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Selección de textos y documentos:

Doralicia Carmona Dávila

© Derechos Reservados
ISBN 970-95193

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1599 Carta escripta al Virrey Conde de Monterrey, don Juan de Oñate, de la Nueva México

Corresponde al capítulo primero de materia de guerra
México a 4 de Octubre de 1599

Del Río de Nombre de Dios screbí últimamente a Usía Ilustrísima, dando cuenta de mi partida, y del descobrimiento de camino carretero para el Río del Norte, y las ciertas esperanzas que del buen subceso de mi viaje tenía, las cuales, ha sido Dios servido. Él sea bendito por siempre, que muy en servicio suyo y de la Real Majestad han llegado a posesión tal y tan buena, que ninguna de las que Su Majestad tiene en estas Indias, le hace ventaja, juzgándola por sólo lo visto por mí, y por cosas de cierta noticia, y algunas de casi experiencia, por haberlas visto personas de mi Real, que al presente sé; no entrando en esta cuenta, las grandezas de poblazones y riquezas, que hacia el Poniente los naturales predican, ni la certidumbre de perlería que la Mar del Sur, en las muchas conchas dellas, que estos indios poseen, promete; ni las muchas poblazones que el nacimiento destos indios, que es el del Río del Norte, llamado las Siete Cuevas, publican; sino solas las provincias que yo he visto y andado, y la gente desta parte del Oriente y los apaches, y la nación de Cocoyes y otros muchos que en estos términos y vecindad; cada día se descobren, como en particular en esta carta refiriré. Y quiero empezar dando a Usía cuenta del porqué, ha sido sola, después que de esa Nueva España partí.

Salí Señor Ilustrísimo, del Río de Nombre de Dios, a diez y seis de marzo, con la gran máquina de carretas, mujeres y niños, que Usía sabe bien, desahuciado de todos mis contrarios y con artos pronósticos, conformes a sus deseos y no a la bondad de Dios, fue Su Majestad servido complir los míos y dolerse de mis grandes trabajos, afliciones y gastos, trayéndome a estas provincias del Nuevo México, con entera salud en todo el Ejército de Su Majestad; y aunque yo llegué a ellas a veinte y ocho de mayo, adelantándome con hasta sesenta soldados a sosegar la tierra e librarla de traidores si en ella los hobiese, prendiendo a Humaña y los suyos, a tomar entera noticia por vista de ojos, del sitio y dispusición de la tierra, ser y trato de la gente, para ordenar lo que más conviniere al Ejército, que dejé como veinte y dos leguas de los primeros pueblos, pasado ya el Río del Norte, en el cual, tomé posición por Su Majestad, de todos estos Reinos y pueblo, que antes que dél me partiese con espías expoladores, tove descobiertos, no llegó el dicho Ejército a darme alcance, al sitio y lugar donde le asenté y tengo asentado, en esta provincia de los de Teguas, hasta diez y nueve de agosto deste año pasado; y en este tiempo corrí sesenta y una leguas de poblazones, vía recta hacia el Norte, y otras treinta y cinco de travesía de Oriente a Poniente; que todo esto, está lleno de pueblos muy continuados y juntos, grandes y pequeños, de manera, que a fin de agosto empecé a acomodar la gente de mi Real, para el riguroso invierno, con que los indios y dispusición de la tierra nos amenazaban; y el demonio que siempre ha pretendido excusar la gran pérdida, que con nuestra venida le ha venido, urdió de las que solía, amotinándose más de cuarenta y cinco soldados y capitanes, que con color de no hallar luego las planchas de plata sobre el suelo, y quejosos de no dejarlos yo maltratar a estos naturales, ni en personas ni en haciendas, se desgustaron de la tierra o por mejor decir, de mí, pretendieron hacer gavilla para huirse a esa Nueva España, como publicaron, aunque sus intentos, a lo que después ha parecido, mas tiraban a saco de esclavos, y ropa y otras insolencias no permitidas, tove a dos capitanes y un soldado, que decían eran culpados, para dar garrote sobre este capsa; y por averiguar no fue tanta su culpa, por el tiempo en que me hallaba y por los importunos ruegos de los religiosos y de todo el Ejército, hobe de dejar el castigo y cesar con el hecho hasta allí; y acabó de sosegar y apaciguar de todo puncto, mi Real, mediado septiembre; aunque desde gran fuego no dejó de quedar una centella, a escondida debajo de la ceniza, de disimulados rostros, en cuatro soldados de los de la dicha cuadrilla; los cuales a ese tiempo, se me huyeron, llevándome hurtada parte de la caballada, yendo no sólo contra uno; sino contra muchos bandos, que en esta capsa y en otras, para el bien de la tierra, tenía puestos en nombre de Su Majestad; y por ir contra sus Reales mandatos, me paresció no dejarlos sin castigo; y así, por la posta, despaché al momento al capitán y procurador general Gaspar Pérez de Villagrán, y al capitán de artillería, Gerónimo Marqués, con expreso mandato, de que los siguiesen y alcanzasen e hiciesen justicia dellos entendiendo les darían luego alcance, partieron mediado septiembre como he dicho, y su viaje se dilató más de lo que ellos ni yo pensamos; y tovo el efecto que ya Usía sabe por carta que me dicen, escribieron desde Sancta Bárbara, en dos de los malhechores y en los otros dos que se les huyeron, le habrá tenido por mano de Usía como es razón.

Aguardé su vuelta y subceso algunos días, y en ellos despaché a mi Sargento mayor, al descobrimiento y beneficio de las vacas de Cíbola, hacia el Oriente, donde halló infinita multitud dellas, y le subcedió lo que en singular relación avisó, él y ellos tardaron tanto, que por no perder tiempo, luego, en principio de otubre, fundada esta primera Iglesia en que se dijo la primera misa a ocho de septiembre, y repartidos los religiosos en diversas provincias y doctrinas, fui en persona a la provincia de Abo, y a la de los xumanás, y a las grandes y famosas salinas desta tierra, que estarán de aquí como veinte leguas a la parte de Oriente; y de allí atravesé al poniente por la provincia del Puaray, al descobrimiento de la Mar del Sur, por poder dar a Usía noticia; venido el capitán Villagrán a quien truje para este efecto, de todo lo demás que en tan buen tiempo, un humano trabajo pudo alcanzar, que en suma es lo que en el Capítulo siguiente diré; y a esta capsa de día en día, y de subceso en subceso, especialmente por el de la muerte de mi sobrino y Maese de Campo, que iba como por mi retaguardia, en mi seguimiento a la Mar del Sur, cuyo proceso con otros muchos papeles, invió a Usía, sea forzosamente dilatado el despachar antes; tengo pues, descubiertas y vistas hasta hoy, las provincias siguientes.

La provincia de los piguis, que es la Provincia dellas, viniendo desa Nueva España, la provincia de los xumanás, la provincia de los cheguas, que los españoles llamamos Puaray; la provincia de los cheres, la provincia de trías, la provincia de los emmes, la provincia de los teguas, la provincia de los picuríes, la provincia de los taos, la provincia de los peccos, la provincia de Abbo, y las salinas; la provincia de Juni, y la provincia de Mohoce; éstas dos, postreras, están algo apartadas de los demás, hacia el Poniente, y son donde agora descobrimos las minas ricas, que los papeles que Usía allá verá; testifican; las cuales, no puede labrar ni beneficiar por la muerte de mi Maese de Campo don Joan de Zaldívar, y poner remedio a lo que della resultaba, que acabé de poner a fin deste mes pasado, ni acabar mi viaje del Mar del Sur, que era el intento con que fui a las dichas provincias, dejando mi Real enesta de los teguas, de donde al presente escribo; y en ella y en las demás sobredichas, habrá, acortándome en mi cuenta, setenta mil indios poblados a nuestro uso, casa con casa, y plaza cuadrada; no usan de calles, y en los pueblos de muchas plazas o cuarteles, se sale de una a otra por callejones; son de dos y tres altos destado y medio y destado y tercia el que menos en común; y de cuatro, cinco, seis y siete altos, algunas casas; y aun pueblos enteros vestir mantas de algodón muy pintadas, blancas o negras, y algunas de hilo, muy buena ropa; y otros visten pellejería de Cíbola, que hay grande abundancia y es de lindísima lana, de cuyo beneficio invío alguna muestra; es tierra abundante en carnes de vacas de Cíbola, carneros de disformes llaves, gallinas de la tierra; y en Mohoce caza de toda suerte; hay muchas salvajinas y fieras, leones, osos, lobos, tigres, penicas, hurones, puerco espín y otras; y adoban y usan sus cueros; hay abejas y miel bien blanca hacia el Poniente, de que invío muestra; demás hay, de legumbres, de salinas las mejores y más que el mundo tiene, hay grande abundancia, grandísima diferencia de metales y muy ricos; los que arriba dije, que algunos descobiertos de por aquí cerca, no paresce lo son, aunque no está empezado a ver, casi cosa de lo mucho que hay; lindísimas parras; ríos, montes de mucha encina y algún alcornoque, de frutas, melones, uvas, sandías; ciruelas de Castilla, capulí, piñón, bellota, nueces de la tierra y el coralejo que es fruta regalada, y otras silvestres; pescado mucho y muy bueno en este Río del Norte; y otros de los metales de aquí; resultan todas las colores que nosotros usamos finísimas; las personas son bien dispuestas en común; el color de los desa tierra y casi en trato y traje, molienda y comida, baile, canto y otras muchas cosas, simbolizan mucho, salvo en las lenguas, que son muchas y diferentes de las de allá; su religión es adorar ídolos que tienen muchos, y en sus templos, a su modo los reverencian con fuego, cañas pintadas, plumas y ofrenda universal, casi de todas las cosas que alcanzan, animalejos, aves, legumbres, etc. Su Gobierno, behetría, que aunque tienen algunos capitancillos; obedécenlos muy mal, y en muy pocas cosas; visto hemos otras naciones; como son los quereches, o vaqueros que viven en tiendas de cuero adobado, entre el ganado de Cíbola; es infinita gente los apiches, de que también hemos visto algunos; y aunque tove noticia, vivían en rancherías; de pocos días a esta parte he averiguado viven como estos en pueblos, y tienen uno, diez y ocho leguas de aquí; de quince plazas, es gente que aún no ha dado por instrumentos públicos, la obidiencia a Su Majestad como a todas las demás provincias dichas; he hecho que la den, que me ha costado notable trabajo, diligencia y cuidado; las armas a cuestas en largos caminos, no con poca vela y recato; y, por no llevarle tanto como conviniera, a mi Maese de Campo le mataron con otros doce compañeros en un gran pueblo y fortaleza, llamado Acoma que sería de tres mil indios, poco más o menos, al cual en castigo de su maldad y traición a Su Majestad, a quien había dado ya la obidiencia por público instrumento; y para escarmiento a los demás, lo asolé y abrasé todo, en la forma que Usía por el proceso desta capsa verá, de todas estas provincias, pueblos y gente, soy de testigo de vista. Otra nación hay de los cocoyes, infinita gente de jacal y siembra, de la cual y de las grandes poblazones del nacimiento del Río del Norte y de las del norueste y poniente, y hacia el Mar del Sur tengo infinitas noticias; y de la dicha Mar, conchas de perlas de notable grandeza, y certidumbre que hay infinitas en la Costa desta tierra, y a la parte de oriente, persona en mi Real, que es un indio ladino de los que vinieron con Humaña que ha estado en pueblo de los dichos vaqueros, de nueve leguas continuado de largo, y dos en ancho, de calles y casas, de jacal, que tiene su sitio entre la multitud de las vacas de Cíbola, que éstas son tantas que mi Sargento mayor, que las vaqueó y trajo dellas cueros, carne, manteca y sebo, afirma que en sólo un atajo, vio más que hay de las nuestras, en las estancias de Rodrigo del Río Salvago y Jerónimo López, todas tres juntas, que es la fama de por allá; y sería nunca acabar tocar en particular cada una de las muchas cosas que se ofrecen, sólo digo, que las he de ver todas con ayuda de Dios, y dar nuevos mundos pacíficos nuevos, y ganados a Su Majestad, mayores que el buen Marqués le dio, con haber hecho tanto, dándome Usía Ilustrísima el socorro, favor y ayuda que de tal mano espero; y aunque confieso que estoy amilanado, viéndome tan desfavorecido, cuanto desa tierra salí, y que un ánimo acobardado con disfavor, suele decaer de la esperanza y desesperar de la posesión; es cierto, así, que ni la he perdido ni jamás la perderé, de recebir muchas y muy grandes mercedes de mano de Usía, en especial en cosas de tanto servicio de Su Majestad; y para que Usía Ilustrísima se incline a hacérmelas, le suplico advierta el grande acrecentamiento que la Real Corona y Rentas de Su Majestad, en esta tierra tienen y han de tener, en tantas y tan diversas cosas, y que cada una dellas promete muy grande tesoro; y sólo apunto estas cuatro, dejando las demás por sabidas y ordinarias.

La primera, la grande riqueza que las minas han empezado a descobrir, y en las muchas que en la tierra hay, de do resultan los Reales quintos y aprovechamientos; la segunda, la certidumbre de la cercana Mar del Sur, cuyo contrato de Pirú, Nueva España y China, no es de menospreciar, pues ha de parir, andando el tiempo, provechosos y continuados portazgos; por la mucha cercanía, en especial a la China y a esa tierra; y lo que en esto pongo por destimás es la contratación de las perlas, cuya noticia es tan cierta, como he referido, y experiencia en sus conchas de que acá la tenemos hecho por vista de ojos; la tercera, el acrecentamiento de vasallos y tributos, en los cuales, juntamente, con crecer las rentas, cresce el nombre y señorío, si ya en Nuestro Rey puede crecer; la cuarta, las riquezas de las abundantes salinas y montes de piedra azufre, de que hay más cantidad que en ninguna otra provincia; y es la sal, contratación universal de todos estos bárbaros y su ordinaria comida, tanto, que aun sola la comen o chupan, como nosotros el azúcar; que estas cuatro cosas parescen a solo Su Majestad dedicadas; dejo la fundación de tantas Repúblicas, los muchos oficios, sus quitas y vacaciones y provisiones etc. Las riquezas de las lanas y cueros de Cíbola y otras muchas cosas por claras y conocidas, y en la dispusición de la tierra, la siguridad de los vinos y aceites. Miradas, pues, Señor Ilustrísimo, cosas de tanto honor, interés y precio, con la gran prudencia, magnanimidad y nobleza de Usía, que en todo ha de posperar y vencer el mal clima de mi desgracia, pido y suplico, humildemente, pues tanto importa al servicio de Dios y de Su Majestad, se me invíe el mayor socorro posible, así para poblar como para pacificar, dando Usía con su favor, alma, calor y vida, a la conservación, progreso y augmento desta tierra, en la predicación del Sancto Evangelio; y fundación desta República; dando licencia y favor a todos, abriéndoles ancha Tuerta, y aun si menester fuese, mandándoles vengan a servir a Su Rey, en cosa tan honrosa y provechosa; y a tierra tan abundante y de tantos y tales prencipios de riqueza, que los llamo así, porque aunque hemos visto mucho, no hemos empezado respecto de lo que hay que ver y gozar; y cuando pasasen de quinientos los hombres, todos serían necesarios, especialmente casados, que es piedra sólida sobre que se funda muy perpetua; una nueva República; gente noble de la mucha que allá sobra, y en especial, suplico a Usía, dé licencia a mi hija Mariquita, por la cual invío; y a los que de mis deudos quisieren dar tan honroso fin a su vida; que con esto he dado de mi parte barreno a los navíos y ejemplo a todos, de cómo deben gastar sus haciendas y vidas y las de sus hijos y deudos, en servicio de Su Rey y Señor, a cuya cuenta y nombre suplico a Usía me mande inviar seis piecezuelas pequeñas o esmerilejos, y alguna polvera, que todo estará siempre por de Su Majestad, como lo es esto y lo demás; y aunque en semejantes ocasiones crescen las necesidades, y en el tiempo en que yo me veo otros muchos los suelen representar; yo quiero más padecerlas que ser cargoso a Su Majestad ni a Usía con esperanza cierta de suplir las de muchos pobres, que de mí se quieran valer, haciéndome Usía la merced que pido, de inviármelos; y para pedirla a Usía Ilustrísima van las personas más calificadas que en mi Real, tengo, como es razón vayan tales, a cosa tan importante al servicio de Dios y de Su Majestad, por el cual arriesgan su salud y vidas y menosprecian los grandes trabajos que han de padecer, y han padecido. El padre fray Alonsso Martínez, comisario apostólico destas provincias del Nuevo México, que es la persona de mayores méritos que yo he tractado, y cual tan grandes Reinos han menester para su espiritual gobierno, sobre lo cual escribo a Su Majestad, y rescebiré gran merced en que Usía haga lo mismo, a que creo hay amorosa obligación de parte de Usía, así por ser el dicho padre comisario, su hechura, como por la autoridad de su persona y méritos de su buena vida, de que invío a Su Majestad singular información, que Usía verá si fuere servido, a que me remito; y en su compañero mi padre y primo, fray Cristóbal de Salazar, de quien podrá dar testimonio su Perlado, que por no parecer interesado testigo en capsa propia, callo lo que con mucha razón y verdad podría decir, y en todo lo espiritual a los dichos padres me remito, a quienes suplico a Usía dé en todo y por todo, el crédito que a mi persona, y digo muy poco déselle Usía como asacerdotes y verdaderos de mi padre Sant Francisco; y destos tales hinche Usía, estos sus Reinos que bien tienen en qué ocuparse, y para lo temporal van tan honradas personas, como las del capitán y procurador general Gaspar Pérez de Villagrán y el capitán de la Guardia, Marcos Farfan de los Godos, y el capitán Joan Piñero, a quienes; y muchos papeles que llevan, me remito, en los cuales hallará Usía, auténtico, todo lo que desta su tierra deseare saber, teniéndome por tan suyo como a los más allegados de Usía Ilustrísima, cuyas cosas todas serán para mí; siempre propias, que la siguridad y confianza que esta infidelidad me dan, tiene cierto que en los negocios pasados habré tenido en Usía, verdadero amparo y amor; que ya que no merecí cuando me partí, rescibir la Cédula de mi Rey, su fecha de dos de abril, meresceré recebirla ahora que tanto entiendo le he servido, y por descargo de su Real conciencia y siguridad de las criaturas que de Acoma quedaron, las invío a Usía, con el fin santo que el padre comisario dirá, que entiendo que es un gran servicio de Dios, y tal, que doy por muy bien empleado el trabajo y gasto que en esto me ha cabido, y no espero menor corona en Usía, por las oraciones desa breves días; hónrela Usía Ilustrísima pues va a la casa de Dios, a quien en mayores estados prósperos y aumente, por cuyo divino servicio, que es lo ultimo y más que puedo allegar, torno a suplicar la merced pedida del socorro, mucho bueno y breve; así de sacerdotes, como de pobladores y soldados.