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Selección de textos y documentos:

Doralicia Carmona Dávila

© Derechos Reservados
ISBN 970-95193

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1783 Informe del corregidor Bolaños sobre "la frontera india"

 

Lo que se llama Fronteras de San Luis Colotlán, se compone de veinte y cinco Pueblos, cuyos nombres se expresan en el Mapa, y en adelante no se dejará de hacer mención de ellos: Está situado este terreno (en el centro de la jurisdicción de Xerez) a veinte y un grado y medio de longitud y doscientos sesenta y seis de latitud septentrional; hállase al rumbo del Norte, y se fundó en tiempo de don Luis de Velasco, primer virrey de este nombre, quien habiendo sacado de Tlaxcala cuatrocientas familias, y repartiéndolas en diferentes parajes, tocó la suerte de ser uno de ellos a este Terreno; no tanto, según se descubre, porque necesitase de poblarse, cuanto para que sirviesen de Frontera a los Nayaritas, que en aquel tiempo causaban recelo: Yo infiero que no fueron muy exactos los Informes que plantearon esta Población, pues quedando los Nayaritas, no sólo retirados, sino divididos por asperísimas montañas, no parece quedaban bien alojados, los que habían de contenerlos, en un Valle dominado enteramente de los Cerros, por donde podían ser acometidos; ni tampoco es a propósito para el intento la dispersa ubicación de sus pueblos cortados unos de otros, por las inmediatas jurisdicciones; antes parece que la fuerza de la población debía ser la Mesa, hacia donde están los tres pueblos de San Sebastián, Santa Catarina y San Andrés Camiata, pues tiene este paraje sobrada agua y proporción, para que por la espalda mantuvieran sus tierras de labor con libre comunicación. El genio de todos los colotecos es altivo y engreído; de costumbres, son ebrios, flojos, poco castos, y finalmente, dados aI juego y ociosidad. Para mantenerse, abusan de la fertilidad de la tierra, que produce en abundancia todo género de semillas, y si las sembraran no fuera escasa de Trigos: Asimismo produce variedad agradable de flores, y frutas: críase, igualmente, todo género de ganado mayor y menor, principalmente el caballar, vacuno, de lana y cerda, teniendo para todo pastos apropiados: no es escasa de pesca y volatería; goza de saludables y abundantes aguas; pues a más de los ríos principales, que son el que saliendo de Xerez, pasa por la Cabecera, y tomando aquí el nombre de Colotlán, se une con el que por el Sur le entra de Tlaltenango; y estos dos, se incorporan con el que viene del Valle de Valparaíso, y pasando por Mesquitic, cuyo nombre toma, riega todo lo más del Valle. A más de éstos, digo, logra otros varios arroyuelos, y ojos de agua de menor momento; pero perennes; de esta fertilidad, y bellas proporciones, repito, que abusan, pues las cultivan mal, y de mala manera, contentándose con lo preciso, y arrendando, o abandonando lo demás; pues son muy solícitos en litigar un palmo de terreno; pero muy descuidados en cultivar lo que poseen; ejercítanse también en algunas artes, como canteros, albañiles, zapateros, carpinteros, y algunos salen a los Reales de Minas más inmediatos, a trabajar, siéndoles tan agradables lo licencioso de este ejercicio qe. regularmente si no los llevan, no vuelven a sus pueblos. En punto a religión católica, afectan profesarla, y aunque he oído multitud de especies que no sólo desdicen, sino se oponen, no me consta nada, y así los dejo en la buena opinión de que la siguen, menos los tres pueblos de San Sebastián, de Santa Catarina y San Andrés Camiata, de quienes los religiosos sus curas me han expresado, repetidas veces, que están en deplorable estado, y que aún no han formado el concepto debido, de los ritos, ceremonias, ni Santos Sacramentos de la Iglesia; pues aun en el del Matrimonio qe algo perciben, se manejan, casándose cuando bien les parece y después de varios días, o semanas de vivir en consorcio, cuando les parece oportuno, se presentan al cura, diciendo: Padre, esta es mi mujer, cuyo abtiso lloran los curas; pero no pueden remediar, por un efecto de mal gobierno que ha padecido siempre la frontera; hablan y visten, estos pueblos, diferentes de todos sus compatriotas; pues en todos los demás pueblos hablan la lengua mexicana corrupta, a excepción de los pueblos que forman el curato de Totatichi, que son Temastán, Acaspule y Asqueltán, que hablan la tepeguana, pero entienden como el resto la castellana, y la usan, y en el vestir no se diferencian de los indios, de los demás del reino, más o menos decentes, según las mayores, o menores proporciones; no así los tres sobredichos pueblos, en los que me detengo algo más, así por ser los más fronterizos, como por lo disímil que son en lengua y traje (aunque no en vicios) a los demás pueblos; su traje es conforme al que se dice gastaban en tiempo de la gentilidad, pues traen cotón de íxtle y lana, calzón de cuero crudo, sombrero de paja ordinario; el que usan sólo los casados; los que no lo son, traen el pelo suelto y en el cuello y gargantas de los pies, usan muchas gargantillas de conchas y abalorios de muchedumbre de colores. Las mujeres doncellas gastan cotones muy labrados, y un refajo hasta la rodilla, descubriendo lo más del pecho; al contrario las casadas, cubren algo más éste, y los pies, y no gastan las labores en los cotones: El idioma de éstos es el que llaman guichol, que no lo entienden ningunos de sus paisanos, y ellos jamás hablan el mexicano, ni menos el castellano; pues cuando les es preciso contestar, o no lo hacen, o lo hacen por señas; su alimento, son osos, venados, jabalíes, y todo lo de este género; tienen mucha cría de ganados y tierras de labor suficientes, muchos árboles frutales, de lo que, y de la sal que en sus salinas cogen, hacen su comercio. El ejercicio de todos los veinte y cinco pueblos de esta comarca, es la milicia, siendo más las compañías que los mismos pueblos, porque en la cabecera, cada uno dé los tres barrios de que se compone, es una compañía, y hablando con desnudez, es un depósito de la disolución, de un fermento perenne de rencores; nacido todo del género de gobierno que han tenido; éste ha sido el de unos jueces, políticos y militares, los que por tener buena cogida con los indios, los han engreído ponderándoles, son importantes necesarios y a la cabecera la han atribuido tantos privilegios y prerrogativas, que la han hecho degenerar, en insufrible insolencia, resultando de aquí que los jueces dichos que estaban destinados a gobernarlos, con nombre de Capitanes Protectores, habían venido a gozar sólo una jurisdicción precaria y dependiente de los mismos que habían de obedecer, pues en apartándose algo de la servil condescendencia que se habían granjeado, luego tiraban contra sus personas y tenían que salir prófugos, sirviéndoles de algún escudo y amparo el pueblo de Santa María de los Angeles, que siempre ha sido propenso a proteger a los ministros del Rey, permitiendo la Providencia que los fabulosos informes que ellos habían hecho al Virreinato (valiéndose de la distancia) de la importancia de esta frontera y lealtad de sus moradores, sirviera de formar el primer concepto a favor de las calumnias con que trataban de desprenderse los pueblos de ellos, y ha llegado a tanto el desafuero de estos Indios, que por sí solos convocan todos los pueblos e imponen gabelas; uno y otro se comprueba con dos ejemplos prácticos, que constan de la Sumaria remitida en junio de ochenta y uno al Virreinato; allí se halla, que a la voz sola de un cabecilla llamado Juan Córdova, hijo de uno de los Capitanes Protectores, se juntaron dos mil hombres, y aprovechando ocasiones de estar descuidados, los de Huejúcar, embistieron al Pueblo, y cercando la Iglesia, donde se habían refugiado algunos pocos, mataron en el mismo lugar sagrado a Laureano Morillo: Igualmente consta, de la misma Sumaria comprobada, con los recibos originales, las gabelas que sacaban de los pueblos, por fuerza hasta secuestrar al que se resistía, todo con el título de bien de la Patria, cuando sólo se gastaba en vicios y mantener en México apoderado, para sus inicuos pleitos e imposturas; todo esto, y aún más delitos, que por evitar prolijidad no refiero. Por culpa de conducta en los Capitanes Protectores, se ha mantenido, y mantiene, toda la frontera, divisa en dos parcialidades; una llamada de los muchos, y otra de los pocos, con fatales consecuencias: tienen por origen primario, el poco a propósito género de gobierno, la falsa idea de ser importantes fronterizos, cuando no tienen de quién serlo; pues los nayaritas, de quien se decía lo eran, están muchos días hace, y principalmente desde el año de diez y ocho, en que entraron las primeras misiones, más domesticados y más pacíficos, y sin comparación menos revoltosos que los colotecos; y yo eligiera mejor, vivir con los nayaritas que entre los colotecos; pues no he oído que los nayaritas hayan muerto a ninguno de los jefes que les han puesto, y los colotecos sacrificaron públicamente a su Capitán Protector Silva, con tal audacia, que a más de celebrar todos los años un mitote en el paraje, en que lo sacrificaron, llevaban allí, en determinado día, a todos los sucesores, hasta que el Capitán Gatuno (que se había hecho grato a los indios por haber defendido con felicidad, el que los hicieran tributar, como se trataba) abolió esta infame costumbre; pero para qué hemos de amontonar orígenes del daño, cuando está a la vista la causa; repárese en que estos indios tienen buenas y abundantes tierras, que los han hecho creer que son el V.g. de las exenciones y privilegios, y que sólotienen por ejercicio una Milicia Ociosa, que por otra parte no se acuerdan de reconocer a su Rey y Señor Natural, y por esta cuenta se vendrá a sacar, como forzosa consecuencia los vicios en que viven, los errores que cometen, y lo expuestos que están a ir de precipicio en precipicio hasta el último escalón.

 

 

 

 

 

Velázquez, María del Carmen, Colotlán. Doble Frontera contra los Bárbaros. México, 1961, pp. 33-37.