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Selección de textos y documentos:

Doralicia Carmona Dávila

© Derechos Reservados
ISBN 970-95193

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1823 Carta de Aycinena al Emperador

Don Mariano de Aycinema expone las causas por las que se unió Guatemala al Imperio de México y qué personas fueron en Centro América los agentes de Iturbide. En 1833 Aycinena publicará "Otras Reflexiones sobre la Reforma Política en Centroamérica".

 

Señor don José Manuel Herrera

                              (Reservadísima)

                                                    Guatemala, febrero 20 de 1823.

Mi querido amigo y señor: Me acuerdo de haber renunciado la gran cruz, con que S. M. bondadosamente me honró, y también de los motivos sinceros que expuse para ello.

Me es hoy tanto más sensible hallarme en la precisión de quebrantar aquellos propósitos, ó sean fundamentos de mi carrera pública; pero hé pesado las cosas detenidamente, me he hecho la reflexión de que la caridad bien ordenada comienza por uno mismo y no debo ser tan severo, que me quiera hacer desgraciado para siempre por sólo dar ensanche á los principios de delicadeza que deben ceder á los de honor bien entendido. Por otra parte, S.M. el Emperador, por una casualidad ha venido á conocerme en los días de nuestra gloriosa independencia: me favorece como no merezco; la muerte cruel, que á nadie perdona, pudiera arrancárnoslo, así como á Ud, que igualmente me distingue, y en tal desgracia (que Dios no permita) me fuera muy difícil enderezar una suerte, tan triste como la preveo.

Yo, señor don José manuel, vino á abrir los ojos, cuando la fortuna de mi casa se veía amenazada allá por el año de 1811, que de los dos hermanos mayores, que manejaban los negocios, el uno se fué a España de Consejero, empeñandola en mayores gastos; y el otro, que era el Marqués, murió agoviado de pesares públicos y domésticos.

Poseido yo siempre de unos sentimientos de honor y cariño á toda mi familia, formé el propósito de sacrificarme por ella y por la casa conservase su reputación.

Mi hermano Juan Fermín, que murió el año pasado, llevaba aquí la dirección de los negocios, y yo me condené á vivir como cuatro años en las haciendas por proporcionarle recursos, para que pudiese cubrir muvhos créditos que nos atormentaban, sin faltar al mantenimiento regular de los demás interesados.

Puede Ud. hacerse cargo de lo penoso que habré vivido con semejantes empeños, y sólo me queda la satisfacción de que, aunque por la fatalidad de los tiempos y del sistema opresor de la España, no hemos podido desembarazar del todo á la casa, sí la hemos conservado en regular reputación, porque Dios seguramente quiso premiar nuestras buenas intenciones, no porque en el estado que tenían las cosas, parecía imposible atender á tantos deberes.

Habiendo fallecido, por los años de 17 y 19, otros dos hermanos, que ya nos ayudaban al sostén de la casa, y últimamente Juan Fermín el año pasado, he quedado sólo, para mantener al hermano de Madrid y su familia, la Marquesa y sus hijos, la viuda de Juan Fermín y su chiquilla, con otras hermanas, que aunque ya no son partícipes en el caudal, tienen familias y me es preciso auxiliarlas en algo.

He vivido y vivo siempre en apuros de mucho tamaño, aun cuando no existan los motivos del trastorno de las provincias. Me mantengo en la casa paterna, que por razón del título es de mi sobrino el Marqués, así como las fincas que los son propias.

Aunque por mi estado soltero y las diversas acciones que reuno en el caudal común, soy acaso el más interesado, yo no hago gasto ninguno por saber cómo andan las cosas, y me esfuerzo por que las viudas tengan lo preciso para mantenerse con decoro. En una palabra, para no fastidiar a Ud., yo en mis circunstancias, aunque muy amado y respetado de mis familias, que me ven sacrificarme por ellas, parezco un peregrino ó un arrimado en la misma casa de mi padre, que fué el primer Marqués. Asi es que, deseando casarme con una señorita de mis esfera, mas ha de cinco años, no lo hé podido efectuar, por no hallarme el caudal con el desahogo que convenía, á pesar de mis continuados esfuerzos, y poruqe no hago el ánimo de contraer una nueva obligación, que me haga desatender las que ya Dios me ha puesto de estas familias que miro con tanto amor y compasión, como que en ellas recuerdo a mis hermanos.

Yo no quiero empleo público ninguno, porque no es esto de mi genio, y de otra parte es incompatible con mis obligaciones y manejo de la casa, que no hay otro que la gobierne. Deseara que S. M., por efecto de su magnificiencia me adelantase una pensión vitalicia de cuatro a cinco mil pesos, que no recayese sobre la tesorerias de estas provincias, para alejar odiosidades. Con esto podré yo ponerme en estado y asegurado que no tengo por este motivo, que afligir más á la csas común mientras los negocios se presenten tan dificiles, se enderezará mi suerte no menos que la de una familia propia y tendré la satisfaccion de que vean lo hago sin desatender á las demás, cosa que no se ofrezcan disgustos domésticos, etc.

Nunca hubiera llegado  la vez de parecer interesado. No lo soy, mi buen amigo; sino que Ud. se pondrá en mi lugar y conocerá que ésta es una necesidad, una precisión para no verme condenado al celibatismo, menos hoy que S. M. graciosamente me tiene elevado al rango de gran cruz. Me descubro, pues, con mi padre, que no tengo otro que el Emperador, y con un amigo que tantas pruebas me ha dado de su cariño.

No alego méritos públicos; porque lo poco que he podido hacer lo debía á la patria y á la razón. Me hago el cargo de las apuraciones públicas, y no quiero aumentarlas sino es que se considere mi situación, cuando buenamente lo permitan las circunstancias del Estado.

Por último, advierto á Ud., que concediéndoseme esta pensión, bien sobre fondos de la orden de Guadalupe ó sobre piezas eclesiasticas de mitras ó canongías, como lo hacían en Francia en la época del Abate Bertelemi, que se haga de manera, que no se entienda haberla yo pedido, y menos que se divulgue demasiado, ocurriéndome para lo primero el arbitrio de decir, que entre todos los agraciados con la gran cruz, parece que sólo yo no tengo renta alguna y es preciso para sostener el decoro, etc.

Mi juventud hasta la edad que tengo de 33 años ha sido de trabajos no buscados para una conducta irregular y deseara algún descanso. "Tenga Ud. la bondad de poner en el conocimiento de S. M. esta exposición que yo espero de su fineza haga propio el negocio; quedando también satisfecho, de que si no tuviera efecto será por algún inconveniente de justicia, cuyos límites no me he propuesto traspasar.

Soy de Ud. con la mayor cordialidad, apasionado y obediente servidor, que atento b.s.m.

Mariano de Aycinena.

Los Escribanos nacionales, que aquí firmamos, certificamos que la carta que antecede, que queda rubricada por nos, es al parecer escrita y firmada por Mariano Aycinena, según el conocimiento práctico que tenemos de su letra y firma. Y de orden verbal del C. Jefe departamental, Licenciado Antonio Rivera, damos la presente en la ciudad de Guatemala, á diez y ocho de mayo de mil ochocientos veintinueve.- José Domingo Estrada- José Francisco Gavarrete.

 

 

 

 

 

 

(La Miscelánea, núm 8 página 32, febrero 24 de 1840).