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Selección de textos y documentos:

Doralicia Carmona Dávila

© Derechos Reservados
ISBN 970-95193

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1810 Mariano Escandón, manifiesta las razones por las que mandó levantar la excomunión contra el señor Miguel Hidalgo.

Diciembre 29 de 1810

SATISFACCIÓN QUE EL LICENCIADO DON MARIANO ESCANDÓN da al pueblo cristiano, como gobernador de este obispado, sobre el hecho de haber mandado fijar rotulones, en los que levantaba la excomunión puesta al cura Hidalgo y sus secuaces por el ilustrísimo señor doctor don Manuel Abad y Queipo, obispo electo de esta diócesis.

Con motivo de las fatales noticias que llegaron a esta ciudad, exageradas hasta el último grado de consternación, en la entrada de los insurgentes a la de Guanajuato, hizo que muy precipitadamente y con bastante desconsuelo de este público, se ausentaran el ilustrísimo señor obispo y el señor intendente, acompañados de los vecinos más principales, y que causara un terror universal en los ánimos de todos, creyendo que era inevitable la muerte, o la dura y estrecha comunicación con los revolucionarios.

Causó mayor novedad en los conventos de religiosas y colegios de niñas educandas, que por razón de su poco discernimiento se llenaron de inquietudes y ansiedades de espíritu; igual conmoción aparecía en la gente baja, aunque por diverso principio, por creer ésta que la tal excomunión, siendo fulminada por un europeo, y que aún no estaba consagrado, era ineficaz, con lo que había ya cierto desprecio de la censura.

Temiendo que éste creciera con el hecho escandaloso para el público, de que se levantara la excomunión por la fuerza, y temiéndose por otra parte, que si no se levantaba hubiera derramádose mucha sangre, y originado otros gravísimos males entre el pueblo dividido ya en partidos, casos en que asienta el ilustrísimo Ligorio con otros que cita, puede levantarse la excomunión, aún permaneciendo los delincuentes en su contumacia, juzgué, a consulta de teólogos y juristas, que oí en junta celebrada al efecto, que en dichas circunstancias era conveniente, y aun necesario, fijar rotulones, levantando la excomunión, con lo que en efecto se sosegó la inquietud del pueblo rudo, y no se despreció escandalosamente la censura, ni se siguieron los otros daños mayores, que en tal concepto fueron de temerse; los que traté de impedir por este medio, y mucho más creyendo que con la llegada de nuestras tropas no tomaría incremento la insurrección, evitando entre tanto los referidos males.

Pero ahora que por la providencia misericordiosa de Dios, vemos apoyada la autoridad de la Iglesia por las armas del rey, y que habiéndose ahuyentado (Dios nos es testigo de las aflicciones que hemos padecido hasta los últimos momentos del día 27) tres o cuatro hombres temerarios que conmovían la plebe, y hubieran comprometido absolutamente esta ciudad, está este pueblo en estado de poder formar juicio de las cosas, y oír las voces de los que deben dirigirlo, puedo ya manifestar como encargado del gobierno espiritual, que la censura impuesta al cura don Miguel Hidalgo por el ilustrísimo señor doctor don Manuel de Abad y Queipo, así contra él como contra todos los que lo siguen; y si necesario es, por calificarse de legítimamente suspendida, yo en uso de la autoridad que en mí reside, los declaro incursos en ella, como igualmente lo han declarado todos los ilustrísimo señores diocesanos de este reino*; y exhorto a todos los fieles a la debida obediencia, esperando de todos los curas, vicarios y demás eclesiásticos seculares y regulares, que como depositarios de la sana doctrina harán conocer, así en exhortaciones públicas como privadas el respeto y obediencia, que a pesar de las seducciones deben prestar a la Iglesia sus verdaderos hijos. Y para que llegue a noticia de todos mando se lea en esta santa iglesia catedral y demás conventos de religiosos y religiosas de esta ciudad, fijándose en sus puertas; mandando igualmente testimonio por cordillera que se remita a los curas de este obispado para que se publique. Dado en la secretaría de gobierno de Valladolid diciembre 29 de 1810. — El conde de Sierra Gorda. — Por mandado del señor gobernador. — Ramón Francisco de Aguilar, notario oficial mayor de gobierno.

* Y el excelentísimo e ilustrísimo señor metropolitano don Francisco Javier Lizana.

 

 

 

 

Hernández y Dávalos Juan E. Colección de Documentos para la Historia de la Guerra de Independencia de México de 1808 a 1821. Tomo II. Núm. 174.