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Autora: Doralicia Carmona Dávila.

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ISBN 970-95193

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Es fusilado el jefe insurgente José Mariano Jiménez.

26 de junio de 1811

Es ejecutado en la plaza de ejercicios de Chihuahua. Su cuerpo será decapitado y su cabeza, junto con las de Hidalgo, Allende y Aldama, se conservarán en sal por los practicantes del hospital, y tras una larga peregrinación por Chihuahua, Zacatecas, Lagos, León y Guadalajara, serán finalmente colocadas en jaulas, en octubre siguiente, en los cuatro ángulos de la alhóndiga de Granaditas, en Guanajuato, como un escarmiento a los hechos sucedidos en ese mismo lugar el 28 de septiembre del año pasado.

José Mariano Jiménez nació en San Luís Potosí (S.L.P) el 17 de agosto de 1781, hijo de José Román Jiménez y María Josefa Maldonado Zapata. Hizo sus estudios primarios con los padres franciscanos en la misma población. En 1796 ingresó al Real Seminario de Minería en la ciudad de México; ahí trató a Alexander Humboldt durante su visita a la Nueva España. En 1802 hizo sus prácticas en Sombrerete y luego, en 1803, en Guanajuato, donde trabajó con el marqués de Rayas. El 19 de abril de 1804 obtuvo el título de perito minero. Al año siguiente contrajo matrimonio con Mariana Ayala y Barreda, con quien procreó varios hijos.

Al estallar el levantamiento de Hidalgo, Jiménez era director de la mina de La Valenciana, mundialmente la más importante de la época. A la llegada de los insurgentes a Guanajuato, Jiménez reunió una partida de 3 mil hombres que participó de manera destacada el 28 de septiembre de 1810, en la toma de la alhóndiga de Granaditas, causa principal por la que sería perseguido y condenado a muerte por las autoridades virreinales. Ese mismo día se presentó a Hidalgo y recibió el grado de coronel. El 10 de octubre siguiente, tomó Silao, y el 16, Valladolid. En el puente de Atenco, derrotó a las tropas del general realista Torcuato Trujillo, quien tuvo que retroceder al monte de las Cruces.

Tras la victoria insurgente en el monte de las Cruces, el 31 de octubre fue nombrado por Hidalgo, junto con Abasolo, parlamentario para solicitar la rendición de la plaza de México. Desde Chapultepec envió al virrey Francisco Javier Venegas el pliego que portaba y regresó con la respuesta: el gobierno no trataría con los insurgentes.

Al romper Allende e Hidalgo, tomó el partido de Allende y lo siguió hasta Guanajuato, junto con Abasolo, Aldama, Balleza y Arias. En la hacienda del Molino, camino a Guadalajara, Allende lo comisionó el 29 de noviembre de 1810, con la anuencia de Hidalgo, para extender la revolución en las Provincias Internas de Oriente, de San Luís Potosí, hasta Saltillo y Monterrey, hasta Nueva Santander y Texas.

El 15 de noviembre siguiente tomó la ciudad de San Luis Potosí, el 8 de diciembre llegó al Real Minero de Charcas y de ahí pasó a Matehuala. Su ejército crecía con indios con flechas, tropas milicianas y veteranas, así como gente de las haciendas. Llegó a contar con más de ocho mil hombres. Y antes de cualquier ataque, exhortaba a los jefes realistas a no tomar las armas contra los insurgentes, pues eran sus hermanos que luchaban por liberarlos también del yugo europeo, de modo que si ellos no ayudaban a los europeos, la lucha contra éstos terminaría pronto.

El 7 de enero de 1811, Jiménez avanzó sobre el campamento realista de Agua Nueva, Coahuila, y como la escasa tropa realista se pasó de su lado, al día siguiente tomó Saltillo sin librar combate alguno. Enseguida logró hacer una alianza con el gobernador Manuel de Santa María, gobernador del Nuevo Reino de León, a quien otorgó el grado de mariscal. Así, el día 17 siguiente, la provincia es declarada independiente desde la ciudad de Monterrey. Jiménez entró, con el regocijo popular, en esta ciudad el 26 de enero siguiente, y en su honor se cantó el Te Deum. Concedió indultos a los europeos prisioneros y devolvió algunos de sus bienes, pero el gobierno de la provincia lo asumió Santiago Villarreal.

Fue así que en pocas semanas, Jiménez logró dominar esa región casi sin derramamiento de sangre; según Lucas Alamán (Historia de Méjico), “no sólo se condujo con tino y acierto en las operaciones, sino también con mucha humanidad con los españoles, a quienes no persiguió en sus personas ni despojó de sus bienes, dando una prueba señalada de generosidad con el gobernador de Coahuila, don Antonio Cordero”, derrotado el 7 de enero de 1811 por Jiménez en la batalla del Puerto del Carnero, después de la cual no se ordenó ejecución alguna. Por eso cuando Hidalgo y Allende fueron vencidos en puente de Calderón, marcharon a reunirse con Jiménez.

José Mariano Jiménez recibió en Saltillo a Allende e Hidalgo, ahí decidieron ellos marchar a Estados Unidos y que Ignacio Rayón y José María Liceaga, regresaran al centro de la Nueva España a reanudar la lucha insurgente.

En marzo de 1811 fue aprehendido al igual que los otros jefes insurgentes en Acatita de Baján, por las fuerzas de Tomás Flores e Ignacio Elizondo.

Doralicia Carmona. MEMORIA POLÍTICA DE MÉXICO.