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Selección de textos y documentos:

Doralicia Carmona Dávila

© Derechos Reservados
ISBN 970-95193

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La misión de Poinsett a México. Disquisiciones acerca de su intromisión en los asuntos internos del país. William R. Manning. [1913]

 

 

LA MISIÓN DE POINSETT A MÉXICO
Disquisiciones Acerca de su Intromisión en los Asuntos Internos
del País.

El primer Ministro de los Estados Unidos enviado a México fué Joel R. Poinsett. Para la generalidad de las personas, sin embargo, su título principal a la fama no descansa precisamente en que hubiese ocupado esta posición importante ni otros puestos elevados de carácter oficial; sino más bien en el hecho de haber dado a conocer al mundo la hermosa flor de Navidad (Christmas flower) que en su honor ha sido llamada “Poinsettia.” Pero bien puede afirmarse que aun este descubrimiento fué resultado de su credencial diplomática; puesto que debido a esta coincidencia y mientras desempeñaba su misión en México fué que tuvo la oportunidad de observar dicha flor y atraer la atención de los botánicos hacia ella. El propósito de este artículo no es otro que hacer un estudio de la conducta personal de dicho ministro durante su permanencia en México, así como de sus relaciones con el Gobierno y el pueblo de aquel país, exponiendo las razones en que se basaba la acusación formulada contra él de mezclarse en los asuntos internos de la nación. *

 

DIFICULTADES Y DEMORAS EN LA ELECCIÓN DE UN MINISTRO.

 

Aunque Poinsett fué el primer Ministro de los Estados Unidos que pisara el suelo mexicano, no fué él, sin embargo, el primero que se nombró para desempeñar el cargo. A fin de darnos exacta cuenta de las causas que originaron la demora en el nombramiento, así como para poder apreciar igualmente las dificultades que a juicio de Poinsett no eran otra cosa que las consecuencias naturales de tal demora, será conveniente que presentemos con cierta amplitud los distintos esfuerzos realizados para llenar el puesto durante los últimos dos años que [*] precedieron al nombramiento de Poinsett. La relación que existía entre estos esfuerzos y las cuestiones políticas de actualidad en aquel entonces en los Estados Unidos, era sumamente íntima y muy interesante. En enero de 1823, John Quincy Adams, entonces Secretario de Estado, indicó al Presidente Monroe que la misión mexicana se ofreciera a Andrew Jackson. El Presidente creía que la violencia y ligereza de temperamento de Jackson hacían discutible la conveniencia de su nombramiento. Adams opinaba que Jackson no haría nada que pudiera perjudicar los intereses de su patria; pero decía que se tropezaba con una grave dificultad. La legislatura de Tennessee lo había nombrado como candidato para que figurara en las elecciones presidenciales que habían de celebrarse el próximo año. Enviarle con una misión hubiera aparecido como si se estuviera tratando de quitarle del medio. El Presidente convino en que existía algún peligro en este sentido. [1]

Deshacerse de Jackson era precisamente lo que Adams quería, aunque es probable que no se hubiera confesado esto a sí mismo. Pero desde luego no quería que apareciera como si él estuviese tratando de ello. Ya antes había intentado deshacerse de otro rival aún más formidable, según creía, indicando que se honrase a Henry Clay nombrándosele primer ministro en Colombia, como premio a su entusiasta y prolongada defensa de la libertad humana y del reconocimiento de la independencia de los Estados hispano-americanos, la cual defensa había embarazado considerablemente a Adams en la lenta y prudente política que siguiera sobre el asunto. [2] A pesar de la dificultad, sin embargo, Adams dirigió una carta a Jackson en 19 de febrero de 1823, incluyéndole la credencial, suscrita por el Presidente, nombrándole ministro en México, y añadiendo este suave cumplimiento: “Permitidme que os exprese mi esperanza de que en esta ocasión nuestra patria recibirá el beneficio de vuestros servicios.” [3] El honor que se le ofrecía le llegó a Jackson como una completa sorpresa; pero él, no obstante se elevó a la altura que las circunstancias requerían. Casi un mes más tarde respondía que el Presidente había dicho que él—Jackson—no tenía obligación alguna de aceptar puesto que no se le había consultado antes que se hiciese su nombramiento. Como una especie de dulce envoltura para hacerle tomar la dosis de contrariedad y a fin de ocultar su verdadero motivo tan artificiosamente como lo había hecho Adams, Jackson manifestó que él no creía que ningún ministro de los Estados Unidos de América podía en aquellos momentos efectuar ningún tratado beneficioso con México, debido a que dicho país se hallaba a la sazón empeñado en una nueva lucha por la libertad en contra de los esfuerzos del usurpador Iturbide por hacerse emperador. Además, porque debido a sus bien conocidas simpatías por los republicanos de México, según creía él, le sería embarazoso ir como ministro cerca del Gobierno Imperial. [4]

La esperada caída del Imperio de Iturbide poco tiempo después que Jackson rechazara la misión y el largo período de incertidumbre, durante el cual se estaba reorganizando el Gobierno mexicano motivó que el Gobierno de Washington abandonase provisionalmente sus propósitos de nombrar un representante suyo para dicho puesto. El asunto no volvió a tocarse seriamente hasta principios del año siguiente. En 5 de enero de 1824, Adams dice en su diario haber discutido sobre la conveniencia de nombrar Ninian Edwards para el cargo. Edwards había sido gobernador territorial de Illinois durante todo el período en que este Estado fué territorio y ahora estaba para cesar como uno de los dos primeros senadores por aquel nuevo Estado. En 17 de enero, Adams manifestó que había insistido con el Presidente Monroe para que éste nombrase a Edwards, aunque creía haber sido maltratado por él. El Presidente favoreció la candidatura de G. M. Dallas quien había sido propuesto por la delegación de Pensilvania en el Congreso. Pero Adams se opuso al nombramiento de Dallas, basándose en que éste “no tenía todavía la edad ni el prestigio político necesarios para ocupar tal puesto.” El hecho de que la relación que tenía tal nombramiento con las próximas elecciones presidenciales constituía en sí un asunto de grave importancia queda demostrado por las mismas manifestaciones de Adams de que “en cuanto a lo que se refiere a las elecciones presidenciales, debo mantenerme en una actitud indiferente entre Mr. Edwards y Mr. Dallas, puesto que ambos son declarados partidarios de Mr. Calhoun.” [5] Adams aparentemente estaba conforme con que el cargo se concediese a los calhounistas, ya que la ambición del gran sudcarolino había sido pospuesta por el momento, designándosele en cambio en la candidatura para la vicepresidencia en la famosa lucha de aquel año. La influencia de Adams prevaleció. Edwards fué propuesto, y en 4 de marzo de 1824 su nombramiento quedó confirmado por el Senado. [6] Unos cuantos días más tarde renunció su puesto en dicho cuerpo, y en menos de un mes había abandonado a Washington, dirigiéndose a Illinois, donde vivía, a fin de prepararse para su próxima partida para México. [7]

En esta coyuntura es que se hace más íntima e interesante la relación que existía entre el nombramiento para la misión a México y la famosa lucha presidencial de 1824. Casi al mismo tiempo en que Edwards abandonaba a Wáshington, dijéronse algunas cosas desagradables acerca de él por los partidarios de Crawford, el cual hacía el cuarto candidato para la presidencia. Mientras se hallaba en camino hacia Illinois, Edwards devolvió el cumplido, dirigiendo a la Cámara de Representantes una comunicación por la cual se declaraba autor de una denuncia anónima que había sido publicada hacía algún tiempo en contra de Crawford acusándole de haber prevaricado en su alto cargo de Secretario de Hacienda. Y ahora repetía la acusación. Esto causó gran excitación. Nombróse por el Congreso una comisión investigadora, a la cual se invistió de facultades para hacer traer ante sí cualquier persona o piezas documentales que estimase oportuno. Monroe se indignó en gran manera contra Edwards y creyó que éste debía renunciar enseguida, e instruyó a Adams para que rogase a Edwards que no prosiguiese en su misión por el presente y que esperase las órdenes de la comisión. [8] Edwards hizo lo que se le exigía y regresó a Wáshington. La investigación fué política más bien que judicial, y eminentemente injusta para Edwards, hallándose, como se hallaba, en manos de los partidarios de Crawford. Calhoun había previsto que así sucedería. En un informe preliminar de la Comisión del Senado quedaron admitidos todos los hechos de que Edwards había acusado; pero Crawford fué absuelto de toda mala intención. Luego, a fin de arrojar polvo al aire con la esperanza de que Crawford pudiera escudarse con la nube, se promovieron y presentaron para su examen ciertas indiscreciones de Edwards en cosas dichas y hechas por él. Monroe hizo presión sobre el asunto y en 22 de junio, después de haberse convencido que toda resistencia era inútil, Edwards renunció, declarando al Presidente que hacía renuncia voluntaria de lo que sus enemigos habían tratado de arrebatarle por la fuerza, y que su única razón para ello consistía en su deseo de evitar a Monroe todo embarazo ulterior a causa de él. En una reunión del Gabinete, que se hallaba en sesión cuando se presentó la renuncia, se convino en que Edwards había sido grandemente lastimado. [9] Esta controversia Edwards-Crawford ocupó casi toda la atención del Gabinete durante las reuniones de éste celebradas entre los días 18 de mayo y 22 de junio, si así puede juzgarse por el espacio que se le da en las cien páginas del diario de Adams que se refieren a este período. [10] La influencia que este asunto ejerció sobre las elecciones y el hecho de que la Administración se vió arrastrada a la controversia fué lo que la hizo aparecer tan importante.

La renuncia de Edwards dejó el puesto mexicano todavía vacante, y los intereses de los Estados Unidos en México todavía abandonados. Casi otro año pasó aún antes que se hiciese un nuevo nombramiento. Algunos, llenos de sospechas, formularon la acusación de que ésta y otras vacantes diplomáticas las reservaba Adams sin cubrir para comprar con ellas apoyo en la campaña presidencial. Él a su vez declaró que los que así pensaban estaban equivocados, y que por su parte lo que deseaba era cubrirlas cuanto antes; pero aquéllas permanecían sin cubrirse. La esperada vuelta al poder de Iturbide después de un año de destierro tuvo alguna relación con la nueva demora sufrida en el nombramiento. A medida que se prolongaba la demora, aumentaba el número de pretendientes al puesto mexicano. Los más prominentes eran Dallas, cuya candidatura había sido defendida con bríos cuando Edwards fué nombrado, y quien luego vino a ser Vicepresidente; Henry Wheaton, más tarde tan prominente en la diplomacia norteamericana y como tratadista de Derecho internacional; Thomas H. Benton, que fué indicado por Poinsett cuando Monroe mencionó a este último para que ocupara el puesto, y William H. Harrison, a quien Clay favorecía para el cargo y el cual por su parte estaba ansioso de conseguirlo, habiendo solicitado y obtenido muchas recomendaciones en este sentido, y el cual fué más adelante nombrado Ministro de los Estados Unidos en Colombia. [11]

El puesto diplomático por tanto tiempo descuidado quedó cubierto casi a raíz de haberse iniciado la nueva administración y sin que hubiese aun transcurrido un mes después de terminada la prolongada lucha presidencial por la elección de Adams en la Cámara de Representantes. En 5 de marzo de 1825, al día siguiente de su inauguración, Adams mandó a buscar a Poinsett y le ofreció el cargo. Poinsett también había prestado su concurso a Calhoun, que ahora era Vicepresidente, y su nombramiento se había considerado cuando en el verano anterior se estimaba inminente la renuncia de Edwards. En julio de dicho año, Southard, del Departamento de Marina, habíale preguntado confidencialmente si estaba dispuesto a ir a México, si podía ir enseguida y si su ausencia afectaría el voto de su Estado en las próximas elecciones. [12] En noviembre, una larga y muy cordial carta de un amigo íntimo finalizaba con lo siguiente: “Como quiera que no veo que se haya hecho ningún nombramiento para México, no puedo evitar entregarme a la esperanza de que si nuestra cuestión presidencial se arregla de un modo afortunado, lo que todos deseamos puede todavía hacerse.” [13] En enero, Monroe había ofrecido el puesto a Poinsett; pero Poinsett había indicado en su lugar a Benton. La razón de este sacrificio de Poinsett la descubrió Adams más tarde. Tan luego como la Cámara de Representantes hubo decidido que Adams debía ser el Presidente, los calhounistas comenzaron a insinuar la elección de Poinsett para la Cartera de Estado a fin de contrarrestar el nombramiento de Clay; pero a pesar de la oposición y a pesar de que el hecho, lo cual Adams y Clay habían previsto, daría visos de verdad al clamor de que existía un “pacto deshonroso, ” y a pesar del hecho de que Adams sentía aversión personal hacia Clay, este puesto de tanta importancia a su disposición lo dió a Clay. No habiendo podido alcanzar este elevado cargo, y habiéndosele asegurado que Benton, a quien él había indicado, no recibiría el nombramiento de ninguna manera, no tuvo inconveniente alguno en aceptar. Esto lo hizo en 6 de marzo, o sea al día siguiente de haberle Adams ofrecido el puesto. Clay deseaba que William H. Harrison fuese nombrado; pero no tuvo, sin embargo, objeción alguna que hacer en contra de Poinsett. [14] Dos días después el nombramiento fué confirmado por el Senado.

Tal vez no existía entonces en el país otro hombre que tuviera los conocimientos y experiencia que Poinsett poseía y que tanto le recomendaban para ocupar el puesto. Al tiempo de su nombramiento era Representante por Carolina del Sur. Era lo que puede llamarse un hombre estudioso y todo un caballero. Había viajado extensamente por Europa. En 1810 había ido a la América del Sur con una comisión del Presidente Madison para que informase sobre las condiciones que imperaban en la Argentina y en Chile, que acababan de empezar su lucha por la independencia. En 1822 fué con una comisión análoga a México en donde recibió una favorable acogida, aprendió mucho acerca del país y de su pueblo y evacuó un informe inteligente y pro- f ético, según demostraron los acontecimientos más adelante, al Departamento de Estado, el cual informe constituyó la base principal del Gobierno al dar forma a su política con respecto a México. [15] En 1824 publicó sus Notes on Mexico, en las cuales hacía una relación de sus viajes de dos años antes y unos comentarios sobre las condiciones políticas del país. [16]

 

INSTRUCCIONES, LLEGADA A MÉXICO Y RECEPCIÓN.

 

En las instrucciones redactadas por Clay en 26 de marzo de 1825, para que sirviesen de guía a Poinsett en México, se hacía recordar a éste el gran interés e importancia de su misión. Sus propósitos eran “sentar por primera vez las bases de unas relaciones de amistad, comercio, navegación y vecindad que ejerzan por largo tiempo una influencia poderosa para la prosperidad de ambos Estados.” El hecho se menciona de que el territorio de los Estados Unidos Mexicanos es coextensivo o limita con el de los Estados Unidos, haciendo las relaciones con aquéllos más importantes que con cualquier otro de los nuevos Estados. Decíasele en dichas instrucciones que en lo que se refiere a la población, posición y riqueza (resources) los Estados Unidos Mexicanos figuraban entre las primeras potencias de América; y que su historia primitiva no se hallaba excedida en interés por la de ninguna otra parte de América. El nuevo ministro había de hacer patentes al Gobierno mexicano los sentimientos de amistad y simpatía con que los Estados Unidos habían observado la larga lucha que los nuevos Estados mantuvieran contra España; el hecho de que los Estados Unidos habían reconocido su independencia a la más breve oportunidad posible y antes que ningún otro gobierno se hubiese decidido a ello; y por último el mensaje del Presidente Monroe apercibiendo a los gobiernos europeos de que no debían intervenir en los asuntos de los Estados americanos. Instruíasele manifestar, sin embargo, que los Estados Unidos no esperaban recibir en cambio ningún favor o privilegio especial; pero que este Gobierno sí esperaba que no se extendieran tales favores o privilegios a ninguna potencia europea a menos que al mismo tiempo se hiciesen extensivos a los Estados Unidos. Instruíasele asimismo expresar el regocijo que los Estados Unidos sentían al ver que los Estados Mexicanos habían copiado tan exactamente de la constitución federal de aquéllos; instruyéndosele además, demostrar una discreta disposición a explicar al Gobierno mexicano el funcionamiento de dicha constitución. [17]

La creencia demasiado entusiasta de Poinsett en la absoluta necesidad de mantener la forma de gobierno federal, al darse cuenta de que tendencias centralizadoras amenazaban su derrocamiento en México, fué lo que le llevó a empeñarse en las gestiones que dieron lugar a los cargos que se le hicieron de que se inmiscuía en los asuntos internos del país. Y puede decirse que sólo en esta indicación de Clay de que demostrase una discreta disposición a explicar al Gobierno mexicano el funcionamiento de la constitución fué que pudo hallar alguna excusa a su conducta. Obregón escribió a su gobierno manifestando que Poinsett se había pronunciado en favor de la causa del Continente americano y del sistema republicano; que tenía buena opinión del Estado de México, y que había sido instruido especialmente que estorbara la concesión de favores especiales a Inglaterra a cambio de su tardío reconocimiento. Obregón además mencionaba la visita de Poinsett a México en 1822 y de sus memorias posteriormente publicadas; e insertaba una línea cifrada, declarando que en su concepto Poinsett no era persona de grandes talentos. [18]

Mientras esta credencial había sido arrojada de un sitio a otro como una pelota entre los políticos de Washington, los intereses americanos en la nueva capital quedaban abandonados. Los Estados Unidos podían haberse aprovechado de la posición ventajosa que habían obtenido por haber reconocido la independencia de México y de otros Estados hispano-americanos cerca de tres años antes de que Inglaterra hubiese dado el mismo paso. Pero cuando en 5 de mayo de 1825. Poinsett escribió desde Veracruz dando cuenta de su llegada, hubo de informar que los agentes británicos se le habían anticipado en hacer un tratado. Los comisionados de dichos países habían llegado dos meses antes, o sea casi al mismo tiempo que Poinsett había sido nombrado. El tratado ya estaba concluido; la Cámara baja del Congreso mexicano lo había ratificado y no tenía duda de que el Senado lo ratificaría igualmente pronto. [19] El abstracto reconocimiento y filantrópicas declaraciones de los Estados Unidos habían interesado a México por algún tiempo, provocando admiración y gratitud; pero la dilación en establecer comunicaciones había hecho aparecer que las relaciones de los Estados Unidos eran frías y platónicas. Si bien es verdad que las gestiones inglesas habían sido demoradas por largo tiempo, no lo es menos que, una vez iniciadas, las llevaron a cabo con ardor, y obtuvieron, desde luego, una entusiasta acogida. Y aquí empezaron los disgustos de Poinsett. Posteriormente, muchos publicistas y escritores mexicanos, refiriéndose a la llegada de Poinsett a México y creyendo firmemente, aunque sin prueba de ello, que él había sido largamente responsable por la confusión y desórdenes en que cayera el país en aquella época, han aludido al día de su llegada como a un día funesto o de mal agüero para la República. [20]

En su carta fecha 5 de mayo, arriba mencionada, Poinsett anunciaba que saldría de Veracruz al día siguiente y que seguiría con todo despacho para la Capital. Pero su marcha correspondía a lo que pudiéramos llamar la variedad española. Sus informes indicaban que en todas partes se le había acogido con muestras de afecto. Las atenciones que se le dispensaron no eran puramente de respeto, sino de extremada afabilidad y cariño. Dispensáronsele asimismo honores militares y toda suerte de distinciones. Siguiendo la costumbre se dirigió a Jalapa, y allí esperó la respuesta a su nota informando al Gobierno de su llegada. [21] En esta ciudad se le informó que debía demorar su entrada a Ciudad de México hasta que se terminasen cinco días de fiesta religiosa que se estaban celebrando en San Agustín, villa situada en las afueras de la Capital. Durante su demora, Poinsett se hospedó en la casa de campo de Wilcocks, Cónsul de los Estados Unidos, situada en las inmediaciones, visitando el lugar de la fiesta todos los días. Las festividades, decía él en su informe, se celebraban con misa por la mañana y orgías por la noche. Desde el amanecer hasta las diez las iglesias se encontraban llenas. A las doce todo el mundo acudía a las galleras. La tarde y la noche la pasaban en el juego, donde todos se reunían sin distinción de edad, sexo o condición; y bailando sobre el cesped, mientras duraba la luz del día, y cuando anochecía se iban a las galleras. En una gallera fué que tuvo el honor de conocer a dos miembros del Gabinete, al Secretario de Estado, y al Secretario de Hacienda. Poinsett entró en la Capital en 25 de mayo. [22] Al día siguiente anunció a Alamán su presencia, pidiendo se le concediese audiencia para presentar sus credenciales. Alamán respondió en 27 de mayo, señalando el día 1o. de junio para la recepción de Poinsett por el Presidente. [23]

El día anterior a la recepción de Poinsett el Encargado de Negocios británico, Ward, fué formalmente recibido por el Presidente Victoria. En esta ocasión el último dio énfasis a la importancia del reconocimiento por la Gran Bretaña, aludió a Inglaterra diciendo “ese gran pueblo que sostiene las libertades del mundo,” y manifestó que tenía motivos para creer que la amistad de las dos naciones sería imperecedera. En su informe dirigido a Clay, decía Poinsett que en vista de este discurso creía necesario hacer aparecer la conducta de los Estados Unidos hacia estos países en su verdadero aspecto; y en un párrafo cifrado añadía: “Es manifiesto que los ingleses se han aprovechado bien del tiempo y de sus oportunidades. El Presidente y tres de los Secretarios—los de Estado, Hacienda y Culto—están en su favor. Nosotros tenemos un partido respetable en ambas cámaras del Congreso; y una vasta mayoría del pueblo está en favor de una estricta unión con los Estados Unidos. Éstos tienen desconfianza de los ingleses.” En el discurso que había de pronunciar al día siguiente con motivo de su propia presentación, Poinsett vió la oportunidad de manifestar, según instrucciones de Clay, que era singularmente lisonjero para los Estados Unidos el que México hubiese adoptado una constitución tan parecida a la de los Estados Unidos. Luego se refirió a la simpatía con que el Gobierno y el pueblo de los Estados Unidos habían ido observando los progresos del movimiento hacia la independencia; habló del reconocimiento de la independencia en menos de un año después de haber sido declarada; y mencionó la subsiguiente declaración contra cualquier atentado de los gobiernos europeos a privarles de su independencia. En todo esto los Estados Unidos habían llevado - la delantera; y ahora el gobierno más liberal de Europa había seguido. La breve respuesta del Presidente Victoria fué respetuosa pero enteramente reservada y sin aquel entusiasmo que había marcado su discurso de recepción al representante británico el día anterior! [24] Así, tan temprano, comenzó Poinsett a tratar de influenciar al Gobierno mexicano y contrarrestar lo que él juzgaba ser una desmedida influencia inglesa. Es claro, sin embargo, que él no hacía esto por placer ni por beneficio propio, ni aun siquiera por beneficiar a los Estados Unidos, sino en bien de México especialmente, y de un modo incidental, en pro de todos los gobiernos libres de América, ya que se oponía al sistema despótico de las potencias europeas.

 

SUSTITUCIÓN DE LA INFLUENCIA INGLESA POR LA NORTEAMERICANA.

 

En su imaginación Poinsett pronto dividió a todos los mexicanos en dos clases, a saber, los que eran partidarios del sistema americano del cual los Estados Unidos era el campeón más decidido, y los defensores del sistema europeo por el cual abogaba Inglaterra. En un párrafo cifrado de una carta dirigida a Clay con fecha 5 de agosto de 1825, decía Poinsett que el Presidente de México era un hombre débil y que se hallaba dominado por sus ministros, especialmente por los Secretario de Estado y de Hacienda. El primero (Alamán) era un hombre de gran talento natural y tenía más instrucción de lo que era común entre los hombres de su clase en México. Pertenecía a la directiva de una compañía minera inglesa y por consiguiente favorecía los intereses ingleses. El segundo, o sea Esteva, era un hombre de habilidad pasable, pero carecía de instrucción. Era partidario de Inglaterra en razón a que los ingleses de recursos hacían empréstitos de dinero al Gobierno para ayudarle a salir de sus dificultades oficiales. La influencia inglesa había ganado con esto una preponderancia enorme. Estas opiniones, decía él, no eran el resultado del trato que había recibido, pues éste había sido de lo más cordial y amistoso. Por otra parte, añadía: “En la Cámara de Representantes y en el Senado existe un bando partidario de los Estados Unidos, que en lo que se refiere al talento es el más fuerte; pero el Gobierno tiene ascendencia sobre ambos cuerpos.” [25]

En 24 de setiembre, Clay respondió diciendo que la preponderancia de la influencia británica en México era cosa de lamentarse; pero que escasamente podría hacerse objeto de una queja formal si era meramente efecto de la pujanza y capital británicos honradamente ejercitados, y si no iban recompensados con favores al comercio o a los súbditos británicos con perjuicio de los de los Estados Unidos. Pero añadía que Poinsett debía protestar contra cualquier parcialidad o preferencia dispensada a cualquier nación extranjera desventajosa para los Estados Unidos. [26]

Antes que este prudente aviso hubiera llegado a México ya había ocurrido una especie de revolución palaciega en la Capital. Los más fuertes simpatizadores británicos habían abandonado el Gabinete y los que quedaban, al igual que el Presidente Victoria, mostrábanse favorables a los Estados Unidos. Poinsett ahora gozaba de gran favor. De cómo sucedió esto se dice en una carta dirigida a Clay en 12 de octubre de 1825. toda cifrada, y la cual se compone de doce páginas.

Poinsett empezaba relatando del modo que Inglaterra alcanzara su influencia abrumadora. El 1823, a raíz de la caída de Iturbide, Victoria había tenido una entrevista con el agente extra oficial británico, Dr. Mackey, en la cual éste había propuesto que México ofreciera ciertos privilegios comerciales a la Gran Bretaña a cambio del reconocimiento por la misma. En consecuencia de esto habíase enviado a Londres un representante mexicano para que invitara al Gobierno a que enviase comisionados para entrar en tratos, dejando entrever de paso que bien podían esperar se les concediesen algunos privilegios. En respuesta a esta invitación los comisionados habían venido y celebrado un tratado. Victoria, por consiguiente, consideraba el establecimiento de las relaciones amistosas con Inglaterra como su propia obra. Una lisonjera carta personal de Canning habíale además atado a la causa inglesa. Poinsett luego continuaba diciendo que los comisionados ingleses se habían ganado a Tornel, Secretario del Presidente, y a quien Poinsett llama “un hombre vano y venal,” añadiendo que era “un hombre muy malo y sin una sola cualidad redentora,” y quien se suponía “estar vendido al Encargado de Negocios británico.” Tornel ejercía gran influencia sobre Victoria. Asimismo la ejercían Alamán, Secretario de Estado, y Esteva, Secretario de Hacienda. Estos tres habían urdido una trama para introducir en el Gabinete al Obispo de Puebla, un peninsular español, de influencia perniciosa para estos países; pero fuerzas opuestas impidieron su nombramiento, al mismo tiempo combinando un plan para inducir al Presidente a que se deshiciese de Alamán, obligándole a dimitir. El Encargado de Negocios de la Gran Bretaña, Ward, a causa de pique personal contra Alamán puso en juego su influencia con el mismo fin. Alamán, al imponerse de lo que se fraguaba contra él, presentó su dimisión. Luego vino la revolución. Esteva ya había abandonado a Alamán y, continuaba Poinsett, “se apresuró a darme las seguridades de su deseo formal de ver a nuestras patrias respectivas unidas y de que se instituyese un sistema americano basado en los principios de los cuales él sabía yo estaba enamorado. * * * Esteva es un hombre de gran actividad y de algún talento, habiendo ingresado en el partido americano sólo porque percibía la imposibilidad de mantenerse independiente del mismo.” La actitud de Victoria también cambió repentinamente. De él decía Poinsett: “El Presidente me envió recado de que deseaba tener una entrevista conmigo, y a pesar de haberle rogado que me indicase el momento en que le sería conveniente recibirme, insistió en venir a verme. Nuestra conferencia fué muy cordial y amistosa, y durante la conversación que sostuvimos me repitió sus seguridades de afecto hacia los Estados Unidos y de sus sentimientos americanos. El Presidente es un hombre muy bueno, sin malas inclinaciones, pero es muy vano y se halla muy mal rodeado.” A Poinsett se le había dado a entender que el apego de Victoria a Inglaterra nacía de la esperanza de que la Gran Bretaña quizás ayudara a colocar a un mexicano en el trono de México para así impedir que otras potencias europeas pudieran poner en su lugar cualquier miembro de sus respectivas casas reales. Poinsett creía que el Presidente no se hallaba dispuesto a abandonar su elevado cargo; pero la constitución prohibía su reelección, lo cual, bajo las circunstancias, era una prescripción sumamente peligrosa. Poinsett declaraba que Victoria no era ni jamás podría ser amigo real de los Estados Unidos. Victoria se había reconciliado con él, pero al mismo tiempo Poinsett le disgustaba. El hombre que había sugerido la ambición dinástica en Victoria y que había ejercido la mayor influencia en hacer dimitir a Alamán y en efectuar este cambio en los sentimientos del Ejecutivo era Arispe, un atrevido e intrigante hombre de talento que profesaba el mayor celo por América y que se declaraba ansioso de hacer prosperar las ideas de Poinsett. Este hombre habíale sido útil pero Poinsett no reposaba entera confianza en él. Tampoco tenía Poinsett ninguna confianza depositada en Esteva, pues, según decía, “el mismo día que se me declaró fué a decir a Mr. Ward las más groseras mentiras acerca de mi, las cuales en gran modo ocasionaron las diferencias entre dicho señor y yo. El estado de la sociedad aquí apenas merece ningún crédito. Difícilmente podría decir que conozco a ningún hombre, por elevada que sea su calidad o empleo, en cuya palabra pueda confiarse.” Poinsett manifestaba que él por su parte se hubiese mantenido apartado de dichos hombres, a no haberse visto precisado a formar un partido con los elementos que el país ofrecía, o dejar que Inglaterra se hiciera dueña y señora del campo. Los partidarios de esta nación se alarmaron y no pudieron ocultar su mortificación y sus temores. Ward había enviado un propio a Canning con la más exagerada relación de la influencia que Poinsett ejercía. Este último añadía: “Su falta de tacto y esfuerzos excesivos pueden contribuir a establecer esa influencia que él tanto teme.” Para terminar Poinsett manifestaba que “El país se halla tranquilo y no veo motivo para que se tema ninguna convulsión a no ser que en una república sin virtudes y con un gran pie de ejército siempre hay peligro.” [27] Este despacho estaba fechado casi tres semanas después de haber ocurrido la crisis ministerial. [28]

A fin de contrarrestar el informe de Ward dirigido a Canning, Poinsett había escrito a Rufus King, Ministro de los Estados Unidos en Londres, exponiéndole las circunstancias que habían concurrido con el objeto de que King pudiese hacer las aclaraciones que fuesen necesarias. Asimismo le manifestaba que Ward había estado formando un partido europeo, cuyas iniciativas habían dado por resultado que se identificase la política de la Gran Bretaña con la de las otras potencias de Europea. [29]

En su largo despacho cifrado dirigido a Clay, Poinsett en efecto pretende haber sido el causante de este cambio en el Gobierno por medio del grupo de hombres a que él alude llamándole partido americano. El propósito de éste era repeler la tendencia centralizadora y conservar y perpetuar la forma de gobierno federal, de la cual Poinsett era tan partidario, creyéndola el único medio de conservar un gobierno libre en México. Cuatro años más tarde, refiriéndose a la participación que él tomara en la realización de este pacífico movimiento democrático, Poinsett significaba que la cordialidad del partido democrático, sus propios principios y la hostilidad del partido aristocrático le habían empujado a buscar sus asociados en el partido popular. Poinsett creía que Inglaterra estaba haciendo fuerza por obtener influencia dominante en México según la tenía en Portugal. Creía, además, que esto sería perjudicial para los intereses de los Estados Unidos. Habiéndose informado de que el partido democrático intentaba llevar a cabo una revolución para apoderarse por la fuerza del poder, aconsejóles que eligieran medidas de organización más moderadas, el uso de la franquicia y establecimiento de su propia prensa. Estos tomaron su consejo y obtuvieron un éxito excelente. [30]

La repugnancia que Poinsett sentía por Tornel, Secretario del Presidente, y que se reflejaba en su informe de 12 de octubre antes mencionado, era correspondida de todo corazón por el último, quien hizo todo lo que pudo para contrarrestar la influencia de Poinsett por aquel entonces. Y en un libro que publicó años más tarde hablaba de la llegada del Ministro como de un acontecimiento infausto para la República; hacía un estudio de sus hechos, reconociendo su habilidad, y manifiestaba que poco a poco se había atraído a personas que poseían secretos de Estado y organizado un partido con ellas, excitando sus animosidades naturales contra sus rivales; y caracterizaba sus actos diciendo que carecían de la circunspección del diplomático. [31] Alamán, también, se mostró severamente hostil hacia Poinsett, según debía esperarse, habiendo declarado más tarde que Poinsett planeaba remover del Gobierno la influencia autocrática, nó para sustituirla por una democracia, porque esto era imposible en un país en que la masa popular no tomaba parte alguna en la cosa pública, sino por el dominio sin freno de unos cuantos ambiciosos de filiación menos respetable. [32] El testimonio de ambos es decididamente parcial, pero expresa, sin embargo, un sentimiento que más tarde se hizo universal. Y aunque Poinsett no hizo otra cosa sino lo que él creía que era por bien del país, hay que admitir que, bajo el punto de vista en que Tornel, Alamán y otros de su partido se colocan, su violenta hostilidad contra él queda bastante justificada aún en caso que no existiese otra razón en que basar sus cargos de que Poinsett se mezclara en los asuntos mexicanos internos más que su propio informe, anteriormente referido, acerca del modo en que se había efectuado el cambio en el Gobierno. Por otra parte, es cierto que la creencia de Poinsett no era infundada de que Inglaterra trataba por medio de Ward de ejercer una influencia hostil al sistema americano, que había sido enunciado por Monroe y que ahora defendían Adams y Clay y que Poinsett aceptaba como el principio que había de servir de guía en las relaciones de los Estados • americanos. [33]

Las influencias que tanto halagaba a Poinsett ver en el manejo de los asuntos continuaban en el poder. Unos tres meses más tarde informaba a Clay que el Ejecutivo había abiertamente hecho manifiesto un cambio de política, pasando del partido centralista al federalista. Sus gestiones para efectuar el cambio, decía él, le habían granjeado el odio de los centralistas. Estos afirmaban, según continuaba Poinsett, que sus propósitos eran obtener tal influencia que el Gobierno se viera precisado a aceptar cualquier proposición que él hiciera acerca de fronteras. [34] No sólo era esto falso, sino que los acontecimientos demostraron que si hubiera sido verdad Poinsett habría fracasado en sus propósitos. Lo que Poinsett realmente hizo para producir este cambio era conocido solamente de unos cuantos de los más íntimamente comprometidos e interesados en guardar el secreto. Algunas cosas, sin embargo, se hicieron conocidas, pues, Poinsett decía, “en México no hay secretos.” Los que no estaban informados naturalmente sospechaban mucho más de lo que en realidad existía; de aquí la crítica y los ataques que pronto comenzaron a embarazar a Poinsett.

 

LAS RELACIONES DE POINSETT CON LOS YORKINOS.

 

Hubo un asunto en el cual Poinsett estaba complicado que se hizo público inmediatamente. Tal fué la organización de los masones del rito de York que inmediatamente comenzó en su actividad política y pronto dominó al país. La Masonería ya florecía en México a pesar de la oposición del Clero; pero todas las logias que hasta entonces se habían organizado pertenecían al rito escocés. Su secreto las hacía propicias para las intrigas políticas. La facción centralista las dominaba en todas partes, siendo su influencia reaccionaria. La facción federalista creyó que era necesario oponerles un dique para evitar la vuelta a la monarquía. Precisamente cuando se estaban efectuando en el Gobierno los cambios que Poinsett calificaba como la organización de un partido americano, y cuando dicho partido estaba ya para obtener el dominio del Gabinete, empezaron a organizarse logias masónicas de York. En su correspondencia de esta época Poinsett no vacilaba en reconocer que él había tomado parte en su organización. En carta fecha 14 de octubre de 1825, dirigida a Rufus King, de Londres, decía que él había alentado y asistido en su organización, habiendo recibido y obsequiado en su casa a miembros de la misma.

Tornel había notificado a Ward respecto de la reunión, significándole que ésta había sido enteramente política; y dicho caballero había recibido una falsa impresión acerca de los brindis. Posteriormente Ward había dado un banquete político a los Secretarios de Estado y ministros extranjeros sin invitar a Poinsett. En este banquete amigos de Ward pronunciaron discursos alusivos a negociaciones pendientes entre los Estados Unidos y México y nó de un tenor muy halagüeño, y estos brindis se publicaron a ruego de Ward. Las facciones que Poinsett clasifica como enemigas del Gobierno, o sean las de españoles peninsulares, borbonistas y centralistas, estaban disgustadas, decía él, con la buena inteligencia que hasta entonces existiera entre los representantes de Inglaterra y de los Estados Unidos y habían influenciado a Ward para romperla. Poinsett terminaba diciendo que aguardaría información de King a propósito de lo que se opinaba en Londres acerca de los trabajos de Ward antes de atentar a vengarse del insulto que en su concepto éste le había inferido. [35]

Poinsett no decía que el propósito del movimiento fuese político, pero tampoco decía que no lo fuese, aunque manifestaba que según se susurraba bien podía haberlo sido.  El hecho de que la organización se llevó a cabo precisamente al mismo tiempo que él estaba formando lo que llamaba el partido americano, y que los directores de dicho partido eran asimismo directores de las logias, es evidencia presuntiva de que él tenía alguna idea del uso a que se las dedicaría.  Pero más adelante, cuando los yorkinos gozaban ya de un desarrollo fenomenal y cuando los nombres de los antiguos partidos centralista y federalista habían sido abandonados en todas partes por las designaciones respectivas de escoceses y yorkinos, manifestó, en agosto de 1826, que sentía que las tenidas masónicas se hubieran convertido en reuniones políticas. Pero a la vez apuntaba una escusa en bien de la facción que él favorecía, diciendo que los escoceses habían existido por largo tiempo, siendo enemigos de los Estados Unidos, antes que los yorkinos se hubiesen organizado. [36] Dos meses más tarde, informaba que los yorkinos habían triunfado en las elecciones que acababan de celebrase para miembros de las legislaturas de los distintos Estados. La del Estado de México hasta entonces había estado dominada por los escoceses y éstos ahora habían sido derrotados totalmente en las elecciones y se negaban a ceder sus asientos en los escaños a sus rivales victoriosos. Triunfantes así en las elecciones de Estados en 1826, los yorkinos ya planeaban desde luego realizar la captura de la presidencia dos años más tarde; y Poinsett conocía sus planes. En un párrafo cifrado de este despacho de 21 de octubre de 1826, decía: “El hombre a quien se mantiene ostensiblemente como jefe del partido y que será su candidato en las próximas elecciones para la presidencia es el General Guerrero, uno de los más distinguidos caudillos de la revolución. Guerrero es un hombre sin instrucción pero posee excelente talento natural, combinado con una gran decisión de carácter y un valor a toda prueba. Su violento temperamento hace difícil que se pueda dominarlo, y por consiguiente creo que la presencia de Zavala se hace aquí necesaria, pues él ejerce gran influencia sobre el General.” Después de haber manifestado que a Zavala se le había ofrecido el puesto de Ministro mexicano en los Estados Unidos, decía: “No sentí que no lo hubiera aceptado; él es uno de los prohombres del partido favorable a los Estados Unidos, o sea el de los yorkinos, y es de más utilidad aquí de lo que sería en "Washington.” Poinsett informaba acerca de los proyectos de los que estaban en el Gabinete tratando de desembarazar a dicho cuerpo de la dominación de los yorkinos, diciendo que aquéllos ejercían gran influencia sobre el Presidente, y declaraba que si sus urdimbres tenían éxito aquel alto funcionario se encontraría, como antes de la llegada de Poinsett, rodeado por unos cuantos partidarios hostiles a la mayoría del Congreso y del país. [37] Un mes más tarde informaba que existían disturbios en las elecciones, pero que él no esperaba una ruptura violenta y que por su parte estaba haciendo todo lo posible para evitarla. [38]

En 8 de julio de 1827, al exponer a Clay el ataque que la legislatura del Estado de Veracruz le había dirigido, y que se nota más adelante, Poinsett decía que la acusación más seria lanzada contra él era la de que él había establecido los masones de York; y explicaba a Clay exactamente la participación que él había tomado en su organización.

Lamentábase que se hubiera hecho de la masonería un instrumento para intrigas políticas. Decía que logias de masones de York ya habían existido en México antes de su llegada; pero que no estaban reconocidas. Algunos miembros de estas logias le habían suplicado consiguiera una autorización o carta de privilegio de la Gran Logia de Nueva York, la cual él desde luego no había vacilado en obtener. Las personas que le hicieron la súplica eran todas miembros del Gobierno o interesadas en mantener el estado actual de cosas y en conservar la tranquilidad del país. Decía que estas personas eran el General Guerrero, distinguido oficial revolucionario; Esteva, Secretario de Hacienda; Arispe, Secretario de Grancia y Justicia; Zavala, miembro del Senado y más tarde gobernador del Estado de México; y Alpuche, Senador de la República. Decía que a él no se le había ocurrido que tales hombres proyectaran desorganizar el Gobierno. Tan pronto como a los yorkinos se les acusó públicamente de pervertir la organización utilizándola para fines políticos, decía él que había dejado de concurrir a las tenidas. Nuevamente les excusaba diciendo que los masones del rito escocés habían estado organizados por largo tiempo y que sus adversarios no habían hecho otra cosa que seguir su ejemplo de actividad política. Decía luego que el progreso de la causa yorkina había sido tan rápido que el pueblo la había atribuido a alguna razón secreta. Ellos ven en esto “la dirección de una mano hábil; y han creído propio atribuir el éxito del partido republicano, la consolidación del sistema federal y el establecimiento de principios liberales exclusivamente a mi influencia.” [39]

Zavala, quien Poinsett estimaba tan propicio, tan útil y como uno de los miembros principales de la logia yorkina, más tarde publicó una breve historia de la formación de las logias. En esta obra dice él que el proyecto fué concebido por Alpuche, y que Esteva, Arispe y Victoria, y otros más se unieron a él en su organización; que sus propósitos eran hacer la oposición a los escoceses; que se organizaron cinco logias, y que entonces rogaron a Poinsett les obtuviera la autorización de la Gran Logia de Nueva York. Este paso y la instalación de la Gran Logia en México, dice él, fué la única intromisión de este norteamericano, quien, a causa de la parte que tomara en este movimiento, ha sido calumniado por aristócratas y por varios agentes europeos en México los cuales han tomado más parte que él en los asuntos del país. [40] Tornel, el enemigo acerbo de Poinsett, hace una relación tan parcial en su contra como es la de Zavala en su favor. [41] Casi todos los que han escrito sobre la historia mexicana de esta época expresan su opinión sobre los méritos o deméritos de Poinsett en la materia. La mayor parte de estos escritores han seguido los pasos o de Tornel o de Zavala, mostrando parcialidad en su favor o en su contra. [42]

 

MANIFIESTO DE VERACRUZ CONTRA LA INFLUENCIA DE POINSETT.

 

A fines de junio del año 1827, Poinsett se vió pública y violentamente acusado en un largo manifiesto suscrito por la legislatura del Estado de Veracruz. Este manifiesto declaraba que “un sagaz e hipócrita ministro extranjero, tan celoso de la prosperidad de su país como enemigo del nuestro,” celoso de la prosperidad mexicana, que pronto eclipsaría la de su país, e igualmente celoso de las relaciones amistosas que existían entre México y la Gran Bretaña, la cual podía resultar desventajosa para los intereses de los Estados Unidos, había establecido los masones de York, cien veces más peligrosos que veinte batallones del tirano de España; puesto que a un ejército invasor se le saldría al encuentro como a enemigo por un pueblo unido, siendo así que los yorkinos habían sido organizados a fin de destruir a los escoceses y las consiguientes disenciones internas estaban difundiendo la falta de confianza en todo el país, dividiéndolo contra sí mismo. Declaraba, además, que los escoceses merecían bien que se les destruyese por sus ambiciones y por sus tendencias centralizadoras; pero que muchos hombres moderados pertenecientes a dicho bando habían sido arrojados de sus puestos para que éstos pudieran ocuparse por sus más ambiciosos adversarios. También declaraba que tanto los yorkinos como los escoceses eran perjudiciales, demandando que se cumplieran las leyes vigentes que prohibían toda asociación masónica. [43]

Poco tiempo después de este violento ataque Poinsett publicó en español un folleto que intitulaba “Exposición de la Política de los Estados Unidos hacia las Repúblicas de América,” como réplica a los cargos que se le hacían en el manifiesto. En este folleto Poinsett exponía la política uniforme y amistosa de los Estados Unidos y de sí mismo hacia México, declarando que lejos de ser hostil a la prosperidad de México o de las demás repúblicas, los Estados Unidos “se hallan deseosos de ver a sus vecinos ricos y poderosos a fin de que puedan ser más eficientes aliados a la par que más ventajosos parroquianos.” Copiaba frases de un discurso que él mismo había pronunciado en favor del reconocimiento de estos Estados, por los cuales había expresamente refutado el argumento que su prosperidad perjudicaría a los Estados Unidos. Además de eso, los Estados Unidos estaban lejos de pensar que la amistad de Inglaterra hacia México les perjudicaba en nada. Por el contrario, los Estados Unidos habían invitado a la Gran Bretaña a que se les uniera en reconocer a los nuevos Estados; y como aquélla no lo hubiere hecho, habíanla invitado luego a que siguiese su ejemplo, y se habían regocijado cuando la Gran Bretaña los había reconocido. En respuesta a la acusación de que él dominaba al partido en el poder, Poinsett argüía que las enojosas demoras en sus negociaciones diplomáticas probaban la falsedad de tal imputación. Poinsett declaraba que él no había tomado parte en la prostitución de las logias masónicas para fines políticos, y que desde que las tales logias habían sido prostituidas de este modo, él se había abstenido de asistir a sus tenidas. Asimismo Poinsett declaraba que él no se había inmiscuido en los asuntos internos del país a no ser que abogar por la superioridad de las instituciones republicanas y exponer el funcionamiento de las de los Estados Unidos se considerase como una intromisión. [44]

En una extensa carta de fecha 8 de julio de 1827, Poinsett exponía a Clay la situación, así como los acontecimientos que habían conducido a ella. Decía que se había abstenido de exigir satisfacción por este injustificable insulto que se le había inferido sin provocación de su parte porque el Estado de Veracruz recientemente había cometido actos de sedición contra la soberanía del Gobierno Federal, manteniéndose actualmente en una actitud de desafío. Difícilmente hubiera podido decirse que el Gobierno Federal tenía a su alcance medio alguno para obligar a dicha legislatura a que le diera una satisfacción, que no fuera equivalente a encender una guerra civil. Si él hubiese demandado una satisfacción y ésta no le hubiese sido otorgada enseguida, él se hubiera visto obligado a pedir sus pasaportes y abandonar el país, provocando de este modo una ruptura entre los Estados Unidos y México, lo cual según él creía, era lo que deseaba la facción que se hallaba en el poder en Veracruz. Sentía que la legislatura de este último Estado hubiese violado el Derecho internacional, olvidándose del decoro y la buena fe al hacer públicas semejantes sospechas que ponían en tela de juicio la conducta de una nación amiga y la reputación de un ministro extranjero. Pero los miembros de dicha legislatura eran además culpables de haber violado la constitución federal. El mantenimiento de la forma de gobierno federal había de precipitar a las autoridades centrales y locales a una seria disputa acerca de la soberanía. Los demás Estados estaban dando pruebas de adhesión al Gobierno Federal y el de Veracruz tendría al fin y al cabo que someterse. El Gobierno había lamentado el ataque, pero tardaba en proceder, careciendo hasta entonces de energía suficiente para hacerse obedecer en el Estado de Veracruz. Poinsett decía que los errores de México debían mirarse con indulgencia. El prolongado vasallaje político que había sufrido bajo España, así como su falta de experiencia en lo que respecta a relaciones exteriores eran sus únicas excusas. No era estraño que confundiesen los derechos de los distintos órganos del Gobierno. Decía que él siempre había hecho todo lo posible por demostrar la amistosa disposición de los Estados Unidos, y que del mismo modo siempre había tenido mucho gusto en prestar los servicios que de él se habían solicitado respecto al dictado de leyes o en lo que se refería a la mejor inteligencia del funcionamiento de los principios constitucionales. El había exhortado constantemente a la moderación, indicando que el someterse a males transitorios era mejor que recurrir a la violencia. Esta conducta le había granjeado el odio de los que aspiraban a echar abajo las instituciones liberales. La necesidad de defender su conducta de este modo le era dolorosa, decía, pero no tenía otra alternativa. [45]

Antes que esta explicación se hubiese recibido en Wáshington, Sergeant había retornado de México, adonde había ido para cooperar con Poinsett en la misión al Congreso de Tacubaya, tentativa sin éxito de continuar el Congreso de Panamá del año anterior. El Presidente Adams hacía, en primero de agosto, una anotación en su libro de memorias, diciendo que “Mr. Sergeant no opina favorablemente del proceder de Mr. Poinsett en México.” Adams dice asimismo que Sergeant le entregó una carta privada de Poinsett en la cual este último manifestaba haber recibido una intimación del Presidente de México de que se iba a exigir su llamamiento. [46] Obregón escribía a su gobierno que en una conferencia celebrada en agosto, Clay había manifestado su desaprobación de la conducta de Poinsett en lo que respecta a su intromisión en los asuntos internos del país. Al llegar las primeras noticias, a mediados de agosto, el National Journal había expresado los mismos sentimientos que Clay; pero en 31 de agosto la National Gazette había elogiado la conducta de Poinsett, y unos cuantos días más tarde la aprobaban el National Intelligencer y el National Journal. Obregón, por consiguiente, pensaba que el Gobierno debía haber recibido ulterior información para convencerles de que la conducta de Poinsett era excusable, puesto que uno de estos periódicos era oficial y los otros apoyaban la Administración. La acción de la legislatura de Veracruz se miraba como revolucionaria, decía, y mostraba falta de respeto hacia el Gobierno Federal. Habíasele intimado que a Poinsett probablemente se le llamaría a pesar de haberse aprobado su conducta. [47] El Departamento de Estado recibió en 31 de agosto la carta de Poinsett de 8 de julio en la cual incluía el manifiesto y su respuesta.

Pero Adams y Clay no procedieron precipitadamente ni con mucho entusiasmo a exonerar a Poinsett. Más de diez semanas pasaron desde el recibo de sus explicaciones hasta el momento en que pronunciaron su fallo. En 19 de noviembre de 1827, Clay escribía a Poinsett, manifestándole que el Presidente sancionaba su conducta, estimando que él no se había mezclado en la política de México, puesto que no había llegado ninguna queja del Gobierno mexicano acerca de su conducta. Creíase que lo mejor era no presentar ninguna queja formal contra la acción de la legislatura de Veracruz; pero a Poinsett se le ordenaba que reconviniese al Presidente de México de una manera amistosa, manifestándole que si dicho gobierno tenía alguna queja que presentar acerca de Poinsett el Gobierno de los Estados Unidos estaba dispuesto a recibirla en la forma regular. El Presidente no deseaba poner término a la misión de Poinsett; pero, si su posición se le había hecho desagradable y él quería retornar, podía desde luego hacerlo. Decíasele que se había corrido el rumor de que él deseaba retornar. La materia se dejaba enteramente a su manera de sentir y a su discreción. [48]

 

INFLUENCIA POLÍTICA DE POINSETT Y LA REVOLUCIÓN DE MONTAÑO.

 

El partido yorkino, organizado en 1826 y que antes de expirar el año ya había ganado las elecciones en casi todos los Estados, continuaba creciendo en poderío y retenía su influencia. Los escoceses, incapaces de retener o reconquistar la suya y todavía atribuyendo el desarrollo y pujanza de sus adversarios a la mágica influencia de Poinsett con el Gobierno y las logias yorkinas, recurrieron primero a la insinuación y luego a la violencia. Zavala, que era de los yorkínos, dice que en los periódicos que fundaron declaraban con tanta ignorancia como desfachatez que mientras los escoceses se hallaban en el poder reinaban la tranquilidad y el bienestar; pero que tan pronto como los yorkinos intentaban tomar parte en la cosa pública, enseguida se iniciaban el desorden y la anarquía. Este es, dice él, el argumento del tirano que monopoliza el poder y quiere retenerlo contra el pueblo. Luego continúa: Así precisamente argüía el Rey de España, quien decía que mientras a los españoles se les permitía gobernar y los hijos del país no hacían otra cosa que obedecer, todo permanecía en reposo; pero que tan pronto como los hijos del país comenzaban a hacer valer sus derechos, se iniciaba la lucha y la paz desaparecía. [49] Los yorkinos además publicaban periódicos dedicados a la defensa de su causa, y éstos se hicieron objeto de sospechas y de ataque por parte de sus adversarios, quienes declaraban que dichos periódicos estaban subvencionados por Poinsett y que laboraban a favor de los intereses de los Estados Unidos y en contra de los de México. [50]

En 10 de noviembre de 1827, Poinsett informaba a Clay de un acto que es difícil ver como aquél podía haber justificado contra la acusación de que constituía una intromisión en la política de México. Según ya se ha indicado, Guerrero había estado estrechamente identificado con el partido a que Poinsett a menudo alude como el partido democrático americano. Guerrero era igualmente miembro de las logias yorkinas, espíritu activo de su organización y prácticamente el jefe de la orden. En octubre de 1826 Poinsett había pronosticado que Guerrero sería el candidato yorkino en las próximas elecciones presidenciales. Ahora ayudaba a hacer que se realizase su profecía. Contra el deseo de sus amigos en el Gobierno, Guerrero había declarado que se iba a unir al movimiento, que por entonces se hacía popular, de expulsar de México a los peninsulares que todavía quedaban en la República. Estos amigos de Guerrero se dirigieron a Poinsett para que éste lo persuadiera a abandonar sus designios y a que esperara pacientemente el resultado de los esfuerzos de sus amigos para que se le eligiera como sucesor de Victoria. Poinsett manifestaba a Clay que él había escrito la carta deseada, y que el Presidente Victoria le había dado las gracias por ello. Guerrero había contestado en un tono de gran intimidad, modestamente declarando su incapacidad para el alto puesto a que, según Poinsett le informara, sus amigos deseaban elevarle. Poinsett virtualmente admite que esto constituía una incorrecta mediación, porque, según decía a Clay, deseaba que el Presidente Adams entendiese que él jamás había dado ningún paso encaminado a intervenir en los asuntos de México “sin el consentimiento y anuencia del Gobierno.” [51] Si el Gobierno hubiera estado tan supeditado a Poinsett como sus críticos suponen, es seguro que el famoso ministro no habría hallado dificultad alguna en obtener su consentimiento. La sospecha de que él estaba en inteligencia con el Gobierno fué lo que ocasionó la más grave crítica contra uno y otro. Pero del tono de la carta de Poinsett a Clay se desprende claramente que en este caso, lo mismo que en otros que podrían considerarse como de corrección dudosa, Poinsett estaba haciendo todo lo que podía por lo que él consideraba ser para bien de México y que estimaba necesario para impedir que el país sufriera los graves males que él suponía prever.

El peligro que él y los partidarios de Guerrero barruntaban esta vez era real. Antes que hubiera transcurrido un mes, participaba que en Puebla y Veracruz habían estallado movimientos revolucionarios cuyo objeto era obligar a los Estados a que expulsaran a los peninsulares. En el Estado de Veracruz se habían realizado estos propósitos inmediatamente, habiendo cedido la legislatura sin la menor resistencia. Pero en el Estado de Puebla habían dado lugar a la efusión de sangre. Estos movimientos y otros semejantes ocurridos en otras partes de la República eran promovidos por una sociedad secreta que había sido organizada a este propósito por miembros prominentes del partido yorkino y modelada al estilo de la Carbonari italiana. Las nuevas organizaciones se habían extendido de manera rápida y virtualmente dominaban todo el país. Ellas habían de manipular la elección de Guerrero en la próxima campaña. [52]

Los disturbios se desarrollaron con rapidez. Las controversias de partido se hicieron más y más ásperas y enconadas. Poinsett informaba en 9 de enero de 1828, que los escoceses, desesperando de reconquistar su influencia por medios pacíficos, habían apelado a las armas. Confesaba que no había previsto este conflicto porque no creía que los directores de ese partido fueran tan irreflexivos. En 23 de diciembre anterior, el Plan de Montaño había sido proclamado, estallando enseguida una revolución al propósito de forzar su adopción. El Plan contenía cuatro proposiciones. La primera, demandaba la exterminación de toda sociedad secreta; la segunda, la dimisión de ciertos ministros; la cuarta, el mantenimiento de la constitución y leyes vigentes. Pero la demanda principal de todas era la tercera, la cual iba directamente dirigida a Poinsett y declaraba que: “El Gobierno supremo, sin un momento de dilación entregará al Enviado de los Estados Unidos a esta República sus pasaportes para que abandone el país.” La cuarta es el estribillo de los sediciosos de que no tratan de destruir el Gobierno ni las leyes sino más bien mantenerlas. La segunda nacía de la creencia de que los ministros eran instrumentos de Poinsett y que laboraban en favor de los intereses de los Estados Unidos. El objeto de la primera era destruir lo que se consideraba una gigantesca organización que habilitaba a Poinsett y a sus partidarios a que dominasen el país. De suerte, pues, que las otras tres demandas se derivaban y no eran sino corolarios de la tercera, cuyo propósito aparente era librar al país de lo que se consideraba como la influencia perniciosa del Ministro norteamericano. Esto era en realidad el esfuerzo desesperado de una facción política, que se veía perdida, a fin de reconquistar su poderío, haciéndose el vocero de lo que se creía que el pueblo demandaba. Pero los hombres que componían este partido estaban equivocados en lo que respecta a la fuerza de su causa, aunque al principio parecía formidable y había obtenido la sanción de altos funcionarios. Nicolás Bravo, Vicepresidente y jefe nato de los masones escoceses, se lanzó al campo al frente de las fuerzas revolucionarías. Pero el General Guerrero, jefe nato de los masones de york, se puso a la cabeza de las tropas del Gobierno, derrotando a Bravo y a sus secuaces en menos de un mes y casi sin ningún esfuerzo. Movimientos análogos a éste en simpatía con el mismo esperábase que se sucediesen inmediatamente en otras localidades. En Veracruz tomó impulsos la revuelta, poniéndose el Gobernador al frente del movimiento. Activas medidas impidieron que esto ocurriera en otros lugares. Otros Estados se apresuraron a expresar su indignación y Veracruz abandonó su actitud.

El cuerpo diplomático residente en la ciudad había abiertamente abogado por la causa de los insurrectos; pero Poinsett estaba seguro que aquél había procedido sin instrucciones. A los representantes diplomáticos se les había engañado, haciéndoles creer que el movimiento triunfaría con facilidad porque la aristocracia social pertenecía al partido de Bravo. Poinsett añadía: “Es innecesario decir que yo he seguido un curso distinto. La causa de las instituciones libres es la causa de América, y aunque no he tomado parte en la contienda ni impuesto mi opinión, no he negado mi consejo siempre que se me ha pedido por este Gobierno o por los que están relacionados con el mismo.” Hablando de la petición de que se le hiciera salir del país, declaraba:      “Esta gente (refiriéndose al partido escocés) persiste en considerarme como el obstáculo principal para su éxito y como si yo dirigiera nó solamente las operaciones del partido opuesto sino las del Gobierno.” Al finalizar este largo informe acerca de la revolución y su fracaso, Poinsett decía que él consideraba estos sucesos como una cosa afortunada puesto que habían derrocado a la facción cuyas tramas habían causado tanta intranquilidad. 53 En 9 de febrero, después de relatar el fracaso de la revolución, Poinsett demuestra que ya estaba pensando en escapar de las continuas insinuaciones y ataques que se le hacían por el partido de la oposición. Decía: “Aunque deseo grandemente aprovecharme del permiso del Presidente para poner término a mi misión, esperaré, sin embargo, hasta que se ratifiquen los tratados, y entonces abandonaré este país sin perjuicio para los intereses que se me han confiado.” [54]

El fracaso de la revolución de Montaño dejó a los yorkinos completamente en el poder. El hecho de que esta revolución había sido aparentemente dirigida contra Poinsett y de que no había podido arrojársele del país confirmaba la idea popular acerca de su mágica influencia sobre el Gobierno del país. [55] En julio, o sea dos meses antes que se efectuaran, Poinsett escribía que la excitación sobre las próximas elecciones presidenciales había alcanzado un alto grado, y se hablaba de revisar la ley electoral. Creía que el partido popular prevalecería, pero temía que con este motivo estallara una revolución y viniera un desbarajuste financiero. Después de las elecciones y antes que se hubiese conocido el resultado de las mismas, escribía que el candidato del partido aristocrático parecía llevar la delantera, añadiendo que si Guerrero, el candidato popular, no fuese elegido, él opinaba que el pueblo se pronunciaría contra el resultado de la elección. En 25 de setiembre de 1828, escribía que el voto había resultado en la elección de Pedraza, el candidato de la aristocracia, por una escasa mayoría sobre Guerrero, que era el candidato popular. En anticipación a esto, los yorkinos radicales ya habían apelado a las armas en el Estado de Veracruz bajo el mando de Santa Ana, quien había levantado el grito a favor de la conservación del sistema de gobierno federal, de los derechos soberanos del pueblo, del inmortal Guerrero y de la expulsión de los peninsulares. Con fecha 10 de diciembre Poinsett escribía que desde el primero hasta el cuatro de dicho mes se había estado peleando en las calles de Ciudad de México, y la lucha había resultado en un éxito completo para los revolucionarios. Pedraza, Presidente electo, y según Poinsett, la causa de los disturbios, había huido, y Guerrero, o sea el candidato derrotado, había sido nombrado Secretario de la Guerra para ocupar el puesto que aquél había dejado vacante en el Gabinete del Presidente Victoria. Las facciones todavía en lucha por todo el país habían sido notificadas que cesaran las hostilidades. El agente principal en llevar a cabo la revolución, decía Poinsett, era Zavala, a quien se le había obligado a lanzarse al campo por los imprudentes ataques hechos contra él en el Senado, acusándosele injustamente de hallarse en comunicación con los insurrectos. El Secretario de Estado, había venido adonde Poinsett, revelándole sus temores de que Inglaterra u otra potencia extranjera pudiera intervenir. Poinsett los había calmado, declarándoles que ninguna potencia tenía derecho alguno para ello. Durante el mes de diciembre el país se encontraba en estado de anarquía; pero al finalizar el mes ya casi todos los Estados habían comunicado su adhesión, y en los comienzos del nuevo año había cesado toda resistencia. Poinsett declaraba que su creencia era que las instituciones federales solamente habían salvado a México de un despotismo militar. Deploraba los actos de violencia ocurridos, pero declaraba que si alguna vez podía justificarse alguna revolución, ésta quedaba justificada, porque la oligarquía ya se había nuevamente apoderado de las riendas del Gobierno y Victoria con su debilidad se había entregado a ellos por segunda vez. Muchos de los del partido popular habían sido encarcelados sin causa o motivo alguno. La elección se verificó por Estados, dando cada uno un voto por medio de su legislatura. Cuando se hizo el cómputo de los votos por el Congreso nacional, declaróse que Pedraza había recibido la mayoría, pero que la opinión pública se había pronunciado tan positivamente contra él, que aun él mismo, había visto la necesidad de renunciar todo derecho al cargo. En consecuencia de esto se redujo la elección al candidato que hubiese recibido el próximo mayor número de votos. Por consiguiente Guerrero fué declarado electo. Durante el resto del período presidencial continuaron las conmociones civiles en algunos de los Estados en señal de resistencia al Gobierno y al resultado de la elección; y el Senado nacional, todavía dominado por el partido aristócrata, se resistía también a la voluntad del pueblo, especialmente en lo que respecta a la expulsión de los españoles y a la declaración de amnistía a favor de los participantes en la última revolución. Pero, a principios de marzo, Poinsett informaba que la tranquilidad se hallaba restablecida por todo el país y que la elección de Guerrero parecía estar causando satisfacción general. En 3 de abril de 1829, participaba que Guerrero había sido inaugurado Presidente el primero del mes y que la República estaba tranquila. En 15 de abril, manifestaba que el Presidente parecía inclinado a confinar el Gabinete a miembros del partido popular, lo cual Poinsett consideraba como un paso acertado. Su amigo Zavala había sido nombrado Secretario de Hacienda, y según él opinaba, su nombramiento había de causar satisfacción. [56]

En su larga recapitulación de 10 de marzo de 1829 (para informe de la nueva administración de Jackson en Washington) de todo lo que había ocurrido desde que él había estado en México, después de relatar la manera en que habían sido derrotados los miembros del partido escocés y del modo en que los representantes de las potencias extranjeras le habían injuriado pública y privadamente, después de hacer una reseña de los ataques dirigidos contra él por las legislaturas de Veracruz y Puebla, y después de referir nuevamente las sospechas y acusaciones lanzadas contra él apropósito de la revolución de Montaño y la que siguió a las elecciones de 1828, Poinsett declaraba su creencia de que no existía “ejemplo alguno en la historia de que un ministro extranjero hubiese sido tan perseguido en ningún país.” Comprendía que era difícil creer que este odio no fuese debido a una incorrecta intromisión. Pero ésta había resultado puramente de sus esfuerzos para impedir las usurpaciones de las potencias europeas. Si él se hubiese decidido a presenciarlas con indiferencia, decía, él podría haber pasado inadvertido. Pero no creía que este hubiera sido un proceder correcto; y había sobrellevado con valor el baldón que su conducta le había acarreado, importándole sólo que sus acciones fueran exactamente comprendidas en los Estados Unidos, con especialidad por el Gobierno. [67] 67 Aquí debemos notar nuevamente que Poinsett no pretende haberse inmiscuido en los asuntos políticos mexicanos, sino que trata de defender sus actos contra la acusación de que éstos constituían una intromisión incorrecta, exponiendo sus motivos.

 

LLAMAMIENTO DE POINSETT A SOLICITUD DE MÉXICO

 

La oposición contra Guerrero por su elección a la Presidencia se había convertido en aquiescencia a su inauguración en abril de 1829 y por algún tiempo pareció como si su administración lograría mantener la tranquilidad del país. Pero la oposición contra Poinsett, a quien popularmente se le suponía haber sido en gran manera instrumento para la victoria del nuevo Gobierno, jamás había cesado. Los ataques de la prensa se hacían más frecuentes, más virulentos, y más irrazonables. Un periódico preguntaba en 6 de junio de 1829 en lenguaje inflamatorio que por qué no se unían todos los mexicanos en lanzar un grito terrífico que penetrara la mercenaria sordera de los que estaban en el poder, demandando que se librara al país de ese atrevido e intrigante ministro, única causa de todos los males y miserias del país. En 24 de junio el mismo periódico declaraba que si la República de Norte América realmente quería demostrar que deseaba la amistad y buena fe de México debía ordenar a este astuto intrigante ministro que se retirara del suelo mexicano. Sepan esos Estados que la nación mexicana lo detesta y justamente desea su expulsión. [58] En 15 de julio, Poinsett escribía que México se hallaba en una situación crítica. La muerte de la Confederación parecía inevitable a menos que algún popular jefe militar asumiera el poder; y ese sería el golpe de gracia que pondría fin a las instituciones libres. Añadida a la invasión por parte de España, estaba la oposición en los Estados al Gobierno Federal y las disenciones entre los Estados. Muchos mexicanos estaban tan deseosos de cambiar de forma de gobierno que hubieran entregado el país a un príncipe extranjero mejor que verlo continuar en su forma presente. Poinsett creía que los gobiernos europeos estaban tramando esto; y manifestaba que quería saber la actitud de la Administración. Por su parte, él creía que el permitir a ninguna potencia europea que ejerciese indebida influencia en estos Estados no podía armonizarse con los intereses de los Estados Unidos. [59]

A fines de julio de 1829, la legislatura del Estado de México dirigió un memorial al Presidente Guerrero rogándole la expulsión de Poinsett. Era una larga diatriba basada manifiestamente, nó en hechos probados, sino en una creencia general de que Poinsett se hallaba secretamente opuesto a los intereses de México, que él era la causa de la discordia en el país y que su presencia no era de desear; ponía por testigo el grito de alarma que resonaba por toda la República contra él; declaraba que su carácter de diplomático debía haberle impulsado a abstenerse de toda intrusión en los asuntos internos. La legislatura no decía, según algunos pensaban, que él era el espíritu director de la Administración; pero era bien sabido que Poinsett había sido instrumento en la organización de una de las sociedades secretas cuyas luchas eran la causa de los desastres del país. Habíase sugerido que los intereses de los Estados Unidos, hallándose opuestos a los intereses de México, requerían que se prolongase la discordia en este último y que con este propósito era que se mantenía al agente de dichos Estados en México. Fuere que esta sospecha estuviese bien fundada o nó, lo cierto es que el carácter de. su enviado era tal que bien podía adaptarse para llevar a cabo una política semejante. Sus talentos naturales, sus suaves y elegantes maneras, su erudición, su disposición jovial y alegre, y su manifiesta devoción al republicanismo, todo le facilitaba para las manipulaciones políticas. Si esta no era la política de aquel gobierno, ¿por qué voluntariamente no lo relevaba el Presidente o el Gabinete de Wáshington, conociendo la discordia que causaba, para impedir nuevas catástrofes y evitar que se comprometieran las relaciones amistosas de los dos países? Para terminar, la legislatura rogaba al Presidente de la República diera las órdenes oportunas para que se entregaran a Poinsett sus pasaportes para que abandonara el país. [60] En el curso de unas cuantas semanas las legislaturas de varios de los demás Estados presentaron la misma solicitud. Unos días después del primer ataque, Poinsett publicaba una larga respuesta a las sospechas y cargos que se le hacían, declarando que no tenían fundamento alguno. En ésta manifestaba que sentía compasión más bien que cólera y concluía con una exhortación paternal respirando buen deseo para todo el pueblo mexicano a pesar de los ataques que una facción hacía contra él. Declaraba que en los Estados Unidos no existían celos contra México, sino un buen deseo por la prosperidad de este último; y apelaba a los mexicanos para que imitaran las instituciones y las características que habían hecho al pueblo de los Estados Unidos grande. [61]

En su carta de 7 de agosto, dirigida a Van Burén e informándole del manifiesto y de su respuesta, Poinsett decía que se sentiría sumamente mortificado si al dar cuenta de los ataques que se le habían hecho pudiera atribuirlos a mala conducta o falta de prudencia por su parte, declarando que las sospechas y conjeturas carecían absolutamente de todo fundamento; y decía que no se había inmiscuido en los asuntos internos del país ni desviado de la política franca y abierta que distingue las relaciones de los Estados Unidos. No alcanzaba a comprender, decía, que él hubiese cometido ninguna ofensa, a menos que sus inflexibles principios republicanos y sus amistosas relaciones con los directores del partido popular pudieran así considerarse. Decía que las facciones aristocráticas, monárquicas y europeas, que se hallaban en el poder cuando él llegara al país, le atribuían su caída; pero ésta en realidad se debía más bien a las instituciones del país. Todavía estas facciones insistían en creer que él era el alma del gobierno actual y deseaban derrocarlo. Manifestaba asimismo, que estas facciones estaban diciendo al pueblo de México que los Estados Unidos estaban celosos de México y que le habían instruido para que arrojara obstáculos en su camino para impedir su progreso. Habían llegado aún hasta decir que el Gabinete de Wáshington había causado la muerte de su Ministro Obregón (el cual se había suicidado) y por consiguiente argüían públicamente que el pueblo de México se hallaría justificado en asesinarlo a él. Decía que había celebrado frecuentes entrevistas con el Presidente Guerrero, en las cuales éste le había manifestado su sentimiento por los ataques y su propia satisfacción por la conducta de Poinsett, expresándose en términos enérgicos acerca de la infamia de los que así procuraban interrumpir las relaciones amistosas de las dos repúblicas. El Presidente había dicho que él consideraba estos ataques como si en efecto hubiesen sido dirigidos a los que ocupaban el poder. [62] Aunque Poinsett afirma no haberse inmiscuido en los asuntos internos del país y manifiesta qué no se había percatado de haber inferido ninguna ofensa, con todo, en esta misma defensa de su conducta, admite sus relaciones amistosas con miembros del partido popular, e implícitamente su malevolencia contra los miembros de las facciones opuestas. Esta era precisamente la queja contra él.

Las frecuentes y largas defensas que Poinsett hacía de su conducta en su correspondencia con el Gobierno de Washington, eran aparentemente ocasionadas por el sentimiento de que su conducta no recibía la completa aprobación del Gobierno. Las comunicaciones que recibiera de Clay habían sido muy raras por algún tiempo, antes de finalizar la administración de Adams; y varios meses pasaron antes que el nuevo Secretario de Estado, Van Burén, le escribiera, sino sobre asuntos de mera rutina. Este descuido fue causa de que Poinsett se quejara. Finalmente, en 16 de octubre de 1829, el Gobierno de Jackson emitió su opinión sobre su conducta. Van Burén dijo que sentía saber que existiera contra Poinsett una de las mayores animosidades y, según había razón sobrada para creer, del tipo más incurable; y continuaba: “La única razón en que esta animosidad podría basarse consiste en la alegación de los que la sienten, o sea, que os habéis aprovechado de vuestra posición para inmiscuiros en los asuntos internos de esa República. El Presidente lamenta la existencia de las sospechas que sobre este punto existen y estima hallarse justificado, en virtud de la información que posee, en considerar que carecen de causa justa en que apoyarse. El hecho de que no se haya presentado todavía ninguna queja por las autoridades cerca de las cuales estáis acreditado, las cuales serían probablemente las mejor llamadas a conocer de tal intromisión, si tal existiera, y las primeras en sentirse agraviadas por la misma; vuestro conocimiento de la política de este Gobierno en ese particular, y su decidida repugnacia hacia toda intrusión en los asuntos internos de otros Estados; vuestra propia afirmación en contrario; y la confianza que el Presidente reposa en vuestra discreción y patriotismo,—le fortalezen contra el temor de que el presente estado embarazoso de nuestros asuntos con ese país sean imputables a la indiscreción del representante de los Estados Unidos.” Pero decía que cualquiera que fuese la causa de dichas sospechas, ellas existían, y que el Presidente estimaba que habían de lesionar las buenas relaciones entre los dos países. Puesto que Poinsett, aprovechándose del permiso que se le había concedido por la administración anterior, ya había expresado el deseo de retornar, el Presidente, decía Van Burén, “da su asentimiento a vuestra renuncia. Su ansioso deseo es, sin embargo, que vuestro retorno no se vea rodeado de ninguna circunstancia que pueda prestarle la apariencia de censura, o dar visos de verdad a las imputaciones de vuestros enemigos.” La forma de impedir que este “asentimiento a vuestra renuncia” no tomase la apariencia de censura se delineaba en el párrafo siguiente. Si cuando él recibiera esta carta se hubiere efectuado tal cambio de sentimientos hacia él en México que hiciese agradable su continuación en el país y que le llevara a creer que él podría realizar la política del Gobierno, estaría de acuerdo con los deseos del Presidente que continuara en él. Poinsett quedaba autorizado para hablar libremente en sus entrevistas con hombres públicos acerca de su facultad de elegir entre regresar a los Estados Unidos o quedarse en el país. [68]

Jackson y Van Burén aparentemente no esperaban que se verificase tal cambio de sentimientos hacia Poinsett que éste pensase en quedarse. La creencia de que la animosidad contra él era de un carácter incurable había sido expresada al principio, y el tono general de la carta, especialmente en lo que respecta a las instrucciones acerca del modo en que había de abandonar al país, parece dar por sentado que retornaría. Nombróse un encargado de negocios y se le envió a ocupar su puesto. El carácter aparentemente facultativo del llamamiento parece haber sido nada más que una estratagema para salvar el decoro de Poinsett. A menos que no existiese “un cambio efectivo de sentimientos” no existía realmente opción alguna. Pero si la facultad aparente en el relevo de Poinsett hubiera sido real en 16 de octubre, un cúmulo de circunstancias que habían venido concurriendo por más de tres meses culminaron al día siguiente en hacer su llamamiento positivo. En 17 de octubre, el Encargado de Negocios de México en Washington, Montoya, entregó a Van Burén una carta del Presidente de México al Presidente de los Estados Unidos solicitando el relevo de Poinsett. Esta carta había sido escrita en primero de julio de 1829, un mes antes que el manifiesto de la legislatura del Estado de México hubiese sido presentado a Guerrero solicitando de éste que diese las órdenes oportunas para que se entregasen a Poinsett sus pasaportes. El Presidente Guerrero decía al Presidente Jackson:

Posteriormente la opinión pública se ha pronunciado en su contra de la manera más terminante, general y decidida, como lo manifiestan los [63] escritos que se publican diariamente en casi todos los Estados de la Federación. El clamor público contra el Sr. Poinsett ha llegado a generalizarse no sólo entre las Autoridades y hombres de instrucción, sino aún entre la gente vulgar: no sólo entre los individuos que antes recelaban de él, sino aún entre muchos de los que eran amigos suyos.

Al Sr. Poinsett se atribuyen los males que ha experimentado la República, y aún equivocadamente se le ha supuesto directa influencia en las disposiciones del Gobierno, y por este motivo no son recibidas en el público con el respeto debido.

Por la desconfianza general que se tiene al Sr. Poinsett no se han hecho los progresos que eran de esperarse en las relaciones entre ambas Repúblicas, * * *

El hecho de que el llamamiento de Poinsett no había sido pedido antes a pesar de que su presencia estaba causando estas dificultades demuestra que el Gobierno de México no quería hacer nada que pudiera perturbar las amistosas relaciones que subsistían entre los dos países.

Mas las cosas han llegado ya a un punto que el Gobierno de México faltaría a sus deberes más esenciales si no pidiera al de los Estados Unidos de América el llamamiento de su Ministro. * * *

El curso de los sucesos puede llegar a exigir que el Gobierno de México, en uso de sus derechos, y en cumplimiento de sus deberes, proceda a expedir el correspondiente pasaporte al Sr. Poinsett antes que se reciba en México la contestación del Gobierno de los Estados Unidos de América. En éste caso, que Dios no permita, el Gobierno de México confía que el de los E. U. de A., que se caracteriza por la imparcialidad y liberalidad de sus principios e instituciones, no llevará a mal un paso de esta naturaleza, que daría él mismo si se hallara en la misma situación, y en iguales circunstancias. [64]

En la nota a Montoya incluyendo la carta que demandaba el relevo de Poinsett, el Gobierno mexicano decía a su Encargado de Negocios que no quería hacer nada que pudiera perturbar las relaciones pacíficas con los Estados Unidos; pero le instruía que pidiera una audiencia, expresara un sincero deseo de conservar la armonía, explicara la situación de México con respecto al Ministro de los Estados Unidos y digera que el Gobierno mexicano se hallaba obligado desgraciada pero necesariamente a pedir el llamamiento del Ministro. [65]

En 17 de octubre, Van Burén añadía una posdata a su carta del día anterior dirigida a Poinsett, revocando la facultad de continuar en el país o retornar a los Estados Unidos, quedando así constituida en un llamamiento positivo. Añadía: “En la ausencia de toda alegación en contrario por parte del Gobierno mexicano, y confiando en vuestras afirmaciones, el Presidente todavía se permite creer que los prejuicios en contra vuestra no reconocen causa justificada alguna.” [66] Aunque la Administración exoneraba a Poinsett de este modo oficial, las palabras que usaba eran tales, sin embargo, que indicaban que la aprobación no era muy entusiasta y que había sido dada únicamente porque no existía ninguna afirmación positiva por parte del Gobierno mexicano de que el prejuicio contra él estuviese justificado. Una ligera señal de que la Administración no estaba completamente convencida de la inocencia de Poinsett, o de que se sentía provocada por su conducta, se hallará en el hecho de que en este mismo día, 17 de octubre, fué protestado un giro que Poinsett había librado contra el Departamento, en razón a lo que se consideraba como una pequeña irregularidad sufrida en lo que respecta a la manera en que Poinsett había retenido para sí la diferencia en el tipo de cambio entre los dos países. [67] El asunto no podía haberse arreglado de una manera más humillante para Poinsett aunque así se hubiera deseado. Esta parece haber sido “la última gota de agua que había de hacer derramar el vaso.” En la carta de Montoya informando a su gobierno de haber presentado la demanda para el relevo, asumía también la inocencia de Poinsett a causa de la ausencia de toda alegación de culpabilidad en su contra. Decía que estaba persuadido que no existía fundamento alguno para la imputación hecha en México de que los Estados Unidos estaban celosos de la prosperidad de México. [68] En las instrucciones que en 16 de octubre se daban a Butler, quien había de reemplazar a Poinsett en caso que éste último retornara, existe una afirmación positiva del deseo del Gobierno de que no se repitieran actos semejantes a los de Poinsett. Van Burén decía:

Con respecto a vuestra correspondencia oficial futura con el Gobierno de México, y a vuestras relaciones, públicas y privadas, con el pueblo y sus funcionarios, el pasado os advierte rigurosamente que evitéis dar ningún pretexto para que se repitan contra vos las imputaciones que han sido arrojadas contra Mr. Poinsett de haberse inmiscuido en los asuntos internos o políticos del país; o ni siquiera demostrar parcialidad alguna hacia uno u otro de los partidos que ahora parecen dividir al pueblo mexicano. La manifestación de tal preferencia o de cualquier relación, por más remota que sea, con sus asociaciones políticas, podría nuevamente interpretarse como un deseo de influenciar o fomentar sus divisiones de partido. El Presidente, por tanto, espera que ejercitaréis el más diligente cuidado en guardaros de imputaciones semejantes, y desea que uséis de vuestros mejores esfuerzos para calmar la irritación que parece prevalecer entre una gran parte del pueblo y hacer desaparecer los infundados e injustos prejuicios que se han excitado contra el Gobierno de los Estados Unidos. Una conducta social, abierta y franca hacia todas las clases y partidos; un grado apropiado de respeto por sus opiniones, cualquiera que éstas sean; una constante franqueza en exponer la verdadera política de vuestro gobierno, sin dar vuestro parecer a menos que éste os haya sido pedido; y el más vigilante cuidado al condenar o censurar el suyo, se encuentran entre los medios que el Presidente indicaría como los más apropiados para obtener la confianza del pueblo, y asegurar para vos mismo una posición respetable en el concepto de sus funcionarios públicos. [69]

Poinsett recibió su llamamiento en 9 de diciembre de 1829. [70] El Gobierno mexicano no había creído necesario entregarle sus pasaportes según la carta de Guerrero demandando su relevo manifestaba que podría hacerse, pero Poinsett por su parte había pedido permiso en carta de 4 de noviembre para regresar a su patria. [71] En 25 de diciembre fué recibido en audiencia por el Presidente ad interim para el acto de su despedida. [72] El día último del año, el Presidente provisional de México, en carta al Presidente de los Estados Unidos, acusaba recibo de la nota de este último, fecha 17 de octubre, anunciando el llamamiento de Poinsett, y decía que ese acto se miraba en el país como testimonio de la sincera amistad de los Estados Unidos hacia México.

William R. Manning.

 

 

 

 

 

Notas:

[*] Las negociaciones llevadas a cabo por Poinsett en México se publicarán más adelante por la Johns Hopkins Press bajo el título de Diplomatic Relations Between Mexico and the United States from 1821 to 1829, en una serie de conferencias por Albert Shaw sobre historia diplomática. Ese estudio incluirá asimismo casi todo este artículo, pero en una forma distinta.

1.- Adams, Memoirs, VI, 128.

2.- Adams, Memoirs, VI, 26. Es interesante notar la magnanimidad con que Adams creía proceder. Dice:               “Al seguir una política generosa hacia él, como enemigo y rival, hago alguna violencia a mi inclinación, y no seré mejor tratado por él; pero yo me fijo en las consideraciones personales sólo para descartarlas, y presto atención únicamente al interés público.”

3.- Adams a Jackson, 19 de febrero de 1823. M. S. Department of State, Instructions, IX, 169.

4.- Jackson a Adams, 15 de marzo de 1823, M. S. Department of State, Mexico, Despatches, I. Entre el nombramiento de Jackson y su renuncia, el Ministro mexicano, Zozaya, que acababa de llegar a Washington, escribía a su gobierno acerca de la elección hecha y de la probabilidad de que Jackson no aceptara. La Diplomacia Mexicana, I, 104. La fecha que se dá de la nota de Zozaya es incorrecta. Reeves, J. S. Diplomacy under Tyler and Polk, 60, menciona el nombramiento de Jackson y su renuncia.

5.- Adams, Memoirs, VI, 227, 233, 234, 241, 243.

6.- Jackson a Edwards, 4 de marzo de 1824, felicitándole por su nombramiento, Washburne, The Edwards Papers, 222; Rufus King a Edwards, 4 de marzo de 1824, ibid., 222; Adams, Memoirs, VI, 245.

7.- Edwards a Adams, 9 de marzo de 1824, M. S. Dept, of State, Mex., Desp., I. Este demuestra ansiedad por llegar a Veracruz tan pronto como sea posible para evitar hallarse en la costa durante la estación enfermiza de las lluvias.
Torrens al Secretario, Wáshington, 23 de marzo de 1824, M. S. Relaciones Exteriores. En esta carta el encargado mexicano manifestaba a su gobierno el nombramiento de Edwards, su renuncia del Senado, y ruta propuesta, diciendo que probablemente llegaría en julio.

8.- Adams a Edwards, 22 de abril de 1824, M. S. Dept, of State, Instr., X, 171; Adams, Memoirs, VI, 296-301; D. P. Cook a Edwards, 17 de abril de 1824, Washburne, The Edwards Papers, 223.
Torrens al Secretario, 5 de mayo de 1824, M. S. Relaciones Exteriores, manifestaba que se creía que otro ministro sería elegido, pues se opinaba que México tomaría el nombramiento de Edwards como un insulto.

9.- Edwards al Presidente, 22 de junio de 1824, incluyendo su renuncia de la misma fecha y diciendo que estaba indeciso acerca de si debía acompañarla con una explicación de sus razones, M. S. Dept, of State, Mex., Desp., I; el mismo al mismo, la misma fecha, Washburne, The Edwards Papers, 224, 229, explica en detalle sus razones.

10.- Una cantidad igual al salario de un año, $9, 000, había sido adelantada a Edwards para comprar el equipo, y el Gobierno experimentó alguna dificultad en obtener que la reembolsase. Finalmente convino en pagar las dos terceras partes, aunque decía que él opinaba que el Gobierno no tenía ningún derecho legal a reclamarla. Adams a Edwards, 9 de octubre de 1824, M. S. Dept, of State, Inst., X, 213; Edwards a Adams, 10 de noviembre de 1824, M. S. Dept. of State, Mex., Desp., I.

11.- Adams, Memoirs, VI, 413-415, 484-524; Lyman, Diplomacy of the United States, II, 484.
Obregón al Secretario, 2 de febrero de 1825, M. S. Reí. Ext., dice que a fin de impedir que el cargo mexicano se tuviese como un medio para comprar votos, parecía que la vacante se cubriría enseguida. El esperaba que la credencial se la darían a Benton, o a Everett (más tarde nombrado para Madrid), pero decía sin embargo, que podía suceder que prevaleciese el proyecto de enviar a Mr. Poinsett, persona conocida en México.

12.- Southard a Poinsett, Navy Department, 17 de julio de 1824, M. S. Poinsett Papers, II, Pennsylvania Historical Society.

13.- Stephen Elliote a Poinsett, Charleston, 16 de noviembre de 1824, M. S. Poinsett Papers, II.

14.- Adams, Memoirs, VI, 484, 506, 522-524.
Obregón decía a su gobierno, 7 de marzo, que, según había manifestado ulteriormente que podía suceder, Poinsett había sido elegido y que saldría a principios del mes próximo. Obregón al Secretario, 7 de marzo de 1825, M. S. Rel. Ext. El mismo al mismo, 28 de marzo y 30 de marzo, ibid., habla de la salida de Poinsett para Norfolk, de donde partiría para México. Poinsett llevaba un número de libros y periódicos de parte de Obregón para la Cancillería mexicana.

15.- Informe de Poinsett, M. S. Dept, of State, Mex., Duplicate Despatches from Poinsett. Este informe cubre unas sesenta páginas en manuscrito y vá acompañado de un apéndice de documentos de cerca de la misma extensión. Principia con el movimiento de Iturbide en febrero de 1821, ocupándose luego con gran número de detalles de las luchas entre Iturbide y las Cámaras legislativas, de la erección del Imperio y de la ambición y terquedad del Emperador, y del comienzo del movimiento contra él; y concluye en diciembre de 1822.

16.- Poinsett, Notes on Mexico tomadas en el otoño de 1822, seguidas de un Historical Sketch of the Revolution, and Official Reports, 359 págs. Véase a Zavala, Ensayo Histórico, I, 241, el cual rinde tributo a la penetración de Poinsett en predecir los acontecimientos. Brown, History of Texas, I, 81, hace una relación incorrecta de la vida de Poinsett hasta el momento de su llegada a México.

 

17.- Clay a Poinsett, Instrucciones, 26 de marzo de 1825, M. S. Dept, of State, Instr., X, 225. Extractos de estas instrucciones conteniendo la mayor parte de los hechos arriba mencionados se insertan en American State Papers, Foreign Relations, V, 908, y VI, 278, y en British and Foreign State Papers, XIII, 485, con fecha 25 de marzo. El autógrafo de estas instrucciones, que se halla guardado en el archivo de la Embajada Norteamericana en México, lleva fecha 25 de marzo.
Sólo se menciona aquella parte de las instrucciones de Poinsett que podía haber influenciado su conducta personal en sus relaciones con el Gobierno de México. Las instrucciones que habían de guiarle para sus negociaciones se estudiarán en conección con dichas negociaciones.

18.- La frase cifrada era como sigue:
Obregón al Secretario, 30 de marzo de 1825, M. S. Rel. Ext.
C. C. Cambreling escribía a Poinsett desde Nueva York, en 30 de marzo de 1825, una amigable carta jocosa, diciéndole entre otras cosas: “Mira de hacer tratados de comercio ventajosos para nosotros y ten cuidado que John Bull no te coja la delantera: lo mejor que puedes hacer es sondearlo. Si puedes adquirir a Texas por algunas tierras de los pobres indios del desierto, pronto serás un gran hombre entre nosotros; o si puedes descubrir el medio de hacer a Cuba independiente, protegida por los Estados Unidos, México y Colombia, desde ahora te digo que tienes una gran probabilidad y te deseo suerte, ya que ésta es el todo en la política, no importa lo que sea en otras materias.” M. S. Poinsett Papers, II, Pennsylvania Historical Society. Este comentario familiar quizás reflejaba en gran manera lo que su amigo conocía eran los sentimientos de Poinsett. Los actos de este último con referencia a los tres puntos que aquí se mencionan específicamente, o sea la influencia británica, Texas y Cuba, demuestran que estas jocosas amonestaciones no habían sido vertidas en oídos sordos, aunque su política se diferenciase de éstos en los detalles.

19.- Poinsett a Clay, Veracruz, 5 de mayo de 1825, M. S. Dept, of State, Mex., Desp., I.

20.- Lo siguiente tomado de la Voz de la Patria, II, núm. 7, 11 de febrero de 1830, es típico de las amargamente predispuestas afirmaciones que se hacían contra el carácter e influencia de Poinsett, y las cuales en aquel entonces se creían. Examinando la historia del Gobierno durante la misión de Poinsett, dice el escritor: “En este mismo aciago día, un correo extraordinario llegado de Veracruz avisó que había desembarcado Mr. Ricardo Joel Poinsett (sic), ministro plenipotenciario de los Estados Unidos del Norte de América: al saberlo el general Wilkinson que se hallaba en México, preguntó al que le anunció esta nueva, ¿qué crimen habría cometido este desgraciado pueblo, que el cielo en su cólera le mandaba tal hombre para que le cause las mayores desgracias? Dentro de breve se cumplió este vaticinio.”

21.- Poinsett a Clay, Veracruz, 5 de mayo de 1825, según se cita en la nota 19; y el mismo al mismo, Mexico, 28 de mayo de 1825, M. S. Dept, of State, Mex., Desp., I.
Gobernador Barragán al Secretario, Veracruz, 3 de mayo de 1825, hablaba de la llegada de Poinsett y decía que se habían hecho preparativos para su viaje y acomodamiento en Jalapa. Una respuesta de 10 de mayo aprueba la conducta del gobernador. Poinsett a Alamán, Sacrificios, 4 de mayo de 1825, dando noticia oficial de su llegada. Una respuesta fechada en 10 de mayo acusa recibo de la nota, incluyéndole su pasaporte para que continúe su viaje hacia la Capital, y diciéndole que se habían dado las órdenes oportunas para su seguridad y satisfacción durante su viaje. Alamán al Gobernador de Puebla, 10 de mayo, instruyendo a éste para que lo tuviera todo preparado para recibir a Poinsett. Su respuesta de 15 de mayo, manifiesta haberse recibido la orden y que se había cumplido con la misma, y que Poinsett había acabado de llegar. Todos estos oficios se hallarán en los Manuscritos de Rel. Ext.

22.- Poinsett a Clay, 28 de mayo de 1825, según se cita en la nota 21.

23.- Poinsett a Alamán, 26 de mayo de 1825, y Alamán a Poinsett, 27 de mayo de 1825, M. S. Rel. Ext.

24.- Poinsett a Clay, 4 de junio de 1825, incluyendo una copia del discurso del Presidente Victoria al Encargado de Negocios de la Gran Bretaña, 31 de mayo; Discurso de Poinsett de primero de junio; respuesta de Victoria, de la misma fecha, al último; Wilcocks a Poinsett, 12 de mayo de 1825; y respuesta de Poinsett, de 15 de mayo, al último, haciendo arreglos para las ceremonias de la recepción; todos están en los manuscritos del Dept, of State, Mex., Desp., I. El discurso de Poinsett y la respuesta de Victoria se insertan en las Memorias para la Historia de México, por Bocanegra, I, 379-382. Copia del discurso de Poinsett en inglés con una traducción española adjunta se hallará en los Manuscritos de Rel. Ext. Con ella se encontrará también la carta credencial de Poinsett fecha 14 de marzo de 1825, firmada por John Q. Adams y H. Clay. En una relación de estas recepciones inserta en la Voz de la Patria, II, núm., 7, se compara a Ward con Poinsett, haciéndose elogios de la habilidad lingüística del último, pero al mismo tiempo se censura su carácter, de este modo: “El día primero de junio hizo lo mismo Mr. Poinsett, enviado de Norte América: su arenga estuvo mejor dicha que la del de Inglaterra, y más larga, pues posee el idioma español muy regularmente por desgracia nuestra, para causarnos infinitos males.”

25.- Poinsett a Clay, 5 de agosto de 1825, M. S. Dept, of State, Mex., Desp., I. El breve párrafo que arriba se copia y en el cual se hace referencia al partido americano, se hallará en la copia de la carta en el tomo de Duplicate Despatches, pero no en el tomo regular.

26.- Clay a Poinsett, 24 de setiembre de 1825, M. S. Dept, of State, Instr., X, 225. Este párrafo no se halla contenido en ninguno de los extractos que se han impreso de esta carta. Esta carta de Clay fué escrita antes de haberse recibido la de Poinsett de 5 de agosto. Esa llegó al Dept. de Estado en 3 de octubre.

27.- Poinsett a Clay, 12 de octubre de 1825, en clave, componiéndose de doce páginas, M. S. Dept. of State, Mex., Desp., I.

28.- Dimisión de Alamán, 23 de setiembre de 1825, M. S. Rel. Ext., y acceptacion de la misión, 27 de setiembre de 1825, M. S. Reí. Ext. Zavala, Ensayo Histórico, I, 342.

29.- Poinsett a Rufus King, 10 de octubre de 1825, incluida en la de Poinsett a Clay, 12 de octubre de 1825, citada en la nota 27.

30.- Poinsett al Secretario de Estado, 10 de marzo de 1829, M. S. Dept, of State, Mex., Desp., IV.

31.- Tornel, Breve Reseña Histórica,38.

32.- Alamán, Historia de Méjico,V, 823.

33.- Véase a Temperley, The Later American Policy of George Canning. American Historical Review, XI, 779-797, el objeto de cuyo artículo es demostrar que esta política “estaba encaminada a destruir ciertos reclamos y pretensiones de la doctrina de Monroe.” Mucha luz interesante puede arrojarse todavía sobre esta materia del conflicto de intereses entre Inglaterra y los Estados Unidos en la Capital mexicana y de las opuestas intrigas de Poinsett y de Ward, por un cuidadoso estudio de la correspondencia de Ward con su gobierno mientras era encargado de negocios en México.

34.- Poinsett a Clay, 4 de enero de 1826, M. S. Dept, of State, Mex., Desp., I.

35.- Poinsett a Rufus King, 14 de octubre de 1825, M. S. Dept, of State, Mex., Desp., I.

36.- Poinsett a Clay, 26 de agosto de 1826, M. S. Dept, of State, Mex., Desp., II. En esta decía él que había un tercer partido llamado Los Piadosos, opuesto a toda influencia masónica, pero que no había recibido casi ningún apoyo. En enero había escrito que la masonería estaba en su apogeo y que, exceptuando al Presidente, todo el Gabinete y todos los hombres principales del país eran masones, siendo miembros de las logias aún algunos de los más altos dignatarios del Clero.

37.- Poinsett a Clay, 21 de octubre de 1826, estando cifrados casi todos los datos que en ella se dan, M.S. Dept. of State, Mex., Desp., II.

38.- Poinsett a Clay, 15 de noviembre de 1826, M.S. Dept, of State, Mex., Desp., II.

39.- Poinsett a Clay, 8 de julio de 1827, M.S. Dept, of State, Mex., Desp., III.

40.- Zavala, Ensayo Histórico, I, 346. Este fué publicado en 1831. Ibid., en la página 385, dice así: “los periódicos del otro bando le acusaban de haber faltado a la primera obligación de un ministro extranjero, que es la de no mezclarse en las cuestiones interiores del país en que ejercen su misión, y en donde no están de consiguiente sujetos a las leyes comunes. La acusación en el fondo era injusta.” Ibid., en la página 339, hace un vivo elogio de la habilidad de Poinsett y reconoce su no interrumpida amistad, lo que demuestra desde luego que es un testigo parcial.

41.- Tornel, Breve Reseña, etc., 45.

42.- Las narraciones en que severamente se condena a Poinsett, son: Alamán, Historia de México, V, 822, 824; Bocanegra, Memorias para la Historia de México, I, 382, 389-395; ibid., II, 13, 17-22; Rivera, Historia de Jalapa, II, 366-369; y Zamacois, Historia de Méjico, XI, 620.
H. H. Bancroft, History of Mexico, V, 32, cita a Zavala y exonera a Poinsett. Romero, Mexico and the United States, 349, dice que, “parece que aunque él deseaba el éxito de los yorkinos, no había sido el fundador de la logia.” Robinson, Mexico and her Military Chieftains, demuestra su falta de exactitud cuando dice, en la página 146: “Mr. Poinsett, bien puede suponerse, jamás tuvo relación alguna con ninguna de las dos ramas de la orden en México.” McMas- ter, History of the People of the United States, V, 540, correcta pero brevemente expone la parte que Poinsett tomó en la organización de las logias. Yoakum, en su Comprehensive History of Texas, I, 124, hace una breve reseña, en sustancia correcta.

43.- “Manifiesto del Congreso de Veracruz a la Nación mexicana,” 19 de junio de 1827, traducción inglesa en 26 páginas manuscritas, inclusa en carta de Poinsett a Clay, 8 de julio de 1827, M.S. Dept, of State, Mex., Desp., III. En el tomo de Duplicate Despatches hay una copia de él impresa en español. El manifiesto declaraba que muchos iturbidistas eran miembros de las logias de York y que su propósito no era otro que restaurar el Imperio con el hijo de Iturbide como Emperador. Poinsett estimaba que esto era demasiado absurdo para merecer ninguna consideración. Es un hecho que más tarde los iturbidistas colaboraron con los yorkinos; pero esto fue tal vez debido a que los borbonistas colaboraban con los escoceses.

44.- Poinsett, “Exposición de la Política de los Estados Tenidos hacia las Repúblicas de América,” fechada 4 de julio de 1827, inclusa en la carta de Poinsett a Clay, 8 de julio de 1827, M.S. Dept, of State, Mex., Desp., III. Una copia impresa en español se hallará en el tomo de Duplicate Despatches. También se encuentra en las librerías, aunque rara vez en forma de folleto. Los periódicos de la época también publicaron traducciones inglesas en los Estados Unidos. El manuscrito consta de 16 páginas. 

45.- Poinsett a Clay, 8 de julio de 1827, M.S. Dept, of State, Mex., Desp., III. Esta carta se compone de 20 páginas manuscritas. Gran parte de ellas contienen un examen del origen, composición y principios del partido escocés, y de la parte que él había tomado en la organización de los masones de York, y de la actitud desplegada por los yorkinos para contrarrestar la de los escoceses. Véase lo que arriba se dice. 
Rivera, Historia de Jalapa, II, 426, hace un breve estudio del manifiesto de Veracruz y el subsiguiente movimiento revolucionario en el Estado de Veracruz; casi todos los historiadores mexicanos anteriormente citados en las notas 40 y 42 analizan el manifiesto. 
46.- Adams, Memoirs, VII, 312.

47.- Obregón al Secretario, 13 de setiembre de 1827, M.S. Rel. Ext.

48.- Clay a Poinsett, 19 de noviembre de 1827, M.S. Dept, of State, Instr., XII, 36.

49.- Zavala, Ensayo Histórico, I, 354. En las siete páginas que anteceden analiza las luchas de partido. El tono de esta crítica en los periódicos acerca de Poinsett y del gobierno que se suponía dominado por él queda indicado en los siguientes extractos tomados de la Voz de la Patria, II, núm. 8, 15 de febrero de 1830: “No afligían menos la patria los males políticos que ya comenzaban a manifestarse, y cuyo origen fontal se debe casi exclusivamente a la instalación de las logias de los yorkinos en México. * * * Poinsett, el regulador j árbitro de este establecimiento, de que se ha llamado Sumo Pontífice, muy luego procuró sacar todo el partido posible para llenar sus objetos principales; a saber, destruir nuestra República, y engrandecer la del Norte América, por ser on (en) su concepto incompatible la existencia de ambas. * * * La mano artera de Poinsett, movía a su placer los hilos de esta trama: este hombre insidioso de la humanidad, y cuyo nombre hace temblar a las repúblicas de Chiloe y Buenos- Aires, de donde fué lanzado como una mala y dañina bestia.”

50.- Aviraneta, español peninsular que viajaba por México, recibió información en Veracruz de “que el Mercurio es un periódico subvencionado por Poinssete (sic) enviado de los Estados Unidos: es un periódico yorkino, para promover la expulsión de los comerciantes y propietarios españoles del territorio de la República, y substituir la influencia del pueblo yanki.” Véase a Aviraneta e Ibargoyen, Memorias Intimas 1825-1829, en Documentos Históricos de México, por D. Luis García Pimentel, III, 45. El mismo, en la página 58, dice: “Los escritores del Mercurio son hombres vendidos al oro que desparrama Poinsset (sic) a manos llenas, entre los incautos mexicanos.” Martinez, Sinopsis Histórica de las Revoluciones L 58, hace una breve reseña de las luchas entre los partidos.
51.- Poinsett a Clay, 10 de noviembre de 1827, M.S. Dept, of State, Mex., Desp., III.

52.- Poinsett a Clay, 8 de diciembre de 1827, M.S. Dept. of State, Mex., Desp., III. Decía que en la Cámara baja del Congreso nacional se hallaba pendiente de resolución un proyecto de ley, el cual probablemente se votaría, para la expulsión de los españoles.

53.- Poinsett a Clay, 9 de enero de 1828, M.S. Dept, of State, Mex., Desp., III. Los yorkinos más radicales querían ejecutar a los sediciosos. Los escoceses querían que se proclamase una amnistía para todos. Mas tomóse un curso prudente y se les permitió ir al destierro, y últimamente regresar. Véase a Bancroft, History of Mexico, V, 37-40; Rivera, Historio de Jalapa, II, 450; Alamán, Historia de Méjico, V, 836-839.

54.- Poinsett a Clay, 9 de febrero de 1828, M.S. Dept, of State, Mex., Desp., III.

55.- Echando una ojeada retrospectiva, después del llamamiento de Poinsett, hacia el período de las luchas de partido, durante el ejercicio de su misión, la Vos de la Patria, II, núm. 14, 11 de marzo de 1830, decía: “Poinsett mandaba a Victoria como a un pilhuanejo, y éste no quería oír mas voz que la de Poinsett, * * * Poinsett llevaba adelante su influjo, y sacaba de él todo el partido posible. Figurábase ser algún día el árbitro de la Nación.”
Ibar, Muerte Política de la República, núm. 11, 20 de mayo de 1829, hablaba de “las miras ambiciosas de ese ministro extranjero, agente pagado por el gabinete de Norte América para remacharnos las cadenas de la esclavitud.”
56.- Esta narración de la campaña, la elección y los resultados de la misma, están tomados enteramente de las cartas de Poinsett a Clay, cruzadas por espacio de nueve meses, como sigue: julio 16, 1828; setiembre 17, 1828; setiembre 25, 1828; octubre 22, 1828; diciembre 10, 1828; diciembre 17, 1828; diciembre 24, 1828; diciembre 27, 1828; enero 8, 1829; enero 10, 1829; enero 23, 1829; enero 31, 1829; marzo 3, 1829; abril 3, 1829; abril 15, 1829; M.S. Dept, of State, Mex., Desp., IV.

57.- Poinsett a Clay, 10 de marzo de 1829, M.S. Dept, of State, Mex., Desp., IV. En esta larga carta que se compone de 42 páginas, comentando nuevamente sobre las personas y principios envueltos en los recientes movimientos revolucionarios, decía que Pedraza era un tránsfuga político: él había peleado durante la guerra de la independencia al servicio de España contra los insurrectos; él había sido diputado a Cortes; él se había hecho ministro de Iturbide a su regreso, y después, había sido uno de los promotores en el derrocamiento de Iturbide y adicto al partido escocés. Cuando se descubrió el complot de Fray Arenas, así como la relación del partido escocés con esta conjura, él desertó las filas del partido y alcanzó popularidad en el castigo de los conspiradores y en la ayuda que prestó para derrocar al General Bravo; él fué Secretario de la Guerra; y cuando, se lizo necesario dividir el partido de York, él fué el instrumento elegido para llevar a cabo esa división, teniendo, como tenía, amigos en todas las demás facciones adversarias. Su éxito en las elecciones se debió al hecho de que algunas de las legislaturas habían sido elegidas cuando el partido escocés estaba en el poder. El Senado y la Corte Suprema del Gobierno Federal pertenecían también todavía a esa facción. Poinsett creía que si las facciones reaccionarias se hubiesen aprovechado de su posición ventajosa por medio de la moderación, podrían haber retenido el poder, pero su persecución obligó a Santa Ana, Zavala y otros a refugiarse en la revolución.
Poinsett defendía a las tropas que habían tomado a Ciudad de México por asalto, diciendo que las crueldades que se les atribuían habían sido grandemente exageradas. Culpaba al Gobierno de no haber impedido el ataque contra la ciudad; primero, protegiéndola vigorosamente, y luego, en la ausencia de esto, aceptando la oportunidad que se le ofreciera de capitular antes del ataque.
La oposición de los últimos insurrectos contra los españoles, decía, podía explicarse si se tenía en cuenta la intrusión política de los peninsulares, que constantemente habían estado tratando de restaurar el dominio de España. El Senado todavía se negaba a sancionar ninguna ley expulsando del territorio a los españoles según demandaban los insurrectos, porque los españoles habían constantemente apoyado al partido escocés, que todavía imperaba en dicho cuerpo. Poinsett temía que esto pudiera causar disturbios ulteriores.
Para un análisis de las elecciones de 1828 y la subsiguiente insurrección. Véase a Bancroft, History of Mexico, V, 40-45; Zavala, Ensayo Histórico, II, 101-148; Alamán, Historia de Méjico, V, 839-843; Zamacois, Historia de Méjico, XI, 671-715. Lo dicho por Zavala es desde luego parcial a favor de la insurrección, puesto que él había sido uno de sus cabecillas principales.

58.- Ibar, Muerte Política de la República Mexicana, núm. 15, 6 de junio de 1829; ibid., núm. 19, 24 de junio de 1829; ibid., núm. 1, 11 de marzo, núm. 6, 23 de abril, y núm. 26, 18 de julio de 1829. El último declara que también se decía con alguna reserva que Poinsett era un agente pagado del Gobierno de Madrid para que asistiera en la reconquista por España.

59.- Poinsett a Van Burén, 15 de julio de 1829, M.S. Dept, of State, Mex., Desp., IV.

60.- “Manifiesto de la Legislatura del Estado de México,” Tlalpam, 31 de julio de 1829, M.S. Reí. Ext. Una traducción inglesa de este documento va incluida en la carta de Poinsett a Van Burén de 7 de agosto de 1829, M.S. Dept, of State, Mex., Desp., IV. También se acompaña un folleto conteniendo dicho manifiesto en español.

61.- Respuesta de Poinsett, 2 de agosto de 1829, M.S. Dept, of State, Mex., Desp., IV, inclusa en la carta de Poinsett a Van Burén, 7 de agosto de 1829. La traducción inglesa consta de 26 páginas. También se acompaña la misma impresa en español.

62.- Poinsett a Van Burén, 7 de agosto de 1829, M..S. Dept, of State, Mex., Desp., IV.
Zavala, que pertenecía al Ministerio de Guerrero cuando se hicieron los ataques pero que dimitió poco tiempo después, dice que detrás de todos estos ataques podía verse la mano de otros dos ministros, Herrera y Bocanegra. La política tímida e incierta de Guerrero, quien sabía de sus planes, dice él, les habilitaba para hacer esto. Zavala, Ensayo Histórico, II, 197. Ibar, Muerte Política, núm. 32, 8 de agosto de 1829, dice: “¿Quién fué el que mandó asesinar a nuestro enviado a los Estados Unidos del Norte, al virtuoso Obregón? Poinsett. Conocidas son las intrigas de este ministro infame, y hoy se han presentado a toda luz."

63.- Van Burén a Poinsett, 16 de octubre de 1829, M.S. Dept, of State, Instr., American States, XIV, 141.

64.- Guerrero a Jackson [primero de julio de 1829], M.S. Dept, of State, Notes from Mexican Legation, I, inclusa en la carta de Montoya a Van Burén, 17 de octubre de 1829. El original español de la carta de Guerrero va acompañado de una traducción inglesa.

65.- Secretario a Montoya, primero de julio de 1829, M.S. Rel. Ext.

66.- Posdata de 17 de octubre añadida a la carta de Van Burén a Poinsett, 16 de octubre de 1829, M.S. Dept, of State, Instr., Am. Sts., XIV, 141; Jackson a Guerrero, 17 de octubre de 1829, M.S. Rel. Ext.
Una posdata de 17 de octubre añadida a la carta de Van Burén a Butler, 16 de octubre, indica que Jackson y Van Burén creían que los ataques a Poinsett eran debidos a la falta del Gobierno mexicano en no protegerle de una manera apropiada más bien que a sus actos. House Docs., 25th Cong., 2d sess., No. 351, pág. 52.
Las razones dadas por Jackson para llamar a Poinsett, copiadas de los manuscritos de Jackson, se insertan en Diplomacy under Tyler and Polk, pór Reeves, pág. 68.

67.- Van Buren a Poinsett, 17 de octubre de 1829, M.S. Dept, of State, Instr., Am. Sts., XIV, 148. Cuando Poinsett se encontró en el aprieto de ver que su giro había sido protestado, manifestó que sentía que esto se hubiera creído necesario, puesto que él hubiera reembolsado la diferencia con gusto si hubiera sabido que el Departamento así lo deseaba, explicando cómo había estado girando por su sueldo y por qué hacía esto, y terminaba diciendo que él “quedaría conforme con la decisión del Departamento respecto al giro de £100 sobre Londres con tal que el Gobierno me reintegre las sumas que le he abonado a causa del favorable estado del cambio entre México y los Estados Unidos.” Poinsett a Van Burén, 9 de diciembre de 1829, M.S. Dept, of State, Mex., Desp., IV.

68.- Montoya al Secretario, 19 de octubre de 1829, M.S. Rel. Ext.
Para un breve estudio acerca del llamamiento de Poinsett, véase a McMaster, History of the People of the United States, V, 549; Bancroft, History of Mexico, V, 81; Bocanegra, Memorias, I, 382, y II, 23; Zamacois, Historia de Méjico, XI, 810; Zavala, Ensayo Histórico, II, 197; Mayo, Political Sketches, 95.

69.- Van Buren a Butler, 16 de octubre de 1829, House Docs., 25th Cong., 2d sess., No. 53, pág. 51. Debe mencionarse que la conducta de Butler en México fué peor que la de Poinsett, sus motivos menos puros, y su llamamiento también fué solicitado.
70.- Poinsett a Van Buren, 9 de diciembre de 1829, acusando recibo de su llamamiento, M.S. Dept, of State, Mex., Desp., IV.

71.- Poinsett a Van Buren, 4 de noviembre de 1829, M.S. Dept, of State, Mex., Desp., IV. Esta dice que él había pedido al comandante del escuadrón de los Estados Unidos en las Antillas que le enviase un barco de guerra a las costas mexicanas para salir del país.

72.- Poinsett a Van Buren, 26 de diciembre de 1829, diciendo que se había despedido el día anterior y que esperaba partir el 2 de enero de 1830, M.S. Dept. of State, Mex., Desp., IV. Una nueva insurrección había derrocado a Guerrero, el cual huyera, y el Vicepresidente Bustamante había tomado las riendas del Estado. Poinsett a Viesca, 15 de diciembre de 1829, pidiendo audiencia para presentar su carta de retiro. Secretario de Relaciones a Poinsett, 24 de diciembre, en contestación señalaba el 25 de diciembre. Poinsett abandonó México el 3 de enero de 1830, y llegó a Nueva Orleans, el 2 de febrero. Poinsett a Van Burén, Nueva Orleans, 3 de febrero de 1830, M.S. Dept, of State, Mex., Desp., IV.

73.- El Presidente provisional al Presidente de los Estados Unidos, 31 de diciembre de 1829, M.S. Reí. Ext. Adjunta a ésta se encontrará la del Secretario a Poinsett, 31 de diciembre, concediéndole el privilegio de salir y asignándole una escolta.
A mediados de diciembre envió el Gobierno central una carta circular a todos los gobernadores de Estado manifestándoles el llamamiento de Poinsett. Esta circular y las congratulatorias respuestas a ella enviadas por los gobiernos de quince Estados se hallarán en un expediente en M.S. Rel. Ext.