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Autora: Doralicia Carmona Dávila.

© Derechos Reservados
ISBN 970-95193

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Lázaro Cárdenas expide un decreto en el que señala la importancia que tiene para la economía nacional la unificación de los campesinos

10 de Julio de 1935

Muchos intentos de organizar a los trabajadores del campo fracasan por los intereses de caciques, terratenientes, funcionarios corruptos y las disputas entre ellos. Su idea al expedir este decreto, es que cuenten con seguro por pérdida de la cosecha, de vida y contra accidentes de trabajo; señala que si los ejidatarios están organizados, pueden proteger sus intereses con más facilidad.

En muchos estados de la República habían dos o más agrupaciones de organizaciones campesinas y que en la capital de la República -según refiere Manuel González Ramírez, en La Revolución Social de México: el Problema Agrario- funcionaban “varios comités estatales o ligas campesinas llamadas nacionales, que habían ocasionado graves trastornos y divisiones entre los campesinos, impuso la necesidad de la unificación”.

Cuando Cárdenas tomó posesión de la presidencia, dijo en su discurso que daría atención especial al problema agrario. Ya en funciones, prosiguió con la distribución de tierras y procuró la organización de los campesinos de la República. Consideró imperativa la unión de los campesinos cuya organización, con carácter permanente, los pondría en el orden político, al margen de luchas partidaristas; y en el orden económico y social los podría ayudar a superar su miseria. Por eso el decreto expedido este día 10 de julio, en su sentido ideológico es muy importante.

En los considerandos del decreto, se reconoce el bajo nivel y calidad de vida de los ejidatarios, “hecho contrario a los propósitos de la Revolución”; y menciona que entre los obstáculos que impiden el mejoramiento de su situación, está “el contubernio de funcionarios poco escrupulosos con los hacendados”; y, que para “ejecutar íntegramente un programa comprendiendo los nuevos puntos de acción, es indispensable unificar a los ejidatarios del país y constituir con ellos un organismo de carácter permanente con amplios y avanzados propósitos que en el orden político los ponga a cubierto de los graves perjuicios que ocasionan las estériles luchas por ambiciones personales; en el orden económico los libere definitivamente de la desorganización y miseria en que viven; y en el orden social los eleve al nivel de factor activo y capaz de obtener por sí solo las conquistas por las que han venido luchando”. En el mismo decreto se enuncia, que para la resolución integral de los problemas de la clase campesina, deberían abarcarse otros aspectos de la cuestión, como el seguro de vida del campesino, el seguro para enfermedades y accidentes agrícolas, y el seguro para el caso de pérdida de cosecha.

La unificación de los campesinos será tarea asignada al Partido Nacional Revolucionario, cuyo Comité Ejecutivo Nacional, convocará, en cada uno de los estados de la Federación, a convenciones parciales, para formar en cada uno de ellos una liga de comunidades agrarias, integrada por ejidatarios; y una vez organizadas estas ligas se llamaría a una gran convención para integrar la confederación nacional, organismo central único, con jurisdicción en todo el país.

La organización tardó casi tres años y el 28 de agosto de 1938, quedó instituida la Confederación Nacional Campesina (CNC), que representaba a las 37 ligas de comunidades agrarias que existían en ese momento.

Otra cuestión fundamental contemplada será la necesidad atender los sistemas de riego existentes y la construcción de nuevas presas. “Al respecto se contó con especiales programas y presupuestos que ayudaron a la extensión de esa política. En este sentido el Ejecutivo tuvo la convicción de que las obras de riego, especialmente las de pequeña irrigación, constituían el más valioso elemento para impulsar a la economía rural... Igualmente quedó vigente la política de dar atención especial a la educación agrícola, así en su aspecto práctico como en el formal, por lo que fueron establecidas nuevas escuelas regionales; se organizó el Consejo Técnico de Educación Agrícola; y se aumentaron los sueldos a los maestros rurales”.

El 14 de mayo de 1936 será expedido el reglamento para elegir representantes campesinos de las comisiones mixtas de los estados, el requisito será que los candidatos sean ejidatarios, dedicados personalmente al cultivo de sus parcelas. Posteriormente, también será organizado el Consejo Nacional de Agricultores, en calidad de cuerpo consultivo técnico, para coordinar las actividades de las autoridades federales y locales, así como las de la iniciativa privada; asimismo será creado el Departamento de Asuntos Indígenas; establecida la Casa del Agrarista y, se autorizó que se armaran para defenderse de atentados.

En marzo de 1937 adicionará el “Código Agrario en el sentido de que el Presidente de la República, oyendo el parecer de la Secretaría de Agricultura y Fomento y del Departamento Agrario, y a solicitud de parte interesada, podría declarar inafectables por la vía de dotación, durante un periodo de 25 años, las extensiones de tierra necesaria para el funcionamiento de negocios ganaderos; eso si, bajo la especial condición de que tuvieran un pie no inferior a 500 cabezas si era ganado mayor, y 300 si era ganado lechero”. Casi al final del sexenio será promulgado otro Código Agrario en el que se agregará un capítulo sobre inafectabilidades ganaderas.

Sin embargo, el rompimiento Cárdenas-Calles y el destierro de éste último, provocará que grupos conservadores disfrazados de revolucionarios (conversos), se incrustarán en la administración cardenista y al exagerar sus actitudes, comenzarán a socavar y a deturpar la labor de transformación social. Según González Ramírez, “la pugna que quedó establecida desde ese tiempo entre el ejido y la pequeña propiedad. Si el legislador mexicano ideó la coexistencia de las dos formas de tenencia de la tierra, por su parte los conversos declararon la guerra a la pequeña propiedad, y elevaron al ejido a forma única y más elevada de poseer la tierra. En nuestros tiempos pueden encontrarse huellas de esa guerra declarada en varias manifestaciones (invasiones en los campos y estudios principalmente), que se relacionan con el problema agrario.

Jesús Silva Herzog (El Agrarismo Mexicano), escribe: “Hay que añadir que durante el gobierno cardenista no se logró la unificación de los ejidatarios, ni se ha logrado todavía por completo a pesar de la Confederación Nacional Campesina. Y es que se trata de algo muy difícil de realizar, tanto por la extensión del territorio nacional y las distintas características de los campesinos mexicanos, como por el medio social y las diferencias agronómicas, climatológicas y de otra índole”.

Doralicia Carmona: MEMORIA POLÍTICA DE MÉXICO.