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Autora: Doralicia Carmona Dávila.

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ISBN 970-95193

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Es fusilado Julio López, calificado de “comunista, asesino y gavillero”.

9 de julio de 1868

En el patio de la Escuela Moderna, que él mismo contribuyó a formar, a las diez de la mañana, es pasado por las armas en Chalco conforme a la ley del 6 de diciembre de 1856. Antes de que dispararan los fusiles sobre su cuerpo, gritó: “¡Viva el socialismo!

Quienes lo habían acompañado en su lucha armada fueron deportados a Yucatán tras ser condenados a trabajos forzados.

Julio López Chávez o Julio Chávez López había encabezado la revuelta contra la aplicación de las Leyes de Reforma que enajenaban las tierras comunales a las haciendas en perjuicio de los indígenas y campesinos antes dueños de esas tierras.

El decreto del presidente Comonfort sobre Desamortización de Fincas Rústicas y Urbanas de las Corporaciones Civiles y Eclesiásticas del 25 de junio de 1856, aunque estaba dirigido contra las corporaciones religiosas, también abrió al mercado las tierras comunales indígenas antes protegidas por la Corona de España. Los liberales juaristas, como hoy los neoliberales, compartían “la ilusión de que los indios, al convertirse en propietarios individuales, tendrían la posibilidad de salir de la miseria.” (Sanginés Esther. Rebeliones campesinas contra el progreso liberal).

El efecto fue contrario: más pobreza y miseria rural. La expansión de las haciendas azucareras y ganaderas requirió de las tierras, aguas, pastizales y bosques de las comunidades, tanto como de la mano de obra barata de los indígenas para que tuvieran que trabajar para las haciendas en condiciones de semiesclatitud.

Los hacendados aprovecharon que las comunidades carecían de escrituras de propiedad privada y que los tribunales se rehusaban a aceptar la propiedad comunal derivada de los documentos virreinales que la amparaban, para apoderarse de las tierras y aguas comunales.

El conflicto estalló primero en la zona de Chalco. Los administradores de las haciendas de Chalco experimentaron con nuevos productos, fertilizantes, pozos artesianos y sistemas de riego que agudizaron los conflictos con los comuneros porque los nuevos proyectos de irrigación avanzaban sobre las tierras comunales y los nuevos productos demandaban más mano de obra. Entonces encontraron como salida el latifundismo, que al despojarlos de sus tierras, obligaba a los campesinos despojados a trabajar para la hacienda. Como la legalidad sustentaba el despojo, las comunidades indígenas iniciaron acciones legales primero, y de resistencia armada después.

En pueblos como San Francisco Acuatla, en donde nació Julio López, la construcción de una presa para la hacienda de la Asunción que perjudicaba gravemente a los campesinos, se inició la revuelta porque sus reclamos no eran atendidos en los tribunales, mientras los hacendados perseguían y asesinaban a los comuneros que reclamaban la restitución de sus tierras y aguas.

Julio López se había levantado en armas para reemplazar por poblados con gobiernos autónomos al gobierno que consideraba como un corrupto colaborador de los hacendados. Se cuenta que había sido un ferviente republicano que luchó en contra de los franceses en la guerrilla de Rafael Cuéllar. Se dice que fue hecho prisionero por los imperialistas y desterrado un año a la isla Martinica. De regreso a México, al triunfo de Juárez, López con un pequeño grupo de seguidores comenzó a invadir las haciendas en la zona de Chalco y Texcoco para devolver las tierras a los campesinos despojados.

Julio López “influyó en la formación de comunidades y cooperativas; ayudó a organizar el movimiento pacífico de resistencia agraria que se extendió por las zonas rurales del Distrito Federal y en el valle de México, en los actuales estados de México, Morelos, Tlaxcala, Puebla e Hidalgo. Sus ramificaciones llegaron hasta Xicontepec (Chicontepec) en Veracruz. Él era la cabeza visible de un gran movimiento social.” (Sanginés, ya citado).

El 31 de diciembre de 1867, Julio López publicó desde su “cuartel general republicano”, reunido la mayor parte del pueblo, un manifiesto llamado “República y Patria Mexicana”, dirigido al presidente Juárez en el que le pidió que se reformara la propiedad agraria con apego a los títulos originales de los pueblos.

[...] “nadie nació para servir a otro, todo el que tiene espedito el uso de su razón y no se ha contaminado con los vicios, tiene derecho a designar a quienes han de cuidar de los intereses comunes a todos los hombres [...] (pese al) partido inercia que sanciona lo más monstruoso con su silencio criminal, que siempre recibe la ley del más audaz por egoísmo, por su cobardía y por su vergonzosa ignorancia.

Esta es la causa de que viven muchos pueblos en la mayor miseria [...] nosotros arrojamos hoy este partido inercia y reclamamos nuestros derechos, nuestras propiedades antiguas que tantos años ha nos tienen usurpadas los hacendados [...] que presenten sus títulos los pueblos y los hacendados, y se verá que los más antiguos son de los pueblos, y en vista de ellos se nos ponga en posesión, dejándoles en su propiedad legítima”.

Por lo anterior solicitaron a Benito Juárez “se sirva mandar decretar que en todos los pueblos de la República que se componen la mayor parte de indígenas, que reconozcan sus derechos de propiedad terrenal, aguas y montes por medio de la razón y la justicia, según sus títulos y desde luego, poniéndoles en posesión [...] si por desgracia compraren los hacendados al ejército brillante republicano, por eso los pueblos tienen en sus torres campanas para bajarlas y fundirlas para piezas de artillería, para sostener el decreto [...] hasta morir o vencer [...] porque hemos jurado ya ante Dios y ante los hombres.

Estamos cansados de andar ante los tribunales de justicia [...] convencidos de que de esta manera jamás lograremos recobrar nuestros terrenos que poseen los hacendados sin derecho algún [...] estamos prontos a levantarnos en masa, apropiarnos de nuestros terrenos a la viva fuerza y hacerles la guerra a muerte a los verdaderos opresores, a los tiranos hacendados [...] jamás formaremos guerra a nuestro gobierno, porque somos sus fieles sostenedores, pero que se nos cumpla lo que pedimos”.

Al fracasar sus gestiones ante las autoridades liberales, ideológicamente opuestas a la propiedad comunal, cumplió su amenaza e inició una guerra de los pueblos de San Francisco Acuautla, Coatepec y San Vicente Chicoloapan de Chalco y lugares aledaños contra las haciendas, en la que como era un elocuente orador, atraía a los campesinos prometiéndoles las tierras de las haciendas. Y así lo hacía, conforme se apoderaba de una hacienda, distribuía la tierra entre los campesinos. Con este apoyo pudo vencer varias veces al ejército y escapar.

“En febrero de ese año [1868], el periódico El Siglo XIX informó que Julio López con sus gentes recorría el distrito de Chalco 'proclamando guerra a los ricos y reparto de tierras de las haciendas entre los indígenas' [...] "Julio López aplicó su manifiesto: repartió tierras y ordenó a terratenientes de su zona que no se trabajara en las tierras y los montes usurpados a los pueblos. La prensa de la capital lo calificaba de 'cabecilla comunista' y llamaba a sus partidarios 'comunistas indígenas". (Gilly Adolfo. La Revolución Interrumpida). 

El 23 de marzo de 1868 ingresó preso a la ex Acordada y fue puesto a disposición del Juez 3° de lo criminal junto con María Trinidad Juárez, Simón Arriaga, Mariano Vargas; Serapio Ortiz y Modesto Estrada. Ante el clamor popular, que no podía ignorar la justicia de su causa, y la obligación moral que sentían los liberales de defender a las comunidades indígenas, fue indultado por las autoridades juaristas. Pero sintiéndose traicionado por Juárez, extendió sus actividades a Morelos en el sur, al este en San Martín Texmelucan y al oeste hasta Tlalpan.

Alberto Jiménez Morales (La Casa del Obrero Mundial) cuenta que en abril siguiente, Chávez López lanzó en Chalco un Manifiesto dirigido a “todos los oprimidos y pobres de México y del Universo”, del que sobresalen conceptos que sintetizan la tesis anarquista mexicana de aquella época. “Ha llegado la hora de conocer a los hombres con el corazón bien puesto; ha llegado el día en que los esclavos se levanten como un solo hombre reclamando sus derechos pisoteados por los poderosos” –comienza afirmando el documento–. Después se lee lo siguiente: “Hermanos: ha llegado el momento de despejar el campo, de pedir cuentas a los que siempre nos las han exigido; es el día de imponer deberes a quienes sólo han querido tener derechos. Los que se han aprovechado de nuestra debilidad física, moral e intelectual se llaman latifundistas, terratenientes o hacendados. Los que pacientemente nos hemos dejado arrebatar lo que nos corresponde nos llamamos trabajadores, proletarios o peones”.

Después de hacer patético relato de las condiciones en que se vivía en las tiendas de raya y de acusar a la Iglesia católica de ser aliada de los explotadores y del ejército, grita a todos su ideal: “Queremos abolir todo lo que sea señal de tiranía entre los mismos hombres, viviendo en sociedades de fraternidad y mutualismo y estableciendo la República Universal de la Armonía”. El párrafo final de este angustiado Manifiesto expresa lo que sigue: “Alcemos nuestra cara buscando con serenidad nuestra salvación, que radica en nosotros mismos. Queremos tierras, queremos trabajo, queremos libertad. Necesitamos salvarnos de todos los padecimientos, necesitamos salvar el orden; en fin, lo que necesitamos es el establecimiento de un pacto social entre los hombres a base de respeto mutuo. ¡Viva el Socialismo! ¡Viva la Libertad!”

El primero de mayo el ejército tomó la Escuela del Rayo y del Socialismo. Los estudiantes y cientos de campesinos se refugiaron en las faldas del Iztaccihuatl para evitar ser aprehendidos y organizar la resistencia armada.

Así, el 29 de mayo de 1868 Julio López al grito de ¡Vivan los pueblos! ¡Mueran los hacendados! saqueó la Hacienda de Buena Vista, propiedad de Mariano Riva Palacio, se llevó los caballos y repartió las tierras a los indígenas que lo siguieron en el ataque. Asimismo, autoproclamado general en jefe, ordenó al dueño de la hacienda de Aschalco no trabajar en ella ni en el monte, ya que para él los verdaderos dueños eran los campesinos que vivían en los pueblos vecinos.

De los hechos dio cuenta un periódico de entonces. “El cabecilla comunista Julio López, correspondiendo al indulto que hace poco se le concedió, como suelen los revolucionarios de oficio, ha vuelto a aparecer con su gavilla en el distrito de Chalco [...] dispone a su arbitrio de las personas y propiedades, y lo peor es que no hay tropas que lo persigan y goza de completa impunidad”.

El ya general Rafael Cuéllar respondió con la política de tierra quemada: arrasar los pueblos y rancherías para aislar a los rebeldes de su apoyo comunitario. La misma política que décadas más tarde emplearía en Morelos el general Juvencio Robles contra los zapatistas.

Su persecución dio oportunidad al jefe político del Distrito de Texcoco a emprender una campaña de terror contra la población civil mediante toda clase de abusos: imposición de multas, allanamientos de casas, sustracción de documentos de la propiedad de los pueblos, robo de caballos, encarcelamientos, golpes y amenazas a quienes pudieran unirse a López, y desde luego, amagos y amenazas de muerte a la esposa de Julio y hasta a sus pequeños hijos, de cinco y nueve años.

El siguiente 9 de junio, los rebeldes fueron atacados en Río Frío por tropas provenientes de Coatepec, pero no lograron capturar a López.

Finalmente, Julio estableció su campamento en Actopan; ahí fue sorprendido, derrotado y capturado nuevamente por el ejército juarista de mil quinientos hombres. También hay la versión de que fue capturado en Yautepec, Morelos. De ahí fue llevado a Chalco. "El 9 de julio de 1868, esa misma prensa anunciaba que había sido 'aprehendido este rabioso socialista, que tenía en alarma y ejecutaba la expropiación más escandalosa en el rumbo de Chalco”. (Gilly Adolfo, ya citado)

Tras el fusilamiento, Francisco Zarco escribirá el 24 de julio siguiente en el diario El Siglo XIX: “Julio López ha terminado su carrera en el patíbulo. Invocaba principios comunistas y era simplemente reo de delitos comunes. La destrucción de su gavilla afianza la seguridad de las propiedades en importantes distritos del estado de México. En este estado, como en otros muchos de la República, tiempo vendrá en que sea preciso ocuparse de la cuestión de la propiedad territorial; pero esto por medidas legislativas dictadas con estudio, con calma y serenidad, y no por medios violentos ni revolucionarios”.

En el combate a la rebelión de Julio López, como en otras que tuvieron lugar al mismo tiempo, Zarco reconoce que “el gobierno, sin traspasar los límites de sus facultades ordinarias, ha podido desplegar fuerzas y actividad contra los que alzaron el estandarte de la rebelión; no ha tenido que celebrar ruinosos contratos para proporcionarse recursos con qué atender a los gastos de la campaña y ni siquiera ha hecho uso de las autorizaciones que le otorgó el Congreso para suspender las garantías individuales. En efecto, para perseguir y derrotar a los facciosos no ha habido necesidad de prisiones y de destierros por motivos políticos, y las poblaciones no han sufrido, como en otras épocas, las plagas de la leva, de los embargos, de los préstamos forzosos y de las contribuciones extraordinarias. El gobierno con sus recursos comunes ha podido hacer frente a la situación, va venciendo a los rebeldes, y en poco tiempo, no hay que dudarlo, habrá afianzado la paz en toda la nación”.

El movimiento campesino de Julio López Chávez, que hoy muere fusilado, se extenderá hasta Yucatán al ser deportados a ese estado quince de sus seguidores, que después de rebelarse en contra de su incorporación al ejército, serán pasados por las armas el 24 de febrero de 1869.

Años atrás, Julio López se había incorporado al grupo del griego Plotino Rhodakanaty, que operaba en Chalco con propósitos subversivos y que había podido organizar un Grupo de Estudiantes Socialistas. Rhodakanaty, de pensamiento anarquista, seguidor de las ideas de Proudhon y Fourier, fue un agitador griego que llegó a México en 1861 procedente de España, con el propósito de fundar falansterios o colonias agrícolas en las tierras que el gobierno de Comonfort ofrecía a los inmigrantes extranjeros. Publicó la Cartilla Socialista, fundó la organización La Social y se dedicó a organizar secretamente a obreros y estudiantes para realizar tareas subversivas en la ciudad de México y en poblaciones vecinas. Así se fundó la Sociedad Mutualista del Ramo de Hilados y Tejidos del Valle de México, que agrupaba obreros textiles de “San Ildefonso”, en Tlalnepantla, y los de “La Colmena”, en México, y que el 10 de junio de 1865 se pusieron en huelga, pero que fueron reprimidos duramente por las tropas imperiales de Maximiliano nueve días más tarde.

El grupo de Rhodakanaty fundó el Club Socialista en Chalco, Estado de México y una escuela “moderna” socialista para los campesinos de la misma localidad. De esta experiencia destacó Julio López Chávez, joven aprendiz que abrazó el ideal libertario: “Soy anarquista porque soy enemigo de todos los gobiernos, y comunista, porque mis hermanos quieren trabajar la tierra en común”.

Rhodakanaty se distanció posteriormente de su discípulo y de La Social, por estar en desacuerdo con López Chávez respecto a la coherencia de la acción armada con el ideal libertario.

Perteneciente también al grupo de Rhodakanaty, Santiago Villanueva realizó la primera huelga exitosa en el Distrito Federal el 8 de julio de 1868, en la fábrica textil “La Fama Montañesa”, situada en Tlalpan, por la cual lograron mejores condiciones de trabajo y reducción de las horas de jornada para las operarias.

“En 1870 la participación de Rhodakanaty fue capital en la formación del Gran Círculo de Obreros de México, el cual obtuvo el visto bueno del presidente Benito Juárez: ‘Los artesanos pueden arreglar su asociación a la manera que estimen conveniente para el perfeccionamiento de sus respectivas artes y oficios’. El círculo tenía como objetivos la instrucción de los obreros y la defensa de sus garantías políticas. Luchaba por un trato justo en lo que respectaba al servicio militar, y el establecimiento de talleres que dieran trabajo a los artesanos; pedía también el nombramiento de procuradores generales obreros, así como el respeto de la voluntad popular expresada a través de elecciones. Las necesidades de los trabajadores deberían tomarse en cuenta además al fijarse los jornales, y los artesanos deberían participar en las exposiciones industriales. El círculo llegó a tener más de ocho mil miembros, pero desapareció finalmente en 1880. Influido profundamente por Charles Fourier, las ideas de Rhodakanaty pertenecían a una tradición que tuvo como origen parte de las teorías de los neoplatonistas y estoicos griegos y romanos y su apogeo durante los siglos XVII, XVIII y la primera mitad del siglo XIX, que veía al hombre como parte de una naturaleza armonizada y sabia, en donde todo desequilibrio (la riqueza como posesión de unos cuantos; el ejercicio de poder de unos pocos en contra de los muchos) se mostraba inevitablemente como una tensión que causaba diversos males en la sociedad y el individuo, y antes o después buscaría armonizarse con el resto de lo creado. Otra diferencia con el socialismo llamado científico era su visión panteísta, religiosa, del universo. Rhodakanaty y su círculo mexicano, empero, tuvieron la suficiente amplitud de criterio como para publicar a quienes se habían convertido ya, en Europa occidental, en los principales enemigos ideológicos de la tradición a la que pertenecían: los socialistas materialistas, Karl Marx y Friedrich Engels, de quienes publicaron El manifiesto comunista. Su influencia, en todo caso, se hizo sentir en el anarquismo mexicano de finales del siglo XIX y principios del XX, el cual conservó algunos de los principios mutualistas y falansteristas.” (Enciclopedia de México)

En 1886 Rhodakanaty regresará a Europa, pero sus ideas germinarán en la prensa obrera, en el Magonismo, en el Partido Liberal y Regeneración, así como en La Casa del Obrero Mundial.

El movimiento de Julio López será el primero en la historia de México que demandará la reorganización de la sociedad y que luchará por la formación de sociedades agrícolas autónomas. Para muchos, se adelantó cuarenta años a la lucha de los zapatistas.

Doralicia Carmona. MEMORIA POLÍTICA DE MÉXICO