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Autora: Doralicia Carmona Dávila.

© Derechos Reservados
ISBN 970-95193

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Se canjean las ratificaciones del Tratado de Guadalupe Hidalgo

30 de Mayo de 1848

Hoy, en Querétaro, a donde Santa Anna trasladó los poderes federales antes de renunciar, se canjean las ratificaciones del “Tratado de Paz, Límites, Amistad y Arreglo Definitivo entre la República Mexicana y los Estados Unidos de América”, tras la ocupación de la capital de la República por las tropas norteamericanas y siendo presidente provisional Manuel de la Peña y Peña.

El tratado fue llamado de Guadalupe- Hidalgo porque fue firmado en la sacristía de la Basílica de Guadalupe el 2 de febrero de 1848, “La Villa”, en la actual delegación “Gustavo A. Madero” del Distrito Federal y suscrito por los políticos conservadores Bernardo Couto, Miguel Atristán y Luis G. Cuevas, representantes por México y por parte de Estados Unidos, por Nicholas P. Trist.

El tratado se recibió en Washington el 20 de febrero y el presidente Polk lo pasó al Senado el día 22. La comisión de Relaciones senatorial consultó su ratificación el día 28. “La discusión fue tormentosa, y durante ella se presentaron y rechazaron proposiciones encaminadas á sacar mayores ventajas para los Estados Unidos, y aun á tratarnos sin misericordia y como á pueblo conquistado. Solo un senador, Mr. Crittenden, halló que demasiado se nos había exigido, y aun propuso que se nos dejara Nuevo México, en virtud de que la cesión territorial ajustada tenía un valor excedente del monto equitativo de la indemnización exigida” (México a Través de los Siglos). Se aprobó el 10 de marzo por treinta y ocho votos contra catorce. Enseguida, Polk envió a México a los señores Sevier y Clifford, comisionados para el canje de las ratificaciones, quienes llegaron a Querétaro el pasado día 24 de mayo.

En México, el Congreso careció de quórum hasta el 3 de mayo y el día 7 del mismo mes, se efectuó la apertura de sesiones, en la cual el presidente interino Peña y Peña, explicó los actos de su administración y las razones que le decidieron en favor de la paz. El presidente del Congreso Elorriaga, al contestar el discurso, también se pronunció por la paz. El día 10 siguiente, el general Anaya, ministro de la Guerra, hizo una exposición secreta acerca del estado de su ramo, y Luís de la Rosa, ministro de Relaciones y de Hacienda, otra “respecto de la situación pecuniaria y de las causas que determinaron al gobierno á celebrar el tratado, así como de lo infundado de las objeciones de los partidarios de la guerra”. Por su parte, los comisionados para las negociaciones de paz explicaron el tratado.

En la Cámara de Diputados se presentó el 13 de mayo el dictamen favorable. En el debate se pronunciaron en contra los diputados Aguirre, Arriaga, Cuevas, Doblado, Muñoz, Pacheco, Prieto, Rodríguez y Villanueva; y en favor Elguero, Lacunza, Lares, Mendoza, Micheltorena y Payno y el ministro Luis de la Rosa. El dictamen fue aprobado por cincuenta y un votos contra treinta y cinco. En la Cámara de Senadores se presentó el día 21 el dictamen aprobatorio. En la discusión hablaron en contra Morales, Robredo y Otero, a quienes contestaron Gómez Pedraza, Muñoz Ledo, Ramírez y el ministro De la Rosa. El 24 de mayo se aprobó el dictamen por treinta y tres votos contra cuatro.

Así, después de una guerra de despojo, mediante este tratado, México cede 2, 400,000 km2, más de la mitad de su territorio. A cambio, Estados Unidos le paga una indemnización de quince millones de pesos, se compromete a proteger la frontera de los ataques de los indios bárbaros, y a garantizar los derechos y propiedades de los mexicanos que permanezcan en los territorios cedidos. En la realidad, México sólo reconoció los límites territoriales exigidos y aceptó el pago de 15 millones de pesos por los territorios cedidos. Los otros compromisos jamás se cumplirán.

La guerra con los Estados Unidos, además de los muertos en las batallas, dejará decenas de miles de huérfanos, viudas y lisiados; la destrucción de cientos de edificios en muchas ciudades mexicanas que fueron sujetas al fuego despiadado de una artillería moderna y poderosa, además de graves daños a instalaciones portuarias y caminos. La economía nacional se vio trastocada por los bloqueos de la armada estadounidense y el movimiento terrestre de tropas, así como por el reclutamiento masivo de campesinos en defensa del territorio patrio, por lo que bajará la producción y aumentará la pobreza. La inestabilidad política imperante se verá incrementada y producirá otro régimen despótico y más tarde la guerra civil entre liberales y conservadores.

Al término de la guerra, más de 75,000 mexicanos viven en el territorio conquistado. Los que optarán por quedarse como nuevos ciudadanos de Estados Unidos, pronto descubrirán que serán ciudadanos de segunda clase, pues las leyes estadounidenses no se harán extensivas igualitariamente a ellos. Muchos perderán sus derechos de ser propietarios de tierra y se convertirán en extranjeros en su propia tierra.

Señala el maestro De la Torre: “La guerra contra Estados Unidos, con sus nefastas consecuencias, apenas si logró conmover un poco el sentimiento nacional”. Será Juárez y su brillante generación de liberales quienes despertarán el espíritu patrio de resistencia nacional ante una nueva invasión, ahora de los franceses.

Doralicia Carmona: MEMORIA POLÍTICA DE MÉXICO.