Home Page Image
 
Edición-2020.png

Autora: Doralicia Carmona Dávila.

© Derechos Reservados
ISBN 970-95193

Este Sitio es un proyecto personal y no recibe ni ha recibido financiamiento público o privado.

 
 

 


 


Las fuerzas aliadas del Valle Anáhuac luchan ferozmente contra Hernán Cortés y sus aliados en la Noche Triste

1o. de Julio de 1520

 

Desde el 26 al 29 de junio de 1520, Hernán Cortés ha enfrentado la formidable resistencia de los mexica que insisten que se salgan de su nación; para distraerlos, ha dado muerte a Moteczuma y tratará de abandonar la ciudad.

Al amanecer del día 30 de junio mientras los mexica siguen ocupados eligiendo nuevo gobernante, hubieran podido salir, pero no querían hacerlo sin los tesoros. Cortés logra cegar las cuatro cortaduras de la calzada para poder escapar. Por la noche de este día, Cortés entrega el oro del quinto real a los oficiales Alonso de Ávila y Gonzalo Mejía que lo cargan en siete caballos; el propio, lo lleva en una yegua y el resto lo reparte entre los soldados que llenan sus alforjas. Y salen en medio de la lluvia luego de matar a todos los presos. Adelante van Gonzalo de Sandoval, Antonio de Quiñones, Diego de Ordáz, Francisco de Lugo, Francisco de Acevedo, Andrés de Tapia a caballo, bien armados y auxiliados por doscientos peones y veinte jinetes; luego van cuatrocientos tlaxcalteca que llevan el puente con cincuenta rodeleros. Luego van Cortés, Alonso de Ávila, Cristóbal de Olid y Bernardino Vázquez de Tapia que llevan la artillería tirada por doscientos cincuenta aliados y guardada por cuarenta rodeleros, y el fardaje cargado por los tlamame, siguen los caballos con el oro del rey y la yegua con el de Cortés, tras ellos van las mujeres y entre ellas la mujer e hijas de Moteczuma defendidas por trescientos aliados y treinta españoles, otros prisioneros que se adhirieron a ellos y unos tres mil tlaxcalteca. A la retaguardia Pedro de Alvarado y Juan Velázquez de León con el resto de peones y jinetes, y gran numero de tlaxcalteca. En total suman unos ocho mil hombres. En Tecpantzinco, son descubiertos y el ejército mexica se lanza sobre ellos. Alcanzan a cruzar el canal la vanguardia y el centro; la retaguardia es alcanzada y toman el puente -sólo Alvarado y unos pocos logran cruzar-. La artillería no puede maniobrar, muchos cañones se hunden en el agua, lo mismo que los tesoros. “De los nuestros, tanto más morían, cuanto más cargados iban de ropa y de oro y joyas…  por manera que los mató el oro y murieron ricos”. (López de Gómara Francisco. Historia de las conquistas de Hernando Cortés).El último tramo el de Toltecaacalotlípan, ahora llamado Puente de Alvarado, lo pasan con muchos trabajos mientras los mexica los persiguen en canoas.

Llegan a Tlacópan –Tacuba- y los habitantes de ahí y con los de Atzcapotzalco, se aprestan a atacarlos pero antes de que los tecpaneca formalicen el combate, Cortés logra reorganizar a su mermado ejército para seguir su huída.

De esta resistencia a la conquista las fuentes no refieren las pérdidas de los mexica ni de sus aliados; tampoco las de los aliados de los españoles; y, en cuanto a las de ellos, difieren.

Alfredo Chavero (México a Través de los Siglos) refiere que la discrepancia se da aún “entre los relatos de los testigos presenciales o de los que de ellos recibieron directamente las noticias. Para poder guiarnos debemos calcular que el ejército, reunidos los soldados de Alvarado y los traídos por Cortés, contando los suyos y los de Narváez, se componía de mil seiscientos españoles y unos siete mil indios. Debemos considerar tres clases de pérdidas: primero, las anteriores a la Noche Triste en los diversos combates y asaltos… no creemos que bajaran de doscientos soldados y dos mil aliados, porque fueron seis días de constante y dura refriega; en segundo lugar, la retaguardia, que viéndose cortada se refugió en el cuartel, y en la cual iba la mayor parte de la caballería de Narváez y gran cantidad de peones, de tal modo que no es exagerado calcularlos en unos cuatrocientos hombres, sin computar a los tlaxcalteca, pues era difícil que se volvieran adentro de la ciudad su enemiga; y en fin, los muertos en la refriega, suficientes para llenar las cortaduras y cegar la calzada con sus cadáveres y que por lo mismo no pudieron bajar de otros cuatrocientos españoles y dos mil indios. Esto nos daría una pérdida de unos mil españoles, cuatro ó cinco mil indios, unos ochenta caballos, la artillería y mucho oro, pues únicamente se salvó el que llevaban los soldados que escaparon. Marina y Aguilar salváronse también y doña Luisa, la hija de Xicoténcatl… El cálculo anterior concuerda con los datos de Duran, quien computa en seiscientos españoles los salvados con Cortés, y podemos agregar unos tres mil indios. Cuenta Duran que los españoles quedaron muy cansados y afligidos, y tan maltratados, que muchos de ellos, habiendo dejado los zapatos en el camino, llevaban los pies por el suelo corriendo sangre, y otros las cabezas descubiertas, y otros muy mal heridos de las piedras y varas que les habían arrojado los enemigos. La mayor parte de los españoles que perecieron eran de los de Narváez, tanto porque los pusieron a la retaguardia cuanto porque eran los menos aguerridos y no estaban hechos a combatir con los mexica. De los capitanes… murió en la primera cortadura Velázquez de León, el más importante después de Alvarado y Sandoval; murió también Salcedo, y Moría cayó al lado de Cortés… El famoso jinete Lares pereció en aquella noche y también el astrólogo Botello; pero se salvó Martín López, el constructor de los bergantines. Únicamente le quedaron a Cortés veinticuatro caballos y algunos arcabuces y ballestas.

A propósito de tal desastre se cuenta que Cortés, recostado en el ahuehuete de Popotla y viendo pasar los restos desbaratados de su ejército, lloró de rabia y de dolor, y por esto se llama ese ahuehuete el Arbol de la Noche Triste. Mas tal suceso no pasa de una leyenda popular; Popotla quedaba aún dentro de la laguna, y hasta allí llegaron los indios en canoas batiendo a los españoles, como se ve en el lienzo de Tlaxcala, donde se marca el lugar precisamente con el árbol. El señor Orozco cambia el lugar de la escena; dice que Cortés descabalgó de su caballo ya en Tlacópan, sentándose abatido en las gradas del teocalli en espera de los últimos rezagados, que pasaron todavía, aunque pocos, despedazadas las armas, maltratados, sosteniéndose a duras penas contra el cansancio y las heridas, y que al recuerdo de cuantas desgracias le habían acontecido aquella infausta noche, no pudo menos de conmoverse y derramó algunas lágrimas.

Nosotros creemos buenamente que no lloró Cortés. Apenas llegado a Tlacópan, como los mexica siguieron la persecución y vio alborotados a los tepaneca, antes de que tomasen éstos las azoteas ordenó a los suyos y los llevó delante de Tacuba, y durante el camino y en el cerro por todo el día sostuvo el combate. La verdad es que peleando sin descanso Cortés no tuvo en esa ocasión tiempo de llorar

Cuitláhuac, no podrá ir tras Cortés y acabarlo porque en el cuartel quedó refugiado un numeroso contingente de indígenas aliados que dieron batalla a los mexica por varios días. Al final, los sobrevivientes serán sacrificados a Huitzilopochtli.

El 2020 fue declarado por la alcaldía de Iztapalapa el año de “Cuitláhuac, guerrero victorioso”. Y en el 500 aniversario de la “Noche Triste”, Clara Brugada, alcadesa de la misma, trasplantó en Iztapalapa un brote del árbol bajo el cual se dice que lloró Cortés, pues como escribió Samuel Máynes Champion, para los mexicanos más que “triste”, fue la Noche de la Victoria.

Doralicia Carmona: MEMORIA POLÍTICA DE MÉXICO.