruptamente su misión y poco después salió del país. A nuestro Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario en México le fue rehusado todo trato oficial con aquel gobierno, y después de permanecer varios meses en México, regresó a los Estados Unidos con permiso de su propio Gobierno. Así pues, por actos de México ha quedado suspendida toda relación diplomática entre los dos países.

Desde aquel tiempo hasta últimamente México ha asumido una actitud de hostilidad hacia los Estados Unidos, adiestrando y organizando tropas, expidiendo proclamas y haciendo manifiesta su intención de hacer la guerra a los Estados Unidos, ya sea por medio de una declaración formal, o invadiendo a Tejas.

Tanto el Congreso como la Convención del pueblo de Tejas invitaron a este Gobierno a enviar un ejército a aquel territorio para protegerlo y defenderlo contra el ataque de que se hallaba amenazado. Desde el momento en que los términos de la propuesta de los Estados Unidos quedaron aceptados por Tejas, este último formó parte de nuestra propia Patria, de tal modo que era nuestro deber proporcionarle esa protección y defensa. Creí apropiado, por consiguiente, como medida precautoria, enviar una fuerte escuadra a las costas de México y concentrar una fuerza militar eficiente en la frontera occidental de Tejas. Nuestro ejército recibió órdenes de tomar posiciones en la comarca entre el [Río] Nueces y el [Río Bravo] del Norte, y de repeler cualquiera invasión al territorio tejano que pudieran intentar las fuerzas mexicanas. Nuestra escuadra en el Golfo tenía órdenes de cooperar con el ejército, pero, aunque nuestro ejército y nuestra Marina estuvieran en posición de defender nuestros propios derechos y los de Tejas, recibieron instrucciones de no ejecutar ningún acto de hostilidad contra México, a menos que éste declarara la guerra o se convirtiera en agresor asestando el primer golpe.

El resultado ha sido que México no haya hecho ningún movimiento agresivo, y nuestros comandantes militar y naval han cumplido con sus órdenes con tal discreción, que la paz de las dos Repúblicas no se ha visto perturbada.

Tejas ha declarado su independencia y la ha mantenido por medio de las armas durante más de 9 años. Ha tenido un gobierno organizado funcionando con éxito durante ese período. Su existencia separada como Estado independiente ha sido reconocida por los Estados Unidos y por las principales potencias europeas. Ha celebrado tratados de comercio y de navegación con diversas naciones, y es manifiesto ante el mundo entero que cualquier intento de parte de México para conquistar a Tejas o derrocar a su Gobierno, sería en vano. México mismo ha quedado convencido de este hecho, y mientras que el asunto de la anexión estaba pendiente ante el pueblo de Tejas, durante el verano pasado, el Gobierno de México por acto formal convino en reconocer la independencia de Tejas, con la condición de que ésta no se anexaría a ninguna otra potencia. El acuerdo para reconocer la independencia de Tejas "con o sin esta condición, es concluyente contra México". La independencia de Tejas es un hecho admitido por México mismo, y éste no tiene derecho ni autoridad para imponer restricciones a la forma de gobierno que Tejas resolviera adoptar después.

Pero, aunque México no puede quejarse de los Estados Unidos con motivo de la anexión de Tejas, es de sentirse que continúen existiendo serias causas de mala inteligencia entre los dos países, provenientes de daños no reparados, causados por el pueblo y por las autoridades de México, contra las personas y la propiedad de los ciudadanos de los Estados Unidos durante una larga serie de años. México ha reconocido estos agravios, pero ha descuidado y rehusado su reparación.

Era tal el carácter de los agravios inferidos a los ciudadanos americanos, y tales los insultos repetidamente causados a la bandera americana por México, con notoria violación de las Leyes de las Naciones y del Tratado entre los dos países de 5 de abril de 1831, que han tenido que traerse repetidas veces a conocimiento del Congreso por mis predecesores. Ya desde el 6 de Febrero de 1837, el Presidente de los Estados Unidos [Jackson] declaraba en un Mensaje al Congreso que:

"El largo tiempo transcurrido desde que se han cometido algunos de los agravios, y las repetidas e inútiles peticiones de reparación, el carácter injustificable de algunos de los ultrajes a la propiedad y a las personas de nuestros ciudadanos y a los funcionarios y a la bandera de los Estados Unidos, independientemente de los recientes insultos a este Gobierno y a su pueblo por el último Ministro Extraordinario de México, justificarían a los ojos de todas las naciones la guerra inmediata."

No recomendó sin embargo que se acudiera inmediatamente a esta medida extrema, la cual declaraba, "que no debería usarse por las naciones justas y generosas, confiando en su fuerza, por las injurias cometidas, si podía evitarse honorablemente"; sino que con espíritu de tolerancia propuso que se hiciera a México otra demanda para que hiciese la reparación que por tanto tiempo y tan injustamente había rehusado. Los Comités de las dos Cámaras del Congreso en los informes rendidos a sus Cuerpos respectivos, estuvieron de acuerdo con estos puntos de vista.

Desde esos acontecimientos han transcurrido más de 8 años, durante los cuales, además de los agravios de que entonces había queja, se habían cometido otros de un carácter más grave contra las personas y la propiedad de nuestros ciudadanos. Se envió un Agente Especial a México en el verano de 1838, con plenos poderes para presentar otra demanda de reparaciones de carácter final. La petición se hizo y el gobierno mexicano prometió reparar los agravios de que nos habíamos quejado, y después de muchas demoras se celebró un tratado de indemnización que con esa mira quedó concluido entre las dos potencias el II de Abril de 1839, el cual fue debidamente ratificado por ambos gobiernos. Conforme a este tratado se creó una comisión mixta para fallar y decidir las reclamaciones de los ciudadanos americanos contra el Gobierno de México. Esa comisión se organizó en Washington el 25 de agosto de 1840. Su duración estaba limitada a 18 meses, a la expiración de los cuales había fallado y decidido reclamaciones que montaban a la suma de $2.026,139.68 en favor de los ciudadanos de los Estados Unidos, contra el Gobierno de México, dejando un gran número de reclamaciones sin resolver. De estas últimas, los comisionados americanos habían decidido en favor de nuestros ciudadanos, reclamaciones por valor de $928,627.88 que quedaron sin tramitarse por el árbitro autorizado en el tratado. Otras reclamaciones más que variaban entre 3 y 4 millones de dólares, fueron sometidas a la Comisión, demasiado tarde para que pudieran estudiarse, y quedaron por consiguiente sin resolverse. La suma de $ 2.026,139.68 aprobada por la Comisión, constituía una deuda cierta y líquida que México debía a los reclamantes y de acuerdo con los términos del tratado no había razón justificada para demorar su pago. No fue pagada, sin embargo. México pidió todavía mayor indulgencia, y con ese espíritu de liberalidad y de tolerancia que ha caracterizado siempre la política de los Estados Unidos hacia esa república, la petición fue atendida, y el 30 de enero de 1843 se celebró un nuevo tratado. Conforme a ese tratado se disponía que los intereses correspondientes a las cantidades reconocidas a los reclamantes conforme a la convención de 11 de Abril de 1839, deberían pagarse el 30 de Abril de 1843 Y que:

"El principal de dichas reclamaciones y los intereses que debieran causarse, serían pagados en cinco años en abonos iguales cada tres meses, comenzando el dicho término de cinco años el 30 de Abril de 1843 antes dicho."

Los intereses vencidos hasta el 30 de Abril de 1843 y los tres primeros de los veinte abonos, han sido pagados. Diecisiete de esos abonos permanecen insolutos, siete de los cuales están ya vencidos. Las reclamaciones que quedaron sin resolver por la Comisión Mixta y que ascendían a más de tres millones de pesos, juntamente con otras reclamaciones por expoliaciones contra la propiedad de nuestros conciudadanos, fueron presentadas posteriormente al Gobierno Mexicano para su pago, y reconocidas, se celebró un tratado para su examen y liquidación por una Comisión Mixta, el cual fue firmado en México el 20 de noviembre de 1843. Este Tratado fue ratificado por los Estados Unidos con ciertas enmiendas, a las cuales no habrían podido oponerse justas objeciones, pero hasta ahora no se ha recibido la ratificación del Gobierno Mexicano. Entretanto, nuestros ciudadanos, que han sufrido grandes pérdidas, y algunos de los cuales se han visto reducidos de la opulencia a la bancarrota, carecen de recurso legal, a menos que sus derechos sean hechos efectivos por su Gobierno. Semejante serie continua e injustificada de agravios, jamás habría sido tolerada por los Estados Unidos si hubieran sido cometidos por una de las principales naciones de Europa.

México era, sin embargo, una república vecina que, siguiendo nuestro ejemplo, había realizado su independencia, cuyo éxito y prosperidad contó desde muy temprano con nuestras simpatías. Los Estados Unidos fueron los primeros en reconocer su independencia y en recibirlo en la familia de las naciones, y siempre han estado deseosos de cultivar con él un buen entendimiento. Hemos soportado por consiguiente con gran paciencia los repetidos ultrajes que ha cometido, con la esperanza de que la vuelta al sentido de la justicia guiara últimamente sus decisiones, y de que pudiéramos, si era posible, evitar honrosamente cualquiera colisión hostil con esa nación. Sin la previa autorización del Congreso, el Ejecutivo no tenía facultades para adoptar o poner en práctica remedios adecuados para los agravios que ha sufrido, ni para hacer otra cosa que prepararnos a repeler la agresión amenazante de parte de México.

Después de que nuestro Ejército y nuestra Marina han permanecido en la frontera y en las costas de México por muchas semanas, sin ningún movimiento hostil de parte de aquella nación, aunque sus amenazas han sido continuas, creí importante poner fin en lo posible a semejante estado de cosas. Con ese propósito, ordené que se dieran pasos en el mes de septiembre último para cercioramos claramente y en forma auténtica de cuáles eran los designios del Gobierno Mexicano, si era su intención declarar la guerra o invadir Tejas, o si estaban dispuestos a arreglar y ajustar por un procedimiento amistoso, las diferencias pendientes entre los dos países. El 9 de Noviembre se recibió una contestación oficial de que el Gobierno de México consentía en reanudar las relaciones diplomáticas que se habían suspendido en marzo pasado y que para ese efecto estaban dispuestos a recibir un Ministro de los Estados Unidos. (1)

Con deseo sincero de conservar la paz y de restablecer las relaciones de buen entendimiento entre las dos Repúblicas, renuncié a toda etiqueta en cuanto a la manera de reanudar relaciones diplomáticas entre los dos países, y asumiendo la iniciativa, el 10 de Noviembre fue nombrado Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario en México un distinguido ciudadano de Luisiana [el Sr. John Slidell], investido con plenos poderes para arreglar y finiquitar todas las diferencias pendientes entre los dos países, incluyendo las relativas a la línea divisoria entre México y el Estado de Tejas. El Ministro nombrado ha salido ya al desempeño de su misión, y probablemente en este momento se encuentre cerca de la capital mexicana. Ha recibido instrucciones para llevar a término las negociaciones de que está encargado en el menor tiempo posible, lo cual se espera que se logrará a tiempo de que yo pueda comunicar el resultado al Congreso durante el presente período de sesiones. Hasta que tal resultado se conozca me abstengo de recomendar al Congreso ulteriores medidas para reparar los agravios y daños que hemos soportado tanto tiempo en la forma en que hubiera sido apropiado hacerla si no se hubieran iniciado esas negociaciones....

El Congreso en su último período de sesiones aprobó la asignación de la suma de $ 275,000.00 para el pago de los abonos de abril y julio de las indemnizaciones mexicanas correspondientes al año de 1841, [diciendo]

"Siempre que se tenga la seguridad, a satisfacción del Gobierno Americano, de que dichos abonos han sido pagados por el Gobierno Mexicano al Agente nombrado por los Estados Unidos para recibirlos, de tal modo que libren de toda reclamación al Gobierno Mexicano, y que dicho Agente es responsable de la remisión del dinero a los Estados Unidos."

El estado incierto de nuestras relaciones con México ha envuelto este asunto en gran misterio. El primer informe de carácter auténtico procedente del Agente de los Estados Unidos nombrado bajo la administración de mi antecesor, se recibió en el Departamento de Estado el 9 de noviembre último. Este se contiene en una carta de fecha 17 de octubre, dirigida por él a uno de nuestros ciudadanos a la sazón en México, con objeto de que lo transmitiera a ese Departamento. Según dicho informe aparece que el Agente dio en 20 de septiembre de 1844 un recibo a la Tesorería de México por la suma de los abonos de la indemnización correspondiente a abril y julio. En la misma comunicación afirma, sin embargo, que no había recibido un solo peso en efectivo, sino que tiene en su poder constancias que lo autorizaban a dar el recibo en aquel tiempo, y no tiene duda de que ultimadamente reciba el dinero. Como estos abonos aparece que nunca han sido pagados efectivamente por el Gobierno de México al Agente, y como aquel Gobierno por consiguiente no ha quedado liberado o descargado de la reclamación, no me siento autorizado para ordenar que se haga el pago a los reclamantes del dinero de nuestra Tesorería sin nueva legislación. Estos se encuentran indudablemente en condiciones de gran penuria, y toca al Congreso decidir si debe concedérseles alguna ayuda y de qué cuantía. Nuestro Ministro en México ha recibido órdenes para cerciorarse de los hechos, obteniendo informes del Gobierno Mexicano en forma oficial y auténtica, y de comunicar el resultado con la menor demora posible.

(Sigue aquí tratándose de las Relaciones entre Estados Unidos y Gran Bretaña con motivo de la disputa sobre el territorio de Oregón.)

La rápida extensión de nuestras colonias en territorio hasta ahora desocupado, la agregación de nuevos Estados a nuestra Confederación, la expansión de los principios de libertad y nuestra creciente grandeza como Nación, están atrayendo la atención de las potencias europeas, y últimamente, en algunas de ellas, se ha mencionado la doctrina de un "equilibrio de poderes" en este Continente para contener nuestro avance. Los Estados Unidos sinceramente deseosos de conservar relaciones de buen entendimiento con todas las naciones, no pueden guardar silencio ante cualquiera intromisión europea en el Continente Norteamericano, y si semejante intromisión se intentara, estaríamos dispuestos a resistirla a toda costa.

Es bien sabido por el pueblo americano y por todas las naciones, que este gobierno nunca se ha entrometido en las relaciones existentes entre otros gobiernos. Nunca hemos tomado parte en sus guerras o en sus alianzas; no hemos tratado de adquirir territorios suyos por conquista; no nos hemos mezclado en las luchas domésticas de sus partidos; y creyendo que nuestra forma de gobierno es la mejor, nunca hemos tratado de propagarla por medio de intrigas, por la diplomacia o por la fuerza. Podemos reclamar por consiguiente para este Continente la misma actitud de no intervención de parte de los europeos. Las Naciones de América son igualmente soberanas e independientes que las de Europa. Poseen los mismos derechos y son independientes de toda interposición extranjera para hacer la guerra, para concluir la paz y para manejar sus asuntos internos. El pueblo de los Estados Unidos no puede, por consiguiente, mirar con indiferencia los intentos de las potencias europeas para entrometerse en la acción independiente de las naciones de este Continente. El sistema americano de gobierno es totalmente distinto del de Europa, los celos entre los diversos soberanos de Europa los han conducido a desear ansiosamente el establecimiento de lo que ellos llaman el equilibrio de poderes, por temor de que alguno de ellos pudiera llegar a ser demasiado poderoso frente a los demás. Este sistema no puede permitirse que tenga aplicación al Continente Norteamericano y especialmente a los Estados Unidos. Debemos mantener siempre el principio de que los pueblos de este Continente son los únicos que tienen derecho para decidir de sus propios destinos. Si alguna porción de ellos, que constituya un estado independiente, se propone unirse a nuestra Confederación, esto será cuestión que tendrá que decidirse entre ese pueblo y nosotros, sin interposición extranjera. Nunca podremos consentir en que las potencias europeas se atraviesen para impedir semejante unión, porque ello pudiera trastornar el equilibrio de poderes que desearan mantener en este Continente. Hace cerca de un cuarto de siglo que se anunció claramente al mundo en el mensaje anual de uno de mis predecesores [Monroe] el principio de que:

"Los continentes americanos, por la libre e independiente condición que han adoptado y mantenido, no podrán considerarse en lo sucesivo como objeto de futuras colonizaciones por ninguna potencia europea."

Este principio se aplicará con mucha mayor fuerza si cualquiera potencia europea intenta establecer una nueva colonia en la América del Norte. En las circunstancias existentes del mundo, la presente se considera una ocasión apropiada para reiterar y reafirmar el principio adoptado por el señor Monroe, y para declarar mi cordial acuerdo con su sabiduría y sana política. La reafirmación de este principio con referencia especial a la América del Norte es hoy tan sólo la proclamación de una política que ninguna potencia europea creemos se encontrará dispuesta a resistir. Los derechos existentes de las naciones europeas serán respetados; pero conviene a nuestra seguridad y a nuestro interés, que la protección efectiva de nuestras leyes se extienda sobre todos nuestros límites territoriales, y que se anuncie claramente al mundo como política adoptada por nosotros, que ninguna colonia europea o ningún dominio futuro se plantará o establecerá con nuestro consentimiento en ninguna parte del continente norteamericano. (2)

(Siguen aquí otras partes del mensaje ajenas a la cuestión mexicana.)

Cuando se dieron órdenes el verano pasado para concentrar una fuerza militar en la frontera occidental de Tejas, nuestras tropas quedaron muy dispersas y reducidas a pequeños destacamentos, ocupando puestos alejados unos de otros. La manera expedita y rápida con que pudo concentrarse, en una emergencia inesperada, un ejército que comprendía más de la mitad de nuestras fuerzas en tiempo de paz, dice mucho en favor de los oficiales que quedaron encargados de la ejecución de esas órdenes, así como de la disciplina del ejército mismo. Para estar en posibilidad de proteger y defender al pueblo y el territorio de Tejas en caso de que México comenzara hostilidades, o invadiera su territorio con un ejército numeroso, como amenazaba hacerla, autoricé al General Comandante del Ejército de ocupación para requerir fuerzas adicionales de varios de los Estados más próximos al territorio de Tejas, y que pudieran proporcionarlas expeditamente, si en opinión del Comandante se requería una fuerza mayor que la que estaba a sus órdenes, y la ayuda auxiliar que en semejantes circunstancias estaba autorizado para recibir de Tejas. La contingencia de que dependía el ejercicio de esta autorización no ha llegado a ocurrir. Las circunstancias en que dos compañías de artillería del Estado de Luisiana fueron enviadas de la ciudad de Nueva Orleans a Tejas e incorporadas al servicio de los Estados Unidos, están plenamente descritas en el informe del Secretario de la Guerra. Recomiendo al Congreso que se dicten medidas para el pago de esas tropas lo mismo que para un pequeño número de voluntarios tejanos, a quienes el Comandante General creyó necesario recibir e incorporar en el servicio.

James K. Polk

 

 

Traducción y notas de Luis Cabrera.

1. Esta es una falsedad: el Gobierno de México no dijo lo que dice el mensaje; ni que estuviera dispuesto a reanudar las relaciones diplomáticas, ni a recibir un Ministro de los EE. UU.
2. Esta reafirmación de la doctrina Monroe fue hecha deliberadamente, en previsión de la proyectada anexión de Tejas y de la conquista de California, y por eso se refiere solamente al Continente Norteamericano.

 

Fuente: Messages and Papers of the Presidentes.