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Selección de textos y documentos:

Doralicia Carmona Dávila

© Derechos Reservados
ISBN 970-95193

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1812 Informe de Luís de Onís acerca de la Expansión Territorial de los Estados Unidos

Filadelfia, 1° de Abril de 1812

Luís de Onís al virrey, sobre el plan de gobierno de los Estados Unidos, para anexar el territorio que adquieran. .

Excelentísimo señor: Muy señor mío. Cada día se van desarrollando más y más las ideas ambiciosas de esta República y confirmándose sus miras hostiles contra la España: Vuestra Excelencia se halla enterado ya por mi correspondencia, que este gobierno no se ha propuesto nada menos que el de fijar sus límites en la embocadura del río Norte o Bravo, siguiendo su curso hasta el grado 31 y desde allí tirando una línea recta hasta el mar Pacífico, tomándose por consiguiente las provincias de Texas, Nuevo Santander, Coahuila, Nuevo México y parte de la Provincia de Nueva Vizcaya y la Sonora. Parecerá un delirio este proyecto a toda persona sensata, pero no es menos seguro que el proyecto existe, y que se ha levantado un plan expresamente de estas provincias por orden del gobierno, incluyendo también en dichos límites la isla de Cuba, como una pertenencia natural de esta República. Los medios que se auoptan para preparar la ejecución de este plan, son los mismos que Bonaparte y la república romana adoptaron para todas sus conquistas; la seducción, la intriga, los emisarios, sembrar y alimentar las disensiones en nuestras provincias de este continente, favorecer la guerra civil, y dar auxilios en armas y municiones a los insurgentes: todos estos medios se han puesto en obra y se activan diariamente por esta administración contra nuestras posesiones. Suscitóse como Vuestra Excelencia sabe, por estos americanos, la revolución en la Florida occidental; se enviaron emisarios para hacer que aquellos incautos habitantes formasen una constitución y declarasen su independencia; y verificado esto, hicieron entrar tropas bajo el pretexto de que nosotros no estábamos en estado de apaciguarlos, y se apoderaron de parte de aquella provincia, protestando en virtud de mis representaciones y de los papeles que hice publicar bajo el nombre de "un celoso americano", que no por eso dejaría de ser la Florida objeto de negociación: trataron de corromper al brigadier Folck, gobernador de Panzacola, y a otros jefes, sin fruto; dieron posteriormente órdenes al general Mathews, gobernador de la Georgia, para que sedujese a los habitantes de la Florida oriental y a la tropa, ofreciendo cincuenta fanegadas de tierra a los que se declarasen por este gobierno, pagarles sus deudas y conservarles sus sueldos. En virtud de mis oficios, se ha calmado un poco este medio inicuo, pero no se ha abandonado: se protege abiertamente por la administración a todo español descontento, y al paso que en el país se le desprecia, y aun se rehusa su admisión en toda sociedad, sin distinción de clase ni partido, se le estirnula por aquélla para que se sirva de todas sus conexiones en los países españoles a fin de fomentar la independencia. No hay paraje quizá en nuestras Américas, en donde no haya emisarios napoleónicos y de este gobierno: éstos se unen en todas partes para fomentar la guerra civil y la independencia, pero con distintas miras; pues Napoleón quiere que le sirvan estos americanos para su proyecto, y ellos fingiendo que trabajan por él, obran para sí: son infinitos los socorros en armas que han enviado a Caracas y Buenos Aires, y es sabido que la independencia de Cartagena fue de resultas de un armamento de fusiles que llevaron de aquí los diputados cartagineses Omaña y La Lastra, y verosímilmente de las instrucciones que les sugirió este gobierno. En el día, ha comisionado esta administración a un abogado de Nueva Orleans, de mucha fama, para que se ponga en relación con los insurgentes de ese reino; les ofrezca todo género de auxilios en dinero, armas y oficiales, para hacer la guerra a las tropas del rey, y entre la caterva de emisarios que tiene sembrados por aquél país, ha pasado ya uno hacia Natchitóchez, para escoger el punto donde pueda hacerse con seguridad el depósito de todos estos auxilios.

Al paso que este gobierno emplea todos estos ardides para conseguir el objeto de revolucionar la América, acaba de consagrarse por un acto del Congreso, la reunión a la provincia o Estado de Nueva Orleans, de la parte de Florida que media entre el Misisipi al río Perla, y para salvar en cierto modo un hecho tan escandaloso y la representación que hice en nombre del rey, cuando supe que iba a tratarse de ello, han añadido otra vez la cláusula de que no por eso dejará de ser objeto de negociación; bien que indicando bastante claro que la negociación nunca podría versar sobre devolución del territorio, si no sobre compensación. Para dar un aspecto de la mejor inteligencia con la España, y de sus deseos de conservar con ella la paz y buena armonía que existe, afectan dar la mayor atención a las repetidas representaciones que he hecho contra los corsarios que se arman en estos puertos, y se han dado efectivamente las órdenes más ejecutivas, para que se cele el abuso que se hace de estas costas para introducir los géneros robados, y para aprovisionarse para el corso; se han hecho ya algunos ejemplares contra los corsarios franceses, y ha habido una presa española conducida a estos puertos devuelta al propietario, deduciendo los derechos del pleito y la mitad de su valor, que se ha dado a los apresadores, pero en medio de ésto, no debe perderse de vista que los decretos del Congreso, para levantar setenta y cinco mil hombres de tropa, con el pretexto de tornar el Canadá, son real y verdaderamente destinados para fomentar nuestras disensiones y para aprovechar las circunstancias que se presenten, a fin de ir ejecutando el plan que he manifestado a Vuestra Excelencia con respecto a nuestras posesiones, ya sea por medio de conquista, ya sea por el de inducirlas a que entren en esta confederación.

He creído de mi deber dar a Vuestra Excelencia todas estas noticias, para que no perdiendo de vista unas ideas tan perjudiciales a la seguridad de ese precioso reino, confiado al celo de Vuestra Excelencia, se sirva adoptar las medidas de precaución que le dicte su ilustrado talento, para destruir tan infernales tramas, hijas de la política de Bonaparte y connaturalizados ya en este suelo republicano, mas que en ninguno otro de la Europa.

El consuelo que podemos tener contra tan perversos designios es, que esta administración falta de medios para armar y mantener el ejército que ha decretado, y amenazada de una guerra contra la Inglaterra, retrocederá de sus proyectos siempre que en su ejecución halle la más mínima resistencia, y que sólo se contentará con emplear el medio bajo de la intriga, seducción, y fomento de nuestras disensiones, fácil de contener con una bien meditada energía, para castigar severamente a los que se empleasen en estos manejos, y con una actividad infatigable para descubrirlos.

Dios guarde a Vuestra Excelencia su vida muchos años. Filadelfia, 1° de abril de 1812.—Excelentísimo Señor.          Besa la mano de Vuestra Excelencia su más atento servidor.—Luís de Onís.—Excelentísimo Señor Virrey de Nueva España.

 

Influencia de los Estados Unidos.

A los primeros movimientos de la revolución de España, se exaltó la ambición del pueblo angloamericano; y en el entusiasmo de su presuntuoso orgullo y de sus agigantados proyectos, creyó había llegado ya el tiempo en que una parte considerable de la América Española iba a caer en su poder, y la otra a emanciparse y a quedar bajo su influencia. Sus espías, emisarios y agentes penetraron desde luego a México, Venezuela y en el reino de Santa, Fe y sucesivamente en los otros puntos donde las circunstancias favorecían su entrada... Ni cesaron de inflamar los ánimos por todas partes contra el gobierno español, ni de promover la revolución, exagerando a los pueblos la suma de males que sufrían bajo la dominación española, y la felicidad que podrían adquirir si aprovechaban la ocasión oportuna y fácil con que les brindaban los destinos para su emancipación, libertad e independencia políticas. Formáronse inmediatamente crecidas reuniones de aventureros en varios puntos del territorio angloamericano, para auxiliar a los disidentes de la América Española; y desde que Napoleón desesperó de poder corromperla y ganarla para sí o para su hermano José y la concedió su ostentoso poder para que se emancipase, los emisarios y aventureros franceses conspiran, unidos con los angloamericanos, a la subversión de aquellas hermosas y opulentas provincias.

Gentes vagas o proscritas del seno de otras naciones europeas, sin medios de subsistencia, o exaltadas por la esperanza de grandes fortunas en las provincias sublevadas de nuestra América, corrían a engrosar los cuerpos auxiliares que se organizaban en los Estados Unidos para cooperar con los sublevados. Formáronse asociaciones para esta empresa en diferentes ciudades de la Unión; publicáronse proclamas incendiarias en las gacetas; y se exhortó al pueblo con frases vehementes y con pinturas lisonjeras y seductoras, a que tomase parte en armamentos y expediciones.

 

Exmo. Sr. —Muy Sr. mío. —El agente de los insurgentes de Caracas, D. Telésforo de Orea, acaba de comunicar a otro sujeto, que me lo ha confiado, la anécdota siguiente acerca de una conversación que tuvo el coronel Bernardo de los insurgentes de ese reino, de quien tengo hablado a V. E. en mis oficios anteriores, con el Secretario de Estado americano Mr. Monroe, que hace ver claramente cuáles son las miras de este gobierno en fomentar las revoluciones de nuestras provincias americanas. Mr. Monroe le dijo, que el gobierno de los Estados Unidos apoyaría con toda su fuerza la revolución de las provincias mejicanas, y que a este efecto la sostendrían, no solamente con armas y municiones, sino con veintisiete mil hombres de buena tropa que luego tendrían para el efecto: pero que el coronel Bernardo y los demás jefes de la revolución, debían tratar de establecer una buena constitución, para asegurar la felicidad de sus paisanos. Con este motivo, Monroe ponderó mucho la de estos Estados, y le dio a entender que deseaba el gobierno americano, que se adoptase la misma constitución en Méjico; que entonces se admitirían en la confederación de estas repúblicas, y con la agregación de las demás provincias americanas, formaría una potencia la más formidable del mundo. El coronel Bernardo, que había escuchado con bastante serenidad al Secretario de Estado hasta su plan propuesto de agregación, se levantó furioso de su silla al oír semejante proposición, y salió del despacho de Mr. Monroe, muy enojado de la insultante insinuación. Orea ha dado a entender, que el gobierno americano le ha hecho, aunque indirectamente y con menos claridad, la misma oferta, y está nada gustoso del proyecto de estos republicanos cuya decantada moderación sirve sólo de capa a la ambición extremada de la administración actual.

Dios guarde a V. E. muchos años. Filadelfia, 14 de febrero de 1812. —Exmo. Sr. —B. L. M. de V. E. su más atento servidor. —Luis de Onís. —Exmo. Sr. virrey de Nueva España.