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Selección de textos y documentos:

Doralicia Carmona Dávila

© Derechos Reservados
ISBN 970-95193

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1822 Francisco de Paula Álvarez contesta los argumentos del pronunciamiento de Santa Anna.

Puebla, diciembre de 1822.

 

Francisco de Paula Álvarez contesta los argumentos
del pronunciamiento de Santa Anna

 

Al Ex-brigadier Antonio López de Santa Anna.

El Ciudadano Francisco de Paula Álvarez.

Entre los pliegos oficiales que en razón de mi destino han llegado hoy a mis manos, vi uno con esta dirección: “Al señor D. Agustín de Iturbide.

Del general del ejército republicano.” Abro y leo la carta que con fecha del 6 escribe vos al emperador: di cuenta con ella a Su Majestad, quien la recibió como recibe el fuerte los insultos del débil; es decir, compadeciendo su furor que no es mas que un verdadero delirio; quiso contestar, pero pareciéndome que su moderación no le permitiría hacerlo cual conviene, y creyendo por otra parte, que dirigirse al rebelde el jefe de la nación era degradar su dignidad y hacer una afrenta a los pueblos que rige, se lo manifesté y obtuve la gracia de que se me permitiese a mí hacerlo, como lo verifico.

A vos debe serle poco grato que yo me haya hecho cargo de esta comisión: el conocimiento que tengo de su persona desde que llegué al Imperio, mi inmediación al gobierno, el haber manejado algún tiempo los negocios del Estado y la poca correspondencia que hemos tenido, provocada siempre por vos, me ponen al alcance de cuanto hay que saber para contestar su carta; y mi genio áspero, mi carácter adusto y melancólico no le dejarán esperar que lo haga con amabilidad y con dulzura; pero ya saltó vos a la arena, no le queda otro recurso que luchar con el que se presente.

Tiene vos la poca delicadeza de empezar suponiéndose de importancia: lo que trabajé, dice vos, lo que contribuí; mis conatos y desvelos; no perdoné fatigas ni sacrificios. He vos aquí palabrotas retumbantes, que en la pluma de vos significan lo contrario de lo que se propuso, y que en mi concepto, el que las escribió tuvo la maligna intención de ponerle en ridículo. ¿Qué trabajos puede hacer de provecho una cabeza vacía y desorganizada? ¿A qué podía contribuir un joven inexperto y sin opinión? ¿Cuándo tuvo vos otros conatos, ni se desveló por otra cosa, que por dar pábulo a una ambición que no conoce límites? ¿De qué fatigas puede hacer vos mérito, que sean dignas de un hombre, y no estén al alcance de cualquier gañan?

¿Qué sacrificios en fin hizo vos, que no fuesen efecto, de la fuerza unos, como su incorporación al Ejército Trigarante, de codicia y de ignorancia otros, como el asalto a Veracruz que no lo habría intentado un tambor; de bajeza aquellos que se refieren a la coronación, pues nunca se propuso vos otro objeto que su engrandecimiento; de miedo esos otros que tienen relación con la persona de Su Majestad? Desmiéntame vos, y diré que tiene razón; señáleme vos sus servicios, esos servicios con que se ha propuesto alucinar a los que, o no le entienden, o no están en antecedentes; yo los calificaré y el publico juzgará. Pues que, ¿hay quien ignore que el saber en efecto de la educación, y que vos no tuvo donde adquirirla, que para ser buen ciudadano se necesitan virtudes, y las de vos no fueron otras que la ingratitud, la desnaturalización, la falta de fe, el orgullo, la adulación y la felonía? Probaré, que no acostumbro solicitar que se me crea bajo mi palabra. El oficio de un escribano, la oficina de un fanático rutinero, hipócrita y terco, ni la sociedad con los tostados habitantes de la mortífera costa de Veracruz, no son escuelas en donde se aprende, ni modelos que elevan el alma y la engrandecen. Al viejo Dávila debió vos los principios de su fortuna, debió vos por mucho tiempo sus alimentos; al libertador del Septentrión su desmerecido engrandecimiento.

¿Cómo pagó vos a uno y otro sus beneficios? ¿Para ser soldado de la patria era necesario infamar, perseguir, y asestar tiros de muerte directa y exclusivamente contra la persona de un hombre que le colmo de halagos y de obsequios? ¿A quién hará vos creer que no un injusto resentimiento, sino la felicidad pública le estimuló al último atentado? Por pequeños intereses, tal vez por despreciables objetos de infame prostitución, abandonó vos a su familia, maltrató vos a sus hermanos y dejó de socorrer a sus parientes menesterosos; a mí vino alguno de ellos a mendigar su subsistencia, y tengo el recibo de lo que le suministré por disposición de un hombre de bien, cuyo nombre no merece vos oír. A la falsificación de una firma y al abuso que hizo vos de la confianza de su jefe debió su primer ascenso en la carrera militar; a la hipocresía con que se presentó al que le venció en Xalapa, y a la usurpación que hizo del mérito de otros, el que su nombre hasta entonces oscuro empezase a ser conocido; a la desvergüenza de usar un distintivo que le concedió un virrey en concepto equivocado, el ser jefe en un ejército que no estaba a las órdenes de quien dio a vos el ascenso, a la bajeza con que se arrastró en palacio, a su eterno pedir sin pudor, a sus lagrimas, pues hasta este extremo llegó su debilidad, el regimiento que defraudó y pervirtió, el entorchado que alimentó su vanidad, el mando que hizo desgraciados a los pueblos que se le encargaron, la cruz que cubrió su corazón amasado de hiel y de ponzoña. Poseído de un orgullo infernal, se resistió vos siempre a conocer superioridad, chocó vos con las corporaciones, se indispuso con sus compañeros, y ofendió la delicadeza de sus subalternos. Vos sabe que pasaron por mis manos las representaciones del capitán general Luaces, del inspector general García Conde, del ayuntamiento, diputación provincial, consulado de Veracruz y autoridades de Xalapa; las del teniente coronel mayor del número 8 de infantería, las de mil ciudadanos que se quejaron de sus insultos, injusticias, atropellamientos, de usurpación de facultades, y vos no puede dudar, que el actual capitán general me habría dicho a mí lo que su moderación no le ha permitido decir al gobierno. Vos sabe que yo sé de la manera que habló siempre al emperador, temblando y adulando, ofreciéndose a servicios propios de un lacayo, indignos de un jefe; que imploró mi protección, unas veces para que se le disimulase, otras para que se le ascendiese; que no había en palacio a quien vos no importunase y se abatiese; que engañó vos a la princesa de Iturbide, contándole fanfarronadas de soldado, haciéndole la partida y suponiéndose adorador de las virtudes de su hermano, que vos nunca apreció, porque jamás supo conocerlas; que yo sé cuanto vos dijo y cuantas veces, para persuadir al emperador a que destruyese el Congreso y ahorcase a sus diputados, para que se apoderase de los bienes de los europeos y los proscribiese, para que mandase en déspota y faltase a cuanto había prometido; ¡y es vos el jefe de la república soñada! ¡y habrá republicano que quiera serlo asociándose con vos, y siendo vos el corifeo de su sistema! ¡qué delirio tan vergonzoso! Ya no hay en el Imperio quien ignore que en la noche del 27 de octubre quiso vos asesinar al general Echávarri, y quedar expedito para aprovecharse del resultado; si la plaza la tomaban los españoles, les vendía vos la fineza; y si la defendía el valor de los buenos que había en ella, vos se atribuía la gloria; y de todos modos, esclavo de los españoles, o súbdito del gobierno mexicano, contaba vos en premio de su iniquidad, al menos con un grado mas: ¡bendita sea tal moral, elogiemos por siempre tan acendrado y puro patriotismo! Le parecerá a vos que ya he dicho bastante con respecto a su persona, a mi también me lo parece por ahora, reservándome para otra ocasión lo que resta; y me parece además que no se quejará vos de mí, que sabiendo tanto, he dicho tan poco, pero no me lo agradezca vos; callo por no escandalizar a los hombres de bien, por que no se horrorice la humanidad. Pero sería yo otro Santa Anna, si ocultase lo que conviene a los intereses de la nación, y es, indemnizar al emperador de las calumnias que vos le supone, e instruir al pueblo de las verdaderas intenciones de un traidor.

Dice vos de una manera frailesca, que se ve obligado a separarse de la obediencia del emperador, porque su gobierno absoluto va a llenar de males incalculables a la cara patria. Se me amontonan las ideas, tal vez no podré ordenarlas. No está vos obligado, sino arrestado por la envidia; no se separa vos, sino se deserta; la obediencia no es al emperador sino a la voluntad general; el gobierno no es absoluto, sino constitucional y moderado; un simple recelo no autoriza a inferir males de presente, por evitar otros de futuro, remotos e inciertos; y concluye vos el periodo con la expresión cara patria. ¡Pobre patria! digo yo, con tales hijos.

¿En qué puede vos apoyar la depresión absoluta de la libertad? ¿Sabe vos ante otras cosas, lo que significa esta palabra en el dialecto de los políticos? No es libertad irritar la codicia, ofreciendo saqueos, dejar vivir al soldado en el libertinaje, poder abusar impunemente de fondos que no son propios, atropellar la ordenanza, dando libertad a los que la perdieron por faltas o por delitos, pedir auxilio a los enemigos para fomentar la anarquía, no reconocer superioridad, reclamar honores de las guardias con grosera altanería, tratar mal a los inferiores, insultar al publico con una ostentación impertinente y vana; esto es lo que vos ha practicado, y el que se le haya reprendido y desaprobado es lo que vos llama estar la libertad reprimida; pero los que saben que la libertad civil consiste en la observancia de la ley, en arreglar cada uno su conducta de manera que resulte siempre preferido el bien público al particular, desmienten la disparatada aserción de vos y compadecen su ignorancia.

Que la nación esté conmovida por los acontecimientos del Congreso es una falsedad con que vos ha alucinado a los incautos; no hay más movimiento que el que vos ha hecho, y ni vos es la nación, ni los que le creyeron tampoco; ni éstos esperan para abandonar a vos y hablarle con la franqueza que yo, más que una ocasión que pueda ponerlos a cubierto de los brutales procedimientos de un desesperado. He dicho que no hay movimientos en el sentido que vos los anuncia; pero los hay en efecto en el que a vos le pesará y muy pronto; todos los habitantes del Imperio se mueven contra vos, y desean con el mayor entusiasmo mandarle a los infiernos; los amigos del emperador, porque lo son; los republicanos, que son los menos, y que lo son sólo de intención, porque se ha vendido vos a los españoles, y deshonrando su partido introduciéndose en él; los europeos, porque nada pueden esperar del que hizo traición a su patria y a sus bienhechores; los nobles, porque es vos plebeyo; los plebeyos, porque es vos orgulloso y presumido; los buenos porque vos es criminal; y los malos porque aun para los que lo son tiene atractivos la virtud. Sigue vos con una letanía de pueblos, de voces, de clamores, de juramentos, etc., etc. que ni vos sabe lo que escribió el que le puso a firmar su papel. ¿Dónde están esos pueblos que claman? ¿Qué juramentos se han quebrantado?

¿Qué sabe vos lo que son leyes ni sociedad? ¿Qué males padece el Imperio que no vengan del antiguo gobierno, o que no sean resultados necesarios de tres siglos de ignorancia, y de doce años de guerra civil? ¿Quien ha obstruido el comercio sino la codicia de los europeos, quitando el numerario de la circulación, auxiliados por un Congreso intrigante y tan mal intencionado; y la falta de confianza de los extranjeros, a que dieron lugar sediciones y los alborotos que causaron los dignos compañeros de vos que le precedieron en la traición? ¿Quién paralizó la agricultura y la extracción de las minas, sino el desorden de la insurrección, durante la que, todos los que cultivaban la tierra dejaron el arado para empuñar el machete y la lanza, ya sea para reconquistar su libertad, ya para alterar la posesión de sus bienes sin que estos mismos trabajadores hayan vuelto a sus trabajos, una vez acostumbrados a vivir sobre el país? No se vulneran los sagrados derechos de propiedad, cuando se usa el caudal existente en las necesidades públicas, o en las urgentes particulares; en este caso el derecho natural permite tomar de donde hay, pues en ello no hay tuyo ni mío; todo es de todos, porque todos son igualmente interesados en la conservación de la sociedad; es indispensable que diga vos disparates, siempre que se meta a hablar de lo que no entiende; pero si es vos tan escrupuloso ¿porqué no ha devuelto a los interesados los doscientos mil pesos, que íntegros, pertenecientes a la conducta, encontró vos en Veracruz, cuando furtivamente se introdujo y apoderó de ella? En la imputación de los enormes gastos del emperador, denota vos sobre mentir, la mezquindad de su alma pequeña; no hay un monarca en el mundo que cueste menos a su nación que el de México; cualquier grande en otra parte gasta más en un día, que Agustín Primero en una semana; además de que, desde que se coronó hasta hoy, ni se le ha señalado renta, ni ha tomado mas en tesorería que lo que disfrutaba siendo Generalísimo; y sin embargo, no sólo se ha mantenido, sino que ha hecho muchos bienes de su peculio, y todavía alcanzó para dar a vos el día que salió de Xalapa quinientos pesos para el viaje: éste es robo, y no el de la conducta; y en cuanto a que el Imperio Mexicano no puede sostener un emperador, menos podrá sostener tres cónsules y trescientos representantes. Estoy de prisa, si no yo le formaría a vos el cálculo, aunque vos no lo entendiese, de lo que debe constar a la nación mas la república que el emperador.

Pasemos al coco de los tontos, la minoración del Congreso; ¿qué haría vos, con todo su aparente respeto a la representación nacional, si ésta se compusiera de una porción de intrigantes, de otra de tontos, y de otra de hombres de bien, que la primera llevase la voz en las deliberaciones, la segunda votase cuando aquella quisiese, y la última aunque con más juicio y mejores intenciones, nada pudiese establecer por ser menor en número, y ser los votos y no las razones las que se cuentan en esta clase de cuerpos? ¿Qué haría vos si además de lo dicho, el Congreso tratase de trastornar el gobierno establecido, sembrase la discordia por todas las provincias, se opusiese a todas las disposiciones del Poder ejecutivo, sin más razón que la de no ser suyas; entorpeciese todos los ramos de administración; dejase perecer al ejército y a los empleados; se arrogase facultades de todos los poderes, destruyen-

do así la libertad y los fueros de la ciudadanía, estableciendo un despotismo mas insufrible que el de Constantinopla y Marruecos; que dejase los delitos impunes por su abandono en nombrar los tribunales; que estuviese de acuerdo con los enemigos del Estado para asaltarle en la primera ocasión, y que preparaba ésta con empeño y sin disimulo; que ya estaba desconceptuado con el público, y se le zahería sin rebozo ni recato alguno, y que él mismo ya se despreciaba porque conocía el estado de abyección a que había llegado? Prescindiendo de la ilegalidad de sus nombramientos y de los sacrificios que costaban a las provincias el número mal calculado de sus diputados. ¿Qué haría vos señor reformador? Estoy seguro que habría vos echado por la calle del medio, y con su acostumbrada prudencia y tino hubiera hecho lo que quería que hiciese el emperador, ahorcar a los Diputados, que esto se llama obrar militarmente. No hay tal gobierno absoluto; la representación nacional existe, y existe en los representantes que las provincias nombraron; hay división de poderes, está reconocida la soberanía del pueblo, se trabaja la constitución, y mientras se concluye hay otra que rige; si sabe vos en lo que consiste la diferencia de los gobiernos, no volverá a tener la sandez de llamar al actual absoluto y despótico. Pero ¿para qué cansarnos? Si vos mismo no cree lo que dice, ni hay mas que haber visto ajada su vanidad por la deposición del gobierno de Veracruz que le costó tanto, y que es la que sufre en estos trastornos.

¿Es vos republicano de buena fe? Pues ¿para que destruye vos la fortificación de Veracruz, para que se pone vos de acuerdo con el gobernador de San Juan de Ulúa? ¿Cree vos que este satélite de Fernando VII le auxiliará por su buena cara? Lo mismo es para los españoles que seamos imperiales, que seamos republicanos; lo que desean es volvernos a subyugar, y al efecto atizan la tea de la discordia, su ganancia está en nuestra pérdida; destruyámonos, y los que queden serán de nuevo sus esclavos. Esta política es tan sabida, que no hay charlatán de café que la ignore; es tan común que hasta vos lo sabe, y sin embargo coadyuva a sus deseos; ¿qué podremos, pues, pensar de vos?

Habla vos de hombres sensatos que le han instado a que se precipite, a que no señala vos otros que el padre Mier y algunos pocos de su calaña, con algunos mas, perdidos, viciosos y abandonados, que forman la hez de la sociedad.

Como de paso nos hace vos el obsequio a los que servimos a la nación, mas inmediatos al emperador, de llamarnos sus aduladores; no lo diría vos de mas cerca, y con menos dificultades de que se le pidiesen aclaraciones; pero sepa vos, mientras no se le puede decir de otro modo, que hay adulaciones a los príncipes, y las hay a los pueblos; aquella ya no está de moda, ni la practican sino los tontos; ésta es la que priva, y es la mas baja y la mas indecente; vos tiene la fortuna de haber desempeñado una y otra. Y porque no diga vos que me meto a procurador de pobres, hablaré por mí, y cito ante el mundo entero a los ministros, a los grandes, a los que tienen las riendas del gobierno, al mismo emperador, que me delaten al público, si alguna vez les dije mas que la verdad, si solicite favores, si mendigué consideraciones, si pretendí empleos, si los que tengo los pedí o me los dieron, si me hubiera costado mucho ser más de lo que soy; si mi semblante es siempre más áspero que agradable; y sepa vos además, que tengo carácter bastante para haberme separado de su lado, si hubiese advertido que se separaba una sola línea de la senda de la moderación y del liberalismo, que poseo porque me alimenté con él, porque lo cultivé en los países que se aprecia; y últimamente, porque al secretario de D. Juan O’Donojú, le basta este solo titulo para no ser enumerado entre los serviles, ni entre los lisonjeros.

Puebla, diciembre de 1822.

Francisco de Paula Álvarez.

México; Imprenta Imperial del señor D. Alejandro Váldes

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Juan Ortiz Escamilla (Comp.) [Con la colaboración de David Carbajal López y Paulo César López Romero]. Veracruz. La guerra por la Independencia de México 1821-1825. Antología de documentos. Comisión Estatal del Bicentenario de la Independencia y del Centenario de la Revolución Mexicana.