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Selección de textos y documentos:

Doralicia Carmona Dávila

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ISBN 970-95193

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1811 Retractación de Miguel Hidalgo.

Real Hospital de Chihuahua 18 de Mayo de 1811.

 

 

El Br. Dn. Miguel Hidalgo Cura de Dolores a todo el Mundo

¿Quién dará agua a mi cabeza, y fuentes de lágrimas a mis ojos? Quién pudiera verter por todos los poros de mi cuerpo la sangre que circula por sus venas, no solo para llorar día y noche los que han fallecido de mi Pueblo, sino para bendecir las interminables misericordias del Señor: Mis clamores debían exceder a los que dio Jeremías instruido del mismo Dios; para que levantando a manera de clarín sonoro la voz anunciara al Pueblo escogido sus delitos; y con sentimientos tan penetrantes debía convocar al orbe entero, a que vieran si hay dolor, que se iguale a mi dolor; mas ay !de mí! que no puedo espirar hablando y desengañando al Mundo mismo de los errores que cometí: mis días con que dolor lo profiero! pasaron veloces; mis pensamientos se disiparon, casi en su nacimiento; y tienen mi corazón en un tormento insoportable; la noche de las tinieblas que me cegaban, se ha convertido en luminoso día, y en medio de mis justas prisiones, me presentan como Antíoco tan perfectamente los males que he ocasionado a la América; que el sueño se ha retirado de mis ojos, y mi arrepentimiento me ha postrado en una cama.

Aquí veo muy de lejos el aparato de mi sacrificio; exhale a cada momento una porción de mi alma, y me siento morir de dolor de mis excesos, mil veces antes que poder morir una sola vez; distante no más que un paso del Tribunal Divino; no puedo menos que confesar con los necios de la sabiduría luego erramos, y hemos andado por caminos difíciles, que en nada nos han aprovechado.

Veo al Juez Supremo que ha escrito contra mí causas que me llenan de amargura, y que quiere consumirme á un por solos los pecados de mi Juventud; ¿cuál será pues mi sorpresa? Cuando veo los innumerables que he cometido como cabeza de la insurrección. ¡Ah América! Querida Patria mía ¡Ah Americanos mis compatriotas! Europeos mis progenitores ¡Y sobre todo insurgentes mis secuaces! Compadeceos de mí.

Yo veo la destrucción de este suelo que he ocasionado, la ruina de los caudales que se han perdido, la infinidad de viudas y huérfanos, que he dejado, la sangre que con tanta profusión y temeridad, se ha vertido: y lo que no puedo decir, sin desfallecer, la multitud de almas, que por seguirme estarán en los abismos. Yo veo que si vosotros engañados Insurgentes, queréis seguir en las perversas máximas de la Insurrección; mis reatos aumentarán, y los daños no sólo para la América, sino para vosotros no tendrán fin; la santidad de nuestra Religión, que nos manda perdonar, v hacer bien a quien nos hizo mal, me consuela, porque espero que se compadecerán de mí: perdonándome unos hasta el menor daño que os he inferido, y librándome vosotros Insurgentes de la responsabilidad horrible de haberos seducido.

Cierto de las misericordias del Señor lo que me aflige son estos perjuicios que he originado: y suplico encarecidamente que no sigan: vosotros ya lo sabéis: os habéis de ver o en un momento súbito, que de improviso os traslade al Tribunal de Dios, o en las que S. M. me concede para mi desengaño: y si entonces habéis de llorar vuestros errores; si entonces habéis de contestar lo que yo os digo; creedme desde este instante: practicad las máximas verdaderas de quien se halla desengañado, y convencido: Honrad al Rey, porque su poder es dimanado de Dios: obedeced a vuestros Prepósitos constituidos por su soberanía, porque ellos velan sobre vosotros como quienes han de dar cuenta al Señor de vuestras operaciones: sabed, que el que resiste a las potestades legítimas, resiste á las órdenes del Señor: dejad pues las Armas, echaos a los pies del trono, no temáis, ni las prisiones, ni la muerte, temed, sí al que tiene poder después que quita la vida al cuerpo, de arrojar la alma a los Infiernos.

Dichoso Yo: felices y venturosos vosotros, si me dais este consuelo. Exterminada la Insurrección: perdonado de mis excesos, con especialidad de los que haya cometido, contra la Religión y sus Ministros, contra el respeto de sus Jefes, Pastores é Inquisidores, como eficaz y sumisamente lo suplico con qué satisfacción me arrojaré en los brazos de un Dios, que si como justo me debe sentenciar, como Padre Piadosísimo me llama, y me da tiempo para que desengañando al mundo, y arrepintiéndome: se vea en la suave precisión de decidir mi eterna suerte, según las promesas que nos ha hecho: de que en cualquier día que se convierta el pecador, flechará en perpetuo olvido todas sus iniquidades: estas prisiones que me ligan, y que beso con reconocimiento, me convencen de que si S. M. no me hubiera ayudado; ya habitaría mi alma en los Infiernos: el horror con que se me presenta la sangre, que por mí se ha derramado, y la devastación de este florido Reino, no puedo negar son aquellos auxilios con que ponía a la vista de Israel, lo malo y amargo, que es, haberle dejado: no, no son los tormentos del Abismo, los que me perturban; porque son mayores, las culpas con que los merecí; Si un Dios infinito en sus perfecciones, toleró lo que es más que el mismo Infierno, ¿por qué no he de recibir gustoso, lo que merezco en satisfacción de su justicia?

Como no me prive de su amor. ¿Pero qué digo? ni aun estos suplicios me aterran a presencia de sus misericordias. Sé que el día que un pecador se arroja a sus pies, se regocija todo el cielo: sé que él es el mismo, que a la oveja perdida cuando la encuentra, no la pone al arbitrio de los lobos; si no que amoroso la coloca sobre sus hombros; y que ni hijo que había sido el oprobio de su familia, lo recibe con ternuras tan singulares, que pueden causar emulación a sus hijos más sumisos; toda la falta de mis méritos la suple con superabundancia la sangre que vertió y ofreció por mí.

Sed pues testigos, todos los que habitáis el orbe: sedlo cuantos habéis cooperado, a mis excesos, de que si ingrato y ciego me precipité, injurié al Omnipotente, al Soberano, a los Europeos y Americanos, quisiera deshacer mis yerros, con otras tantas vidas, cuantas ha producido, producirá, y puede producir el brazo del Señor: quiero morir y muero gustoso, porque ofendí a la Majestad divina, a la humana y a mis próximos: deseo y pido que mi muerte ceda en gloria de Dios, y de su justicia.

Y para testimonio el más convincente, de que debe cesar al momento la insurrección, concluyendo estas mis últimas, y débiles voces, con la protesta de que he sido, soy, y, seré por toda la eternidad, católico cristiano, que como tal creo y confieso, cuanto cree y confiesa Nuestra Santa Madre Iglesia: que abjuro, detesto, y retracto cualquier cosa que hubiese dicho en contra de ella y que por último espero que las oraciones de los fieles de todo el mundo, con especialidad de los de estos Dominios, se interpongan; para que dándome el Señor, y Padre de las misericordias una muerte de amor suyo, y dolor de mis pecados me conceda su beatífica presencia. Así lo espero ciertamente. Chihuahua Real Hospital Mayo 18 de 1811.- Miguel Hidalgo.

Sr. Comandante General D. Nemesio Salcedo.- El Bachiller D. Miguel Hidalgo, contenido en el anterior, suplica a V. S. que por un efecto de su bondad, se sirva recibir y circular por todas partes mi precedente satisfacción, para descargo de mi conciencia. Real Hospital de Chihuahua 18 de Mayo de 1811.- Miguel Hidalgo.

 

 

 

 

 

 

 

 

Fuente:
Amerlinck Rodrigo. La Independencia. 1810-1821.